miércoles, 30 de diciembre de 2009

LAS FUGAS DE BAJ (Crónicas humanas)

LAS FUGAS DE BAJ

Ramón Iribertegui


Caracas 2.003
El reflejo del valle de Caracas alcanzaba tenuemente las cotas más altas de las terrazas de Baruta. Los faros que aparecían y desaparecían a lo lejos por la autopista, semejaban los cocuyos de su tierra. Un ruido sordo acompañaba la noche y por instantes, daba la sensación que los trenes del Metro habían salido del subsuelo y traqueteaban por la superficie.
Después de múltiples aventuras, Baj por fin, gozaba de un trabajo estable. El trabajo que tenía como Informante lingüístico en los Cursos de Postgrado de la Escuela de Antropología le duró dos años, gracias a las influencias del Dr. Omar, Director de dicha Escuela. La crisis por la que atravesaba la Universidad Central obligó a una reducción de presupuesto en cada facultad. Baj fue una de las víctimas de dicha reducción de personal.
Después de pasar varios meses arrastrándose de fábrica en fábrica, de oficina en oficina, consiguió esta “chamba”, como dicen por aquí. Aunque no es nada del otro mundo, da al menos para comer a Baj y Alicia, la mujer con la que vive encaramado allá arriba, en un ranchito de un barrio de Petare. Gracias a ella encontró cobijo. Bueno, cobijo es un modo de decir. Es un rancho en donde se turnan para dormir los cuatro hijos de Alicia, todos menores de 10 años, su hermana Teresa con dos hijos y Olimpia, su suegra regañona que, cada vez que lo ve comienza a refunfuñar y a llamarlo “indio”, sobre todo cuando Baj, para molestarla, se le acerca a su cara y le señala el lunar con cuatro pelos largos que tiene encima del labio superior y le dice todo serio:
- Suegra, hay que afeitarse...

Conseguir trabajo hoy en Caracas es dificil para todos, mucho más para un indio como Baj; donde quiera que se presentaba lo observaban como un bicho raro. Su tez un poco oscura, la estatura más bien pequeña y sus ojos achinados se confabulaban contra él. Todos creían que era ecuatoriano, o wayúu, o warao, de esos indios que deambulan pidiendo limosna por los predios del Nuevo Circo...
- ¡¡¡Cédula!!!
Y esa sola palabra, producía un gesto instintivo en la mano de todos los viajeros de la buseta. Todos sacaban su cartera y entregaban al agente su documento de identidad. A Baj siempre lo hacían bajar. Al comienzo se molestaba. Después se acostumbró al diálogo reiterativo:
- ¿Ecuatoriano? - le decía el agente comparando veinte veces su cara con la foto de la cédula.
- No. Venezolano... de Amazonas... - respondía Baj con calma.
- ¿Wayúu?¿de Maracaibo?
- No, de Amazonas. Al sur de Venezuela. - repetía de forma aburrida.
- ¡Ah... sí! Santa Elena de Uairén. . .al sur del estado Bolívar.., yo estuve de Guardia Nacional por allá...
Y lo dejaban tranquilo. Pero el autobús se había ido y debía esperar el siguiente...
Los dejaba nadando en su ignorancia. Estaba seguro que el 85 % de los venezolanos no sabían que en Venezuela había un Estado (entonces Territorio Federal), más abajo del Estado Bolívar, llamado Amazonas. ¿Para qué tanta explicación si al día siguiente se repetiría de nuevo el interrogatorio?
La diferencia siempre es sospechosa. Hay gente que quisiera que todos fueran iguales, que nadie se diferenciara, ni de color, ni de estatura, ni de carácter y que nadie sospechara uno de otro... no se dan cuenta que si fuera así, no tendrían a quien mandar, explotar u oprimir.., la explotación se basa en la desigualdad. Indios y negros llevamos el sellito en la cara... No sólo los ricos son alérgicos a las diferencias, reflexionaba Baj, también los pobres. La prueba la tenía en su suegra Olimpia. Cada vez que lo veía llegar era como si viera al diablo.., si fuera devota de Maria Lionza ya le hubiera fumado tabaco y hecho algún “trabajo”... orinaba vinagre de la rabia, cuando él se reía y le aseguraba con sorna, que un brujo de su tierra le había dado la “contra” para el mal de ojo, el sarampión, y el “cariño” de las suegras...
Por fin, la recomendación y palanca de un señor que se sintió mal en la calle y a quien auxilió, le abrió las puertas para ocupar plaza en una Agencia de vigilantes privados. Tal vez en sus ojos rasgados, su lacio pelo negro y sus escasas palabras, vislumbraron un lejano parentesco con Bruce Lee o Jackie Chang.
Baj, de la alegría, empezó a considerar demasiado exageradas sus cavilaciones pesimistas sobre las diferencias...

Era uno de sus primeros días de guardia. Vestía un uniforme de pantalón azul oscuro y camisa de manga corta del mismo color, pero más claro, que él completaba con una chaqueta de semicuero para preservarse del frío nocturno. Custodiaba un edificio en construcción, esquelético, unas platabandas sin paredes, una torre de 16 pisos en lo más alto de la loma “C” de Baruta. Una loma aplanada en su cima y que descendía por la parte Oeste con una serie de terrazas intercomunicadas que desembocaban en la autopista. Era un sector programado para el futuro establecimiento de una urbanización residencial exclusiva, con chalets adosados, quintas particulares, centros comerciales y edificios para oficinas.
Por el Norte se divisaba un escorzo muy pequeño del valle de Caracas. Por la hondonada Este y Sur, miles de casas miserables se apurruñaban unas sobre otras, separadas apenas por estrechos hilos de calles que subían y bajaban, se cruzaban y se enredaban en múltiples veredas. Es lo que llaman el Barrio. Es lo otro, lo distinto, lo diferente...
Baj miraba hacia abajo. El vivía en un barrio como ese, en donde un laberinto de pasillos y escaleras competían para escalar el cerro. Es un mundo en donde las dimensiones son siempre estrechas, las calles, las casas, las habitaciones, los techos. Y poco a poco, esa estrechez va absorbiendo a la persona, construyendo pensamientos con dimensiones cada vez más angostas y horizontes más cortos. Para Baj, indio, acostumbrado a amplios espacios, a ríos inmensos, a gozar de aire y luz abundantes, de una casa con patio inmenso y matas de verdes múltiples, era como si viviera encerrado en un calabozo. Trataba de salir a cada rato de aquel estrecho mundo en el que sentía ahogarse.
Baj contempló otra vez el escorzo del Avila que se escondía con frecuencia entre nubes, como huyendo de un mundo que no le gustaba.
Aquella noche sucedió lo que cambió su vida. Serían las once, cuando desde el primer piso del edificio, vio aparecer y desaparecer unos haces de luz sesgando la oscuridad. Al menos, tres vehículos escalaban la loma. Extraña visita a esa hora. De día se acercaban con frecuencia inversores, futuros compradores, representantes de inmobiliarias, pero de noche, nunca había tenido visitas. Cuando los faros de los vehículos enfocaron la fachada del inmueble, Baj, instintivamente (otra cosa hubiera hecho Bruce Lee...), se escondió detrás de una columna. Apagados los faros, se asomó para ver los autos tratando de ver en la penumbra. Nada. Sólo podía escuchar:
- Sal de ahí, hijueputa.
Asomándose de nuevo con tiento a la platabanda, esta vez echado en el piso, Baj vio cómo empujaban a un hombre esposado y lo conducían hacia el edificio. Al rato sintió que subían por las escaleras internas.
Agazapado, escuchó una voz suplicante:
-¡¡Yo no sé nada!! ¡¡Yo no sé nada!!...
Al rato, calculó Baj que sería en el cuarto piso, se oyeron unos disparos y el cuerpo del hombre cayó al vacío. El impacto del golpe fue casi ensordecido por los pasos apresurados de los hombres que bajaron por las oscuras escaleras a trompicones. Los motores de los autos arrancaron con precisa sincronía. Los cauchos chirriaron en la oscuridad, primero en retroceso y luego, bajaron la loma a gran velocidad.
La noche continuó desvelada apenas por un bombillo de 60 W que colgaba de un cable pegado a una columna y, allá arriba en el cielo, por la tímida luna en menguante que jugaba al escondite con las nubes.
Baj despertó de su asombro, se levantó del suelo y corrió escaleras abajo hasta el hombre que él suponía cadáver. Se acercó. Estaba uniformado. Era un Policía. Alzó su cabeza y vio su cara convertida en una máscara sanguinolenta, pero que aún respiraba. Giró su cuerpo y notó que intentaba hablar. Baj acercó su oído a aquella boca destrozada y haciendo un esfuerzo enorme, pudo escuchar entrecortadamente unas frases inconexas:
- Asesinos... Presidente... Presidente... Jan... Clod... Alto... Hatillo...
Un vómito de sangre abundante sacó a Baj de su estupor y se convenció que tenía que actuar con rapidez. Ese hombre podía salvarse. Se percató que si no reaccionaba con celeridad podía verse envuelto en un gran lío. Sacó su celular y con la duda si lo había cargado durante la noche, marcó el número de la Policía.
A los pocos minutos, la noche se quebró de nuevo con haces de luz y sirenas que raudamente ascendieron la Loma “C” de Baruta.
El Comandante se dirigió rápidamente al cuerpo que yacía en el suelo y dio orden de pedir una Ambulancia. Demasiado tarde. A los pocos minutos más sirenas rompieron la noche de forma escandalosa. Las furgonetas de diversos canales de TV, periodistas y técnicos aparecieron por arte de magia. Todos se hacían las mismas preguntas y provocaban las mismas respuestas:
- “El occiso es un hombre joven, supuestamente perteneciente a un cuerpo policial de la ciudad; tiene herida de arma de fuego con entrada en la zona parietal superior del cráneo y orificio de salida por la parte inferior del mismo. Supuestamente los golpes y fracturas responden a tortura o a la caída, provocada o no, desde los pisos altos del inmueble...”
Mientras tanto la ambulancia trasladó el cadáver a la morgue más cercana.
Los focos de la TV deslumbraban a Baj. Le hicieron una lluvia de preguntas todas a la vez, a las que apenas podía responder, no sólo porque no entendía, sino porque los micrófonos, celulares y grabadores de los periodistas golpeaban su cara tratando de recoger la primicia. Apenas pudo balbucear algunas palabras antes de que un Comisario de la policía lo rescatara de aquella jauría de cazadores de noticias.
Comenzaba una noche horrible para Baj. Lo condujeron en una patrulla a la Comandancia de Cotiza. Interrogatorios... Traslado a la Disip... más interrogatorios... El Comisario Acevedo... civilizado, más educado que los otros, inspiraba confianza, aunque parecía un manojo de nervios... Iba de acá para allá con el cigarrillo en la boca... salía de la oficina.., y al rato volvia.
Disparaba las preguntas como una metralleta:
- ¿Conocía al occiso?...
- ¿Cuánto tiempo lleva en este trabajo?
- ¿Cuántas personas salieron de los carros?...
- ¿A qué hora sonaron los disparos?
- ¿Estaba esposado cuando lo sacaron del carro?

Cuando Baj salió de la Comandancia eran las 10 de la mañana. Apenas vio a los periodistas y cámaras que corrían hacia él le dieron ganas de echar a correr también. Estaba muy cansado, apenas tenía fuerza para mantenerse en pie y les rogó que le dejaran en paz.
Una patrulla de la Disip lo dejó en la Redoma de Petare, no sin antes entregarle copia de la citación para el día siguiente en sus oficinas del Helicoide.
Subió al barrio como un zombie. Calle Agricultura... Barrio 1° de Noviembre.... la calle terminaba en la casa de los curas y, a la derecha de ésta, le faltaba por escalar una estrecha y empinada escalera. Según se iba acercando al rancho, los vecinos que encontraba le sonreían y le echaban bromas...
- Adios, galán...
- Saliste en la telenovela. Burda de bien, pana…
Cuando llegó, Alicia y sus hijos, le cayeron encima alborotados:
- Te vimos por TV…
- Ya eres famoso.
Solamente su suegra Olimpia, con el típico gesto despectivo de sus labios que siempre le dedicaba, se quedó en silencio mientras zurcía una media de Wilmer, su nieto preferido.
Al rato, se quedó dormido en medio del ruido normal de una casa llena de críos, no sin antes recordar las frases pronunciadas por el policía asesinado: “... algo sobre el Presidente... .Jan Clod... Alto Hatillo...”

Durmió de un tirón hasta las 4 de la mañana. No se había levantado nadie. Era la mejor hora para bañarse en una especie de tonel que habían preparado como ducha detrás del rancho. El baño era con totuma. ¡Perdón!, con un cacharro de plástico azul. ¡Cómo añoraba sus chapuzones en el raudal de su pueblo! Allá sobraba el agua, aquí había que administrarla. Después del baño, preparó un café guayoyo.
El barrio empezaba a despertar.
Todas las mañanas Baj se dejaba atrapar por la nostalgia. Pensaba en el amanecer de su pueblo. Los primeros albores descubrían lentamente los colores, los sonidos... el rumor del raudal de fondo, los pericos que despertaban con escándalo a los otros pájaros que revoloteaban de aquí para allá, zigzagueaban entre los grandes mangos y palmeras y se saludaban de forma bullanguera...
El barrio también despertaba. Pero sin pájaros, sin rumor de agua, sin árboles ni diferentes gamas de verdes.... Poco a poco, los aparatos de radio y los equipos de sonido contrapunteaban de rancho en rancho, de casa en casa. La música llanera y el cante recio sonaban por aquí cerca. Al otro lado de la calle arrancaba lastimero un acordeón vallenato.... Sonaba ya la marimba de Radio Rumbos, vociferando las noticias.., en pocos minutos, todo el barrio era una discoteca politonal mientras la gente afortunada, que aún tenía trabajo, descendía lentamente calle abajo desde muy temprano.
Tomó Baj el celular para avisar a la Compañía que, a causa de la citación en la Disip, no podría ir a trabajar esa noche. Le extrañó un mensaje en la pantalla: “Comuniquese con el N° 0416 - 8256299”. Marcó el número y oyó una grabación:
“Hola. No diga a nadie nada de lo que sabe. Se juega la vida.” Y al rato, otro mensaje de texto enviado decía: “Nos pondremos en contacto. Jean Claude”
¿Jean Claude..? debe ser el “Jan Clod” que escuchó de labios del policía muerto... pero ¿cómo supieron el número de su celular si Baj sólo se lo habia dado a la Disip?

Era sábado. El día esperado. Era el día de Baj y Alicia. En el rancho no podían hacer el amor sin riesgo de que los interrumpieran cinco o seis veces:
- ¡Comadre! ¿me deja agarrar un poquito de agua?...”
- “¡Mamá..! ¡Wilmer me está pegando!!!...”
- “¡Compadre! ¿Me prestas el alicate?..”
Por eso todos los sábados, Alicia y Baj alquilaban por unas horas una habitación en un hotelucho barato en el Llanito. Otras veces iban a una zona aledaña al Silencio, un hotel barato y limpio. Baj lo conocía desde que llegó a Caracas por primera vez. Era frecuentado comúnmente por los viajeros amazonenses que se trasladaban a Caracas.
Concerté con Alicia la hora, teniendo en cuenta que a las 9 tenía cita en la Disip. Más o menos a las 12, nos veríamos delante de la Iglesia de Santa Teresa.
La entrevista policial fue rutinaria y expedita. Eso sí, tuvo que esperar hasta las 10 y media a que llegara el comisario que debía interrogarle. Se notaba que era sábado, pues el funcionario tenía mucha prisa y pocas ganas de complicarse el fin de semana. Hacia las preguntas de manera rutinaria y Baj respondía de forma concisa lo poco que sabía. Con la advertencia de que si era necesario le convocarían nuevamente, salió del Helicoide a las 11y cuarenta.
Tomó un autobús en dirección al Silencio, esperando que no le pidieran la cédula por enésima vez y que no lo bajaran del autobús para el interrogatorio de siempre: “Eres ecuatoriano? ¿Eres wayúu. . .?”
Al encontrarse con Alicia, comieron un perro caliente refrescado con una chicha de arroz y se fueron al hotel. Los momentos siguientes eran los únicos de auténtica comunicación en sus vidas. Lo demás era superficial, casual, algo que resbalaba por la superficie exterior del alma sin calar en lo más profundo de dos seres tan distintos y a la vez tan iguales... La vida se hace rutina, costumbre, se repite y se escribe con un alfabeto cada vez más inconsciente. En esos instantes ellos eran personas y dejaban de ser apéndices o alargamiento de cosas, horarios, prisas y compromisos.
Estaba terminando su ducha, cuando tocaron a la puerta. Había apagado el celular para que no les interrumpieran, pero parecía que ni en el hotel lo querían dejar tranquilo.
- ¿Abro? - preguntó Alicia.
- Pregunta qué quiere - dijo desde la ducha.
Cuando terminó de bañarse, Alicia le entregó un sobre. Lo abrió y en el papel leyó con sorpresa: “Mañana, en la Plaza del Hatillo, a las 10,00 a. m. Espere allí”.


El Hatillo. Domingo
La Plaza del pueblo bullía de gente con menos prisas que en Caracas. Señoras que iban y venían cargadas de pequeñas bolsas con legumbres, hombres que se arremolinaban en la venta de lotería de la esquina o leían el periódico a las puertas de una refresquería.
En los bancos de la plaza, los jubilados charlaban animosamente apoyados en sus bastones, criticando la última acción del gobierno o riéndose pícaramente, mientras sus ojos recorrían añorantes por las piernas de algunas jovencitas que cruzaban la plaza contoneando sus caderas.
El chichero en la esquina, y dos adolescentes que llevaban al aire el ombligo y el labio inferior martirizados por sendos “piercings”, contemplaban risueñas los intentos de unos muchachos que trataban de saltar las escaleras de la plaza con la patineta, sin chocar con los carros estacionados de los que asistían a la Misa.
Un vendedor de cigarrillos al mayor y al detal, con su caja atada al cuello por una correa, al sentarse al lado de Baj, lo despertó de su arrobamiento y le ofreció cigarrillos.
- Gracias. No fumo. - le dijo Baj, mirando hacia el otro lado de la Plaza.
- No levante la vista. Aquella mujer con anteojos oscuros, sentada en el banco de la izquierda lo está siguiendo. Cuando yo me vaya, diríjase a la otra cuadra y tome el autobús N° 7. Haga todo su recorrido y al regreso, bájese una cuadra antes de llegar a la Plaza. ¿Me está escuchando?
- Si - respondió Baj cada vez más preocupado.
- En la siguiente calle, a la izquierda, busque la casa N° 25. Allí lo esperan.
El buhonero se levantó y se dirigió al banco de la izquierda, a ofrecer su mercancía. Con disimulo, Baj miró de reojo a la mujer del banco. No aparentaba más de 30 años y disimulaba retocándose con la barra de labios frente a un espejito de bolsillo. La gente salía ya de la Misa, y atravesaba la plaza en pequeños grupos.
Baj aprovechó ese momento para dirigirse rápidamente calle abajo, hasta la cuadra indicada por el vendedor de cigarrillos. En ese momento llegaba el autobús 7. Se montó y tomó asiento en los puestos de atrás, no sin antes ojear por la ventana por si la mujer de lentes oscuros lo había seguido.
No vio a nadie.
La música machaconamente fuerte y en inglés, con la que el chofer torturaba a los viajeros le hacia suspirar la pronta bajada de esa discoteca rodante.
Estos caraqueños no aprecian el silencio, si no tienen ruido a su alrededor, no viven. Baj pensaba en el barrio... Tal vez tengan razón... el ruido en forma de música o la música en forma de ruido, les sirve para olvidar lo que son, para no soñar con lo que no pueden ser, o para acallar los gritos que llevan por dentro.
El periplo del autobús duró escasamente 35 minutos. Se bajó en la cuadra anterior a la Plaza como se lo había indicado el buhonero y embocando la calle de la izquierda, con disimulo, trató de ver el número de alguna casa. No había dado 10 pasos cuando se topó con un N°25 que se difuminaba en una placa de hierro colado oscurecido por el tiempo.
Era una de esas casas de típica factura colonial, paredes de color ladrillo con amplio portón abierto y zaguán del mismo ancho. A ambos lados, destacaban dos grandes ventanas con rejas de hierro y puertas de marrón oscuro, igual que el portón. Entró, no sin antes observar si lo seguían. El zaguán finalizaba en una puerta hermética, metálica. A su espalda, se fijó que uno de esos ojos electrónicos que usan en los Bancos para grabar y vigilar a los usuarios, lo miraba.
Cuando ya iba a tocar, la puerta se abrió y aparecieron dos gigantes que introdujeron a Baj de una forma no muy cortés, casi en volandas y, mientras uno le ataba los brazos, el otro colocaba una capucha en su cabeza. Lo condujeron a un patio interno y alli lo alzaron para introducirlo en lo que suponía era la maleta de un carro.
Baj maldijo el día en que consiguió el trabajo de guachimán que le había traído todos estos problemas. El auto se movió lentamente, se paró y luego enfiló a velocidad por una vía recta. Baj notaba las paradas, los cruces a la derecha, luego a la izquierda. Por las marchas del motor que variaban con frecuencia, y las curvas, supuso que estaban subiendo a una de las partes altas de la ciudad.
Baj no era un tipo nervioso. Como buen indígena, tomaba las cosas con calma. “Lo que sucede debe suceder - decía su abuelo - Después del raudal viene el remanso...” “¿Será por eso que los indios estamos como estamos, que nos conformamos con todo lo que nos pasa?” - pensaba Baj en su encierro. Estaba convencido de que en estos momentos le convenía simular serenidad y pensar con frialdad.
Cuando se apagó el motor, los dos mastodontes lo sacaron del encierro y casi a rastras lo introdujeron en un local. Después de sentarlo en una silla le quitaron la capucha. Frente a Baj, de espaldas y de pie, contemplando el jardín a través de un enorme vitral estaba un hombre flaco, espigado y de cabello cano. Les separaba un elegante escritorio.
Baj esperaba que alguien hablara. De reojo miró a sus dos guardianes. Apenas pudo ver sus enormes brazos repletos de tatuajes multicolores.
Cuando el señor se dio vuelta, a pesar de estar a contra luz, Baj observó una cara angulosa, semitapada por unos enormes lentes oscuros. Se sentó.
- Tráele café al señor...
- Baj. Mi nombre es Baj.
- ¿Como el músico Juan Sebastián Bach?
- No. Baj con “j”. Así como suena.
- Interesante nombre.
Uno de los gigantones, sirvió café en unas elegantes tacitas blancas con el borde gris y se llevó la cafetera.
- No eres caraqueño.
- No, señor. Soy de Amazonas. Un indio del Amazonas.
- ¿De Amazonas? - guardó silencio - ¡qué interesante! ¿Y qué haces por aquí?
- Ganándome la vida. Soy guachimán de una empresa. - respondió orgulloso.
- ¿Cuánto ganas?
- El sueldo básico. Estoy empezando...
- ¿Quieres ganar el triple? - sonrió mi interlocutor mostrando una hilera de dientes muy blancos.
- ¿Haciendo qué? - respondó más animado.
El señor se levantó nuevamente hacia el ventanal dándole la espalda. Baj miró de reojo nuevamente a los dos gigantones que cuidaban la puerta. Ambos tenían lentes oscuros. “Deben ser policías”, pensó. Esta mañana en la Disip casi todos cargaban ese tipo de lentes.
- ¿Sabes por qué te estaba siguiendo aquella mujer? - preguntó el señor sin volverse.
- Será de la Disip. Querrán estar seguros de que no me vaya hasta que concluyan las averiguaciones del crimen - señaló Baj.
- No, muchacho, - se volteó nuevamente hacia él - Ellos quieren saber lo que tú sabes.
- Lo que sabía, lo dije ya en la Disip...
- ¿Todo? - acercó su cara y a través de los lentes oscuros Baj percibió una mirada acerada.
- Bueno... casi todo.
- El hijo de perra.... - murmuró con coraje. - Ellos sospechan que no les dijiste todo. Quieren saber quién está detrás del nombre de “Jean Claude”. Me buscan a mí, y por ello suponen que tarde o temprano, tendríamos que encontrarnos. Por eso te siguen.

Baj comprendió ahora más que nunca, que estaba metido en un gran lío. La Disip no le buscaba sólo como testigo de la muerte de un policía. Y ahora este señor Jean Claude, quería a toda costa comprar su silencio. Aunque peligroso, el negocio no estaba mal...
- Ahora entiendo. ¿Y qué piensa hacer? - murmuró Baj con timidez.
- Cuando llegue el momento te lo diremos. Abre una cuenta en el banco Provincial. Desde hoy se te depositará lo correspondiente a cada quincena. Seguirás trabajando de guachimán, sin levantar sospechas. Que no se note que gastas más dinero del que ganas en tu trabajo... De vez en cuando, te comunicaremos lo que tienes que hacer.
- Y si la Policía se entera y los descubre, ¿qué pasa conmigo? – preguntó Baj.
Los dos energúmenos se acercaron mostrando sin disimulo unos pistolones de gran calibre en sus cinturas.
- Entiendo... - dijo resignado.
- Sírvenos otro café - ordenó el jefe.
Baj tomó lentamente el café servido por el mismo gigante, y poco a poco lo envolvió una pesada somnolencia que lentamente fue hundiéndolo en el vacío mientras escuchaba cada vez más lejos:
- Ya te avisaremos.., ya te avisaremos.., ya te avisaremos...
Esa frase se repetía machaconamente, mientras la cabeza comenzó a darle vueltas.., todo giraba.... ya no veía sino unas ráfagas de luz rasgando una oscuridad cada vez más tupida. Perdió todo contacto.

Era de noche.
El ruido y las luces de los carros que cruzaban delante de Baj lo fueron despertando. No supo cómo había llegado hasta allí. Sentado en el suelo y apoyado en la santamaría de un negocio de calzado, miraba aletargado las luces de los carros que desfilaban lentamente. Estaba en la redoma de Petare.
Pensando en Alicia, subió hacia la casa. La vida se le estaba complicando. Mucho más complicada que la maraña de escaleras y veredas que se tejían cerro arriba.

Fuga en Do menor

Mi padre se llamaba José y era kurripako. Tenía él 7 años cuando llegó con varias familias de su clan procedentes del Alto Guainía, allá por los años 40. Buscaban nuevas tierras que les proporcionaran comida suficiente. Les gustó el 1ugar. Una meseta elevada llena de grandes árboles, terminaba en una gran laja bañada por las oscuras aguas del Atabapo. Cuando se pusieron a explorar el terreno, después de pequeñas sabanas hacia el Este, descubrieron una mancha grande de palmeras de chiquichique. Por eso a este sitio lo llamaron Marama. En kurripako, Marama es el chiquichique, una palmera original con todo el tronco cubierto de una larga cabellera de fibra de gran durabilidad y resistente al sol y al agua.
Todo esto me lo contaba mi padre en los ratos de pesca por las tranquilas aguas del Atabapo, amarrando rendales y guaraleando bagres. También por la noche, me contaba cuentos interesantísimos de Inapirríkoli y Kúwai, de cómo surgió el mundo, los hombres, el día, la noche, la yuca, etc. Yo era muy pequeño.
Cuando yo nací en el año 1962, el caserío ya había crecido. A los primeros habitantes se le habían añadido progresivamente otras familias procedentes también del Guainía y del Río Negro. Unas eran banibas, otras warekenas y otras yeral. Aunque no había una escuela oficial, mi tío Idalino hacía de maestro, pues sabía leer y escribir y nos reunía a todos los párvulos por las mañanas. El había estado interno con los curas en el Asilo Pío XI de Puerto Ayacucho y allí aprendió a tocar clarinete en la Banda de dicho Asilo. El P. Azuara fue el músico que por primera vez le dio a conocer la música clásica.
Por aquel tiempo era el único letrado del pueblo. A él le debo yo este nombre tan raro. Los curas con los que estudió le hacían escuchar la música de un tal Bach... que se escribía así, pero como nos decía continuamente, se pronunciaba Baj... con jota. Mi tío estaba enamorado de la música de Bach y de sus Fugas.
Cuando pudo, compró en San Fernando un grabador pequeño y con un padre de la Misión, consiguió el casete de las fámosas Fugas que a toda hora sonaban dando al caserío un aire intelectual y culto. Cuando yo nací, se empeñó y le pidió a mi padre que debía ponerme el nombre de “Bach”. Mi padre no estaba muy de acuerdo en ponerme un nombre raro que para él no signficaba nada, pero accedió cuando mi tío Idalino le dijo que podía escribirlo con jota. Por eso yo me llamo Baj.
Tío Idalino era un maestro en el arte de contar cuentos, un narrador excelente. Con frecuencia nos contaba historias de monstruos y de dioses, de culebras y de tigres, pero el cuento favorito de las noches era el del Señor “Sueño”. Todos los niños nos sentábamos a su alrededor y comenzaba con mucho misterio:

“En el principio, el señor Inapirríkoli estaba trabajando, trabajando... Cuando se cansaba, se sentaba. Cuando se cansaba de estar sentado, iba de nuevo a trabajar.
Trabajaba y trabajaba y nunca aparecía la noche.
Un día, llegó un hombre que le dijo al señor Inapirríkoli:
- Alguien me dijo que por allá arriba había noche.
Inapirríkoli contestó:
- Pues sería bueno buscarla para nosotros, porque estamos aquí sufriendo mucho.
Y así, el señor lnapirríkoli se fue con los marineros, uno de ellos era el señor Pereza. Y se fueron.
Y después de mucho navegar llegaron al sitio del señor “Sueño”. Arrimaron en el puerto y subieron a la casa.
El señor “Sueño” estaba sentado delante de la casa.
El señor Inapirríkoli dijo:
- ¡Buenos días, abuelo!¿Cómo está?
Y contestó el señor “Sueño “:
- Bien, señor Inapirríkoli, ¿y qué vienes a buscar?
Inapirríkoli contestó:
- Abuelo, yo escuché que aquí tú tienes día y noche. Tú trabajas en el día y en la noche descansas. Pero donde yo estoy no es así Todo el tiempo es puro día... día... día... y nunca se ve la noche.
El señor “Sueño” contestó otra vez:
- El sueño es malo ¿No ves cómo tengo yo los párpados?
El señor “Sueño” tenía unos párpados largos... largos... que le llegaban a las rodillas.
El señor Inapirríkoli dijo:
- No importa, yo necesito que tú me lo des.
El señor “Sueño” le contestó otra vez:
- Bueno, yo te lo voy a dar, pero el sueño es malo ¿De qué sueño quieres? Del sueño de párpado corto o del sueño de párpado largo?
Inapirríkoli dijo:
- Yo quiero el sueño de párpado corto.
El señor “Sueño “cortó un pedacito de cuero de su párpado y lo metió en una cajita y se la entregó al señor Inapirríkoli.
- Aquí está - dijo el señor “Sueño”- Ahora tú lo vas a llevar y cuando llegues a tu casa, abres la cajita.
Ese pedacio de cuero que el señor “Sueño” entregó dentro de la cajita, era el sueño. Si el señor Inapirríkoli hubiera escogido el sueño largo nosotros ahora tendríamos los párpados largos.

Mi tío Idalino, estiraba con sus dedos los párpados superiores de una forma exagerada... Todos los niños nos reíamos de sus muecas.

El señor Inapirríkoli se regresó y sus marineros llevaban la cajita. Al cabo de un rato un marinero dijo:
- ¡Mira, señor Inapirríkoli, esta cajita pesa mucho!
- ¡Cónchale! ¿Qué tendrá dentro? - dijo el señor Inapirríkoli.
El sol estaba donde estaba siempre y nunca se movía.
Y entonces... el señor Inapirríkoli dijo:
- Vamos a abrirla para ver lo que hay dentro, porque es verdad que pesa mucho esta cajita.
Y la abrieron.
Cuando la abrió, allí mismo salió volando una gallineta grande, volando, volando, hasta que se cayó en el río Guainía. Cuando la gallineta voló, ahí mismo el sol se corrió hasta la posición de las seis de la tarde. El señor Inapirríkoli trancó otra gallineta dentro de la cajita y le dijo a su marinero:
- Ahora sí estamos mal...
Y en ese momento se oscureció.
Sentados, escucharon cantar un pájaro piedrero.
El señor Inapirríkoli dijo:
- ¡Ya va a amanecer!
Y allí estuvieron esperando, esperando a que amaneciera. Después de un largo rato, escucharon el canto de un paují.
El señor Inapirríkoli dijo:
- El paují ya sabe que pronto va a amaner.
Seguían sentados, cuando Inapirríkoli le dijo a su marinero, el señor Pereza:
- “Mira, abuelo, súbete a ese árbol y mira por dónde llega el día “.
El señor Pereza subió y llegó hasta allá arriba, en la punta del árbol.

Todos los niños reíamos las pantomimas que hacía tío Idalino imitando a la pereza.

El señor Pereza se quedó sentado encima del árbol. Pero al rato gritó:
- ¡¡¡Mira, señor Inapirríkoli!!! ¡¡Ahí viene el día!!
- ¿Dónde? -preguntó Inapirríkoli.
- ¡Por aquí! - dijo el señor Pereza.
El señor Inapirríkoli que estaba sentado, miró hacia atrás y vio llegar el día.
Así amaneció. Tomaron yucuta y emprendieron el viaje. Se llevaron la cajita hasta que llegaron a su casa. Al llegar abrieron la cajita y salió la otra gallineta... y así comenzó la noche.
Y así, hasta ahora.”

La mayor parte de las veces, antes de que acabara el cuento, casi todos los niños dormían contagiados por el señor “Sueño”. Yo en cambio aguantaba para ver todas las muecas y gestos cómicos que hacía mi tío Idalino.

Marama tenía 11 casas dispuestas en forma rectangular con un espacio amplio y limpio que los kurripako llamamos karukarudda” que significa “en donde se habla”, pues además de ser el lugar de diversión de los niños, cumplía una función social de comunicación. Era también el lugar de las reuniones importantes y, por las tardes, las
familias se sentaban a la puerta de sus casas y hablaban de lo que les interesaba.
En mi casa vivíamos la abuela Lucinda, mamá de mi papá, mi tía Amelia con sus tres hijos, mi hermanita Rebeca, mi papá y yo. Mi mamá ya se había ido. Después diré a dónde, con quién y por qué se fue.
Casi todos los habitantes del caserío éramos familia. Mi papá tenía tres hermanos casados: mi tío Idalino, mi tía Ramona y mi tío Armindo. Además de la tía Amelia, que vivía con nosotros después de la muerte de su marido. Los demás habitantes antiguos de Marama eran primos de mi papá, Leocadio, Soledad, César, Efraín, Ruth y María; todos casados y con hijos. En total éramos unos 32 primos. Si a éstos añadimos las familias Guimaraes y Da Silva, descendientes de brasileros de lengua yeral, las familias baniba de los Camico y Aragua y las warekena de los Bernabé, el caserío superaba los cien habitantes.
Los pequeños formábamos la mayor parte de la población. Eso se notaba en el bullicio, los juegos, las carreras y las peleas que surgían a cada rato. El río era nuestro lugar favorito y en donde pasábamos la mayor parte del tiempo. Frente a la gran laja, el río se convertía en un encabritado raudal de poca extensión pero peligroso para navegantes inexpertos.
Cuando yo era muy niño, una embarcación cargada de ron y cerveza “trambucó” perdiendo toda la carga. Desde entonces el raudal se convirtió en la “nevera” de Marama. Cuando los mayores, sedientos, después del trabajo o de un partido de fútbol, dos o tres de ellos se lanzaban al agua y salían con las botellas necesarias.
El pueblo vivía de la venta del chiquichique. Una bendición y una maldición. Bendición porque Marama tenía relativamente cerca, manchas de fibrales que cortaban y comerciaban. Maldición, porque enfrente de Marama un colombiano compraba toda la fibra con un sistema de explotación heredado del pasado. El comerciante les daba un avance en ropa, herramientas o medicinas, y al regreso pagaban con la fibra cortada lo que debían. Pero nunca lograban saldar la deuda.
- Todavía debes tanto... – le decía el comerciante después de hacer las cuentas.
Y de nuevo se endeudaban para dejarle a la mujer y a los hijos lo necesario. Al regreso, se repetía el cuento de nunca acabar... El pueblo vivía esclavizado. Así estuvieron por años, hasta que el colombiano se fue.
El sistema le gustó a alguno del pueblo y trató de repetir el esquema del colombiano con su misma gente. El mal siempre se pega...

Mi tío Idalino nos contaba por las noches algunas aventuras de aquellos tiempos del caucho o la “goma” como decía él. Su papá, mi abuelo, había vivido de lleno esa época:
- “... Los patronos eran muy bravos y maltrataban a los indios como si fueran esclavos. El que debía y agarraba un pantaloncito, una camisita, un sombrero o unos zapatos, tenía que quedarse ahí trabajando por mucho tiempo, para pagar ese poquito de cosas... trabajaban gratis por mucho tiempo. Lo vendían a uno como se vende un cochino. Le decían a otro comerciante: “Le vendo un hombre “. “Me debe tanto y usted va pallá”... Y tenía que ir pallá, sin saber por qué se vendía a la persona, como se vendía cualquier coroto...”
- Y la gente, ¿no se escapaba? - preguntábamos nosotros.
- Sí se picureaban, se iban pal centro de la montaña. Pero había comisiones que los buscaban y siempre traían algunos. Por el Guaviare, el Atabapo y Guainía venían los barcos llenos de mercancía humana que repartían como si repartieran cualquier cosa. Y tenían que ir pa donde los llevaran. Esa era la vida de antes por aquí. Si no trabajaban lo suficiente los planeaban. ¡Plan por ese lomo! Si en lugar de traer una arroba de goma cargaban sólo un galoncito... ¡Plan por ese lomo!
- ¿Yqué comían?
-A veces se formaban comisiones de cazadores y pescadores, pero en general se trabajaba con hambre... le daban un potecito de mañoco, del tamaño de esos de leche condensada, pa tres días. Trabajaban con hambre...
- ¿Había mucha enfermedad entonces?
- Uhhh... paludismo y sarampión sobre todo. Me contó mi papá que en el Casiquiare les atacó el sarampión y murieron más de cuarenta trabajadores... caían como moscas...
- ¿No había médicos?
- No, sobrinos.., ustedes están soñando. ¿Médicos entonces? Si nadie quiere venir de médico para acá hoy, figúrense en aquella época...

Yo tenía muchos amigos, pero uno de ellos era un amigo especial para mí. Era mi primo Alberto, el hijo menor de mi tía Amelia. Era un poco menor que yo y había nacido mal. Ahora les dicen “discapacitados “. Padecía lo que llaman síndrome de Down. Según iba creciendo se le notaba más su enfermedad.
Leopoldo, el marido de mi tía Amelia, poco a poco fue empeorando su carácter por esta razón, y no perdía ocasión para emborracharse, y cuando lo hacía, le echaba la culpa a su mujer
Yo cargaba a Alberto sobre mi lomo y 1o llevaba al río, lo bañaba y jugábamos juntos en la laja.
Mi tío Idalino trajo una vez que fue a San Fernando, papel de colores, un rollo de mecatillo y nos construyó un papagayo. En la sabana que estaba detrás del pueblo me enseñó a volarlo. Yo iba con mi primo Alberto por las tardes, cuando soplaba la brisa, él me miraba sentado hasta que el papagayo tomaba altura.
Era una de mis diversiones favoritas. Cuando ves allá arriba el cometa de colores con su cola larga que culebrea lentamente, sabes que todo depende de ti, que con tu mano lo manejas y lo dominas; ese jalar y soltar la cuerda, me convertía en una especie de Dios, al menos esa era la idea que yo tenía de Dios...
Después le ponía la cuerda en las manos de Alberto, para que también él sintiera lo mismo. Ta1 vez fue lo único que dominó en su vida. A pesar de que no se le entendía lo que hablaba yo estaba seguro que era feliz cuando estaba conmigo. Me lo decía con los ojos.
A mi tía Amelia no le gustaba que lo sacara de la casa, y mucho menos a mi tío Leopoldo. Sabían que los niños le decían “Máwari”, como si un espíritu malévolo, el espíritu de las aguas, se hubiera apoderado de él.
Leopoldo, una vez que estaba medio borracho, me lo quitó de los brazos y se lo llevó a la casa. Cuando yo entré, estaba atándolo con un mecate a la alcayata del chinchorro. Corrí rápidamente y grité llamando a mi tía Amelia que estaba lavando en el río. Llegó corriendo y gritando, lo empujó y soltó a mi primo que, sin llorar me miraba con unos ojos de espanto. Apenas lo abracé, se sonrió de aquella manera que sólo él sabía hacerlo.
Este problema fue tal vez, el que apresuró la muerte de Leopoldo. Una madrugada apareció muerto sobre la gran laja que cae al río. Al lado de su cuerpo amoratado, encontraron un recipiente de aluminio con un líquido verdoso en el fondo.
Unos policías que vinieron de San Fernando dijeron que la mezcla de limón con ron había descompuesto el aluminio y que eso era un veneno mortal ¿Conscientemente? No lo sé. Lo que sí sé es que desde que nació Alberto su padre había cambiado totalmente. Apenas se echaba unos palos, le reprochaba lo del hijo a mi tía Amelia. Por eso mi tía Amelia se vino a vivir a nuestra casa.

En Semana Santa, venía el cura para la misa y la Hermana nos repartía caramelos. Por la noche nos pasaba filminas, una especie de cine inmóvil y mudo, la que hablaba era la Hermana que iba narrando las aventuras de un negrito llamado Bambo.
La iglesia de Marama era pequeña, con unas imágenes antiguas de San Antonio cubiertas de cintas de colores que representaban las promesas de los fieles.
Mi abuela Lucinda nos cuidaba mucho a los pequeños para que no hiciéramos nada prohibido. Que “En Jueves Santo no se puede barrer...” que “No cortes nada con el cuchillo...” que “No te vayas a bañar al río...”
- ¿Por qué, abuela?
- Porque te sale cola y te conviertes en pescado - me decía toda sería.
Por la tarde fui con Alberto al río.
Nos sentamos en la laja y al rato vinieron Luis y Félix, los hijos de Camico. Rápidamente se desnudaron y se zambulleron alegres en el chorro. Parecían perros de agua. Yo estaba curioso de comprobar lo que me había dicho mi abuela. Tardaron bastante en salir del agua y yo creí que ya se habían convertido en pescados. Salieron y se vistieron delante de nosotros. A ninguno de ellos le había salido cola y empecé a dudar de lo que decía mi abuela...
- Abuela, es embuste lo que dijiste - le dije al regreso - Yo vi bañarse a Luis y Félix y no les salió ninguna cola de pescado.
- Pivapa kurrikadá piajiákao... (Espera un poco, ya verás lo que les pasa...) - me dijo en kurripako.
No había terminado la Semana Santa y a Félix le picó una culebra y tuvieron que llevarlo a San Fernando, y Luis, poco después, se partió un brazo jugando a fútbol en la sabana.
De nuevo creí en lo que decía mi abuela...

En 1966 nos visitó el Gobernador Eladio Avendaño Casanova. Lo acompañaba el Prefecto de Atabapo, el señor Víctor Manuel Clarín. Era la primera vez que un Gobernador venía a Marama. Viajaba en un bonguito como un paisano cualquiera. El fue el que mandó ponerle techo de zinc a las casas, construyó la Escuela y nombró maestro a mi tío Idalino.
El patrono de Marama era San Antonio y todos los años, en Junio, se celebraban las fiestas patronales. Venía mucha gente y para nosotros los niños, eran los días más alegres del año.
Las fiestas se preparaban muy bien, según la tradición. Unos quince días antes, los hombres del pueblo se iban de cacería para abastecer de comida abundante al pueblo y a los visitantes: traían venados, lapas, báquiros y dantos, además de varios tipos de pescado.
Los Mordomos y Yuíces, así se llamaban los encargados, adornaban la Casa de la fiesta con bambalinas de colores y entre todos limpiábamos el pueblo de toda la maleza. Los Mordomosy Yuices de cada año eran nombrados en la fiesta del año anterior y eran los responsables y organizadores de la fiesta.
Mi tío Armindo, el más viejo de mis tíos, tocaba el tambor mientras la procesión de limosneros, precedida por dos grandes banderas, iba de casa en casa pidiendo la colaboración para la fiesta portando la imagen de San Antonio. Cada familia daba lo que podía, en dinero o en especie. Nosotros, curiosos, corríamos de acá para allá siguiendo el cortejo.
A mí lo que más me impresionaba era la seriedad de mi tío Armindo tocando el tambor. Impasible, sin que se moviera un músculo de la cara, tanto él como yo, estábamos convencidos que era el personaje más importante de la comitiva.
La fiesta se iniciaba con la “paradura” de los Mastros: dos palos enormes de unos 12 metros, adornados en forma de guirnalda y pletóricos de frutos de la tierra: cambures, caña de azúcar, piñas, túpiros, plátanos, lechosas, etc. Los colocaban de pie en la plaza del pueblo, un grupo de hombres dirigidos por el “Yuiz de mastro “.
Con la paradura de los mastros, se daba inicio oficial a la fiesta... Esos días jugábamos mucho y los mayores bailan durante nueve días todas las noches.
Antiguamente, me contó mi tío Idalino, los indígenas producíamos nuestro propio alcohol, el “bureche “, pero ahora prefieren comprarlo en Atabapo. Y con su dedo huesudo pintaba en el suelo el alambique vegetal y nos explicaba cada una de sus partes.
- Para la próxima fiesta voy a construir uno.
La última noche tenía gran expectación: el baile del “Boi”. A medianoche, después del rezo de los yuíces, se encendía la gran fogata y aparecía el boi acompañado de máscaras danzantes, bailando al ritmo del canto del experto Vallir... Por parejas brincaban la fogata y con este brinco se hacían compadres.
Al día siguiente, a la hora de la comida, era el sacrificio del Boi. Con un cuchillo se simulaba su muerte y la sangre del Boi (una mezcla del rojo culey con el ron), la tomaban los adultos. Así comenzaba la comida preparada para toda la comunidad. Las mujeres encargadas habían cocinado desde temprano para tener lista la comida: cacería, pescado, cabezón, mañoco y casabe abundante, dulces y caramelos... Era una comida sabrosa y todo elpueblo comía de todo...
Esa última noche, la fiesta terminaba de madrugada. Los muchachos un poco más grandes, se divertían pintándole la cara o cortándole parte del pelo a los borrachitos que se habían quedado dormidos en la casa de la fiesta.
A las seis de la tarde del último día, se tumbaban los mastros, ante la algarabía y alegría general, en especial de los muchachos que nos abalanzábamos sobre las frutas para recoger la buenas y lanzarse unos a otros en batalla campal las que estaban podridas o demasiado maduras.
Al siguiente día, se hacía la “barrezón”. Los yuíces barrían las calles, casa por casa, mezclados con las máscaras danzantes para dejar limpio el pueblo. Esa noche había una cena para los “fiesteros” organizadores y para los nuevos yuíces, que hacían la “promesa” de organizarla para siguiente año.
Por eso la fiesta nunca muere...

Ya hablé de mi familia, de mi casa, de mi pueblo y sus habitantes y fiestas, pero no hablé de mi mamá. Es algo que me cuesta mucho hacer. Mi mamá era descendiente de una familia brasilera de lengua yeral que se radicó en Marama, después de la llegada de mi familia. Era bonita y más joven que mi papá. ¿Era? ¿Se murió? No, pero para mí es como si hubiera muerto. No quisiera hurgar en la herida, pero tengo que contarlo.
Por esos años, la Guardia Nacional hacía recorrido por los ríos y visitaba nuestros pueblos, sobre todo en la época de fiestas. Cierto día, papá estaba de cacería o de pesca y mí abuela Lucinda se percató de los ojitos y sonrisas que mamá se tenía con uno de los guardias que había llegado en bongo para pernoctar en Marama, camino de Maroa. Yo también los vi hablando, pero con mi inocencia de entonces, no pensé en nada malo.
Cuando regresó mi papá, mi abuela le puso al corriente de su sospecha. Mi papá, que era demasiado bueno, creyó que eran chismes de mujeres y no le hizo caso. En la fiesta de San Antonio, vino otra vez aquel guardia que azoraba a mi mamá. Vestía de civil, pues estaba de permiso. Mi papá, despreocupado, se echó los palos y no vio nada más. Yo tampoco vi. Pero desde entonces empecé a creer más en mi abuela…
A partir de entonces mi mamá, con cualquier excusa no perdía ocasión de aprovechar toda cola que se presentase para ir a San Fernando. Alguna vez le pedí que me llevara, pero ella sólo llevaba a mi hermanita Rebeca. Y así... hasta un día que no regresó más.
Mi abuela Lucinda regañó a mi papá. Al día siguiente fui con él a San Fernando. Preguntamos por mi mamá a varios amigos. Como solemos hacer los indios cuando no queremos decir algo, nos contestaban: “Yo no sé...” y volteaban para otro lado, no sin antes lanzarnos una mirada de compasión. Nos sentamos en la Plaza y mi papá no decía palabra.
- Espere aquí, ya vuelvo.
Y me dirigí al Comando. Yo sabía el nombre del guardia que estuvo con mi mamá. Al primero que vi le pregunté:
- ¿Dónde está el guardia Pulido Cordero?
- No está. Lo cambiaron.
Regresé llorando de rabia donde estaba mi papá. Me miró y no dijo nada. Lo había entendido todo.
Viajamos de regreso en la oscuridad de la noche. Nunca veré una noche tan oscura como aquella. Nunca más vi a mi mamá. Bueno, sí la vi después... ya te contaré.
Ahora que he vivido, me parece que la vida es una continua fuga, una sucesión de fugas. Huyes de muchas cosas, de pensamientos, de sueños, de lugares, de situaciones, de ti mismo...
El problema no está en la fuga, sino en saber de qué huyes y adónde quieres ir… La vida es como el río. Siempre huye. Unas veces de manera pausada, otras veces de forma atropellada como en los Raudales de Marama o Chamuchina. Pero siempre está huyendo. A veces el agua forma un remanso y da la impresión que el agua se devuelve. Es una ilusión. Cuando huyes, ya no puedes regresar. Lo intentas, luchas, y si acaso lo logras, nunca más serás el mismo...
Cumplí doce años y terminé tercer grado. Mi papá y mi tío Idalino determinaron internarme en la Misión de San Fernando para continuar los estudios. Mi abuela Lucinda no estaba muy de acuerdo. Mi primo Alberto no se dio cuenta de nada, hasta que me fui. Se hizo insoportable, vivía emberrinchado, me decían, y sólo volvía a sonreír cuando yo regresaba a Marama de vacaciones.
San Fernando era un pueblo con menos de mil habitantes. Muchas casas, muchos mangos, un aeropuerto como la sabana de Marama, una Iglesia grande con campanario blanco, dos escuelas y un gran campo de fútbol. Y el río allí enfrente. Eso era para mí San Fernando.
Mi llegada al internado quebró todo mi sistema de vida. Los horarios, los oficios que debías hacer el continuo compromiso hacia el que te dirigía esa vida reglamentada, rompió todos los esquemas a los que yo estaba acostumbrado. Lo pasé fatal.
A las dos semanas, me enteré de la llegada de mi tío Armindo. Me dirigí al puerto de Solano y me escondí en el bongo debajo de una pequeña lona. Cuando me descubrieron, me llevaron de nuevo al internado.
- ¿El “picure” quería picurearse?... - dijo el cura.
Poco después, supe de otra embarcación; la del señor Antonio Aragua que iba para Yavita. Pregunté cuándo se iban y me dijeron que salían a las 4 de la tarde. Era sábado. A esa hora íbamos a lavar la ropa a la laja de la Punta. Me retardé y dejé que todos se montaran en la zorra del viejo tractor del internado. Yo corrí en dirección contraria, hacia Marakoa. Vi el bongo que ya salía de Solano alejándose de la orilla. No me quedó otra opción que lanzarme al río rápidamente. Nadé con todas mis fuerzas para alcanzar el bongo. Cuando me vieron aminoraron la marcha y me recogieron.
- Quiero irme a Marama. - dije resuelto.
El viejo Aragua no dijo nada. Llegamos de noche a mi pueblo.
Al día siguiente, mi papá y mi tío Armindo me presentaron de nuevo en el internado.
- Oh... ¿llegó el picure?... dijo el cura.
Y desde entonces, todos me llamaron “Picure “.
Después me fui acostumbrando. La escuela ocupaba toda la mañana. Por la tarde, después del almuerzo, jugábamos a fútbol. Era una fiebre. Lo asimilábamos mejor que la matemática y el castellano y se organizaban campeonatos y encuentros con los alumnos de la Granja, la otra escuela del pueblo. Era una rivalidad antigua: los “cureros” como nos llamaban a nosotros, contra los “granjeros”. Después del juego, infaliblemente teníamos trabajo. En la Punta de Lara había un terreno en donde sembrábamos yuca, maíz, patilla, maní y frijoles. Cada quien con chícora, azada o con machete, limpiábamos y volvíamos a limpiar, sembrábamos patilla, maní, que nunca cosechábamos, pues los vecinos se nos adelantaban. El trabajo terminaba con un baño en la laja de la Punta, en donde todos los sábados íbamos a lavar la ropa.
Después del baño, teníamos estudio hasta la hora de la cena, y después de ésta, jugábamos hasta las 9. A esa hora se apagaba la planta y el Padre Jorge encendía las lámparas Coleman para ducharnos e ir al chinchorro.
Varias noches, algunos salíamos a poner la malla en el Guaviare. Al Padre Jorge le encantaba pescar. Decía que regresaríamos a las 10 y media, pero se emocionaba y varias veces llegábamos a las 2 y media de la madrugada. No era una pesca deportiva, era necesaria. Siempre traíamos algo: bagres “rayaos “, “blanco pobre “, y de vez en cuando algún “valentón”... Así evitábamos la comida enlatada.
Aunque a nosotros, los naturales del río Atabapo, no nos gustaba mucho el pescado de cuero, el sancocho lo “tapusábamos “de mañoco y con eso sobrevivíamos. Cuando traíamos alguna sierra “cagona “, una especie de bagre barrigón con una sierra a los costados, la gente se reía de nosotros, pues era un pescado desdeñado por todos. Entonces. Hoy (2004) en Atabapo, se paga por una de ellas, más de 3.000 Bs. Los tiempos han cambiado... Antes había más abundancia de pescado.
Por ese tiempo estaba de Prefecto un viejo con cara de regañón, pero muy buena gente; se llamaba Don José Inés Sué y vivía en una esquina de lo que antiguamente fue la famosa casa de Funes. En la otra esquina vivía su hermano Don Pedro Sué, cuyos hijos eran compañeros nuestros.
La vida de internado seguía su curso. Nosotros crecíamos y, como es natural, el interés por las muchachas se iba despertando en nosotros. Al otro lado de la calle, en la casa de las Hermanas, estaban las internas. De vez en cuando hacíamos fiestas en común; pero los varones demostrábamos ser más tímidos que ellas pues difícilmente lograban pareja para bailar. Nos agrupábamos y nos reíamos de los pocos que se animaban a hacerlo. Poco apoco se fue perdiendo la timidez y fueron apareciendo por aquí y por allá cartas de “amor”que a veces se perdían o se las robaban y que el padre leía por la noche cuando estábamos en el chinchorro, para solaz de todos. Recuerdo una de un piaroa que le hacía sus primeros escarceos amorosos escritos a una interna, que decía: “Querido amor: Yo queriendo mucho pa ti....” y así le iba declarando su amor como podía.
En los fines de semana, Atabapo se transformaba. La aldea tan tranquila de día, por la noche se desinhibía y se inundaba de música. “Hoy hay fiesta donde los Tapo...”, “Hay un cumpleaños donde los Piñate...”, “Hay una “promesa” en santa Lucía...” Y los aparatos de sonido alegraban la noche, acompañados por la abundancia de cerveza y “Guárico”, un ron claro de mala calidad, según los entendidos.
Los internos, naturalmente, no íbamos a las fiestas. Cuando las fiestas estaban muy cercanas al internado, y por la bulla no se podía dormir, salíamos todos a pescar. Recuerdo la noche que pasamos en una playa del Guaviare, frente a San Fernando. El bongo se bajó y ahí nos quedamos toda la noche, con lluvia y con frío mientras las ráfagas de brisa nos traían, para mayor tormento nuestro, los ritmos y la música de los bonches que habíamos dejado prendidos en San Fernando.
Otras veces nos escapábamos. Cuando el cura ya se había dormido, cargábamos el chinchorro con maletines y ropa como si alguien estuviera durmiendo y, bajando por la torre de la Iglesia, nos íbamos de parranda. Pero como dice el refrán: “El diablo hace la olla, pero no la tapadera” y todo se descubre. El cura un sábado por la noche, al tropezar con un chinchorro, se dio cuenta que estaba demasiado liviano, y también el de al lado... y el de al lado… faltábamos unos ocho internos...
Llegamos de la fiesta a la una de la madrugaday nos acostamos tranquilos. Al día siguiente, domingo, después de la misa, nos llamó el cura y nos dijo: “Fulano, Fulano... Mengano... Zutano...”
Subidos a unos andamios, trabajamos toda la mañana, pintando con cal la pared del teatro recientemente construido. Después del almuerzo, continuamos hasta terminar. Entre nosotros nos reíamos y comentábamos que había que decirle al cura que los domingos era pecado trabajar.
Nadie quiso decírselo.


En tiempos del Presidente Rafael Caldera el Programa de Codesur estaba en pleno auge. Amazonas estaba de moda. Aunque Atabapo no era el centro de la actividad, se notaba mayor movimientoy más trabajo que en épocas anteriores.
Se trazó la pica para una futura carretera que uniría San Fernando con San Antonio del Orinoco... y otra desde el río Sipapo hasta San Fernando. Se hicieron estudios científicos sobre el suelo, la flora y la fauna y se lanzaron programas de desarrollo con muy buena voluntad pero con una gran ignorancia sobre nuestra cultura.
Nosotros somos hombres de río y Caldera se empeñó en construir una ciudad en San Simón del Cocuy lejos del río.
Nosotros no somos ganaderos y en varias comunidades mandaron deforestar varias hectáreas para sembrar pasto. Trajeron ganado, pero no les enseñaron cómo cuidarlo. Mis parientes creían que las vacas eran del Gobernador y, pasado un tiempo, más de un capitán bajó a Ayacucho a solicitar del mandatario regional el pago, por estar cuidando ‘sus” vacas. El fracaso no se hizo esperar. Las vacas o se murieron de gusanera, o se las vendieron a los colombianos, o se las comieron.
El Amazonas era una tierra extraña para todos los visitantes. A cada rato, turistas, exploradores o viajeros pasaban por aquí mirándonos como bichos raros. Vestían chalecos con múltiples bolsillos, botas altas de cuero, sombreros de ala ancha, y cuchillo en el cinturón. Si alguna vez hablaban con nosotros lo hacían como en las películas de Tarzán: “¿Tú ser de aquí? ¿Cómo llamarte?...”
Una vez, el avión de Codesur aterrizó en San Fernando con un grupo de jóvenes caraqueños. Venían a enseñar a jugar a fútbol a los “pobres indios “. Nos avisaron y fuimos al campo. Vimos un grupo de espigados atletas, con unos espléndidos monos rojos, medias, botas de cuero, tocaban el balón con maestría. Cuando salió el equipo de Atabapo parecía un grupo de desarrapados marginales con unas franelas blancas percudidas, shorts uno de cada color, sin medias y con zapatos “US.Keds” de los más baratos...
Comenzó el partido y vimos con desilusión que los tremendos jugadores caraqueños eran pura pinta, puro unforme. Los nuestros, en base a velocidad y buen juego, le metieron 11 goles en el primer tiempo. La humillación fue tal, que ya no quisieron salir en el segundo.
Es lo de siempre, se creen que por ser indios, debemos ser imbéciles o atrasados mentales...

El trabajo abundante y el movimiento en esa época de Codesur sirvió de señuelo a mucha gente que fue abandonando las comunidades para trasladarse a San Fernando o a Puerto Ayacucho.
Una de estas familias fue la mía. Mi hermanita Rebeca terminaba Tercer Grado y debía seguir estudios. La internaron en el colegio de las Hermanas, pero mi papá y sobre todo mi abuela, no querían estar lejos de nosotros. Por eso mi papá se vino a San Fernando para construir su casita en el pueblo. Y asi al año siguiente, se mudaron todos de Marama. La abuela Lucinda no se hallaba tan cómoda y refunfuñaba añorando su conuco. Mi tía Amelia cargó con sus tres hijos, especialmente con Alberto, mi querido “máwari”, que comenzó a sonreír cuando yo dejé el internado en 1976 y me fui a vivir con ellos.

Algo estaba cambiando en nuestras familias indígenas. Antiguamente, los padres dirigían y determinaban el rumbo a los hijos. La vida se construía codo a codo; los mayores eran siempre los maestros, no había horas de clase. La educación se daba por ósmosis, por contacto. Los hijos aprendían con su padre todas las artes de pesca, con él aprendían a detectar la tierra más apta para el conuco y también a tejer una estera o una guapa. Los hijos crecían y se quedaban allí repitiendo todo lo aprendido. Si se emigraba a otro sitio, era por motivos o causas mayores, y siempre determinadas por los viejos.
Ahora en cambio, las familias se movían por las necesidades de los hijos. Ya no eran ellos los que mandaban. Cambiaban de lugar, emigraban, porque “teníamos”que estudiar. Mi familia no era la primera que lo hacía, y tampoco sería la última. Pero la emigración de mi familia para San Fernando, no fue sólo por esto. En Marama, como en muchas comunidades indígenas, se iniciaron las peleas internas entre los diversos líderes de la aldea.
La política, los partidos, se introdujeron con su prédica de promesas y fueron el germen de divisiones entre los miembros de la comunidad. Unos se hicieron adecos, otros copeyanos, otros de URD. Cuando un partido ganaba las elecciones, los líderes locales se autoproclamaban dirigentes de los demás, amarraban las ayudas que venían para la comunidad y, poco a poco, caían en lo que criticaban de aquellos que antes los habían explotado. Mi papá no estaba de acuerdo con eso, al ver que la política beneficiaba sólo a los líderes y dejaba a los demás con cara de tontos.

En 1974 el partido Acción Democrática ganó las elecciones. En Atabapo hubo cambio de Prefecto. Nombraron a Don Tito Chirinos, un señor muy respetable con unos lentes muy gruesos y que vestía siempre de forma muy pulcra, con pantalón oscuro y camisa blanca de manga larga. Era el único panadero del pueblo. A escasos meses nombraron al Sr. Jonás Brito, dueño de un bar. Pero el Prefecto que rompió los moldes en esos años fue una mujer: Doña Rosa Piñate. Una mujer con guáramo, que mandaba más que un dinamo, y que no necesitaba micrófono para que se le oyera en las cuatro esquinas del pueblo. Fue la primera mujer Prefecto del Departamento Atabapo.
Desde 1974 era presidente de Venezuela Carlos Andrés Pérez, un político gris, demagogo, que tuvo la suerte de llegar al poder en el momento en que el precio del petróleo subió en el mercado internacional. Los adecos, después de cinco años de ayuno, volvieron al poder con ansia, dispuestos a recuperar el tiempo perdido. Arrasaron con todos los proyectos del gobierno anterior. Todo el andamiaje de Codesur con sus programas de desarrollo se vino abajo. Decenas de Caterpillar se anclaron a la tierra y echaron raíces para siempre en San Simón, en San Carlos, Maroa, San Fernando y Manapiare. El monte se les fue echando encima y sus huesos de dinosaurios amarillos se oxidaron para siempre.
El Dr Anduze nombrado Gobernador, hay que reconocerlo, puso el toque intelectual en medio de la zafiedad gobernante y, en corto tiempo, sembró de escuelas todo el Amazonas. Soñó con proyectos de siembra de oleaginosas y caucho por todo el Territorio Amazonas, quería sembrar “Cupana” en Río Negro etc.
Dejó también, cerca de Ratón, un recuerdo: la famosa “paloma de Anduze” como se le sigue llamando. Un monumento al fracaso. Un proyecto idealista que murió antes de nacer. Como murieron también todos los intentos de implantar un núcleo para el desarrollo industrial y agropecuario en Santa Bárbara del Orinoco.
En esta siembra de escuelas por todos los caseríos, los maestros no se preparaban en la Normal pues las Normal es fueron cerradas por uno de los presidentes anteriores. Con buena fe, creía que todo era Caracas, que no existía “monte y culebra”... Al eliminar las Normales quería que todos los Maestros se graduaran de Profesores... Lo mejor es enemigo de lo bueno. Los que podían seguir estudios superiores eran los que vivían en el centro, en “Caracas”. Los del interior, “monte y culebra”, no podían hacerlo sino unos pocos privilegiados.
Y así, se abrió la puerta a la politización de la educación, y con ella, el descenso inexorable de la calidad de la enseñanza en el Amazonas. Desde entonces, lo importante no fue la preparación ni la aptitud del maestro. Bastaba el carnet. Cada facción política que llegaba al Gobierno, nombraba “sus” maestros, produciéndose una inflación de docentes cuyo número crecía en proporción directa al crecimiento de la ignorancia y de las lagunas en el aprendizaje de los alumnos.
Lo más significativo que hizo Codesur en San Fernando fue la construcción de un Hotel turístico en la Punta de Lara. Es un lugar privilegiado en el espolón de la ensenada que abriga a la población. Desde ahí se divisan los paisajes más bellos, los atardeceres luminosos, la confluencia del negro Atabapo con las aguas terrosas del Guaviare.
El Hotel estaba muy bien ideado. Constaba de ocho grandes Churuatas, 7 Churuatas – residencia y una Churuata – Bar, todas dotadas de los servicios fundamentales para la comodidad de los visitantes.
La visión futurista deAtabapo no estaba equivocada. En todos los proyectos posteriores siempre se habló de la predestinación de San Fernando como centro turístico del futuro.
Pues bien, con el cambio de gobierno todo se vino abajo. Las churuatas también. Con el tiempo, se convirtieron en hospedaje eventual de mis parientes indígenas que venían al pueblo a vender sus productos, o en baños públicos, o en polígonos de “tiro” y cobijo de alimañas. Con el pasar del tiempo, se desplomaron los techos, se robaron cables y tuberías y todo se convirtió en ruinas. Nadie protestó.
El Comando de la Armada estaba por entonces en el barrio Marakoa. El Comandante de Ayacucho, Capitán de Fragata Mariño Blanco, viendo la situación de abandono y ruina del complejo hotelero, hizo las diligencias legales para que se le asignara la zona de la Punta como sede del Comando del puesto fluvial de la Armada. Este traspaso se facilitó al ser nombrado su cuñado Jaime Arismendi como Jefe del MOP. El pueblo y sus autoridades civiles tampoco dijeron nada y así, la zona desde donde se divisa la más bella panorámica de Atabapo, predestinado a ser el foco turístico del pueblo, se convirtió de la noche a la mañana en “Zona Militar”. Territorio hasta hoy vedado a los atabapeños. Así se truncó el sueño turístico de Atabapo que nunca logró cuajar.
Carlos Andrés tuvo en sus manos la posibilidad de poner las bases para el desarrollo industrial de Venezuela, él convirtió al país en un inmenso festín. Todo se resolvía a golpe de realazos. Fue la época de la cultura mayamera que inundó al país (“¿cuánto vale?”, “Dame dos’). En Atabapo penetró también en múltiples formas. La más clara fue el cambio en los hábitos de la bebida. Además de la cerveza, producto de primera necesidad, en Atabapo lo que más se bebía era la caña blanca o “Guárico “. En esa época en cambio, los lunes a la madrugada, los tambores de la basura rebosaban de botellas vacías de whisky “Old Parr”. Algo estaba cambiando. No había duda.

La vida seguía con la rutina de cada día. El horario de internado, aunque aburría un tanto, a la larga te iba estructurando y metiéndote una disciplina, que en un futuro, podía ser útil para vivir dentro del mundo criollo, no dentro de nuestro mundo y manera de pensar. Se nos acusa de ser lentos, poco participativos y de tener un concepto liberal de trabajo. Por eso nos tildan de flojos e indolentes.
Para el criollo, la competencia, el “corre-corre” para llegar antes que el otro, es ley de vida. El que no llega a tiempo no trabaja, no come, no gana... Para nosotros no.
Recuerdo la anécdota que nos contó el cura cuando estudiábamos en 6º Grado:
“ Un comerciante criollo encontró a un indígena descansando tranquilamente en su chinchorro.
- ¿Usted no trabaja?
- Si, cómo no. Soy pescador.
- ¿Y por qué no está pescando?
- Porque ya pesqué lo que necesitaba para hoy.
- ¿Y por qué no pesca más de lo que necesita?
- ¿Para qué lo quiero?
- Ganaría más, podría comprar una voladora, un motor fuera de borda, crear un comercio de pescado...
- ¡Ajá! ¿Ydespués?
- Sería rico, se haría una persona importante…
- ¡Ajá! ¿Ydespués?
- Bueno, después podría retirarse tranquilo a descansar.
- ¿Y qué es lo que estoy haciendo ahorita?”.

Desgraciadamente, vivimos en un mundo en donde las pautas no las ponemos nosotros y debemos amoldarnos al modo de vivir del blanco. Peto te lo aseguro, entre nosotros los parientes, no te encuentras con gente que habla sola por la calle, que va y que viene desesperada en un “corre-corre” desenfrenado, y que sufre de estrés y depresiones. Por eso tal vez, nos llaman flojos e indolentes.
Recuerdo con gusto aquellos años adolescentes, los antiguos maestros: Pascual Silva, el maestro “Coco”, Vidalina, Lugo Bueno, Moreno etc...

En tiempos del gobierno de Caldera se programaron los Juegos de Codesur pero se limitaban al fútbol de mayores en los que Atabapo se proclamó Campeón Territorial.
Por esos años se hicieron también en Puerto Ayacucho los Juegos Escolares de CONEFIDE. Era una especie de Olimpíada en donde participaban los representantes de las escuelas de todos los Departamentos. A pesar de que Atabapo no tenía aún Ciclo Diversificado, se inscribieron en esa categoría los alumnos mayores del Ciclo básico. El resultado no pudo ser mejor. Atabapo fue proclamó Campeón General de los Juegos Escolares al quedar primeros en Primaria y Ciclo Básico y segundos Diversficado (sin tener Diversificado).

Ayacucho era mucho más grande que Atabapo, pero mucho más pequeño que ahora. Para ese tiempo la carretera de Ayacucho al Burro estaba casi terminada. La comunicación con Caracas tardaría diez años más en concluirla. Pero en 1975 el Territorio Amazonas se unió por primera vez en discado directo con Venezuela y el mundo. “CANTV une a la gente”… pero sólo a la gente de Puerto Ayacucho. Pasarían años para que en San Fernando y en el interior nos colocaran el primer teléfono…
Por aquel tiempo el Presidente del Concejo Municipal era Hugo Alencar del partido Acción Democrática. El Concejo Municipal era para entonces una entelequia, pues el que realmente mandaba e Gobernador.
Para 1974 el monto de los contratos firmados por el Ejecutivo fue de Bs. 6.354.530,28. No podemos comparar esto con las cifras de ahora. Y mucho menos, el precio de la vivienda. Un periódico local de la época decía que en ese año, las casas terminadas fueron 226 a Bs. 6.730 cada una. Las obras realizadas por el Municipio alcanzaron ese año 2.600.000 Bs.
Entre los personajes del momento que salían en los periódicos regionales, puedo recordar a Nelson Mikuliszyn como Jefe del ICAP... A Alfonso Bravo como Director de IND regional y a Victor Altamar como Gerente de Cadafe... El contratista de moda y en auge era Moisés Valor.

En Junio de 1975 fue nombrado gobernador el Ingeniero Acevedo Zuleta que tenía un aserradero en la entrada de la Urbanización de La Florida. Creo que aún hoy quedan los restos.
También en Junio de ese año, murió en Roma Mons. Segundo García, el primer Obispo de Puerto Ayacucho, ya jubilado. Mons. García fue una persona de amplias relaciones públicas. Muy “tolerante “con los adecos y con los copeyanos. Era muy amigo de Rómulo Betancourt y de Caldera. Decían que, durante la dictadura de Pérez Jiménez, Mons. García llevaba encomiendas, cartas y mensajes para los adecos exiliados en Argentina y Chile.
Le sucedió como Obispo de Amazonas otro salesiano, como él nacido en Argentina. Se llamaba Mons. Enzo Ceccarelli. Ya te hablaré de este Obispo, pues para nosotros los indígenas fue muy importante.
En ese año comenzó un Programa del Instituto de Nutrición: la famosa “galleta de leche “. Era una especie de pastilla rectangular que tenía saboresy colores diversos: vainilla, chocolate, piña, cambur, fresa, limón... A nosotros nos encantaba. Después vino otro Programa de una sustancia llamada “Lactovisoy” que, mezclada con leche o con agua, era una bebida muy nutritiva... y sabrosa.
En ese año también recuerdo, le dieron la Medalla de Oro de Educación al Hermano “Chiva” el viejo más bueno del mundo, porque nos repartía galletas y caramelos, y en el día de su cumpleaños se partían en la Escuela Junín más de 15 tortas. Una por cada sección... También fueron condecorados César Alayón, Esperanza Jordán, Nelson Silva, Jesús Pérez, Jesús Maldonado y Jesusa de Alencar
Vale recordar también la aparición de los escándalos políticos cada vez más frecuentes en Amazonas. En ese año fue detenido el Presidente del Concejo Municipal, Julio César Fernández por apropiación indebida. La queja por el mal estado de las carreteras de Puerto Ayacucho, especialmente la de Samariapo, era bastante frecuente.
La prensa de Amazonas también destacó por aquellos años a jugadores de fútbol, entre ellos varios de Atabapo: Francisco Garrido, José Farfán, Aquilino Orozco, Gilmar Dantas, Enrique Güinare, Luces Roger, Jonas...
Fueron años de gran vitalidad deportiva... La Liga Menor dirigida por el Prof. Cabrujas colaboró mucho con el desarrollo del futbol de Amazonas. Se inauguraban todos los años Campeonatos multitudinarios. Hasta 80 equipos en Puerto Ayacucho y unos 30 en San Fernando y así en los otros pueblos del interior. La fiebre del fútbol invadió toda la geografía regional. La selección Infantil “C” ganó un Campeonato Nacional en donde el atabapeño ‘Picho” Morillo fue nombrado jugador más valioso.
La Selección Infantil “A “, se coronó Campeón Nacional y su arquería quedó imbatida gracias a un arquero atabapeño, el “Tamo “Menare.
También en ese año de 1975 se hizo entrega oficial a los esdudiantes el nuevo Liceo Aguerrevere, en construcción desde 1972...
Todos estos datos te los doy, porque conservo aún viejos periódicos que el cura nos traía cuando iba a Puerto Ayacucho. Para ese tiempo se editaba a trompicones, pues los periódicos en Amazonas dependieron casi siempre del apoyo económico que les proporcionaba el gobierno o la oposición y apenas lograban sobrevivir gracias a la publicidad institucional y privada.
Por esos años, se destacaron los periódicos “El Autana “dirigido por el veterano periodista Plácido Barrios y “Río Negro” dirigido por Alejandro Torres. Posteriormente saldría a la luz “Linderos” dirigido por Oswaldo Calderón.
Entresaco algunas noticias de ese tiempo para ver las grandes diferencias en las cifras, si las comparamos con las de hoy:
- “Los pequeños y medianos productores del campo tienen su mejor amigo en el ICAP para desarrollar sus planes agropecuarios” - dice su director Nelson Mikuliszyn.
- “El Concejo Municipal remodeló el Matadero municipal a un costo de Bs. 16.380,62”
- “Remodelación y ampliación del Mercado municipal por un monto de 104.649,16”
- “Asfaltado de calles del Barrio Andrés Eloy Blanco y apertura de nuevas calles, Bs.1.638.001,82”
El Gobernador Acevedo Zuleta habló de sus logros y planes:
- “Remodelación de grupos escolares, ciclos básicos, escuelas urbanas y rurales... Ampliación y remodelación del Centro de Salud Dr. Jose Gregorio Hernández...”
- “...Se está terminando el complejo turístico de Pozo Azul, Tobogán de la Selva y otros sitios... Unas ciento doce obras por un monto total de 23 millones de bolívares aproximadamente...”


Fuga en RE menor.

En el año 1976, yo tenía 14 años y cursaba primer año del Ciclo Básico.
Como te dije anteriormente, mi hermana Rebeca terminó el Tercer Grado. Mi papá no tuvo otro remedio que emigrar a San Fernando para que sus hijos pudieran seguir estudiando. Construyó un pequeño rancho con techo de palma y piso de tierra, esperando que, en tiempo de elecciones, los políticos, además de palabras repartieran algunos sacos de cemento.
Por este motivo, yo dejé el Internado y fui a vivir con mi papá y Rebeca, mi abuela Lucinda, mi tía Amelia y sus hijos, entre ellos mi querido “máwari’ quien volvió a sonreir y a contemplarme silencioso mientras yo hacía las tareas, esperando pacientemente para que lo llevara a jugar.
En julio de este año sufrimos una gran inundación en todo el Amazonas. Atabapo se convirtió en una pequeña Venecia. Los bongos de amarraban frente a la Iglesia. Los muchachos nos divertíamos pescando y nadando en la Plaza Bolívar completamente inundada. Por la calle que, bordeando el río, iba desde el Comando de la Guardia hasta la Punta de Lara, los bongos y las curiaras circulaban como por el río. Los habitantes de las casas del barrio La Punta debieron ser evacuados pues las aguas cubrieron más de un metro de sus paredes. Fue declarada emergencia nacional para toda la zona y llegó un helicóptero a auxiliar aquellas comunidades indígenas aisladas, cuyos conucos se habían inundado o sus pertenencias se habían perdido.
Cuando las aguas descendieron; el espectáculo del barrio La Punta fue desolador e impresionante. Todas las casas parecían grandes monstruos sostenidos por las esqueléticas patas de los horcones y palos que sostenían el resto del bahareque no alcanzado por la riada.
Como en todos los momentos de desgracia, no faltó el toque de humor y picaresca cuando empezaron a llegar las ayudas a los damnificados. Hubo como siempre, damnificados vivianes que cobraron ayuda sin merecerla mientras que a los verdaderos damnificados les llegaron las sobras. De ahí surgió el chiste que corrió por Atabapo de un vecino que se presentó a cobrar como damnificado, porque se le habían “ahogado” en el río los 30 ó 40 patos que criaba con tanto esmero...

Aquellos fueron años de bonanza económica. El dinero estaba en la calle. La política consistía en soñar lo bien que se iba a pasar cuando estuvieran en el poder. Los copeyanosy adecos, aunque eran la misma cosa, siempre se esforzaron para explicarle al pueblo que eran tan diferentes, como lo eran el color blanco y el verde. Algunos fanáticos ilusos del pueblo peleaban y se insultaban en las campañas, sin darse cuenta que en e1 centro, los líderes máximos bebían “güisqui” juntos. Entre ellos se hacían una oposición de retórica guabinosa, pues sabían que al llegar al poder, ellos iban a hacer lo mismo.
Los partidos de izquierda, ante la incapacidad de conquistar el poder, eran los únicos que se tomaban en serio la crítica y la denuncia de una corrupción que crecía minuto a minuto. Eran los únicos que se sentían libres. Nadie les podría echar en cara toda la prédica y crítica en la que abundaban, pues nunca alcanzaban el poder. Eso sí, no faltaron líderes de izquierda que mantenían exteriormente un lenguaje encendido, pero por debajo, hacían tratos y recibían las migajas que soltaban los de arriba.
Tengo aún un recorte de “Linderos”, periódico de Puerto Ayacucho, de fecha Diciembre de 1976 que refleja lo que te estoy contando. Es un recuento de denuncias que un partido de izquierda hacía a los gobiernos adeco-copeyanos de la época. Entresaco algunos retazos:
- “El pueblo venezolano con la instauración del sistema “democrático”... ha venido observando cómo cada 5 años se turnan en los organismos dirigenciales del país adecos y copeyanos...”
- “..Año tras año, el presupuesto nacional se agiganta más, pero también la esperanza del pueblo venezolano es cada día más frustrante... Hace tres años ante el fracaso de los copeyanos, decide apoyar a los adecos, quienes prometían a través de su candidato CAP, reivindicar al pueblo, ofrecían hacer la “guerra a la pobreza”, al desempleo, hacer la “revolución educativa” etc. Hoy podemos decir que entre estos dos partidos no existe ninguna diferencia.”
- “...Pero si Venezuela vive esta crisis, mucho más grave es la situación en el T.F. Amazonas donde vemos la aparición por arte de magia de cuatro o cinco nuevos ricos; la corrupción, malversación y compra de conciencias es la actividad primordial de los actuales gobernantes...”
- “...Prometía el Gobernador: dotación y construcción en el núcleo de Santa Bárbara para un desarrollo industrial y agropecuario con una inversión sobre los ocho millones de bolívares. Eso quedó en pura programación e irregularidades como la deforestación de una hectárea de terreno a 1.700 bolívares, que el IAN la tiene estipulada a razón de 600 Bs. pero eso se hizo para beneficiar a un “humilde paracaidista”...
- “...Desarrollo del programa de bibliotecas”. No sabemos dónde están.
- “Electrificación para dar servicio las 24 horas a San Fernando, Maroa, San Carlos y Manapiare; con una inversión de 6 millones de bolívares”. Seguimos esperando.
- “Pavimentación y reparación de las calles de Puerto Ayacucho y San Femando de Atabapo”. Se le olvidó al Gobernador.
- “Reparación y mejoras en el aeropuerto de las diferentes poblaciones del Territorio, incluyendo acondicionamiento de la pista de Puerto Ayacucho para que aterricen los DC9”. Puras palabras...
- “En colaboración con la industria privada y organismos crediticios se desarrollarán: a) industria de casas de aluminio a instalarse en Puerto Ayacucho. b) Acopio e industrialización de la fibra de chiquichique a instalarse en San Fernando, Maroa y San Carlos. c) Industria de alfarería en Puerto Ayacucho”... Sigue la cotorra y el bla, bla, bla.
- “Se establecerá un sistema de abastecimiento de combustible en todo el Territorio construyendo depósitos en las diferentes poblaciones”. Para esto se designaron 6 millones que hoy no se sabe a qué cuenta corriente fueron a parar.
- “Siembra de pino para papel en un área aproximada de 100 mil hectáreas....”

También el Presidente del ilustre Concejo Municipal se lanzaba un kilométrico discurso ofreciendo “reivindicar la imagen y moralidad del ayuntamiento y prometió:
- “Se constituirá un comité de defensa al consumidor en cada barrio cuya misión será establecer una guerra sin cuartel contra los especuladores”. ¿Qué pasó Sr. Presidente? ¿Le asustaron los especuladores?¿Se congelaron los precios de los artículos básicos? Todo era demagogia...
- «Bajo ninguna circunstancia la comunidad debe estar sometida a los caprichos del proveedor público..., se comprometió a evitar la escasez de combustible... repartir útiles escolares a los niños pobres.... a la juventud le prometió un “Centro social juvenil” con bibliotecas, cine, canchas deportivas...”
- Prometió “construir una plaza y un parque infantil en la calle Perico”. Todavía se está esperando.
- A los pobladores del interior les ofreció “que exploten sus productos naturales, pues el Concejo junto con la Gobernación implementarían un sistema de compra directa y sin intermediarios”

Este es un pequeño rosario de las muchas promesas que se hicieron a través de los años. La desvergüenza de los politiqueros fue en aumento y, aunque en las campañas prometían llevar a la cárcel a los corruptos, una vez en el poder no movían un dedo, pues ellos pensaban hacer lo mismo.
Lo malo fue que, años más tarde, cuando la mal llamada “izquierda” llegó finalmente al poder, repitió los mismos errores que antes criticaron en sus antecesores. Pero de eso ya hablaremos...
Otra cosa interesante que observé a lo largo del tiempo, fue el continuo vaivén de personajes que estaban anteayer militando en un partido, ayer los veíamos en otro, hoy en otro y mañana estarán en otro. El transfuguismo político en Amazonas, más bien que un crimen detestable, fue considerado un logro de la gran “tolerancia y convivencia” existente en nuestro pueblo. A lo largo de los años vimos en muchas personas, el cambio radical de ideologías radicalmente opuestas, con una naturalidad que en otro lugar producirían sonrojo. Aquí, con eso, lo único que se demuestra es el axioma, ya convertido en tópico, de “que la política es dinámica y permanentemente cambiante”.

En el año 1976 saltó a la palestra pública entre otras cosas, la pelea entre el jesuita Korta que luchaba en el Alto Venruari para la creación de la UMAV (Unión de Makiritares del Alto Ventuari) y un aventurero francés llamado Bichier.
Esta disputa fue el preludio de la lucha posterior de los indígenas contra los terratenientes de la zona.
También se reflejó en la prensa nacional y local el asalto de la familia de Mons. García a la herencia que no les pertenecía. Sabedores de la fortuna, y pasando Argentina por un mal momento económico, los hermanos y sobrinos se lanzaron como zamuros, creyendo que eso era patrimonio personal del Obispo. La Iglesia, a pesar de que intentó demostrar que esos bienes no eran propiedad personal del Obispo, sino del Vicariato, fue expoliada de la mayor parte del capital que disponía para las obras educativas y religiosas de la región.
Otras noticias de este año las recogía así el periódico Linderos:
- “Hugo Alencar se queja de que nadie da créditos al Concejo Municipal convertido en una gallera de líos entre adecos y copeyanos.”
- “El Comisionado de Salud, Macario P. Castillo denuncia el colapso del Centro de Salud de Puerto Ayacucho: “Fue hecho para 4.000 habitantes y ya estamos en más de 20.000”.
- Omar España, (cuando era del MAS), denunciaba que las obras decretadas por la Gobernación no se habían ejecutado.
- Bernabé Gutiérrez Parra, (un personaje que en el futuro daría mucho que hablar), Secretario de Organización de AD apoyaba a Piñerúa en oposición al Gobernador Acevedo que apoyaba a Lusinchi...”
- “Eloy Tarazona se quejaba ya entonces de que los cargos de la Dirección de Educación no se daban por Concurso y que los docentes no hacían cursos de adiestramiento...”
- “Alejandro Torres nuevo Director del IND.”
- “Elías Michelangeli muestra su veneración por Carlos Gardel...”

Estas cosas tal vez no te sirvan de nada, pero como tú me dijiste que escribiera todo lo que yo recordara, así lo hago...


Ya, mientras tanto, seguía mis estudios. La Escuela Granja “Atabapo” había ensanchado espacio para dar cabida a los alumnos del Ciclo Básico. Esta Escuela levantada a pulso por su primer Director, el Prof. José Solórzano Pérez, fue por muchos años modelo de instituciones educativas de todo el Territorio Amazonas.
En el curso 1978 - 79 yo estaba terminando el tercer año de Ciclo Básico.
Otra vez se alzaba una pared ante mí. Los pobres no podemos escoger Todo me indicaba que no podría seguir mis estudios. Algunos de mis compañeros del pueblo, con más posibilidades familiares o con más palanca, consiguieron una beca para estudiar bachillerato técnico agrícola en El Amparo (Edo. Apure).
Lo que es la injusticia... Si hay alguien que sabe algo de agricultura en Amazonas, es el indio. De todos los que fueron a estudiar allí ni uno sólo se dedicó a la agricultura. Todos terminarían siendo maestros o políticos. Si yo hubiera ido, a lo mejor terminaba como ellos, pues cada vez me percataba más que el indio que probaba la ciudad, nunca más regresaba al caserío...

La política de CAP y de los adecos daba signos de agotamiento. Ni la abundancia de dinero, ni la sensación de riqueza que se quiso dar de Venezuela, pudo ocultar el gusano que roía sus entrañas. El país se bañaba en la corrupción más escandalosa y las arcas del estado iban mermando. El sueño de una Venezuela que acabara con la pobreza, que despegara industrialmente y que sembrara el petróleo, menguaba lánguidamente, creando cada año mayor pobreza y aumentando su dependencia. La megalomanía de un fatuo ignorante que se creyó el líder mesiánico de América, condujo a Venezuela hasta el borde del abismo. Sólo faltaba un empujoncito. Su sucesor, Luis Herrera Campins, dará la orden fatídica: “Un paso al frente... ¡¡¡Arrr!!!”
Y todos caímos en el barranco del “Viernes Negro”.

El último Gobernador de esta época en Amazonas fue Torres Partidas, un capitán de altura que no siempre estuvo a la altura del puesto. Su obra más destacada fue la inauguración de la Biblioteca y las primeras transmisiones de la Televisión del Estado, el canal 8. De él fue aquella perla que salió publicada en el periódico aragüeño de “El Siglo” cuando dijo: “Los indios no deben votar… no están preparados...” Fue una grosería. Como si los demás supieran votar…

Otras noticias de aquel tiempo fueron estas:
- “El Ing. Graciano Montes nombrado Gerente de Cadafe.”
- “El joven profesional amazonense Arquitecto Néstor González, nuevo Director de Mindur.”
- “Visita de CAP a Puerto Ayacucho.”
- “Se promete la señal de TV para Noviembre de este año 1978.”
- “Se inician los Cursos del Mácaro para la profesionalización de Docentes.”
- “Se denuncia la tala desconsiderada en las orillas del Carinagua y la instalación de polleras y cochineras que están contaminando el Caño... y el MARN sigue callado...”
- “González Niño, estudioso y conocedor del Amazonas inaugura una Exposición en Caracas sobre nuestro Territorio...”
- “En Atabapo, después de dos años de la inundación, empiezan a construirse las 40 casas para los danmificados de la riada del 76...” (La fantasía de nuestros proyectistas políticos pensaba construirlas en otro sitio y dedicar esas tierras para plantaciones agrícolas y una Escuela Artesanal en la Punta... Cada familia reconstruyó su casa en el mismo sitio y aún hoy sigue siendo uno de los barrios más bellos de Atabapo).
- “El Dr. Barrios virtual candidato a diputado por COPEI.”
- “Francisco Alencar encabeza el listado de concejales por el MAS.”
- “MINDUR invirtió más de un millón de Bs. en reparacíones y mantenimiento de planteles escolares” - afirma el Arquitecto Néstor R González.
- “La población electoral que concurrirá al proceso se sitúa entre los 15.000 electores.”
- “El INOS Región Sur en breve iniciará instalación de redes del nuevo acueducto...”
- “Las cochineras, las polleras y la tala arruinan el caño de Carinagua.”
- “Xiomara Mirabal electa Reina del Club de Leones de Puerto Ayacucho.”

Terminé el Tercer año de Ciclo básico y me incorporé a la llamada ‘población flotante “de desocupados que esperan un trabajo sea del gobierno o de la “oposición”... Hasta llegué a soñar en un nombramiento de maestro. ¿Por qué no? En algunas comunidades indígenas había maestros con sólo 6° Grado... A nuestros parientes no les importa que los maestros estén preparados o no, lo que importa es que nombren a su hijo o a su hija, o a su sobrino. Había familias que en su mapa genético, prevalecía un gen especial: “el gen magisterial”, pues a todos sus miembros los nombraron maestros. ¿Será que eso se transmite por herencia?

Esperé inútilmente.... Para eso hacía falta palanca; ni mi papá ni mi abuela Lucinda tenían influencia alguna y, mucho menos, capacidad económica para trasladarme a Puerto Ayacucho. Por eso me resigné a esperar tiempos mejores. La resignacíón mezclada con el oxígeno, es esencial para la vida del indio. Algunos la llaman esperanza... No importa.
En ese tiempo comencé a frecuentar amigos que, como yo, esperaban una oportunidad. Salíamos juntos de pesca, nos divertíamos juntos y bebíamos semanalmente. Para nosotros el fin de semana era un rito liberador. Hacíamos un mapa de los “bonches” del pueblo y los recorríamos todos. Nos quedábamos en el que estaba más animado. Hacíamos “vacas”, espulgábamos nuestros bolsillos hasta conseguir para una o dos botellas. Terminadas estas, por arte de magia, aparecía otra, y otra, y después... otra. Para beber en este pueblo no se necesitaba real. Eso sí, a lo único que teníamos acceso era a la caña blanca o “Guárico “. El ron más caro, el “güisqui “y otros sibaritismos, se lo dejábamos para bolsillos mejor surtidos.

Atabapo vivía en una atmósfera de rutina que adormecía el espíritu. Aunque era ya un pueblo grande, se reproducía en él, todo lo vivido por mí en Marama. Como allá, todo se repetía con una cadencia perezosa, sin prisas, sin gritos... San Fernando, a pesar de echárselas de pueblo importante y moderno, conservaba este concepto de tiempo que es propio del mundo indígena; daba la impresión que el tiempo era una categoría inútil, no contaba para nada en la vida.
He conocido gente que llegó a este pueblo con ganas de comerse el mundo, lograr cambios, transformaciones. Como aquellos tractores soberbios de los tiempos de Codesur que, inexorablemente, hirieron la selva, y murieron después ahogados por una maleza vengativa. Como a ellos, Atabapo se los comió. No fue el tiempo quien mermó sus sueños, sus ideales. Fue esa atmósfera cálida que adormece, ese paisaje de playas blancas que relaja, fue esa atemporalidad, o resignación; o paciencia, o desesperanza propia de nuestros pueblos.
Creo que es la venganza del indio ante la irrupción soberbia del blanco. Como a los tractores de Codesur... se los traga la selva.

En 1980 Cumplí 18 años.
Todos los años se reproducía en el pueblo, el baile de la Recluta... Nadie quería ir a la recluta. A la recluta iban sólo los pobres, los pendejos... Era la demostración de la hipocresía y de la injusticia de las leyes. La recluta en Venezuela era obligatoria. Pero sólo para los pobres. De Puerto Ayacucho llegaba a la Prefectura el número de jóvenes que se debían reclutar en el Departamento. Los marinos y policías eran los encargados de la “cacería”. Era una auténtica cacería humana.
En ese tiempo, los jóvenes se encuevaban en sus casas, no acudían a fiestas, ni vagaban por la noche. Un compañero mío, Clemente, todos los años tomaba su curiara y sus guarales y se escondía en la isla de Chamuchina hasta que pasaba la época de reclutamiento.
Cierta noche, pasaban una película en el cine de la parroquia y pronto se corrió la voz de que los marinos y la policía estaban a las puertas del teatro. Esperaban hacer una buena redada. Los “reclutables” le pidieron al cura que los dejara dormir en los pasillos de la misión hasta que se fueran los soldados. De madrugada, fueron saliendo por el portón de atrás hacia sus casas.
Hubo indígenas que se picurearon después de reclutados y fueron declarados desertores. La vida de la recluta, según lo que me contaban los que llegaban de permiso, era un insulto a la inteligencia, dos años de masoquismo puro en donde ayudas a reafirmar la personalidad enferma de tipos que se sienten grandes cuando humillan, vejan e insultan.
Pero lo más terrible era que me lo contaban muertos de la risa, como si fuera una cosa graciosa. Y ellos esperaban ahora a los “nuevos”, para hacerle las maldades que los otros hicieron con ellos... Dos años en donde trataban de lavarte el cerebro con una dosis de jerarquización basada en la antigüedad o en el número de estrellas que portaba un uniforme.
La recluta, con la excusa de forjar al hombre en la disciplina y el deber, era la forma más conveniente para fortalecer en las clases populares el espíritu de sumisión y eliminar todo intento de espíritu crítico frente a las injusticias de clase. Por eso los hijos de los ricos no iban a la recluta... por eso los intelectuales de este país se callaron siempre ante este roto al intelecto. Porque los hijos de ellos tampoco iban a la recluta...
Yo me salvé de ella, porque me escapé a Colombia. A los indígenas se nos facilita el considerar la frontera como punto de encuentro y símbolo de unión. Podemos pasar de un lado al otro y, por encima de nacionalidades, somos indios acá y allá. Tenemos los documentos de identidad de ambos países. El mundo es nuestro. El mundo, la tierra, el monte, las ríos son nuestros. Las leyes, en cambio, son de los blancos. Por eso, ellos son los que mandan...
Trabajé en Puerto Inírida por unos meses y luego regresé a Atabapo. Pasaba el tiempo, pescaba, trabajaba de cuando en vez, de ayudante de albañil, de marinero en las embarcaciones que hacían el recorrido de Atabapo a Samariapo, cargando y descargando en el puerto.
Fue la época en la que menos sentí las ganas de vivir. Me asaltó una visión pesimista de la vida. Para ese entonces condividía plenamente el concepto escrito por un autor español que leí después, y que definía la vida como “una escalera de gallinero, muy corta, y llena de mierda”.
El Gobernador de Amazonas para ese tiempo, era el Dr González Herrera. Se parecía un poco a su paisano el presidente Herrera Campins, no tanto en lo fisico sino en la manera de conjugar la astucia campechana llanera con su bagaje intelectual refinado.
Yo entonces no le paraba mucho a lo que hacían o dejaban de hacer las autoridades. Más tarde pude ver que ideas que pudieron hacerse realidad en este tiempo, muy pronto se abandonaron. Uno de los proyectos más importantes fue el anuncio de una central hidroeléctrica sobre el río Cataniapo. Ayacucho, aunque quiera tener ínfulas de ciudad, era en algunas cosas, una aldea como Marama. Estaba rodeada de agua por todas partes, pero después de tantos años, en muchos de sus barrios todavía se sufría por la carencia del preciado líquido. La idea, como muchas otras se fue diluyendo hasta perderse en el baúl de las ilusiones.
Por ese tiempo llegó el asfaltado de la carretera hasta Parhueña. Todo el mundo esperaba la conclusión de esta carretera, pues los pasajes aéreos seguían subiendo...
Era para entonces, Hugo Alí Urbina, Director de Información y Turismo; Jairo Maragua, gerente de Corpomercadeo; Gutiérrez Guape, Director de O.P.T. y Domingo Malavé, Director del IND, entre otros funcionarios... En ese tiempo se estableció el Convenio con la UCV para abrir un Centro de “Estudios Supervisados” (EUS) de esa Universidad en Puerto Ayacucho.
El Gobernador hizo un esfuerzo por adecentar parques y plazas, como la Plaza de la Patineta detrás de la Vicaría, una zona sombreada en la que se construyó una caminería elegante y se dispuso de espacios para solaz y descanso. Con su abandono y dejadez en su mantenimiento, el pueblo y sus autoridades demostraron las carencias de una base cultural y cívica fundamental.
Dígase lo mismo del Parque del Mirador desde donde se contemplaba una vista privilegiada sobre los raudales de Atures. Hoy es un páramo descuidado y acosado por construcciones que compiten entre sí y se amontonan en la escalada de la colina. Hoy da pena recorrer esos espacios completamente descuidados y sucios, lo que demuestra una vez más que ni las autoridades ni nosotros somos capaces de mantener una cosa bien hecha.
Dígase lo mismo del Parque Sucre, en donde se hizo un esfuerzo de humanizar con una caminería, una naturaleza agreste. A la estatua de Sucre que coronaba la loma, tuvo que buscársele nueva ubicación, por decoro y por respeto, pues a dicho Parque ya se le conocía como el Parque del “Cabrón”, ya que en horas nocturnas la zona se había convertido en zona roja o de alterne “ecológico”. El prócer siempre grande por lo humilde, serio y respetuoso, de guatemala pasó a guatepeor, pues lo colocaron en el Muelle, lugar de diversión y concentración de bonches semanales y visiones etílicas. Remataron la pesadilla del pobre Mariscal, colocándole una placa en donde se señalaba que su asesinato se había efectuado en “Marruecos” en vez de Berruecos (Colombia)...
Finalmente, después de su triste peregrinar, descansó en la Avenida del Ejército en la urbanización Simón Bolívar.
De todos los gobernantes de Amazonas, hay que reconocerle al Dr. González Herrera que fue el único que se afincó en esta tierra que amó e hizo suya.
El día 15 de agosto de 1980, Samariapo amaneció con gran revuelo y movimiento.
Cargábamos sacos de cemento en una pequeña chalana cuando el muelle se llenó de alegría… Jóvenes, la mayoría morenos, con enormes tomusas, cantaban, sonaban una especie de timbaletas, bailaban y contagiaban a los presentes con su entusiasmo. Era el famoso Grupo Madera que después de su actuación en Puerto Ayacucho, se disponía a embarcar para hacer una presentación en San Fernando.
Nosotros, los caleteros, incrementamos la intensidad del trabajo, pues no nos queríamos perder la oportunidad de verlos actuar y cantar.
Se montaron alegres y en cubierta, comenzaron a sonar cantos entre risas y las alegrías propios de una juventud exuberante.
Era un barco grande de unas 30 toneladas de doble piso, de construcción brasilera; el casco era de fuerte madera de parature y estaba equipado con un motor de 120 H.P. marca Mercedes Benz. El barco había sido adquirido en el año 1979 por la Marina para utilizarlo como transporte de carga y personal y luego, donado a la Fundación del Niño.
Nadie se explicaba cómo un barco tan bueno, hubiera podido naufragar a los pocos minutos de su partida. Los raudales o “cachoeiras “que tuvo que cruzar para llegar desde Manaos a San Carlos de Río Negro eran mucho más grandes y difíciles que los chorros del Orinoco.
Nadie fue testigo de las expresiones de dolor y desesperación de los jóvenes. Los sobrevivientes, aterrados buscaban algo a que aferrarse o llegar a la orilla, huyendo de las turbulentas aguas que los arrastraban. Algunos dijeron que varios de ellos, se abrazaron en grupo y se entregaron a las aguas como en un sacrificio a dioses antiguos.
El señor Enrique Henríquez, un veterano vegante y conductor de barcos, en declaraciones hechas al periódico “El Autana” dijo que el hundimiento se debió a improvisación por parte quienes estaban encargados de conducirlo en el momento del accidente, ya que no se cerró suficientemente la compuerta, según afirmaron los sobrevivientes del desastre. Enrique explicó que para cerrar la compuerta la embarcación disponía de una señorita, tipo “rach”, que si no se sabía manejar podía dispararse. Por esto, él presumía que en el momento de peligro alguna persona, con buena intención pero que desconocía el manejo de dicha señorita, pudo manipularla y provocar la caída completa de la compuerta, lo cual, aunado a la velocidad del barco, provocó la entrada de bastante cantidad de agua, lo cual produjo el hundimiento del barco.
En total fueron 18 los muertos del Grupo Madera y del Grupo Chichón. Uno de los sobrevivientes declaró:
“Quienes íbamos en esa embarcación éramos jóvenes que salimos con un sueño y regresamos, no sólo con la frustración y el dolor que hoy toda Venezuela comparte, sino con el inevitable aprendizaje de que esta tierra en que nacimos es también un accidente de un barco que se fue a pique alguna vez, por no cerrar la compuerta, por no tener salvavidas y porque su tripulación no estaba en su puesto cuando comenzó el desastre.”
“En Puerto Ayacucho todo fue confusión - se leyó en el Nacional - Todos los males del país se acumularon en un solo sitio. La gente habla de imprevisión como la causa del accidente. El hundimiento de un barco y todos los hechos que giran a su alrededor, se convierten en la expresión más genuina del mal funcionamiento a todos los niveles del aparato estatal”.
Nosotros con otros barcos, quisimos ayuadar en el rescate y búsqueda de desaparecidos pero no nos lo permitieron. Barcos indígenas que estaban arribando fueron los que lograron salvar a varios náufragos y querían fungir como baqueanos en la búsqueda de los desaparecidos, pero la autosuficiencia de los expertos de Defensa Civil no se lo permitieron.
El ministro de la Juventud, si bien dirigió el más grande operativo de rescate visto hasta entonces: 567 personas entre personal civil y militar, 7 helicópteros, 30 lanchas, varios aviones de porte de las Fuerzas Aéreas, trabajando 8 horas al día, no ocultó su vocación de “prima donna”, un protagonismo que estaba fuera de lugar. Su imagen, en helicóptero, en kayak, dirigiendo, dando órdenes, saturó los programas de noticias de esos días. El “moderno Tarzán” - según familiares de las víctimas - llegó al extremo del descaro de retardar por 4 horas el rescate de un cadáver porque no había llegado el camarógrafo de Televisión.
En uno de esos días salió publicado un artículo en el diario “LaReligión” firmado por Hernán Feddema, misionero salesiano, rechazando esta forma de manipular la noticia. Se quejaba de que a nuestra sociedad, acostumbrada a nombres de héroes televisivos como Grant, Nuclear Superman, Spiderman etc. le costaba imaginarse un héroe con apellido García, Yanave, Chamanare u otros apellidos autóctonos, que, sin capas, turbohélices, kayak, ni helicópteros, fueran héroes de carne hueso, aunque con menos publicidad.
Y digo esto porque en ningún momento se vio en esos días por TV un rostro indígena, ninguno fue entrevistado, nadie supo los detalles del rescate, de boca de estos indígenas que salvaron tantas vidas. Nadie los entrevistó. No fueron estos los héroes que vinieron después del suceso a rescatar cadáveres, fueron los que arrancaron de la muerte a seres humanos y los salvaron.
Y con esa sencillez característica del indígena, después de haber cumplido su labor, desaparecieron sin hacer alharaca ni aspavientos, pues para ellos el ayudar a uno que está en peligro, es la cosa más natural del mundo.
Nadie sepreocupó ni de saber sus nombres, ni de agradecerles su gesto salvador que impidió que la tragedia fuera aún mayor, como tampoco nadie se interesó nunca de su vida, sus costumbres, de sus problemas y sufrimientos. Los indígenas no somos fantasmas, no somos seres anónimos, tenemos nombre y apellido. Allí los medios de comunicación, sólo los nombraron en una forma genérica: “los indígenas”, como un grupo anónimo, sin darle la importancia que merecían, mucho más que el que las cámaras de TV atribuyeron al grupo de rescate que actuó después del desastre.
Este gesto del indígena amazonense les dio a todos una lección de cumplimiento del deber sin tanta alharaca ni publicidad y quedó demostrado, una vez más, el poco interés y preocupación por los “héroes anónimos” del Sur venezolano.

- “¡No más Samariapo!” - gritaba el periódico local “El Autana” en su número 100.
Después de las tragedias, todo se ve más claro:
- “El Puerto de Samariapo, desde su establecimiento como tal, ha constituido un peligro permanente por su cercanía a los saltos de Carestía, los más peligrosos del Orinoco”.
- “La Guardia Nacional, a falta de Capitanía de Puerto en el área, debe entender que no es un capricho de los dueños de transportes fluviales, el cargar sus barcos y partir desde el puerto de Venado”.
- “Se debe construir lo más pronto posible las infraestructuras requeridas para que la Alcabala de las FAC funcione en Puerto Venado y no en Samariapo”.
- Si se construyó el puerto de “Venado” a un costo superior a los tres millones de Bolívares, no tiene explicación valedera el hecho de que el barco que naufragó el 15 de agosto pasado, y donde perdieron la vida 18 jóvenes venezolanos, estuviese atracado en Samariapo”.
“Sólo se mojaron...” cantó Alí Primera por toda Venezuela, y el Grupo Madera resucitó y volvió a cantar de nuevo…




Habían transcurrido varios días sin tener contacto con los hombres del misterioso Jean Claude. Baj sabía que lo seguían y lo tenían controlado.
Una tarde, se acercó a su casa uno de los gorilas vendiendo almohadas como un buhonero ambulante.
- ¡Almohadas! ¡Almohadas! - gritaba asomándose por la puerta de los ranchos.
La señora Olimpia, la suegra de Baj que estaba planchando, llamó a su hija Alicia y le enseñó una.
- Hacen falta dos. Tu indio siempre se queja de que los críos le manchan la almohada.
En ese momento salía Baj del rústico cuarto de baño con el paño enrollado a su cintura, y al ver las almohadas, le dijo a Alicia:
- Cómpralas ya.
Baj reconoció inmediatamente al vendedor y tenía más prisa en evitar la mirada del gorila de Jean Claude que de comprar las almohadas. El falso buhonero se fue escaleras abajo, mientras Baj lo observó pensativo desde la puerta de su casa.
- “Me tienen vigilado”.

Al siguiente día.
Eran las ocho y media de la mañana y la inmensa mayoría de los habitantes ya había desalojado el barrio. El lugar en donde se reconocían como personas, con sus nombres, sus apodos, sus alegrías, sus problemas, y se iban hundiendo poco a poco, en el maremagnum de una masa que empezaba en la abarrotada redoma de Petare y se extendía hacia el Oeste por todo el valle de una Caracas anónima.
Baj, apenas pudo entrar en un vagón abarrotado. No pudo asirse a ninguna correa cuando arrancó y, como todos, se equilibró gracias al apoyo en las personas cercanas. Una mujer de mediana edad que se hallaba delante de él se volteó como una cuaima:
- ¡Recuéstate en tu abuela!
- Perdone… - se excusó Baj.
Se bajó en la estación Dos Caminos y subió la superficie mientras recordaba la cara de aquella mujer...
- Tal vez durmió mal... - pensó.
Entró en el Banco Provincial cercano y después de una breve cola, le tocó su turno.
Siempre le impresionó el ambiente gris y la atmósfera casi religiosa de los bancos. Todo fun cionaba como si un maestro de ceremonias invisible dirigiera aquellas colas silenciosas, los cajeros debidamente uniformados, los ejecutivos absortos en el monitor de la computadora, el que, como un autómata, distribuía café en vasitos de plástico...
Sacó el dinero para el mercado y los gastos más necesarios de la semana. Mientras el cajero con rostro impasible contaba los billetes, Baj los contó también, pues no le gustaba contar el dinero en la ventanilla antes de retirarse. Con cuidado, lo guardó en el bolsillo derecho de su pantalón y toda la naturalidad se dirigió a la salida. En el quiosco compró el Meridiano y se dirigió a pie hacia el Centro Comercial Los Ruices.
Acostumbrado al ruido caraqueño, ya no le impresionaban como al principio las enormes colas de carros y el penetrante olor de aquella porquería que disparaban los agresivos tubos de escape.
Un concierto de cornetas a un ritmo cada vez más rápido, le obligó a levantar la cabeza hacia la Avenida. Un chofer había estacionado mal su autobús para recoger pasajeros, entorpeciendo el paso del otro carril.
- ¡¡Marico!!
- ¡¡Huevón!
- ¿Eres adeco?
Las caras congestionadas por la ira, los brazos en aspavientos que salían por las ventanillas, a pesar de ser apenas las 10 de la mañana, todo hablaba del grado de estrés acumulado por los caraqueños. El autobusero con cara de piedra, inmutable, arrancó cuando subió al último pasajero.
Baj, entretenido con el Meridiano, se introdujo en la planta baja del Centro Comercial y, cuando se disponía a subir al plano superior, sonó un disparo y se oyeron los gritos de la gente. Baj vio en una moto a dos sujetos con chaquetas de cuero, que descendían portando sendas pistolas.
- ¡Todos al piso! ¡Qué nadie se mueva! - gritó el primero apuntando a los presentes.
Baj, creyendo que no lo habían visto, echó a correr por el pasillo y, en ese instante, escuchó otro disparo que rompió el vidrio de un comercio de zapatos femeninos. Logró introducirse en una tasca que tenía la puerta de madera. Los mesoneros lo miraron con extrañeza agresiva, pues suponían que era él quien intentaba un atraco.
Baj, desesperado, les pidió la llave mientras intentaba con la mano y con el pie, impedir la entrada del atracador que forcejeaba con todas sus fuerzas. Un nuevo disparo que atravesó la puerta paralizó a los mesoneros. Baj, temiendo un nuevo disparo, fue aflojando su presión. En realidad no hubiera podido aguantar por más tiempo pues el malandro era mucho más corpulento que él.
- ¡¡¡Abre huevón, si no quieres que te queme!!!
Cuando Baj vio una mano con la pistola a la altura de su nariz, se acordó de las películas vaqueras que había visto de muchacho y, con una resolución tan repentina como arriesgada, agarró aquella mano y salió de su escondite tratando de mantener el revólver bien abajo, mientras se enzarzaba a revolcones con aquel pequeño gorila.
- ¡¡Apúrate!! ¡¡ Vámonos ya!! - le gritó el compinche que le guardaba la zona de la entrada, temiendo la aparición de la policía.
En uno de los revolcones, Baj no pudo asirle bien la mano y, con la seca detonación sintió una intensa quemazón en el bajo vientre. El impacto hizo que todos sus huesos vibraran como las semillas dentro de una maraca. Sólo por un instante perdió el conocimiento e instintivamente, siguió agarrando de la chaqueta de cuero al bandido, mientras éste le golpeaba la cabeza con el cañón del revólver.
Acuciado por el compañero, se fue corriendo, no sin antes disparar otro proyectil contra Baj que estaba en el suelo tratando de levantarse mientras apretaba fuertemente la zona herida que sangraba abundantemente. El ruido de las motos que huían, hizo revivir a los asustados camareros y algunos ellos se acercaron al ensangrentado Baj.

Operado de urgencia en el Hospital de El Llanito, Baj se despertó en una sala con otros enfermos graves. No estaban permitidas las visitas.
A los dos días, pasado el peligro, pudo ver con alegría a Alicia que se acercó con cara llorosa. Me dijo que Olimpia, se había quedado afuera con los niños. Le parecía un milagro que la suegra viniera a verlo... Le trajo unos jugos para que los tomara cuando se lo permitieran los médicos.
A los ocho días, dos antes que le dieran de alta, recibió un mensaje en un sobre de manila que le trajo Nelly, la enfermera. El sobre era muy grande, como esos de las radiografias. Demasiado grande para el pequeño papel que contenía. “No juegues con fuego, Baj”. El pulso se le aceleró cuando vio la firma: “Jean Claude”.
La lectura del mensaje lo dejó aletargado y le produjo fiebre. No sabía cómo desenredar ese ovillo. Por un lado, le apetecía el dinero que le depositaban en el Banco Provincial, pero por otro, se sentía utilizado por el seguimiento y acoso de la gente de Jean Claude. Cavilaba buscando el sentido del mensaje. Siempre creyó que el atraco en el Centro Comercial fue un accidente fortuito que le pasó a él como le pudo pasar a cualquier otro.
Después del mensaje, le daba vueltas a lo que pudo haber suscitado una reacción deliberada. ¿Los hombres de Jean Claude? Apenas durmió esa noche. Hasta que... de repente encontró la pista.
- “No hables con nadie de esto” - le habían advertido.
Repasó día por día, hecho por hecho, circuns tancia por circunstancia.
Recordó aquel día que en la Avenida Casanova, cuando tomaba un café, se paró delante del establecimiento un carro de la Disip. Era el comisario Acevedo. Baj lo saludó atentamente y por un rato estuvieron hablando de asuntos diversos mientras saboreaban un café.
- ¿A dónde te diriges?
- Voy a tomar el metro.
- Yo llego hasta la Plaza Altamira. Te dejaré allá.
Los espias de Jean Claude que seguían a Baj, habían tomado nota.

Esa era la clave.
Luego, el atraco no fue casual... Baj ya no pudo dormir esa noche. Se sintió tentado a llamar al comisario Acevedo y contarle todos sus secretos. Pero el recuerdo de los gorilas de Jean Claude y lo que le acababa de suceder, además del dinero de la cuenta en el Provincial, calmaron sus impulsos éticos.
Meses después, lo llamaron a declarar a la PTJ. Fue decidido a no meterse en líos. En el salón de reconocimiento estaban en hilera ocho sujetos. Imnediatamente reconoció a su agresor. Aquel que le disparó por tres veces.
- ¿Reconoce a alguien? - preguntó el detective.
- No – mintió Baj.
Y así terminó todo. Cada vez estaba más vencido que el seudo atraco era un mensaje de Jean Claude. Entonces, recordó que el atracador en ningún momento le pidió el dinero que había sacado del banco.



Fuga en RE mayor

1980
“Regresé de Colombia pero no renunciaba a seguir estudiando. Quería graduarme de Bachiller como aquellos compañeros afortunados que, apoyados por sus padres o profesores, se habían graduado ya en Puerto Ayacucho o en El Amparo.
Estábamos en 1980 y yo había cumplido 18 años. La suerte que tenemos los indios, es que aparentamos menos edad de la que en realidad tenemos. Con mi cara imberbe y mi pequeña estatura me seguían considerando menor de edad.
Ese año se me presentó la oportunidad de mi vida.
El Gobernador González Herrera había inaugurado hacía 3 años en Puerto Ayacucho una Residencia Estudiantil para los indígenas del interior que querían terminar sus estudios en Puerto Ayacucho. Un grupo de atabapeños nos anotamos inmediatamente. Esta era la oportunidad de seguir estudios sin ser carga para mi pobre familia.
La Residencia, ubicada en plena avenida Orinoco y muy bien dotada, en sus inicios fue una iniciativa piloto y, en el papel, tenía una organización interesante. Una señora mayor estaba encargada de todo lo referente a la economía. Su presencia en la Residencia garantizaría, en teoría, una disciplina de tipo familiar. Digo en teoría, porque en la práctica, muy pronto se fue degenerando en una situación cada vez más complicada. Los robos continuos de ropa o zapatos, la fumadera de marihuana y el abuso de bebidas alcohólicas, no la hicieron muy acogedora.
El “pavo” Tucho era el más antiparabólico. Cada vez que venía de Atabapo traía la mochila repleta de mafafa... En San Fernando algunos fumaban delante de los mismos policías y éstos como si nada, porque desconocían el olor de la hierba...
La residencia no era un modelo de convivencia, pero era nuestra única salida. Yo trataba de estar en ella sólo lo indispensable y después me perdía con otros compañeros a practicar deporte en el Polideportivo o acompañando al cura Premarini en sus giras por los caseríos indígenas.
Este cura, que pronunciaba la “erre” de forma defectuosa y tenía pinta de loco, logró formar un grupo juvenil muy interesante. Nos reuníamos una vez por semana y hacíamos giras todos los domingos por los caseríos cercanos a Puerto Ayacucho, montados en un jeep o en una camioneta. Para nosotros, eran momentos de expansión sana y nos ayudó a salir un poco de nosotros mismos y a pensar un poco en los demás.
El “Pavo”, se quedaba fumando en el chinchorro y nos decía: “¡Adios, Domingo Savio!”… “Adios, Don Bosco”… “Yo me quedo... este país se jodió, Domingo Savio...”
En el grupo había de todo:
El bromista, como el “Mono” Fuentes que se reía hasta de su propia sombra y estaba empeñado en enseñarle al cura Premarini a pronunciar bien la “erre”:
- Premarini ¿dónde vive Andrés?
- En la Aguegevegge..
- ¿Cómo? – repetía el Mono.
- En la Aguegevegge...
- No Premarini, Aguerrrrrevere... pronuncia otra vez... - le decía el Mono.
Y Premarini al volante, se volteaba hacia el Mono, con paciente sonrisa...
Otra vez...
- Premarini ¿dónde estudia Ortiz? - preguntaba el Mono.
- En el Mario Bgiceño Igagoggi…
- ¿Cómo? Repite que no entiendo...
- ¡¡¡Mono!!! ¡¡¡Déjame en paz!!!
También estaba Carlos, apodado “Gonorrea”. Era otra joyita del grupo, inventaba la mayor parte de las maldades y luego desaparecía...
Estaba también “Plaga”, el eterno enamorado de Chepina, una de las chicas del grupo... los fines de semana que ayudaba a su hermano como ayudante de albañil en una obra, tenía que pasar por Carnevalli delante de la casa de Chapina; unas veces, se vestía elegantemente con una pinta dominguera cargando en una bolsita de plástico su ropa de trabajo. Otras veces tenía que dar un gran rodeo para que no lo viera en traje de faena.
Estaban también los “socialistas” Macha y Chara. Eran los de mayor vocación política y que, después de unas decenas de cervezas en el patio de “El Máguari” o en «La Tigrera» no había problema político de Amazonas que se les resistiera..
Buenos compañeros, sin muchos remilgos en su lenguaje y en sus acciones. Recuerdo aquella vez que íbamos a bañarnos a Culebra y llevábamos todo para hacer una chiricoca. Cuando llegamos a la planta vieja, nos dimos cuenta que no llevábamos recipiente. Regresamos al Pío XI, y agarramos la primera papelera que encontramos. En el río todos se reían de nosotros al vernos beber chiricoca a morro de una enorme papelera azul.
Pero el más fastidioso de todos era el “indio” Querebi. A todo le sacaba punta, nadie, ni el cura ni la monja se salvaba de su echadera de vainas. Sólo se aletargaba un poco cuando llevaba encima varios tragos. Por eso los compañeros en aquella excursión a la montaña bastante lejana, en donde tuvimos que pernoctar, se vengaron sacándole una foto en el momento en que, agachado, hacía sus necesidades. No le paró mucho a la cosa hasta que apareció en la cartelera del Pío XI entre las fotos del paseo...
Además de la bella Chepina, destacaba entre las muchachas del grupo como buena amiga, Penny o “Pelo de coleto”. Tenía una boca considerablemente grande. El indio Querebi decía que ella se pintaba los labios con una barra del tamaño de una linterna. Tenía un carácter estupendo. A pesar de las bromas, nunca la vi enojada.
Y ahí estaban además: Mesa, “Lagarto Juancho”, la “Burra”, César, “Picure”, “Bombona” los “Morochos” y otros muchos que no recuerdo...
La actividad cultural de esos años, por medio de teatros, fiestas, campeonatos, verbenas y otras actividades, hicieron del Centro Juvenil del Pío XI una referencia y alternativa para los jóvenes en los fines de semana.
Tengo que decir que dentro del grupo no era todo armonía. Pronto afloraron dos subgrupos que algunos catalogaron y dividieron entre “riquitos” y ‘pobres”… buscando una polarización parecida a la de ahora, que se habla de “oligarcas” y “tierrúos”.. Una cosa irreal, pues todos éramos unos “pata en el suelo”... tal vez unos tenían unas maneras más finas y otros eran más bastos en su actuar. Pero en los objetivos comunes que nos proponíamos, esta falsa división desaparecía y todos trabajábamos en común… Fue una experiencia de grupo muy interesante y a mí me ayudó mucho a ser más sociable.
Nuestra vida en la Residencia se complicaba cada vez más. Hubo días que teníamos que inventar para poder comer La disciplina y el orden menguaban en la misma proporción en la que crecían nuestras dficultades.
Aquel viernes por la tarde, estábamos aburridos. Sentados en la acera delante de la Residencia, matábamos el fastidio con cuentos y echadera de vainas. No sé a quien se le ocurrió gritarle a un Jeep militar que subía por la avenida Orinoco. Creo que fue el loco Valentín.
Todos a coro los chuleamos, pues casi todos guardaban malos recuerdos de los tiempos de recluta. El Jeep frenó unos metros más adelante. A mí me dio tiempo de meterme en la residencia. Del Jeep bajaron dos marinos de la policía Militar con armas largas.
- Ustedes. Mónense en el Jeep.
- ¿Por qué? Estamos en nuestra casa.
- No sé nada, chamo. Es una orden del sargento.
Los llevaron escoltados. Cuando llegaron al Jeep se dieron cuenta que era el catire Piñate, compañero de todos nosotros y ahora convertido en fiero sargento de la Armada. Se tranquilizaron.
- Coño, Catire. Nos asustaste... - dijo Cachama, sonriente y conciliador
- Suban y más nada. - aparentó seriedad el sargento - ¡Voy a sacarles la mierdera en el cuartel ya!
Y arrancó a toda velocidad...

Las noticias más importantes que destacaron los periódicos locales esos años, fueron:
- “Para el próximo invierno posible tráfico con Caracas”.
- ‘Para 1982 quedará concluida la vía definitivamente”.
- “44 millones de Bolívares ha conseguido Gobernador para la continuación este año para la continuación de la vía a Caicara del Orinoco”.
- “Opiniones de algunos partidos políticos sobre el Diferendo con Colombia”.
- “Inaugurada Residencia Estudiantil Indígena”.
- “Para 1981 comenzarán los trabajos de la Hidroeléctrica sobre el río Cataniapo”.

A González Herrera le sucedió en el cargo el gobernador Sánchez Contreras. Era de Barinas y copeyano. Dos cosas que en sí mismas eran normales, pero que en Amazonas tenían una lectura especial.
El pueblo amazonense era mayoritariamente adeco, y si de vez en cuando, ganaban las elecciones los copeyanos, era porque los mismos adecos defraudados, votaban contra su partido.
Por otro lado, los gobernadores solían importar de la región de origen a los funcionarios de los puestos claves y a veces, los contratos más sustanciosos eran para ellos o sus testaferros. Pronto se habló en Amazonas de los “zorros de Barinas”...
El discurso programático fue, como el de todos, optimista y alentador:
- “... Si queremos una patria diferente, un pueblo nuevo, inteligente y constructivo, solo nos queda una alternativa: ordenar la educación, la salud, la economía, el trabajo, y ponerlas a su servicio.”
- “. ..Salud, Educación y Agricultura prioridades para la gestión del próximo año”.

Como todos los discursos, se los llevó el viento.
El año 1981 fue abundante en noticias y sucesos.
En los periódicos locales, Linderos y Autana, podíamos leer noticias como éstas:
- “A Puerto Ayacucho se le calculan entre 22.000 y 25.000 habitantes.”
- “El Dr. González Herrera nombrado Ministro de Sanidad. (Los amazonenses esperan la construcción del Hospital).”
- “Los adecos están divididos por las candidaturas. Enrique Betancourt, Ramón González, Perales y Mario Ortiz, apoyan a Morales Bello. Nixon y Guape están con Lusinchi.”
- “El Prof. Juan Noguera es el nuevo Jefe de la Zona Educativa.”
- “Wolfang Reina, representante de la Juventud Copeyana, solicita mayor participación en el gobierno.”
- “Abusos y atropellos al Magisterio denuncia Eliseo Jordán”
- “Oswaldo Calderón pide la conclusión de la carretera a Caicara.”
- “Quejas de los amazonenses por la “importación” de Profesionales en desmedro de los nativos”.
- Hugo Alencar denuncia: “¿Para qué viene el Presidente? Las obras paralizadas o hechas por el gobierno anterior. Suspensión del Proyecto de Hidroeléctrica... Suspensión del nuevo acueducto... Inauguración de una Alcabala de la Guardia en el Muelle… este Gobernador es peor...”
- “Preso Valverde...”
- “Liberado Valverde...”
- “Otro auto de detención contra Valverde...”
- “Valverde se asila en el Consulado de Colombia...”
- “Valverde se entrega a las autoridades...
- “Valverde en huelga de hambre...”
- El Presidente Luis Herrera Campins inaugura la Casa de los Niños “Wanadi”...
- El presupuesto de Amazonas para el año 1982 será de 180 millones de Bs.

Ya te dije anteriormente, que esa época mía en Puerto Ayacucho fue muy interesante bajo muchos puntos de vista. Los problemas en la Residencia estudiantil se fueron acrecentando y yo pasaba hambre. Algunos sábados me iba temprano delante del Cine Don Juan, a esperar a los camioneros que reclutaban braceros para descargar o cargar sacos de cemento o lo que fuera. Había mucha competencia con los guajibos que habían creado una especie de mafia y daban poco chance a los otros.

En uno de esos viajes de políticos que abundan en las elecciones, me dieron la cola a San Fernando. Mi papá, la abuela y mi tía, se enteraron de mis dificultades para poder estudiar. Les propuse que se mudaran para Puerto Ayacucho. Lo que hacían en San Fernando podían hacerlo allí. Un rancho era fácil pararlo, pues había tierra de sobra y los políticos, en tiempos de elecciones, eran sumamente dadivosos.
Mi abuela Lucinda se animó, pues así podría ver y cotorrear con su hermana Flora, que hacía muchos años vivía en la capital, pero mi papá y su hermana Amelia no querían empezar de nuevo, y rechazaron la idea.
Mi tía Amelia, ya te hablé de ella. ¿Te recuerdas que tenía tres hijos? Uno de ellos era Alberto, o “máwari’ como le llamábamos. El me quería y admiraba. Creo que fue el único que me quiso realmente en mi vida. Entendió la discusión y él era el más animado para ir a Puerto Ayacucho. Palmoteaba alegremente sus manos, encendida la cara con su sonrisa inocente. Muy pronto, la desilusión oscureció su rostro cuando, acariciándole, le dije que aún no podía acompañarme.
Al día siguiente desapareció de la casa. Todos lo buscamos desesperados hasta que, ya al atardecer, un muchacho nos dijo que lo vio caminar hacia río. Mi tía, llorando, corrió a la orilla. La seguía de cerca mi papá, y de lejos, la abuela Lucinda con los nietos. Encontramos las cholas de Máwari en la orilla del río y... la realidad una vez más, derrotó a la esperanza.
La noticia corrió por el pueblo. Mi papá, en silencio subió a la casa, buscó una vela a medio gastar y la totuma de tomar yucuta.
Se dió inicio al ritual de la búsqueda del cadáver que se usa en nuestros pueblos. Encendió la vela, dejó caer un poco de esperma en el fondo de la totuma, pegó la vela y como un barco infantil lo introdujo en la corriente. Como un diminuto fantasma bajó lentamente y fue tomando velocidad, a medida que se separaba de nosotros.
Mi papá y yo seguimos por la orilla sin perderla de vista, subiendo rocas y pisando fango.
Después de un largo trecho, la titilante llama comenzó a girar hacia la izquierda y más lentamente describió varios círculos cada vez más cerrados hasta que fue rebotada hacia la orilla.
Regresamos a casa y mi papá elaboró una especie de espiñel, al que amarró varios anzuelos de los más grandes. Ayudados por los vecinos, montados en curiaras, rastreamos el fondo del remanso con una pequeña red que nos prestaron.
Al cabo de una hora, el guaral se estiró y alguien gritó:
- ¡¡Aquí está!!
Lentamente, desde la curiara ayudamos a arrastrar lo que aún no habíamos visto. Yo no quise esperar más, y me lancé a las aguas oscuras del Atabapo. Nunca las había visto tan negras. Siguiendo el guaral descendí hasta que palpé el cuerpo de mi querido “Máwari”. Subí con él a la superficie y los demás me ayudaron a colocarlo en la curiara. La linterna de mi papá le iluminó aquella cara de ángel serio, que algunas veces ponía cuando no le agradaba una cosa.
Después del entierro, Amelia junto con mi papá, no sé si por complejo de culpa, o para huir de los recuerdos, se dispusieron a preparar el viaje para Puerto Ayacucho.

Nuevamente fui yo, el hijo, el que arrastró a los padres a emigrar y a cambiar de rumbo en su vida.
Se establecieron en un rancho, al borde de la gran laja del barrio Unión. No había mucha comodidad, pero mi papá, poco a poco, fue haciéndolo cada vez más habitable. En el verano era insoportable el calor pues la laja era una estufa que lanzaba el calor hasta la madrugada. Pero tenía la ventaja que estaba casi en el centro del pueblo.
Finalmente, dejé atrás la experiencia de la Residencia y regresé a la vida de familia, muy triste aún, por la desaparición de mi primo Máwari.




La experiencia del atraco, aunque no llegó a traumatizar a Baj, le puso en aviso y cambió la actitud tan desenfadada y tranquila que tenía de la vida. Desde entonces, comprendió a la gente del barrio que se volteaba cada rato hacia atrás, como si estuviera esperando a alguien. Se dio cuenta que había gente empeñada en hacer mal a otro.
Tardó en salir del barrio. La primera vez que fue de nuevo al Banco quiso que lo acompañase Alicia; temblaba como una hoja y veía en cada usuario o persona que le miraba, un posible asesino o un sospechoso atracador. La camisa se le pegaba a la espalda por el sudor y, sólo cuando llegaron al Metro comenzó a calmarse.
Estaba metido en un lío y no sabía como salir de él. Los hombres de Jean Claude le seguían y aparecían cuando menos se lo pensaba. Le daban ganas de hablar y decirles que no quería saber nada de ellos, de la cuenta del Banco, de Jean Claude, que no quería meterse en más problemas, que se olvidaran de él y que se regresaría inmediatamente a Puerto Ayacucho...
Después le frenaba el miedo que les tenía. Podían liquidarlo, lo tenían vigilado. También pensó en Alicia y sus muchachos y sobre todo, en su viejo al que le enviaba algo de dinero todos los meses.
Otras veces pensaba en presentarse a la DISIP y decirle al Comisario Acevedo todo lo que sabía. Pero lo frenaba al pensar en la red de espionaje que Jean Claude tenía dentro de la policía. La vez que casualmente habló con él, casi lo matan...

Todo esto lo enfermaba. Se asustó más cuando vio la fotografia de Jean Claude en el Universal.
Estaba sonriente saludando al Presidente de Fedecámaras, Dr. Carmona Estanga. Este personaje, pequeño, con cara del “Pepe Grillo” de las comiquitas, con ojos inquietos y un halo de inteligencia que después demostró no ser tal, era la vedette de los medios televisivos.
Con el Presidente de la CTV, Carlos Ortega, se presentaban juntos, en una simbiosis sospechosa. Nunca el mundo del Trabajo, aparentemente, había estado tan melifluo y complaciente con los representantes del Capital.
En la época Adela, la CTV era una sub-dirección del partido; sólo hacían huelga cuando gobernaba Copey... sin embargo, de vez en cuando hacían la pantomima de que le exigían o se enfadaban con el gobierno... Ahora no; los dos eran los actores principales de algo que se estaba tramando. La presencia de Jean Claude en la foto del periódico, para Baj no presagiaba nada bueno.
La psicosis del miedo al comunismo, propio de los años de la guerra fría y que mantuvo en el poder por largos años a dictadores y tiranos en América Latina, reapareció en Caracas de mano de los exiliados cubanos, con gran influjo en 1os medios televisivos y fue acicateada por una clase alta que llevaba el miedo en los genes. Hacer de Chávez un dirigente marxista era tan ridículo, como creer que Bush era candidato al Nobel de la Paz. Aquél, porque carecía de la preparación debida, y éste, porque sólo su cinismo superaba a su ignorancia.

Oficialistas y opositores manipulaban el hecho real de la religiosidad tradicional del venezolano. En los discursos y mítines de Chávez e1 cifijo y la Constitución eran dos iconos repetitivos. La enorme variedad de imágenes de la Virgen navegaba entre banderas en todas las marchas opositoras. El colmo del ridículo, fue el baño con agua bendita desde un carro de bomberos provocado por un cura de “buena” voluntad...
Día a día se incrementaba el clima de tirantez política y por aquí y más allá, saltaban algunas chispas de violencia entre los oficialistas y la oposición.
Las marchas y contramarchas competian en el número y en la estupidez de los mensajes. Los oficialistas repitieron los esquemas adeco-copeyanos de la llamada Cuarta República, transportando como carne cañón, miles de personas del interior, con el tradicional señuelo de real, bebida y bonche. Baj, algunas veces, participó en estas marchas y contramarchas gigantescas, pues así podía encontrarse con gente del Amazonas, pagada y transportada por la gobernación, y que aprovechaba estas “colas” para resolver ciertos asuntos en Caracas.
Lo trágico, o cómico, o ambas cosas a la vez, era que todos sabían y estaban conscientes de su mentira; que hoy como ayer, se repetían las mismas tácticas, las mismas triquiñuelas, los mismos sistemas, los mismos paradigmas. La “revolución” y “el puntofijismo” eran nombres huecos de una misma realidad. Nada había cambiado... La historia del hombre ¿es lineal o circular?
Dicen que, cuando cayó Somoza en Nicaragua, los sandinistas descubrieron un enorme hueco y varios subterráneos en donde el Dictador torturaba y hacía desaparecer a sus víctimas. Un personaje que lo visitaba, le preguntó al guía por qué no lo rellenaban y lo cerraban.
- No. Las generaciones deben conocer los horrores del Dictador...
- Si no lo cierran o no lo tapan, tarde o temprano volverán a usarlo - predijo el personaje.
Una vez más, se constata claramente la incapacidad e imposibilidad del hombre para zafarse de esa red o maraña de hilos entretejidos durante siglos, o para salir de ese círculo vicioso que siempre se repite. Lo que cambian son las personas, las ideas son las mismas.
¿No enseñaban algunos profesores que era en los pueblos mal llamados “primitivos”, en donde mejor se estudiaba ese mito del “eterno retorno”...?
Sin embargo, Baj, tal vez movido por un revanchismo de clase, creía en el proceso o la “revolución”, como la llamaban, más que en Chávez…
Veía pragmáticamente que, aún con el simple cambio de personas, al menos se lograba una parte de la “justicia”. Ya no eran los mismos que estaban arriba, los que comieron siempre, que se aprovecharon siempre, que gobernaron siempre, que dirigieron siempre, que robaron siempre... Ahora al menos, comían otros, se aprovechaban otros, gobernaban otros, dirigían otros y ¿cómo no? robaban otros... Baj recordaba sonriendo aquel adagio popular que diferenciaba a adecos y copeyanos: “El adeco roba, pero deja robar. El copeyano roba él sólo”.
Naturalmente, Baj también se daba cuenta que muchos de los que se habían alimentado, vivido y robado de la Cuarta República se aprovechaban ahora de la Quinta.
El chavismo, para crecer rápidamente, fagocitó a muchos personajes que, siguiendo la tradición del camaleonismo político, gritaban ahora su adhesión a la izquierda y entonaban cantos a la revolución con la misma fuerza que, hasta hacía muy poco pavoneaban en público su pedigrí adeco-copeyano.
Más a la corta que a la larga, el chavismo que lleva dentro de sí el gusano de esa misma corrupción, se convertirá, como sus antecesores, en una agencia de colocación y empleo.
Entonces, otro mesías o profeta lanzará el eslogan de una Sexta, Séptima, Octava República… y comenzaremos de nuevo...



Algo estaba naciendo en Amazonas por aquellos años Ochenta.
A nivel político, aparecieron liderazgos jóvenes, una generación de relevo que prometía cambios y nuevos caminos. Nuevos nombres surgieron dentro de los partidos tradicionales y sonaban, sobre todo en tiempos electorales, con progresiva insistencia. Pero la hora de esios partidos estaba llegando a su fin. Más de 30 años de desgaste, hizo que las campanas de la sociedad repicaran a difuntos.
Entre los personajes tradicionales que de alguna manera influyeron y dirigieron el partido blanco puedo recordar a Luis Gómez, César Alayón, Marcolina Orozco, Porfirio Díaz, Pascual Silva, Juan Martínez, Rosa Piñate y Don Gilberto Mendoza en Atabapo, el viejo Golindano en Maroa, los Alvarez y Escobar en Río Negro... y otros que ya no recuerdo.
Dirigentes de nuevas hornadas comenzaron a relevar a los dirigentes tradicionales en procesos más o menos traumáticos y que, para mal o para bien, coparían la escena política del Estado Amazonas en estos últimos años: Jaime Arismendi, Bernabé Gutiérrez, Hugo Alencar, Humberto Uvieda, Alfredo Infante, Heriberto Perales, Díaz Pérez, Oswaldo Calderón, Julio César Fernández, los hermanos López (Jesús, Esmeralda y César), Nixon Maniglia, Oswaldo Rodríguez, Gilberto González, Faridis Blanco, Maruja de Fuentes, Rafael “Pepo” Fuentes y muchos otros...
Lo mismo ocurrió con el partido verde. A dirigentes fundadores y prestigiosos como Fernando Girón, Yolanda Silva, Andrés Camacho, Doña María de Gaviní en San Carlos, los Sué en Atabapo, los Ángulo y Briceño en Maroa etc. les sucedieron Arturo Siso, Eleazar Silva, Eliseo Jordán, Paula Flores, Juan Noguera, Jairo Maragua, Jacinto Gaviní, Luis E Argote, Nelson Ventura, Rafael Rincones, “Pavo Perico” etc.
La Izquierda amazonense estuvo representada al inicio por exiliados o confinados políticos de la dictadura de Pérez Jiménez o en los años de la naciente democracia, cuando el gobierno de Rómulo Betancourt puso fuera de la ley al PCV. González Niño, Pedro Duno, Héctor Valverde, junto con algunos exdirigentes de URD y otros separados de AD, como los mepistas y miristas fueron los más conspicuos representantes de la izquierda.
La figura emblemática de la militancia más consecuente era Ricardo Gómez, el hombre del “Gallo rojo “, ejemplo de fidelidad y perseverancia romántica en una sociedad en donde el “camaleonismo” oportunista llegó a considerarse una virtud.
Será con el nacimiento del MAS, el momento en que la izquierda sale de las catacumbas en Amazonas y comienza apresentarse como una alternativa frente a los partidos tradicionales.
Publicaciones ciclostiladas como las de “El Puño” y más tarde “El Amazonense” sirvieron, o al menos, intentaron dar una visión distinta a la tradicional.
El peso específico de esta izquierda, nunca logró conformarse como alternativa de gobierno en la región, por lo que sus dirigentes siempre fueron tentados a tender alianzas, manfiestas unas, escondidas otras, cayendo así en el pragmatismo que tanto criticaban. Pero esto no anuló el valor de ser una piedra en el zapato de los dirigentes adecos y copeyanos de ese momento. Gente joven como Francisco Alencar, Gilmer Henríquez, Freddy Calderón, Dixon Sequera, Liborio Guarulla, Mangliavacche y otros muchos que ya no recuerdo, fueron los representantes de esta izquierda amazonense que quería, pero no podía.
Estos listados que transcribí aquí pueden tener dos tipos de lectura:
1°.- Ver en estas listas la gran capacidad de “servicio “que poseemos los amazonenses en la búsqueda del “bien común”.
2º.- Constatar que la carencia evidente de una base industrial, productiva y de trabajo en el Amazonas, obligaba a que la “política” fuera considerada la única “industria rentable” y por lo tanto, la más solicitada.

Un indígena jivi, Guillermo Guevara, aglutinaba sin prisa pero sin pausa, las inquietudes y reivindicaciones de los pueblos indios incorporándolas en el movimiento nacional indígena.
Los indígenas estábamos tomando mayor conciencia. Pequeñas agrupaciones se fueron cristalizando en las diversas etnias.
Los yekuana en el alto Ventuari tenían un movimiento organizativo animado por el Hno. Korta y los jesuitas, llamado UMAV.
Los jivi de Coromoto y el eje carretero sur despertaron de una apatía de siglos impulsados por un grupo de Hermanas de Tarbes.
Lospiaroa y yabarana de Manapiare, comenzaban a protestar por la presencia de terratenientes y la ocupación de sus tierras.
Los Yanomami del Alto Orinoco iniciaban un proceso de educación intercultural bilingüe y una organización en cooperativas, motivados por las misiones salesianas.
Nosotros, los Kurripako y, en general todos los Árawako, buscábamos el “blanqueo”, teníamos un complejo de ser “casi criol!os” y no nos preocupábamos mucho de esta ola organizativa. Queríamos ser indios o criollos, sólo cuando nos interesaba. No nos dábamos cuenta, como dijo un autor, que “el mestizo es a la vez un español prisionero de un indio, y un indio prisionero de un español” Si paseamos por Amazonas nos daremos cuenta, como dijo Arguedas: “Quienquiera puede ver indios de raza blanca y sujetos de piel cobriza, occidentales por su conducta.”
La multiplicidad de etnias del mismo tronco lingüístico y la escasa población de las mismas, más que ayudarnos a los Arawako, nos perjudicaba en la búsqueda de intereses comunes.
También influía la situación religiosa. Algunas de nuestras comunidades y caseríos provenían de Colombia en donde la misionera Sophía Müller, norteamericana de religión evangélica, tuvo un gran influjo en la dfusión de una fe basada en el miedo y la amenaza de castigos divinos, si no seguían a Cristo Jesús.
Esto hizo que aumentara entre nosotros cierta desconfianza, pues para ellos nuestra cultura tradicional era cosa pecaminosa y no querían saber nada de nuestros mitos, nuestra religión, nuestros bailes y cantos. Conservaban muy bien la lengua, pero se olvidaban de todo lo demás.
Mi confusión religiosa en ese tiempo era grande y, a pesar de que participaba con el cura Premarini en todas las actividades, no siempre entendía ni me gustaba lo que se hacía.

En el mes de junio de 1983 fue cuando te conocí al P. Moreno y al Dr Omar, en aquel “Encuentro de Misioneros, Indígenas y Antropólogos” que se celebró en Ayacucho.
Fue una buena idea del Obispo Cecearelli. Estaban también E.E. Mosonyi, W. Coppens, J. Lizot, Clarac y otros que ya no recuerdo pero que de vez en cuando me los encuentraba después por los pasillos de la UCV. Premarini me invitó a participar y ahí estuve con otros representantes indígenas: guajibo, piaroa, yanomami etc. Fue una semana en donde se trataron diversos temas sobre educación, situación social de los pueblos indígenas, religión, proyectos de desarrollo etc. Era la primera vez que yo vi hablar a mis parientes con libertad.
Algo estaba naciendo en Amazonas. Cada etnia exponía sus logros y dificultades, aunque se notaba que cada uno “jalaba pa su lado” y se comprobaba aún la incapacidad de tener un proyecto común. Sin embargo, algo se estaba moviendo a nivel indígena.
Es muy difícil para nosotros superar los recelos interétnicos cuando hay intereses de por medio. Cada uno piensa en sacar la mejor tajada, y si un grupo, comunidad o caserío, consiguió un beneficio, al instante el otro quiere obtener lo mismo sin pensar en la factibilidad o en la conveniencia.
El ejemplo típico se vio con el lío de la Escuela Guajiba. El gobernador Sánchez Contreras, dispuesto a realizar un trabajo eficaz con las comunidades indígenas, inició el proyecto de una Escuela Piaroa en terrenos de Paria.
Las comunidades guajibo del eje carretero Sur lideradas por la comunidad de Coromoto, vieron también la necesidad de crear una Escuela Guajiba.
Se elaboró un anteproyecto en donde se determinaba a la comunidad de Coromoto, como sede de la misma. Las ventajas eran evidentes: un pueblo ya consolidado, abundante agua, terreno suficiente etc. Los guajibo no proponían un régimen de Internado, como el de la Escuela de Paria.
Y aquí comenzaron las intrigas. El ciudadano Gobernador, tal vez celoso de la actividad organizativa del Vicariato, reunió a la comunidad de Platanillal dejando fuera de la reunión a las personas involucradas en el Proyecto Guajibo: entre ellos, los jivi Gil Abad, Octavio Castillo, Guillermo Guevara, Andrés Romero, Francisco Caribán, Alfonso Wendehacke etc...
Ofreció la construcción de una escuela similar a la de los piaroa con un costo de Bs. 4.500.000,00. El interés por acoger la sede de la Escuela aumentó la rivalidad entre las comunidades.
¡Qué mala suerte tienen los indios! Todos quieren opinar por ellos, pensar por ellos, apoyarlos, luchar con ellos… pero son muy pocos los que quieren que ellos opinen, que ellos piensen y que ellos luchen por lo que ellos creen.
Como se lo propuso el Gobernador, se construyó la Escuela Guajiba en Platanillal. ¿Resultado? Nunca logró funcionar y hoy es sede de un cuartel de la Guardia Nacional.
¿En qué se convirtió la Escuela Piaroa de Paria? En una Escuela Básica, pero no Piaroa...
Suele pasar eso cuando unos piensan, opinan y hacen en lugar de otros.
Los Guajibo se quedaron sin su Escuela. Años más tarde, el Vicariato, durante el último gobierno de Bernabé, estableció sendas Escuelas Básicas en las zonas de Mirabal y Parhueña que vinieron a resolver parte de las carencias educativas de ambos ejes carreteros.
Pero de la tan alardeada Escuela “intercultural Bilingüe”, absolutamente nada... ni Piaroa ni Guajiba...

Otro ejemplo de la escasa política comunicacional de este gobernador, fue el suceso de la “estatua del indio”.
Fue la primera vez que en Puerto Ayacucho se hizo una manifestación de protesta, netamente indígena y llevada a cabo por Piaroas, precisamente la etnia más mimada por Sánchez Contreras. Este, mandó hacer una estatua en homenaje al indio piaroa con la finalidad de colocarla en la Escuela Fronteriza Indígena de Paria. Los piaroa no la aceptaron pues representaba a un indio desnudo. “Nosotros tenemos guayuco y nunca vamos desnudos” – protestaron en un manifiesto.
El 12 de octubre, en la plaza que une las avenidas Río Negro y Orinoco, se montó la estatua en homenaje al indígena. Diez días después, en una manifestación pacfica, después de leer varios manifiestos, le colocaron a la estatua del indio un guayuco piaroa. Al día siguiente el “indio” amaneció sin guayuco.
Unos días más tarde, un numeroso grupo de piaroas, guajibo, yekuanas y panare repartió un segundo manifiesto en el que se acordaba quitar la estatua de la vía pública y enviarla a la gobernación.
Un grupo se encaramó para intentar derribarla. El público fue aglomerándose y, como siempre, los partidos políticos quisieron sacar beneficios de una manifestación que era netamente indígena.
Por orden de la Gobernación, hizo su aparición la Guardia Nacional y la policía y, poco a poco, fue disolviéndose la manifestación al anunciarles que el Gobernador haría una reunión con ellos para solucionar el problema.
El día 7 de noviembre por la tarde, en el salón del Concejo Municipal se reunió el Gobernador con los grupos indígenas. El mandatario les habló sobre la universalidad del uso del desnudo en el arte, en la pintura y la escultura; sacó el ejemplo de la Capilla Sixtina en el Vaticano, en donde “Adán y Eva” y demás personajes aparecían desnudos. Los piaroas respondieron que ‘una cosa eran Adán y Eva y otra eran los piaroa, y que ellos nunca andaban desnudos...”
Se resolvió que próximamente, de manera solemne, el Gobernador le pondría el guayuco al monumento, cosa que se hizo el día 10 de Noviembre.

Esto fue para mí una prueba más de que algo estaba cambiando en el indígena y en su capacidad organizativa. No se había visto en Puerto Ayacucho una movilización propiamente indígena, fuera de aquellas a las que nos tenían acostumbrados los partidos políticos, en donde el indígena era “carne de cañón” que se transportaba en camiones, y se enchiqueraba de una forma vergonzosa, en tiempos electorales.

En 1983 se celebró solemnemente en Puerto Ayacucho el 50 aniversario de la llegada de los primeros salesianos al Amazonas y también en ese año, acaeció la trágica muerte del cura Premarini, gran amigo nuestro, en el Alto Orinoco. Después de tres días de intensa búsqueda se recuperó el cadáver y, enviado a Puerto Ayacucho, fue velado en la Catedral.
Fue una muerte muy sentida, especialmente por los jóvenes e indígenas de los caseríos cercanos a Puerto Ayacucho, en donde había dejado sus mejores frutos. Nunca vi llorar abiertamente a tantos jóvenes.

A inicios del año 1984, el Obispo Ceccarelli se enteró de unas concesiones mineras otorgadas por el gobierno nacional y envió una relación a diversas autoridades nacionales e instituciones, en las que denunciaba el grave peligro para el pueblo yanomami y para la ecología, en caso de llevarse a cabo una explotación minera en el Alto Orinoco.
En vista de que no se recibió contestación alguna, Ceccareii puso la denuncia en los principales periódicos de Caracas. En ella explicaba que 36 concesiones que abarcaban unas 180.000 Hectáreas habían sido otorgadas a mediados del año anterior a la empresa “MAVA C.A.” con la finalidad de explotar la casiterita de aluvión y otros minerales. El Presidente de “MAVAC.A.” era un tal Florencio Gómez Muñoz, seguramente pantalla o testaferro de conocidos inversores.
El error cometido por aquel gobierno fue otorgar en 1983 estas concesiones en contra de lo dispuesto por el Decreto N° 2.039 (Gaceta Oficial N° 31.175 del 15 de Febrero de 1977) en el que se decretaba ZONA RESERVADA a esa zona delAlto Orinoco.
Mons. Ceccarelli solicitó la revocación de dichas concesiones.
Pronto se creó en el país una matriz de opinión que apoyaba la denuncia de la Iglesia.
La Comisión de Ambiente y de Ordenamiento territorial presidida por el Dr. Rafael Elino Martínez interpeló al Ministro de Ambiente.
En Amazonas, la recientemente estrenada AMAVISION, televisora del Vicariato, efectuó varios foros sobre el tema en donde el Obispo, el Gobernador, el Ing. Omar Henríquez, el abogado Héctor Valverde, el sociólogo Rubén Montoya y otros, sensibilizaron a la población local sobre el peligro que encerraban dichas concesiones mineras.
Finalmente, mediante la Resolución N° 244 publicada en Gaceta Oficial, el Gobierno Nacional revocó las concesiones otorgadas a MAVA C.A.
Esta denuncia no la olvidaron fácilmente quienes estaban detrás o debajo de esas concesiones, (¿o más’ bien, en las “alturas”?).
Los ataques directos a la Iglesia de Amazonas no se hicieron esperar...


1984- 1987
Fue en estos años de mi estadía en Puerto Ayacucho, cuando empecé a tomar conciencia como indígena amazonense. Los hechos sucedidos en Wanay fueron el detonante que despertó nuesfra abulia y despreocupación por nuestros propios problemas.
A nivel teórico, lo habíamos sentido en aquellas reuniones entre Antropólogos, Indígenas y Misioneros. Allí percibimos nuestra dferencialidad, nuestros problemas y nuestros retos, pero a nivel teórico. Las ideas no tocan la piel. Sólo cuando te hieren, te rompen, te empujan, sólo entonces aquella teoría desemboca en algo práctico.
Y así sucedió. Fueron días calientes: reuniones, protestas, marchas, cartas de denuncia, todos nos sentimos movidos por algo que sentíamos de todos, no sólo de los piaroas de Wanay.
A mí me tocó participar en uno de los muchos viajes de las comisiones que se trasladaron al lugar de los hechos. Allí pudimos recoger los datos de lo acontecido en forma cronológica.

Domingo 17 de junio de 1984. “... A las 2 p.m un grupo de 30 indígenas piaroas se trasladaban desde la comunidad de Wanay hasta una vivienda aislada, situada fuera de los linderos del fundo “San Pablo”, para dar sepultura a un pariente llamado Andrés Pérez, que había muerto en dicha vivienda a causa de una picada de cascabel.
En un paso dentro de un morichal, estaban esperándolos el encargado del fundo y sus obreros, los cuales gritando y disparando arremetieron contra los indígenas, que salieron huyendo hacia el monte. Capturaron a tres, entre ellos una mujer embarazada, a la que después de insultarla, la dejaron irse. A los otros dos indígenas se los llevaron amarrados a la cola de los caballos hasta la vivienda del fundo, donde fueron esposados a las patas de una mesa, donde pemanecieron el resto del día, durmiendo en cuclillas.”

Lunes 18 de junio de 1984. “… Se presentó el dueño del fundo “San Pablo” en su DC-3 acompañado por una comisión de la DISIP en la Comunidad de Wanay, donde procedieron a allanar las viviendas, asustando a los pobladores y proponiéndole al capitán de la comunidad la compra del pueblo “con piaroas y todo”, cosa que no fue aceptada.
Luego se trasladaron en la aeronave al fundo “San Pablo” en donde les entregaron a los “prisioneros”, procediendo a soltarlos de la mesa para atarlos con mecate a un árbol. Dijeron estos piaroas que los DISIP los torturaron pasándoles un mecate al cuello y templándolo, metiéndoles el cañón de la pistola en la oreja y en la boca, a la vez que les decían que los matarían. Eso ocurría, mientras el Guardia Nacional que había llegado de Manapiare, estaba comiendo en la casa del maestro de la comunidad de Wanay”.
Miércoles 20 de junio de 1984. “...Se trasladó al valle de Wanay una Comisión integrada por el Fiscal 30 del Ministerio Público, el Comisionado del Gobernador, el Capitán Perera de la Guardia Nacional, el Jefe de la ORAl en Puerto Ayacucho y tres indígenas de la comunidad: el maestro de la comunidad, Pastor N. Rodríguez y dos de los maltratados: Jesús Morillo y Luis Manuel González”.
“...Llegamos a la pista del hato “San Pablo” a eso de las 11 y 30 a.m. Nos presentamos ante dos señoras y un joven, quienes eran los únicos que estaban en ese momento, ya que el encargado y los obreros estaban en la sabana.
Al preguntarles sobre lo sucedido dijeron no saber nada, que quien sabía era el encargado.
Pudimos constatar, a la llegada de los que estaban en la sabana, que portaban armas largas, cruzadas por la espalda en bandoleras, pistolas al cinto y una sub-ametralladora, el Capitán Perera procedió a pedirles los respectivos permisos de porte de armas y a retenérselas para hacer informes sobre las mismas, a lo que procedieron el Capitán Perera y el Fiscal del Ministerio Público.
Luego nos trasladamos el Comisionado del Gobernador, los tres piaroas, el Jefe de la ORAl y el médico (a quien habíamos mandado a buscar), a la Comunidad de Wanay.
Una vez allí, el médico procedió a revisar a los indígenas que habían sufrido violencia y a elaborar el informe de los mismos. Pudimos constatar que, además de los revisados en Puerto Ayacucho, sufrieron peinillazos: Jaime Cancio: planazo en el pecho. Jesús González: planazos cruzados en la espalda. Miguel Pérez: planazos en los glúteos. Francisco Gómez: planazos en el lado derecho de la región dorsal. Francisco Pérez: planazos en el pecho, roto por la punta de la peinilla.
Además de estos, como el grupo fue dispersado por disparos y peinillazos, resultaron heridos algunas mujeres y niños, uno de estos presenta cortaduras en la espalda y región glútea, producidas por espinas y bejucos al huir su madre por el monte. Mientras tanto, los maestros de la escuela Piaroa de Paría, Daniel Otero, Jesús Caballero, Oscar Briceño y otros, solicitaron del Obispo Ceccarelli sus buenos oficios para apoyarlos en la denuncia y reclamo justos.
El Obispo, en carta al Ministro de Asuntos Interiores Dr. Lepage, denunció los hechos y solicitó una Comisión para esclarecer lo sucedido.
A esta denuncia se agregó la del Diputado César Alayón frente al Fiscal General de la nación. Los abogados Héctor Valverde y Sergio Solórzano entregaron al Juez del Dpto. Atures la Notitia Criminis correspondiente.
El Viernes 29 de Junio un artículo del abogado Ramón Koesling inició una defensa de la actuación de Hermann Zingg y su gente, inaugurando una serie de informaciones sobre un supuesto “movimiento subversivo” en el Amazonas, del que a lo largo de ese tiempo, una parte de la prensa se hará eco.
La prensa no es culpable por sí misma. Lo es el capital que la soborna y la manipula. Títulares de los periódicos nacionales van construyendo como cortina de humo, una tramoya de opinión:
- “Tierra sin ley” (Diario de Caracas)
- “El Amazonas ¿un segundo Esequibo?”
- El hacendado Zingg acusa: “Quieren hacer del T.F. Amazonas aliviadero de guerrilleros y traficantes” (El Universal)
- “Un repunte guerrillero en el Amazonas observa el Dr. Morales Bello”. “Denuncia “lazos” entre el M- 19 y los líderes de la región”
- Alvarez Paz: “Narcotraficantes han convertido el Amazonas en “Tierra de nadie”
- Curiel: “Se puede perder el Amazonas” (Denuncia grupos conectados a intereses foráneos)
- “Gangsterismo terrofágico, Drogas y Contrabando, elementos de la crisis del Amazonas, según Diputado Julio César Moreno.”
- “Cambian oro por coca cerca del Amazonas”.
- “Viaje al mundo fantástico del Marx-indianismo”.
- “Amazonas, zona roja internacional”
- “La subversión está en el Amazonas”. Ramón Koesling.
- “Sectores de ultraizquierda pretenden internacionalizar la Amazonia”
- “Militarizar el Amazonas solicitarán a Lusinchi”.

El diario Panorama (14-05-1985) hizo un resumen de la poca capacidad inventiva de la poderosa derecha política venezolana al presentar un resumen del documental “El hallazgo del Dorado “, elaborado para televisión:
- “Necesidad de una política de fronteras y de ocupación del territorio: Hay gentes empeñadas en sentar barreras divisorias entre venezolanos indígenas y no indígenas...”
- “Un movimiento separatista sin precedentes en Venezuela pareciera estar surgiendo... los colonos han tenido que defenderse de la hostigación proveniente de los indígenas...”
- “La guerrilla ideológica en Venezuela tiene un campo de operaciones en el Territorio Federal Amazonas: … indígenas asistidos por exguerrilleros y un misionero venezolano de origen vasco, apoyado por el Vicario de Puerto Ayacucho, venezolano, de origen argentino, Mons. Ceccarelli... los “liberadores” de los indígenas cuentan con el sabio consejo del profesor de antropología de la Universidad Central, venezolano, de origen húngaro, Esteban Emilio Mosonyi.... Pedro Duno, hombre-contacto con Mohamad Kadhafi de Libia....”
- “La U.R.S.S. y la teología de la liberación....”
- “Del mito a la realidad»: evoca el fabuloso mito de El Dorado por la presencia de minerales estratégicos no-radioactivos, de importancia capital para el futuro. El título del documental era también alusión directa a las personas que, según ellos habían encontrado refugio permanente en el Territorio Amazonas, para llevar adelante sus campañas ideológicas en desconocimiento de valores consagrados por la Constitución venezolana”.

Todos los periódicos de mayor tiraje en Venezuela se hicieron eco de esa campaña de manipulación , aunque el que más virulencia y necedad demostró fue “El Diario de Caracas”.
Fue tan burda esa campaña que en Amazonas, como era de esperarse, nadie se la creyó. Lo que querían, era ocultar el verdadero problema. El periodista Earle Herrera lo resumió en un articulo con calculada sorna: “Búfalo Bill en elAmazonas. Marcial Lafuente Estefanía cuenta otra historia”.
Los tiros involucraban a la Iglesia, a las actividades de los jesuitas en el Ventuari, y a sacerdotes supuestamente simpatizantes de la ETA vasca, de la guerrilla sandinista y colombiana.
Las denuncias que Ceccarelli hiciera un día, contra las concesiones mineras de MAVA C.A., estaban cosechando las primeras retaliaciones.
Los indígenas en ese tiempo nos sentimos unidos, logramos un motivo para pelear juntos y sentir la necesidad de conformar una organización por la base.
Las organizaciones indígenas siempre habían nacido con un pecado original: eran, todas o casi todas, motivadas y dirigidas por los criollos, llámense, aliados, científicos o curas, pero esas organizaciones no calaban en el pueblo indígena que tenía otros problemas más terrenales e inmediatos, que las elucubraciones políticas que surgían en cada organización.
Amazonas se puso de moda. Nunca como en ese tiempo se habló tanto, (y casi siempre mal), del Amazonas.
El 18 de Julio, la Comisión Delegada del Congreso inició su debate. COPEI con Oswaldo Alvarez Paz, Paciano Padrón y Abdón Vivas Terán trataron de entorpecer las investigaciones. El Diputado Adelso González denunció la cortina de humo lanzada por la prensa para tratar de difuminar el problema.
Finalmente, la Delegada nombró una Comisión para visitar la zona y aclarar los hechos. Mientras tanto, la Comisión de Agricultura recomendó restituir la tierra a los piaroas.
Los diarios continuaron cubriendo el caso:
- “Paulina Gamus presidirá Comisión que irá a Amazonas”.
- “Comisión parlamentaria viajará mañana al Amazonas para investigar irregularidades...”
- “Presuntas torturas a piaroas discute Comisión Delegada.”
- “Diputados investigan atropellos a piaroas”.
- “Investigación a fondo sobre el caso de los Piaroas”.
- “La Comisión citará a 17 testigos”
- “Interpelados el Mayor Milano, Héctor Valverde y Rubén Montoya”.

La imparcialidad de la comisión fue puesta en duda en una carta del Obispo Ceccarelli dirigida al Presidente del Congreso, Dr. Leandro Mora, asunto del que la prensa se hizo eco inmediatamente:
- “El obispo denuncia parcialidad de la Comisión del Congreso”.
- “Está parcializada comisión que viajó al Amazonas a investigar atropellos a Piaroas”.
- “De manipular resultados de su investigación sobre los piaroas acusa Diputado a Comisión Especial”.
- “Ese informe defiende a Zingg y olvida a los piaroas”.
- “Aumenta oposición al informe parlamentario sobre el Amazonas”.
- “Admite vocero de la Comisión de Diputados que sus miembros durmieron en hato de Zingg.”.
- Rafael Elino Martínez: “Paulina Gamus manipuló el Informe”.
- “La Comisión no va aceptar presiones”.
- “El Informe de la Comisión de Fronteras sobre los Piaroa, es un arroz con mango”.

La sociedad y las instituciones, en general apoyaron la denuncia y condenaron las calumnias de Koesling, Rotondaro, Schmidt y compañía, contra el obispo Ceccarelli.
- El Provincial de la Compañia de Jesús: “El Dr. Rotondaro hace declaraciones falsas y calumniosas”.
- “Hay interés en tildar de comunistas a quienes defienden los derechos de los Piaroa”.
- “El Cardenal Lebrún respalda al Vicario de Puerto Ayacucho”.
- “Rotondaro desconoce la obra de alfabetización, promoción y educación de los misioneros”.
- Mayor Sergio Milano (GN): “En la selva del Amazonas es imposible la subversión”.
- Ramón Darío Godoy, expresidente del IAN: “Zingg ocupa ilegalmente el valle de Manapiare”
- El Fiscal General: “La Fiscalía constató maltratos a piaroas”.
- Rafael Elino Martínez: “Superficial el diagnóstico del MRI sobre el problema de Amazonas”.

Con este repaso que hago por la prensa de aquellos meses trato de hacer notar no sólo lo que se dijo, sino lo que se ocultaba debajo de las palabras.
La solución salomónica del Estado por un lado, devolvió las tierras a los indígenas, y por el otro, favoreció a Zingg a quien pagó bienhechurías y reubicó en otras tierras... mejores que aquellas.

Al poco tiempo se realizó en Caño Grulla el Primer Congreso Piaroa y poco a poco, fueron naciendo organizaciones indígenas que ayudaron a tomar conciencia. Yo mismo constaté mi evolución de pensamiento, comparando el tiempo que viví en Atabapo y ahora, cuando me involucré en estas peleas y movimientos.
Durante este período caliente de escándalo periodístico, de visitas parlamentarias, acusaciones y calumnias hicieron de Amazonas el best seller periodístico nacional. Algunos medios lo presentaron como la zona más peligrosa del país; fueron después estos mismos medios, los que fomentaron el arribo de un nuevo mesianismo y panacea ante los problemas vividos: un gobernador militar.
Así el Estado tendría la seguridad de que la tan cacareada subversión del Amazonas se frenaría de repente.
El General Müller Rojas fue el elegido para sustituir al Sr. Rumeno Armas Salazar. “En el Amazonas se requiere un hombre con visión estratégica”, dijo el Presidente Lusinchi el 21 de Agosto de1984.
Al poco tiempo, el nuevo Gobernador anunció que “en Amazonas no hay ningún indicio que permita presumir la existencia inminente de una amenaza a la seguridad del Estado”.
El Estado se había creído el cuento de la “subversión” contado por los medios. Al instante, reconoció que los tan cacareados “peligros” desaparecieron, porque eran inexistentes, y que los problemas auténticos eran otros, que estaban presentes desde siglos y que el Estado en realidad, nunca había afrontado con seriedad.
Al General Müller Rojas, al siguiente año, se le pedirá la renuncia después de las denuncias que él hiciera sobre la compra de municiones y equipos militares en donde se involucraba a altos cargos militares. La razón que el Ministro Lepage dio para cambiarle fue la conveniencia de que en Amazonas, “la tierra de nadie”, gobernara un militar activo, pues Müller ya había pasado a la reserva. Yo creo en cambio, que fueron otras las razones. Müller Rojas era una persona de ideas liberales y que no aceptaba dogmas sobre las personas.
Tal vez el gobierno pensaba que el nuevo gobernador iba a mostrarse más enérgico con los supuestos cabecillas de la “subversión”, Pedro Duno, Héctor Valverde, Montoya, los curas etc. Müller Rojas no hizo caso a expectativas del ala más recalcitrante del gobierno y por eso fue removido.

En Diciembre de 1984, se inauguró el Museo Etnológico de PuertoAyacucho después de años de trabajo, en los que yo también puse mi granito de arena, ayudando al antropólogo Alejandro Signi y al Hno. Carlos Toso. Fueron muchas las tardes y los trasnochos para lograr terminarlo para el día fijado de la inauguración.
El día 15 de Diciembre las autoridades ya estaban en la puerta y nosotros todavía estábamos pegando el último afiche. Fue una carrera contra el tiempo, pero todos admiraron la obra que nadie sospechaba: una sala General y cinco salas para las cinco etnias más numerosas del Amazonas, el Salón audiovisual y el salón de muestras temporales.
Actualmente se está remodelando la nueva sede. Es una lástima que no reciba todo el apoyo necesario para una obra tan importante para la ciudad.

El nuevo Gobernador militar fue el General Vargas Chirinos, a quien el presidente Lusinchi le transmitió el deseo de “erradicar cualquier intento de subvertir el orden público”. Esto indicaba que en el Gobierno nacional había calado profundamente la manipulación de la prensa sobre el caso Wanay, la “tierra de nadie”, pues daba la impresión que el “coco”de la subversión de Amazonas seguía latente.
El general Vargas Chirinos lanzó su programa que no varió nada del rosario de buenas intenciones que presentaba cada gobernador:
- “Es imprescindible desarrollar el Amazonas: Hay que incrementar la mediana y pequeña industria y desarrollar programas agrícolas para mejorar la situación económica de los nativos del Amazonas. También incentivar el turismo. Hay que tomar en cuenta también el aspecto sanitario y educativo… sectores prioritarios en la acción de este gobierno.... Voy a ser duro contra lo que signifique drogas, contrabando y violencia...”
Lo de siempre. Los discursos iniciales de los gobernantes suelen ser más largos que los de despedida...

En Enero de 1985, el Papa Juan Pablo II hizo su visita a Venezuela. Amazonas no estaba en la agenda de su viaje. Fue Guayana el lugar de encuentro para toda la zona sur de Venezuela. Una delegación numerosa de indígenas representamos al Amazonas.
Yo también participé en el recibimiento solemne, pues fui el encargado de leer el discurso en nombre de todos ellos. Me obligaron a ponerme un guayuco y me pintaron el cuerpo con onoto. Yo nunca había vestido guayuco, pues mi gente hacía siglos que no lo usaba. Te confieso que me sentí como un actor de teatro o como un payaso.
Funcionaba el tópico que vendía folklore, no autenticidad: el guayuco. ¿Era eso lo que me hacía indígena? ¿Por qué quieren que conservemos nuestra cultura si ésta no es tomada en cuenta? ¿Para adornar el ambiente y crear un halo de exotismo ante turistas o famosos visitantes? ¿Tal vez yo ya he dejado de ser indio? ¿Tal vez muchos de nosotros ya no somos indígenas? Hemos entrado en la rueda trituradora y globalizadora de una cultura única que impone sus pautas. ¿No hubo un gobernador en Amazonas que consideró el vocablo “indígena” como racista y discriminatorio?
Nuestras comunidades están minadas en la raíz desde que entró el concepto de trabajo asalariado. Corrompió toda estructura: el maestro... el motobombero... el plantero... el comisario… y últimamente hasta los capitanes. Antes, nuestras comunidades estaban limpias y las casas bien hechas y cómodas. Ahora nuestros pueblos se dejan invadir por el monte, esperando que la alcaldía o la gobernación organice un “plan hallaquero” o propordone trabajo eventual durante una o dos semanas.
Ingresamos en la corriente de esa cultura que nos quita la libertad y nos esclaviza. El que manda en la comunidad es, casi siempre, el menos indio de todos. Si no es mestizo, es aquel que tiene en su reciente genealogía algún ancestro criollo. El capitán y los ancianos son figuras decorativas. Los que mandan son los jóvenes, los que detentan algún cargo y que se mueven bien en los ambientes políticos, siempre en propio provecho.
Los españoles, cuando llegaron, nos hicieron dos “regalos” que a la larga trajeron graves consecuencias para nosotros: la idea de “culpa” y la idea de “progreso “.
La idea de culpa, de pecado, revoloteó y vagó libre sobre todo lo indígena: la lengua, las costumbres, la religión. Los españoles de ayer y los criollos de hoy, demonizaron todo lo nuestro.
La idea de “progreso” satanizó nuestras costumbres, nuestra ciencia, nuestra concepción de mundo: “el indio debe salir del atraso”, “debe abandonar esos “dialectos” y aprender la lengua castellano”. La idea de ‘progreso” nos hizo sujetos privilegiados de un evolucionismo cultural, condenados a cambiar o a morir. Nuestros logros a nivel técnico, material y nuestros valores espirituales, no servían si no evolucionaban hacia lo que ellos nos presentaban.
Es muy duro ser indio… y creo que no hay vuelta atrás. Nuestros pueblos y nuestro mundo se está llenando de vacío, se deshace poco apoco... ¿o rápidamente?... por contacto, por el simple roce, por ese eufemismo que encierra la famosa “interculturalidad” tan cacareada por ustedes, los antropólogos, los sicólogos y universitarios en general.
No puede haber interculturalidad, cuando el indígena tiene que aprender y conocer todo lo de ustedes (hasta las trampas y triquiñuelas) para ser alguien, y en cambio, la otra cultura no conoce nada de la nuestra... ¿es eso “educación intercultural”?
Bueno, vamos a dejar estas cosas serias, que por lo demás ya las he discutido contigo varias veces, y sigamos con mis aventuras.

En Ayacucho viví esos años de estudio, pero de vago, a costa del sueldo de mi papá y de mi tía Amelia.
Gracias a un compañero de mi tío Idalino, de los años del Asilo Pío XI que ocupaba un puesto relevante en el partido Acción Democrática, mi papá consiguió un puesto de guachimán en una escuela y a mi tía Amelia le dieron otro de bedel en la Gobernación. Gracias a esa ayuda, mi papá fue arreglando la casa en la laja del barrio Unión.
Durante mis años de bachillerato en el Liceo Aguerrevere, como es natural entre los jóvenes, la relación era fundamental. Yo tenía un grupo de amigos reducido, algunos de la Residencia indígena y otros del grupo del cura Premarini...
Yo veía a mis çompañeros que muy pronto encontraban fácilmente una muchacha con la que compartían más, la “jeba”como decimos. Yo noté siempre la dficultad de encontrar esa muchacha que intimara más conmigo. Sí, tuve muchas amigas, alguna de ellas me hicieron creer que tenían interés por mí. Yo me desvivía sirviéndolas, brindándolas, pero a la larga vi que lo que había era interés y, apenas aparecía otro más vivo, o menos indio que yo, desaparecían.
Hice todos los experimentos. Me comporté bien y estudié como nunca para que me admiraran. Al rato noté que no era eso lo que las atraía. Los más malandros del Liceo eran, los más exitosos con las muchachas. Me hice malandro, abandoné el ritmo de estudio y hasta me hice raspar alguna materia para asemejarme más a ellos.
Entré en la pandilla de mi barrio y comencé a fumar y a probar mis primeros pitos de marihuana, me trasnochaba recorriendo todas las fiestas de fin de semana. Más de una vez llegué al Liceo con la marca de una riña o pelea callejera, heridas que yo ostentaba con orgullo frente a las muchachas y que me daban un aire de pendenciero.
También fracasé con esta táctica y me dejé de tonterías. Volví a tomar el ritmo de estudios para evitar que me rasparan en el último año y así, finalmente, pude graduarme.
Maduré con los golpes. El amor no es cosa de disfraces ni pantallas. Un día, frente al espejo de la casa, tratando de rasurarme los cuatro pelos aprendices de bigote, me di cuenta que el indio lleva en su cara un estigma para una sociedad como la de Puerto Ayacucho, en la que el elemento y el prototipo modelo era, cada vez más, la del blanco o criollo. El racismo no se notaba en las relaciones banales cuotidianas, pero cuando de otras relaciones se trataba, se rehuía al indio, se lo marginaba.
La visita al “Italia”, hotelucho alegre de la avenida Aguerrevere, resolvía mis problemas más urgentes. Allí vi a otros, que como yo tenían poco éxito en el arte de la conquista.
El mestizaje en Amazonas aumenta, no por las uniones libres o permanentes de indio con criolla, sino de las múltiples uniones de india con criollo. Fíjate en San Fernando, en San Carlos, Maroa y otras poblaciones, cuántas madres solteras con varios hijos de guardias, marinos, y otros visitantes pasajeros. Fíjate también en esas poblaciones, la dificultad que tienen algunos jóvenes para encontrar mujeres de su edad como esposas, teniendo que contentarse con parejas mucho mayores que ellos o llevar vida marital con una mujer cargada de hijos habidos con otros...
Esa fue mi experiencia. Como tú sabes, en mis peripecias por Caracas me encontré con Alicia con tres hijos de otro y soporté a Olimpia, una suegra regañona. Pero Alicia me aceptó por lo que era, con mi cara de indio, aún sin tener trabajo, sinceramente, desinteresada.

Para el año 1987, en pleno gobierno de Lusinchi, era Gobernador de Amazonas el General Vargas Chirinos y Secretario General de Acción Democrática, partido de gobierno, un joven político que se convertiría poco a poco en un “fenómeno” electoral: Bernabé Gutiérrez.
La situación económica del Territorio Amazonas no era muy boyante, pero comparándola con la de ahora, me dan risa las cfras que se publicaban en los periódicos amazonenses. “La Prensa del Sur” del 7 de Mayo señalaba los precios en el interior del Amazonas:
- La gasolina a Bs. 2.000 el tambor.
- La leche a Bs. 95 la lata.
- La harina pan a Bs. 14 el kg.
- El azúcar a Bs. 14 el kg.
- El aceite a Bs.20 el litro.
- El jabón a Bs. 5 la panela
- La sal a Bs. 6 el kg.
- El arroz a Bs. 14 el kg.
- La cebolla a Bs.30 el kg.
El pasaj e por avioneta de:
- Puerto Ayacucho - San Carlos de Río Negro: Bs. 1.000.
- Puerto Ayacucho - Maroa: Bs. 800.
- Puerto Ayacucho - San Fernando de Atabapo: Bs. 500.
- Puerto Ayacucho - San Juan de Manapiare: Bs. 500

La tan anunciada y esperada carretera Caicara - Puerto Ayacucho no lograba terminarse, por lo que la única comunicación con el centro de Venezuela era por avión. Aeropostal, la línea que llegaba al Amazonas, tenía una política de precios muy interesante con las regiones del sur: cuanto más pobres eran, más costoso era el pasaje. Y se ponía este ejemplo:
“La duración del vuelo Puerto Ayacucho - San Fernando de Apure era de 20 minutos y costaba Bs. 397 mientras que el vuelo desde San Fernando de Apure a Maiquetía, de 40 minutos de duración costaba sólo Bs. 325”.
Hasta por el aire Amazonas salía perdiendo...

Esta fue una época caracterizada por la gran intensidad política, o más bien, politiquera. Si esta misma intensidad se diera en el campo económico y productivo, Amazonas sería hoy una de las entidades más prósperas del país.
La búsqueda del poder se convirtió en una especie de piñata.
En sólo 6 años se sentaron en la silla de la gobernación nada menos que 8 gobernadores:
- Rumeno Armas Salazar en febrero de 1984.
- General Müller Rojas en agosto de 1984.
- General Vargas Chirinos en julio de 1985.
- Bernabé Gutiérrez Parra en julio de 1987.
- Enrique Betancourt en mayo de 1988.
- Rafael A. Polanía en febrero de 1989.
- Antonio Mirabal R. en ese mismo año 1989.
- Edgar Sayago en mayo de 1990.
Sus gobiernos fueron breves y anodinos. No se sabe si algunos de estos gobiernos fueron anodinos por su brevedad, o si fueron breves por ser tan anodinos.
Si a esto se le añadía el baile continuo de los Presidentes del Concejo Municipal, con entradas y salidas, a la cárcel incluidas, con amores y desamores, con declaraciones de odio y profesiones de fe, dinámicas y cambiantes, podemos concluir que la política fue la industria preponderante y la más próspera de nuestro estado.

Rumeno Armas Salazar fue nombrado Gobernador de Amazonas. Extrañó un poco, pues no era un hombre de Partido. Dueño de la empresa comercial más fuerte de Puerto Ayacucho, gerente moderno y de ideas emprendedoras, pronto se destacó al modernizar su empresa y superar la mentalidad de bodegueros que predominaba entre sus colegas.
No aguantó mucho. Era muy buena gente, pero su capacidad de aguante frente a la rapacidad famélica de sus “compañeros de viaje” no era equiparable a su astucia, buen hacer y chispa para los negocios.
En ese tiempo surgió la estrella política de un joven audaz y ambicioso que, poco a poco, había dejado a la vera del camino a añosos robles, fundadores y estandartes del Partido Acción Democrática. Sin gran preparación, pasó por encima de profesionales que ostentaban pomposos títulos. Rodeado, unas veces de palafraneros adulantes y otras, de bandas de choque muy “convincentes” fue Bernabé Gutiérrez Parra, el nuevo cacique que se impuso en la selva política del momento.
Alumno aventajado y con un “master” en el curso de demagogia política dictado por CAP, captó rápidamente las debilidades del pueblo. Su movilidad por todo el Territorio, su cercanía a todo lo popular, la demostración de riqueza regando los caminos con billetes, la capacidad de estar bien con todos los poderes fácticos, Iglesia, Fuerzas Armadas, Sindicatos, Prensa... Presentaba una imagen de un Amazonas viviendo una “edad de oro”, de un Renacimiento. Sobre todo para algunos...
Los contratiempos que surgían en el campo laboral se aplacaban rápidamente. Bastaba con invitar a una reunión a los líderes sindicalistas que más gritaban... y un pacto secreto acallaba milagrosamente las protestas.
Manejó al amigo y al adversario con astucia florentina. Personajes que perdieron el favor del “Príncipe” y que su lengua o su pluma arrojaron los peores epítetos e insultos contra él, a los pocos meses, se arrastraban melosos cantando sus proezas y aciertos en discursos o programas radiales.
Desconozco si esto se debía a su excesiva capacidad de perdón, o si en cambio, era simplemente una demostración más, de que el estómago siempre obliga a la política a ser dinámica y cambiante.

Su capacidad de realizar obras de relumbrón para la ciudad, como fueron la reestructuración de la Plaza Bolívar con caballo incluido, o la construcción de la “Avenida - autopista” Orinoco, que si bien no mejoró el tránsito, dio a Puerto Ayacucho cierto aire de gran ciudad, dieron a la figura del político un realce innovador y progresista.
No importaba que los problemas reales de urbanismo de la capital quedaran relegados. Las fiestas, las Navidades, los Carnavales, las caravanas con reparto de billetes incluido, penetraron fuertemente en el recuerdo popular y fue punto de comparación para los gobiernos del futuro... “Con Bernabé se vivía mejor...”



Fuga en FA Mayor
1987...

Yo era un bachiller fracasado, defraudado, como la gran mayoría de los bachilleres de Amazonas. Un muro de cemento armado se alzaba delante de nosotros cortando todo tipo de aspiraciones normales, tales como el seguir estudiando, progresar y hacernos un hueco en la sociedad.
Como indígena aprendí pronto que si no cambiaba de mentalidad, me quedaría en la cuneta, marginado de una sociedad basada en la competencia.
El indio tiene una gran cualidad humana: la impasibilidad y serenidad frente a la prisa histérica del criollo. El indio no tiene apuro, la prisa no le permite pensar rápidamente. Siempre consideré estas cualidades como algo que nos hace, si no superiores, sí más humanos que ellos.
Pero es un arma de doble filo. La sociedad criolla que nos invade irremediablemente, está basada en un paradigma en el que la eficacia, la velocidad, la carrera contra el tiempo y la mentalidad de proyecto y programación, son dogmas difícilmente asumibles por el mundo indígena.
Hay un refrán que dice: “Chivo que se devuelve, se esnuca”. Pensé en ello también. Este cambio de actitud que estoy notando en mi vida, ¿es irreversible? ¿Ya no podré volver a lo anterior sin peligro de desnucarme?
Muy pronto capté que si yo no corría, siempre llegaría tarde a todo. Siempre tendría a alguien que me superaría en la consecución de trabajo, de una oportunidad en cualquiera de mis aspiraciones. Entendí que debía tomar una decisión. Estaba acostumbrado a esperar que se presentara una oportunidad. ¿Me adelantaría ahora, aún a riesgo de perder la memoria de mi pasado y dejar que todo lo mío cayera en el abismo del olvido? ¿Estaba convencido que cuando me lo propusiera, podría regresar y ser el mismo de antes..?

Y fue así cómo un día de agosto, me vi en una gabarra que hacía el viaje de Puerto Ayacucho a Cabruta. Mi amigo Camico y yo, pagamos el pasaje con el trabajo de caleteros en el muelle de Ayacucho y en Cabruta.
Iniciamos nuestra aventura con muy poco dinero en el bolsillo y gran parte de él tuvimos que gastarlo en el autobús de los Llanos, pues nos cansamos de esperar una “cola” de algún camión, pero no nos aceptaron. Tal vez nuestros rasgos indígenas pronunciados, comenzaban a darnos las primeras sorpresas.
Llegamos a la Encrucijada y, después de comer unas empanadas con una malta, comenzamos a recorrer nuestro calvario para conseguir una “cola “para Caracas. Carros, camiones, gandolas, autobuseros… hasta que nos sonrió la suerte.
Un autobusero con el bigote lleno de grasa, que hacía grandes esfuerzos para comerse una empanada de cohino en dos bocados, miró con benevolencia nuestra pinta de “limpios”.
- ¿De dónde vienen?
- De Amazonas.
- ¿Tienen cédula?
-Sí.
Y sin preguntarnos más nos dijo:
- Yo voy vía Los Teques...
- No importa. Muchas gracias.
- Salimos ya, en cuanto termine de desayunar. Es aquella de color azul – dijo señalándola con la mirada.
Felices, nos subimos a una buseta más desvencijada por fuera que por dentro. El viaje nos preconizaba el cambio de suerte en las nuevas aventuras que estábamos iniciando.
Aguantando el sueño, contemplábamos el paisaje. Unos verdes distintos a los del Amazonas, rotos por zonas de viviendas a lo largo de la carretera, en donde se mezclaban las casitas rurales con edificios de dos o más plantas, y zonas de ranchos que cabalgaban unos sobre otros, como rojos equilibristas de un circo.
La llegada a Caracas produjo en mí una mezcla de alegría y miedo. Fue una decisión mía, pero desconocía en realidad todo lo que me esperaba. Mi mente e imaginación, extrañamente, corría a más velocidad de la que aquella enorme masa de carros se movía por la autopista.
- ¿Nos deja cerca del Nuevo Circo? - le dije como si conociera Caracas.
- ¿Saben por qué les di la “cola”?
- No.
- Porque yo hace 37 años, hice lo que ustedes están haciendo ahora. Me escapé de un miserable ranchito llanero a buscar mi vida en Caracas.
- ¿Le fue bien? – pregunté.
- Tuve que aguantar mucho. Y eso es lo que les espera a ustedes.... Sólo si resisten lograrán lo que quieren... Los dejo en aquella esquina, ustedes suben por esa calle y caen derechito al Nuevo Circo.

Eran las cinco de la tarde y allí estábamos frente al monstruo.
Mi compañero tenía más cara de asustado que yo. El Nuevo Circo era un bullir de gente que iba y venía en medio de una atmósfera contaminada por los tubos de escape de centenares de autobuses y carros. En cada esquina y a lo largo de las calles que rodeaban la enorme explanada, nos tropezábamos con vendedores y vendedoras que vendían de todo, desde chicles a ciruelas, de cinturones y zapatos, franelas y medias, aguacates, interiores, lapiceros, chicha, jugo de caña, estampas religiosas y estatuillas de José Gregorio Hernández, María Lionza, el Negro Felipe y Guaicaipuro...
El olor a fritangas de todo tipo, nos abrió el apetito. Esa noche cenamos gracias a lo que ahorramos en el pasaje a Caracas. ¿Dónde dormiríamos? Por ahora, ni lo pensábamos. Estábamos más preocupados por conseguir un trabajito... de lo que fuera, desde recoger basura, a lo que se presentara.
Vi un negro que vendía relojes y pensé: “¿Si él consiguió trabajo ¿por qué yo no?” Me le acerqué y le pregunté:
- Habla con aquel señor alto, que está a la entrada del túnel - me respondió.
Después de un largo interrogatorio sobre la procedencia y nuestras intenciones, nos dio una esperanza para el día siguiente.
Dormimos esa noche ¿dormimos? Descansamos en los bancos de un jardín pequeño que está delante de la Iglesia de Santa Teresa. La noche se me hizo muy larga.
A Camico lo notaba muy desanimado.
- Baj, yo creo que me devuelvo... – me confesó.
Duró pocos días más, y desapareció. Apenitas consiguió reunir unos reales barriendo las escaleras del subterráneo del Nuevo Circo, supliendo a un barrendero que le daba un porcentaje, compró su pasaje y desapareció.
- Esto no es pa nosotros, Baj... – me dijo.
Sentí la tentación de acompañarle pero me detuve a tiempo.

La charla con el jefe de una red de buhoneros, una especie de “capo” mafioso que medraba gracias al hambre de sus modernos esclavos, me resultó después de estipular las normas y los porcentajes.
Primero me dio un fajo de medias de deporte para que me estableciera en el pasadizo que comunicaba con La Hoyada. Allí estuve varios días gritando como desesperado: “¡Medias! ¡Medias! ¡Compre sus medias de deporte!” “¡Medias para todo tipo de deporte!” Los primeros días no me fue mal y recibí el porcentaje correspondiente a la venta.
El mafioso tenía otros planes para mí. Cuando supo que yo era un indio de Amazonas, le brillaron los ojos y me propuso el plan.
- Desde mañana vas a vender ensalmos, aguas milagrosas, hierbas medicinales, perfumes y otras cosas extrañas. Tú eres indio, debes saber algo de eso ¿o no?
Yo lo que quería era ganar la plata que necesitaba para estabilizarme, comer e ir a dormir a un sitio cómodo. Por este motivo, le mentí.
- Soy experto en eso, señor… conozco todo tipo de “pusanas” y “contras”.
- ¿Qué es eso? - preguntó interesado.
- La pusanas son matas que producen todos aquellos efluvios necesarios para enamorar a las parejas. Y las “contras” son las matas que limpian de la pava e impiden las malas influencias...
- ¡Estupendo! - dijo el hombre más con sus ojos que con su boca.
A los dos días, cualquiera me podía ver sentado, medio cuerpo desnudo y pintado, con un gran sombrero de plumas y muy serio, en el sillón de un quiosco de la parte oeste del Nuevo Circo. “EL GRAN SHAMAN DE AMAZONAS”, se leía en un gran rótulo con letras rojas. “Todo tipo de oraciones, hierbas sagradas y misteriosas recetas procedentes de lo más profundo de la selva del Amazonas”.
Ahí puse en práctica todo lo que desde pequeño había escuchado de boca de mi papá y mi tío Idalino. Ninguna de aquellas hierbas eran del Amazonas y la enorme cantidad de frasquitos y botellitas con aguas y esencias de todos los colores, no tenían nada que ver con los efectos que esperaban los incautos compradores.
Yo hice mi teatro por varias semanas. A los enfermos que querían someterse a un ensalme, pasaban y yo les rociaba con una ramito mientras pronunciaba unas cuantas frases en kurripako, en donde mezclando groserías con otras palabras, me reía de los crédulos caraqueños.
No se crean que era solamente gente pobre la que se acercaba. Como yo les hacía un interrogatorio ritual, varios profesionales bien trajeados y mujeres bien encopetadas y elegantes, se acercaban también en búsqueda de la solución a sus penas amatorias o con fines de luchar contra las malas influencias que los agobiaban... Mi trabajo consistía en estar sentado al fondo del quiosco y aguantar las ganas de reirme de la imbecilidad humana.
El capo encontró en mí una mina de plata. El atendía el negocio directamente. Cada solicitud de los clientes me la consultaba con dos frasquitos en las manos. Yo soltaba mi parrafada en kurripako y le señalaba siempre el de la mano derecha, que era el más caro. La gente quedaba más satisfecha aún, si yo les rociaba con una pequeña ramita.
Se formaban colas muy largas por la acera. Las peticiones eran muy variadas: jaquecas, mal de amores, frigidez, eyaculación precoz, influencias pavosas, mal de ojo, daños, migrañas etc...
Gracias a lo que ganaba, pude alquilar una habitación en una residencia miserable en la parte sur del Silencio pero, al ver la mina de oro en la que me había convertido, el jefe me ofreció una habitación en su casa, a la entrada de Catia. Tal vez temía que me escapara.
Cuando pasó el primer mes, le pedí aumento de sueldo. Me respondió con una sonrisa zalamera.
- Para el próximo mes...
- No, yo necesito plata ahora. Tengo que enviar a mi gente algo de dinero.
- ¿Qué vas a hacer? En ningún sitio vas a ganar lo que ganas aquí. Además no te olvides que no te cobro la habitación...
Comencé a recoger mis pocas cosas personales y las fui metiendo lentamente en el morral...
- Está bien, chamo, está bien.., te subo 1.000 Bolívares.
- 4.000 - le contesté yo.
- Si huevón... ¿Me viste cara de millonario?
- 4.0000 me voy... – dije con resolución.
Me miró con unos ojos en los que pude leer el peligro en el que me podría encontrar si seguía allí:
- Lo pensaré, - dijo - mañana te responderé.

Era lunes. Mi día libre. Cogí mi morral y me puse a caminar.
Estaba decidido a dejar esa forma estúpida de sobrevivir enriqueciendo a otra persona. Caminaba por Sabana Grande y contemplaba los escaparates de los comercios. Hasta allí habían llegado los buhoneros que ocupaban toda la calle haciéndole competencia a los elevados precios de los comercios.
Mientras degustaba un perro caliente con una coca cola en una de las esquinas se paró una patrulla de la policía. Tuve un mal presentimiento que rápidamente se confirmó. Después de pedirme la libreta militar, me vi dentro de la patrulla junto con tres jóvenes más que me saludaron con cara de resignación.
Traspasamos la puerta del Centro de Alistamiento Militar al lado del Fuerte Tiuna. Grupos e hileras de jóvenes sentados, unos asustados, otros aburridos y otros echando “vainas” y contando chistes, esperaban la entrevista y la definición de su futuro servicio “voluntario” a la Patria.
Mientras esperaba resignado, a pleno sol, en el patio de cemento, rebobiné todas las aventuras que había pasado en los últimos años. El tiempo que viví en Puerto Inírida para escaparme de la recluta, mi fuga a Puerto Ayacucho para estudiar bachillerato, mi huída a Caracas buscando la manera de demostrar que un indio también podía triunfar en medio de un mundo extraño. Tanto esfuerzo, para caer ahora en la trampa de un servicio militar que yo siempre odié.
Me habían incautado el morral, pero en mi cartera conservaba una lista de teléfonos que yo guardaba para casos de emergencia. Repasé con calma la lista sin gran esperanza de que la solución bajara del cielo por medio de un hilo telefónico.
Se me prendió el bombillo cuando encontré tu teléfono de la Universidad. Varias veces tuve la tentación de llamarte cuando llegué a Caracas, pero yo quería resolver primero mi situación de residencia y tener mi forma de subsistencia autónoma. Ahora había llegado el momento de pedirte auxilio. Pero ¿para qué? ¿Qué podría hacer un profesor, un antropólogo de la UCV, para sacarme de este lío? Guardé la lista de teléfonos y seguí esperando la primera entrevista.
A la mañana siguiente, después de unas carreras de ejercicio y de un desayuno de campaña comenzamos a caminar en varias filas para las primeras entrevistas.
- ¿Apellidos y Nombres? - preguntó un cabo, delante de una máquina de escribir
- Baj Yavinape.
- ¿N° de Cédula?
- 8.670.050.
Y así, fue haciendo preguntas y escribiendo respuestas. Luego me dijo que esperara afuera a que me llamaran.
Como a las 11 de la mañana sonó mi nombre.
- ¡¡Baj Yavinape!!
Me dirigí a la oficina y me presenté a un joven teniente que me saludó con una sonrisa.
- ¿De Amazonas? ¿De San Fernando de Atabapo?
- Sí señor
- ¿Naciste en San Fernando?
- En un pueblito del Atabapo, en Marama.
- Lo conozco, yo estuve un año en San Fernando. ¿Por qué te agarraron aquí? - el teniente me dio la impresión de que quería ayudarme.
- Me vine a trabajar para tratar de seguir estudiando.
- ¿Tienes tu partida de nacimiento?
- No la cargo.
- Lástima… Consíguemela para pasado mañana y yo te ayudo a salir de aquí.
- ¿Me deja un teléfono? - respondí inmediatamente.
Con el nerviosismo natural busqué mi lista de teléfonos y marqué el número de la Universidad. Mientras te buscaban pensé rápidamente todo lo que había de decirte.
- Omar, soy Baj. Por favor, contacta al Prof Juan Noguera en Ayacucho para que vaya a mi casa y te envíe rápidamente mi Partida de Nacimiento. Ven lo más rápido que puedas. Me reclutaron. Ya hablaremos.
La partida de nacimiento llegó a tiempo y me salvé nuevamente de la recluta. Nunca había sentido tanta gratitud por un militar.

Y esta fue mi historia hasta que te llamé. De aquí en adelante, ya conoces mi vida. Seguiré escribiendo por la insistencia de ese psicólogo amigo tuyo, el Dr. Alejandro Moreno, que se empeñó en que escribiera mi diario o “historia de vida” para no sé qué tipo de estudio que está realizando... Ustedes, los intelectuales, son un poco extraños, son como los magos, tratan de sacar de un pozo vacío enorme cantidad de cosas.
Cuando estuviste en Puerto Ayacucho, en aquellos encuentros de Indígenas, Misioneros y Antropólogos, me habías ofrecido la posibilidad de estudiar en la UCV. Yo nunca creí que eso pudiera darse, pues los medios con los que contaba, no me permitían ciertos sueños. Vine a Caracas, pero ya no con la idea de estudia. Quería labrarme mi camino de una forma autónoma. Por eso no contacté contigo. Después, tu reflexión me convenció que había sido un estúpido.
En efecto, gracias a tu apoyo conseguí el puesto de informante de la lengua kurripako en los Cursos de Postgrado enAntropología. Una nueva vida comenzó para mí. En mis ratos libres asistía como oyente a las diversas clases que se daban en la Escuela de Antropología. Con mi cara inconfundible de indio, me convertí en la estrella de la Escuela y todos me trataban estupendamente.
Los estudiantes y algunos profesores, tenían una idea del indio como un ser metafisico, extraterrestre, dañado por el contacto con los españoles desde el siglo XV. Daba la impresión que los indios de hoy y los españoles o criollos de ahora, no tuvieran nada que ver… Yo les seguía el juego y, muchas veces, les decía todo lo que ellos querían escuchar...
Profesores que repetían a autores rarísimos como Malinowsky, Levi Strauss, M. Mead, y otros, pero que desconocían todo sobre el alma del indio. Todo era una mezcla de dogmas que se iban trenzando, hasta dar como resultado la idea de indio que ellos consideraban lógica.
Frecuentaba las conferencias o foros que se daban en el Salón Naranja o en cualquier auditorio de la facultad de Economía o Ingeniería. Yo me divertía al oir hablar del indio con tanta seguridad y conocimiento. Nunca había conocido tanto sobre mí mismo...
Cierta vez, en un foro sobre Educación Intercultural Bilingüe, después de varias horas de discusión participativa sobre interculturalidad y bilingüismo, cuando estaban recogiéndose las Conclusiones para elaborar una petición al Ministerio de Educación, pedí la palabra y les dije brevemente:
- ¿Ustedes creen realmente en la posibilidad de que exista la interculturalidad? Yo no. ¿De veras creen que es posible la interculturación entre un inmenso rebaño de tigres y un minúsculo grupo de venados?...
Se armó la sampablera entre moderados y extremistas, los dejé peleando entre ellos y me escapé del salón de conferencias, muerto de risa.
Recuerdo que en el Comedor de la universidad me regañaste por esa actitud tan pesimista y negativa.
- Es la mía - te respondí - ¿Tú crees que 18 millones de criollos pueden “interculturarse” con cuatro miserables indios?
- Ya discutiremos eso – me dijiste - Ahora vamos a comer.

Me diste alojamiento confortable en tu casa, pero yo no me hallaba a gusto. Me sentía un estorbo. Tú tenías tu mujer y tus hijos y me sentía como fuera de sitio. Fue cuando me empaté con Alicia. Fue un flechazo. Y cambié tu confortable apartamento de Santa Mónica por un miserable rancho en el barrio “1 °de Noviembre” de Petare. Y lo peor de todo, aguantando a la insoportable Olimpia mi supersuegra...

Los años siguientes pasaron como tú ya sabes, cumpliendo mi papel de pequeño burócrata y tratando de profundizar un poco, en este mundo criollo en el que yo esperaba triunfar. No quise hacerte caso en lo de inscribirme en la Universidad. Me sentía más libre asistiendo a las clases que me interesaban y a las charlas y foros que me atraían.
Me divertía con las listas de los profesores que los estudiantes escribían en las pizarras catalogándolos de más a menos “piratas’…
Nunca perdía las clases de Historia de Venezuela de un viejo profesor llamado Sáez Mérida. Electrizaba al alumnado con una presentación profunda y amena de la historia.
No permitía fumar en su clase.
- ¿Saben por qué? - decía todo serio - Porque yo fui un gran fumador y sé muy bien el daño que hace.
Sólo a mitad del examen les dejaba sacar un cigarrillo para calmar los nervios...
Contaba relatos de su vida aventurera en las luchas contra Betancourt en los años 60. El “Porteñazo “, el “Carupanazo”... sus años de perseguido y prófugo de la justicia “democrática”, la fundación del MIR, la desilusión de la izquierda venezolana y su vida dedicada a la enseñanza universitaria. Guardo muy buenos recuerdos de esos años en la UCV.

Por ese tiempo supe que el viejo Ceccarelli, el obispo de Puerto Ayacucho se había retirado y que le había sucedido Mons. José Ignacio Velasco, en enero de 1990. Yo no lo conocí, pero por las fotos que vi en el periódico me pareció un señor bonachón. Después me contaron que fundó la Oficina de Derechos Humanos del Vicariato y denunció valientemente los desmanes de algunos efectivos de la Armada contra unos campesinos de Cararabo (Estado Apure) y la muerte de varios yanomami por un grupo de garimpeiros brasileros....

***

1989

Lo que sucedió en Venezuela en estos años fue lo más parecido a una pesadilla.
El megalómano, el fundador de la Venezuela saudita, el hombre mesiánico que se creía el líder latinoamericano por excelencia en su primer gobierno, predicaba ahora un plan de austeridad repudiado por aquel pueblo que lo votó soñando en un regreso a aquel “país de las maravillas” ya fenecido.
Aquel episodio terrible ha quedado en la memoria colectiva con el nombre de “El Caracazo”.

27 de febrero de 1989.
Carlos Andrés Pérez, autor en los ‘70 de una política populista cimentada sobre la bonanza petrolera, había asumido dos semanas antes la presidencia del país por segunda ocasión e, inmediatamente y sin empacho, se aprestó a estafar a un electorado ingenuo que le había otorgado el voto, anhelando el retorno de las vacas gordas de su primer gobierno.
Al poco tiempo de iniciar Carlos Andrés Pérez su segundo periodo presidencial, tuvo lugar entre los días 27 y 28 de febrero de 1989 un estallido masivo y sorpresivo de violencia popular.
La magnitud del hecho estremeció a la sociedad venezolana e impactó a la opinión pública internacional, debido al alto grado de popularidad que tenía la figura de Pérez y que se vio expresado en la gran cantidad de votos con los cuales resultó electo y que le daban un supuesto amplio margen de acción para su gestión gubernamental.
En este sentido, el 16 de febrero de 1989 el recién posesionado presidente de la República Carlos Andrés Pérez, presentó ante el país un programa de ajustes macroeconómicos llamado popularmente “paquete económico”, concebido para generar cambios sustanciales en la economía nacional.
En términos generales, el paquete comprendía decisiones sobre política cambiaría, deuda externa, comercio exterior, sistema financiero, política fiscal, servicios públicos y política social.
Entre las principales medidas anunciadas, figuraban la decisión de acudir al Fondo Monetario Internacional y someterse a un programa bajo supervisión de ese organismo, con el fin de obtener aproximadamente US $ 4.500.000.000.000 en los 3 años siguientes; la liberación de las tasas de interés activas y pasivas en todo el sistema financiero hasta un tope temporal fijado en alrededor del 30%; unificación cambiaria con la eliminación de la tasa de cambio preferencial; determinación de la tasa de cambio en el mercado libre de divisas y realización de todas las transacciones con el exterior a la nueva tasa flotante; liberación de los precios de todos los productos a excepción de 18 renglones de la cesta básica; incremento gradual de las tarifas de servicios públicos como teléfono, agua, electricidad y gas doméstico y sinceración general de precios de las empresas públicas; aumento anual en el mercado nacional, durante 3 años, de los precios de productos derivados del petróleo, con un primer aumento promedio del 100% en el precio de la gasolina; aumento inicial de las tarifas del transporte público en un 30%; aumento de sueldos en la administración pública central entre el 5 y el 30% e incremento del salario mínimo a Bs. 4.000 en el área urbana y a Bs. 2.500 en el área rural; racionalización y eliminación progresiva de los aranceles a la importación; reducción del déficit fiscal a no más del 4% del producto territorial bruto (PTB) y congelación de cargos en la administración pública.
Todas las medidas mencionadas anteriormente, excepto la última, eran de aplicación inmediata. En tal sentido, el alza de la gasolina debía efectuarse a partir del 26 de febrero de 1989, y las tarifas del transporte público urbano en un 30% a partir del 27 de febrero, válido para los 3 meses siguientes, después de los cuales podrían aumentarse hasta el 100%.
No obstante, los transportistas no estuvieron de acuerdo con el aumento inicial deI 30% al considerar que el mismo debía ser de al menos un 70%, por lo que la Cámara del Transporte convocó un paro para el día 27 de febrero como medida de presión sobre el Ejecutivo Nacional.
Ese día, los choferes de las rutas interurbanas (sobre todo las que cubrían el trayecto entre Guarenas y Caracas) iniciaron sus recorridos habituales tratando de imponer sus tarifas y desconociendo el pasaje estudiantil.
Ante tales circunstancias, los usuarios reaccionaron con un alto grado de violencia contra las unidades de transporte, muchas de las cuales fueron destruidas y quemadas.
Asimismo, en poco tiempo la violencia se desbordó al comenzar el saqueo y destrucción de locales comerciales, desde pequeños abastos basta supermercados; también fueron atacados diversos tipos de locales comerciales, talleres y pequeñas fábricas; y tuvieron lugar intentos de penetrar por la fuerza en áreas residenciales de sectores de clase media y alta. En cuanto a los protagonistas de los actos vandálicos, tenemos que los mismos fueron perpetrados en su mayor parte por sujetos de estratos populares, aunque también estuvieron involucrados individuos pertenecientes a la clase media.
Los actos de violencia del 27 de febrero de 1989 se iniciaron en Guarenas (Edo. Miranda) y en algunas zonas del área metropolitana de Caracas como Caricuao, los alrededores del Nuevo Circo y La Guaira. Posteriormente, la onda de violencia de extendió a otras zonas del área metropolitana de Caracas y las principales ciudades del interior del país como Maracay, Valencia, Barquisimeto, Mérida y Ciudad Guayana.
El estallido tuvo un carácter presumiblemente espontáneo; es decir, las acciones no fueron dirigidas por organizaciones partidistas o de otro tipo, y en ellas se combinaron actos violentos de protesta popular, junto con hechos de evidente orientación delictiva.
Aunque el alza de los precios de los pasajes del transporte colectivo fue el detonante de los hechos del 27 de febrero, para comienzos de 1989 se vivía en el país un gran desasosiego ante las expectativas y conflictos generados en torno al cambio de rumbo de la política económica llevado a cabo por Carlos Andrés Pérez y su gabinete.

Dado el carácter simultáneo, masivo, sorpresivo y violento de los acontecimientos del 27 de febrero, las fuerzas policiales regulares se vieron superadas por los mismos, dando la impresión de no saber cómo actuar ante un fenómeno de violencia social de tal magnitud. En virtud del desbordamiento de la situación, hacia el mediodía del día 28 el presidente Pérez, reunido con el Consejo de Ministros, ordenó a la Guardia Nacional y al Ejército reprimir los disturbios.
Igualmente decretó el estado de emergencia, previsto en el artículo 240 de la Constitución de 1961, con lo que quedaron suspendidas un grupo de garantías constitucionales durante los 10 días siguientes. Las Fuerzas Armadas asumieron el control del orden público y se estableció un toque de queda a lo largo del territorio nacional. Pasados los 10 días, el presidente Pérez solicitó la autorización del Congreso para mantener el estado de emergencia, la cual fue concedida, aún cuando se restituyeron algunas garantías y se suprimió el toque de queda.
El balance de pérdidas humanas dejado por los hechos del 27 de febrero de 1989 fue, según cifras oficiales, de 300 muertos y más de un millar de heridos. Sin embargo, de acuerdo con algunos reportes extraoficiales, el número de muertos llegó al millar. La mayor porción de las víctimas de este estallido resultó a consecuencia de la intervención de la Guardia Nacional y del Ejército en el control del orden público, lo cual sería repudiado y serviría de justificación para aquellos militares que se alzarían el 4 de febrero de 1992.

El proceso brutal de acumulación de la renta petrolera en unas cuantas manos, que redujo al 80% de la población a un estado de pobreza crítica y que abultó los depósitos privados de venezolanos en bancos extranjeros hasta cuatro veces el valor de la deuda externa, creo que no era el detonante suficiente para el estallido social de febrero de 1989.
El estallido espontáneo se produjo cuando, además de la vida digna, el nuevo discurso político le quitó a la gente algo más valioso aún: la esperanza de recuperarla algún día.

En Venezuela, a diferencia de otros países de América Latina, el acceso a los altos rangos dentro de la institución castrense no estaba reservado como en otros países, a los hijos de la alta burguesía y en consecuencia la unidad interna de la institución castrense dependía de variables distintas a la identificación de clase.
Tradicionalmente, los gobiernos del Pacto de Punto Fijo, se acostumbraron a mantener la lealtad de la oficialidad militar, mediante la distribución generosa pero selectiva de prebendas y privilegios de toda especie, sin obviar todos los mecanismos de la corrupción administrativa como el cobro de comisiones en la compra de armamentos o el tráfico de influencias para toda clase de negociados, etc.
Sin embargo, para mantener una cierta eficacia operacional, el acceso a este mundo quedaba limitado al disfrute de la alta oficialidad - generales y almirantes - con mínima participación de los mandos medios, en cuyo ámbito se solía conservar una alta disciplina y calidad profesional, con poca o ninguna participación en los privilegios mencionados.
Desde algunos años anteriores al estallido de 1989, algunos núcleos de esta oficialidad media venían canalizando su malestar, aglutinándose en logias militares más o menos clandestinas que, sin embargo, no constituían mayor peligro para la estabilidad del estado y en muchos casos, eran toleradas a ciencia y conciencia por los altos mandos que de ese modo pretendían, y durante un tiempo lograron mantener el descontento en niveles manejables. Se hizo ley la costumbre obtener los ascensos mediante el tráfico de influencias. Canalizada a través de la Comisión de Defensa del Congreso, era finalmente el Presidente de la República quien daba el visto bueno a la lista de beneficiados, en base a criterios de lealtad personal o identificación partidista, y no a los posibles méritos profesionales.
Este mecanismo corrupto alcanzó la mayor indignidad, cuando la secretaria privada y amante pública del presidente Jaime Lusinchi se convirtió en la gran electora de generales y almirantes y llevó el malestar entre la oficialidad media a niveles inmanejables.
En febrero de 1989, a la clase política venezolana, ya se le había agotado el discurso ante un pueblo miserable y sin esperanzas, que tomó las calles de manera desesperada y espontánea, pero... sin un proyecto político.

Tres años después de la segunda elección de Carlos Andrés Pérez, el gobierno estaba a todas luces desprestigiado.
“El 4 de febrero de 1992 el Teniente coronel Hugo Chávez dirigió un alzamiento golpista contra el gobierno de CAP al que acusaba de ejercer la corrupción y promover el deterioro económico.
El golpe fracasó. Hugo Chávez no pudo o no quiso salir del Museo Militar. Hubo varias versiones sobre las causas de esta derrota. Una de ellas se resume en este diálogo que salió posteriormente en la prensa:
- General Oviedo Salazar: “Coronel Yánez, comuníqueme con el Teniente coronel Hugo Chávez”.
- Cnel Yánez: “Mi general, el Teniente coronel Chávez dice que no tiene nada que hablar con usted”.
- General Oviedo Salazar: “Coronel Yánez, dígale al Teniente coronel Chávez que tiene cinco minutos para rendirse, si no, los aviones que en este momento están volando sobre Caracas atacarán el Museo.”
En ese momento el general trancó el teléfono. No habían pasado dos minutos cuando volvió a repicar el teléfono del general. El ayudante tomó y le dijo:
- “Mi general, es el Teniente coronel Chávez. Quiere hablar con usted.”
- Tcnel Chávez: “Mi general, quiero hablar con usted, porque eso no fue lo que hablé con mi general Ochoa”.
- General Oviedo Salazar: “Tcnel Chávez, me importa un “comino” lo que usted haya hablado con Ochoa; o usted se rinde o el Museo será atacado.”
Hubo una pausa de menos de un minuto.
- Tcnel Hugo Chávez: “Está bien mi general, me entrego”.
Todos vieron en esa madrugada por televisión, el enflaquecido rostro de Chávez anunciando que “por ahora...” habían fracasado. Ese “por ahora” se hizo famoso en las conversaciones de todos los venezolanos. Todos terminaban la conversación diciendo “por ahora”...

A partir de ahí todo fueron desgracias para el Presidente CAP.
El 27 de noviembre del mismo año, se dio otro intento de golpe con una cantidad considerable de muertos y ajusticiamientos; en marzo de 1993 el Fiscal general de la República Dr. Escobar Salom, presentó una demanda ante la Corte Suprema de Justicia sobre malversación y peculado de la partida secreta. La Corte Suprema declaró que sí había indicios para juzgar al Presidente y por lo tanto, fue suspendido de sus funciones y se encargó de la presidencia el presidente del Senado, Octavio Lepage, el mismo que hacía unos años habia definido a Amazonas como “tierra de nadie”...
En junio de ese año, fue nombrado presidente interino el senador adeco Ramón J. Velásquez, que pronto se haría famoso, además de su gran obra historiográfica, por una firma “inocente” que dejó libre a un importante capo de la droga.

En las elecciones de 1993 Rafael Caldera, “autoexcluido”de Copei y comandando una serie de partidos minúsculos denominado el “Chiripero”, (con el perdón de las chiripas), fue elegido presidente por segunda vez y tomó posesión en febrero de 1994.
A Baj, Caldera nunca le cayó bien. Le dio la impresión de estar siempre obsesionado por el poder y ansioso de entrar a la historia por la puerta grande. No aceptó ni permitió nunca que sus delfines y seguidores del partido fundado por él, COPEI, le dejaran de lado interrumpiendo sus aspiraciones a ocupar como CAP, la presidencia por segunda vez.
Manejando con maestría la demagogia, supo durante la campaña electoral, “echar flores” a Chávez y a los “pobres” reclusos de Yare, a los golpistas del 4 de febrero.
Esta fue una, tal vez la principal, de las claves para su victoria en las elecciones, debido a la enorme popularidad de la que gozaba Chávez en las bases populares. Efectivamente, apenas tomó posesión, Caldera sobreseyó la causa de los reclusos por el golpe de 1992.
Así le pagó la deuda que tenía con él. Sin la utilización demagógica de la figura de Chávez, Caldera no hubiera sido elegido Presidente nuevamente.
Terminada la condena de dos años, no concluyó el calvario de CAP.
Expulsado de su partido Acción Democrática, fundó un nuevo partido pero en abril de 1998 el Tribunal Superior de Salvaguarda ordenó nuevamente su detención acusándole, junto a su compañera Cecilia Matos, de enriquecimiento ilícito y envío de dineros públicos a cuentas bancarias conjuntas en el extranjero. Le decretaron otro arresto domiciliario, del que se libró al ser elegido senador por el Táchira en los comicios de noviembre de ese año.
No le sirvió de mucho, pues Hugo Chávez, elegido Presidente en febrero de 1999 tuvo como una de las primeras disposiciones la disolución del Congreso y la convocatoria a una Asamblea Constituyente que dotara al país de una nueva ley fundamental.
CAP no logró obtener el acta de diputado a esta Asamblea y, poco a poco, su figura fue desapareciendo de la escena política, así como los partidos tradicionales que se fueron diluyendo ante el Polo patriótico que lideraba Hugo Chávez.
Baj nunca fue adeco pero siempre apreció la valentía de CAP al dar la cara en todos sus juicios y en afrontar el ludibrio público estoicamente, sin huir al exterior como lo hubieran hecho muchos de sus antiguos amigos, y que luego le dieron la espalda.


Estos años fueron muy importantes para el Amazonas.
El 5 de junio de 1991 Carlos Andrés Pérez decretó la Reserva de Biosfera “Alto Orinoco - Casiquiare” que abarcaba todo el sudeste del Territorio.
En Julio de 1992 el T.F. Amazonas se convirtió en Estado.
Alejandro Signi, el Director del Museo etnológico de Puerto Ayacucho te envió un Número de la revista “Iglesia en Amazonas” que comentamos juntos. ¿Te acuerdas? En ese artículo, Alejandro repasaba la historia de todo el proceso de aprobación de la nueva Constitución del nuevo estado. Por un lado, me dio pena el no estar allá luchando por nuestros derechos, pero por otro, me causó gran alegría al ver que la organización indígena estaba produciendo sus frutos.
El anteproyecto que presentaba la Asamblea Legislativa apenas se refería explícitamente a los indígenas en un solo artículo, a pesar de que conformamos el 43 % de la población. La grosería mayor se presentaba en el Artículo 9 en el que, aunque nos reconocían los derechos básicos, sin embargo, en lo referente a las tierras nos hacían la limosna de “detentar” las tierras y el hábitat en donde vivíamos...
“Detentar” en castellano signfica “retener sin derecho lo que manfiestamente no le pertenece”. Es decir que nosotros no éramos dueños de nuestras tierras, sino que “detentábamos” la propiedad por la “generosidad” magnánima de 7 Diputados.
La movilización y organización de las comunidades indígenas logró que se plasmaran, a regañadientes de algunos, los Artículos que fijaban sus reivindicaciones:
- En el Artículo 2 se determinaba que el Estado Amazonas era una entidad política multiétnica y pluricultural.
- En el Artículo 11 el Estado Amazonas reconocía a los Pueblos Indígenas su derecho a la propia vida cultural y su propia fe religiosa y ancestral.
- El Artículo 12 proclamaba que las tierras ocupadas por los pueblos y comunidades indígenas son de interés social e inalienable y que deberán delimitarse y adjudicarse en propiedad colectiva.
Esta lucha fue esencial para nosotros los indígenas. Yo estaba convencido. O luchábamos por todo esto o moríamos como pueblos. No había caminos intermedios. Yo al menos, no los veía.

El proceso continuaba.
El 29 de julio de 1994 fue aprobada la nueva Ley de División Político Territorial del Estado Amazonas que dividía el Estado en 7 municipios autónomos.
En Agosto de 1994, las organizaciones indígenas solicitaron al Gobernador Sayago que no le pusiera el Ejecútese a la Ley. El Gobernador Sayago, sin escucharles, puso el Ejecútese.
Las organizaciones indígenas dieron la cara nuevamente y el 2 de febrero de 1995 introdujeron el recurso de nulidad de esa Ley ante la Sala Plena de la Corte Suprema de Justicia, por inconstitucional e ilegal.
Vino a Caracas una gran representación de todas las etnias del Amazonas. Allí participé con ellos. La propuesta indígena era la creación de Municipios especiales indígenas, en las áreas habitadas mayoritariamente por los diferentes grupos étnicos; es decir municipios con características propias, adaptados a la especificidad cultural y poblacional del estado Amazonas.
La Corte Suprema de Justicia tenía la respuesta. Había que esperar. Pero en eso de esperar los indígenas somos especialistas...

Mientras tanto, el 27 de Mayo de 1995, Mons. Velasco, Obispo de Puerto Ayacucho durante 5 años, fue nombrado sorprendentemente Arzobispo de Caracas, y en marzo de 1996 fue nombrado como nuevo Obispo de Amazonas Mons. José Angel Divassón. Fue ordenado el 4 de mayo de ese mismo año en la catedral de Puerto Ayacucho. Es un amplio conocedor de la problemática de Venezuela y a él le tocó vivir los momentos más tensos de la discusión sobre la Ley de División Político Territorial. La Iglesia de Amazonas, especialmente desde los tiempos de Mons. Ceccarelli, siempre apoyó abiertamente las reivindicaciones indígenas.
A Mons. Divassón le tocará estar en el ojo del huracán político que dicha discusión suscitó. Las acusaciones no se hicieron esperar. Se acusaba a la Iglesia de manipular al indígena y en especial, a ORPIA (Organización de Pueblos Indígenas de Amazonas) en todas sus revindificaciones.

Después de casi dos años de haber introducido el recurso, el 5 de diciembre de 1.996, la Corte Suprema de Justicia declaró la Nulidad de la División Político territorial por violación a la Constitución de la República.
Me acuerdo de aquel día. Apareciste resplandeciente con una sonrisa de oreja a oreja.
- ¡¡¡Finalmente pegamos una!!! - gritaste.
- ¿Qué pasó?
- La Sala Plena de la Corte Suprema de Justicia falló a favor de los indígenas de Amazonas. Deberá rehacerse esa Ley de División Político Territorial.
Yo conocía los intereses que estaban debajo de esa Ley. El queso a repartir entre los partidos tradicionales era muy sustancioso. Y también conocía a mi gente. Sabía que a más de un líder indígena no le importaba tanto la División Político Territorial, sino agarrar parte de ese queso.
Sólo te dje:
- No hay que contar los pollitos antes de nacer, profesor.
Me tildaste de derrotista, de haberme desinflado, de tirar la toalla de mis antiguos ideales y luchas indígenas.
Después de unos días, cuando nos enteramos, estabas realmente molesto.
- Pero ¿qué se creen? – dijiste - ¡¡Eso es un desacato a la Corte Suprema de Justicia!!

Efectivamente, el 17 de diciembre de 1997 en sesión extraordinaria de la Comisión Delegada, los diputados Humberto Raydán, José Antonio Díaz Pérez, Oswaldo Rodríguez y Julio César Fernández, todos adecos, decidieron publicar la Ley, aún cuando el Gobernador Bernabé Gutiérrez, con astucia, se abstuvo de ponerle el Ejecútese a esa Ley.
No sé si eso fue una táctica estudiada del maquiavélico Bernabé o si los diputados comenzaban a rebelarse al liderazgo del capo.
Uno de los incondicionales de Bernabé, Nixon Maniglia, se dirigió en “carta abierta” a Monseñor Divassón. En su condición de Secretario general de AD, le pedía al Obispo Divassón que no se metiera en lo que no le competía a la Iglesia, acusándolo de manipulador, definió a ORPIA como un “mamotreto” y se lanzó con otras gracias propias de su estilo... Reclamaba también que los parlamentarios eran “duchos y bien preparados” para la elaboración de esas leyes...
Los demás tal vez, pero él nunca se destacó precisamente, por su gran nivel intelectual...
Divassón le contestó en un tono y altura que, ciertamente, Nixon no estaba en capacidad de entender... Lo cómico del caso fue que Monseñor Divassón le respondió haciendo pública la Carta que el mismo Diputado Nixon Maniglia, como Diputado de AD le había dirigido, solicitándole al Obispo sus propuestas y recomendaciones para la Nueva Ley.
Cuando Divassón le envió las recomendaciones solicitadas, a Maniglia no le gustaron y groseramente dijo que no le correspondía, que se metiera en la sacristía, que eso era cuestión de los Diputados que estaban “duchos y preparados”...
La “cartica” de marras, le acarreó un regaño del Supremo Cacique adeco de entonces, Alfaro Ucero, quien le puso como “penitencia”... dialogar con Mons. Divassón.

20 de Noviembre de 1998.
Ayer me encontré con Chepina. Estudia Medicina en la UCV. Me entregó un Programa del XII Festival de la Canción Mensaje de Puerto Ayacucho. Fue un éxito.
La presencia de Carlos Almenar Otero en el Jurado le dio gran prestigio. “El máximo evento cultural del Estado Amazonas”... Me reí con la frasecita tan humilde, pero la verdad es que, como hay tantos “eventos culturales” en nuestro Estado...
No quiero desmerecer el gran trabajo que llevan realizando desde hace muchos años elprofesor Ronaldo Olegario, los hermanos Meza, “Cheo” Espejo, Macuart, Caballero y otros muchos...
También me comunicó la noticia de la muerte de Mons. Ceccarelli. Un Obispo que quiso mucho a Amazonas.

Te voy a decir lo que yo pienso ahora sobre aquellas luchas indígenas que empezaron con tanto entusiasmo, y que se fueron diluyendo después de las elecciones, apenas se hicieron los reacomodos políticos.
- ¿Qué pasó con la Ley de División Político Territorial del Estado Amazonas?
Está bien que el anuncio de una Constituyente y una nueva Venezuela que estaba surgiendo apagó todos aquellos fuegos que los líderes indígenas habían prendido.
Se hicieron todas las asambleas, las consultas por las Comunidades, se sacaron Propuestas. ¿En qué paró todo aquello? ¿Tal vez se quiso abarcar demasiado? Yo tengo una visión particular, no sé si equivocada o no:
La Gobernación la ganó el PPT con la muleta de PUAMA, el representante político de los movimientos indígenas.
Las elecciones municipales dieron unos resultados muy favorables a la oposición. En cuatro municipios: Manapiare, Maroa, Autana y Río Negro ganó el bloque del “cambio”, llámese MVR, PPT o PUAMA. Los adecos se quedaron con Atures, Atabapo y Alto Orinoco.
¿Para qué hablar ahora de cambios en lo Político Territorial, cuando la noposición ya detentaba el poder en 4 municipios? A ninguno de los líderes o partidos ganadores les interesó ya hablar de una nueva Ley. ¿Dónde estaban aquellos principios que se proclamaban a voz en grito? ¿Dónde estaban ahora aquellos asesores y entidades que exigían con fuerza cumplir lo mandado por la Corte Suprema de Justicia?
Creo que a la larga, se equivocaron. Pensaron sólo en la inmediatez, a corto y mediano plazo. Unos fueron elegidos gobernadores, otros alcaldes, otros diputados... Creo que esos líderes y organizaciones indígenas pensaron sólo en sí mismos y no en sus pueblos. ¿Para eso se luchó? ¿Para eso se hicieron Congresos, Asambleas, Reuniones, marchas y contra-marchas?
Dejemos que el tiempo vaya cumpliendo la acción sutil de roedor de la existencia. El dirá si estos líderes, con su silencio interesado, favorecieron o perjudicaron a nuestras comunidades indígenas... Esta fue una de las razones que a mí me desanimaron y me separaron de la militancia y de esas luchas en las que un día creí.

***


Chávez presentó unas ofertas que impactaron al grueso de la población cansada ya de los abultados errores de la Cuarta República.
Chávez ganó las elecciones basado en una plataforma desde donde se formulaba un diagnóstico de la sociedad compartido por muchos venezolanos: la lucha contra la corrupción y un cambio en la forma de hacer política y conducir el Estado fueron las banderas fundamentales de su campaña.
La promesa de disminuir la pobreza, aunque no era nueva, representó la esperanza para miles de compatriotas. Se buscaba un Estado de justicia, eficiente, capaz, honesto y tolerante.
Una vez más el pueblo puso su confianza en el líder emergente. Concluía una época y nacía otra. La llamada “Quinta República”.
La nueva Constitución fue ratificada por un Referéndum popular el 15 de diciembre de 1999.

Por esos mismos días ocurrieron las inundaciones más graves que había sufrido el país. El Estado Vargas fue arrasado por un deslave de lodo y piedra, que produjo miles de muertos y graves pérdidas económicas.
La Constitución cambió el nombre del país, que comenzó a llamarse República Bolivariana de Venezuela y fue reforzada aún más su tradición presidencialista otorgándole poderes que le permitian un mayor control estatal sobre la actividad económica. El principal objetivo de la Constitución, lo repetía Chávez hasta la saciedad, era “refundar la República para establecer una sociedad democrática, participativa y protagónica, multiétmca y pluricultural en un Estado de justicia, federal y descentralizado”.
Baj recordaba que a más de un antropólogo y profesores amigos del Dr. Omar, se les caía la baba al ver reflejado en ese texto aquello que venían revindicando desde hacía años en sus clases de antropología: “multiétnica y pluricultural...”
El 30 de julio de 2000, como lo requería la nueva Constitución, se celebraron elecciones presidenciales y legislativas en donde se reafirmó el liderazgo de Hugo Chávez y sus seguidores alcanzaron la mayoría en la Asamblea Nacional.
Dispuesto a afrontar una profunda transformación de las estructuras económicas y sociales del país, solicitó poderes legislativos especiales. La Asamblea Nacional aprobó la Ley de Habilitación que le facultaba para legislar por decreto durante un año en materias económica, social y de administración pública.
En noviembre de 2001 el gobierno aprobó 49 decretos ley que produjeron un terremoto político con fuertes protestas a nivel empresarial. La Ley de Hidrocarburos y la Ley de Tierras fueron las que más escozor produjeron.
Ante esto, Fedecámaras, en una unión “contra natura” con la CTV, Confederación de Trabajadores, convocó a un paro nacional de 12 horas el día 10 de diciembre de 2001 que posteriormente se alargaría por 64 días.

Jueves 11 de abril, 12:04 AM
Declaran huelga general indefinida en Venezuela.
Subiéndole el tono a un tenso conflicto que ha hecho reducir la producción de crudo venezolano, las mayores organizaciones empresariales y sindicales del país, decidieron este miércoles declarar una huelga general indefinida.
Varios miles de personas se aglomeraron en los alrededores de uno de los edificios administrativos de la estatal Petróleos de Venezuela S.A. (PDVSA), ubicado en el este de Caracas, para protestar contra el gobierno y pedir la salida del primer mandatario.
Manifestaciones similares se registraron en varias ciudades del país donde grupos opositores salieron a las calles con banderas nacionales y batiendo cacerolas.
De forma simultánea, a las 9 de la noche, se dio un estruendoso cacerolazo en varias zonas de la capital venezolana y otras ciudades del país, en rechazo al gobierno.
J. V. Rangel, uno de los principales colaboradores del presidente Hugo Chávez, le restó importancia a la extensión del paro, y precisó que la declaratoria de la huelga general tenía una “connotación insurreccional”, que representaba un “salto al vacío”. Recordó que históricamente se ha recurrido al paro indefinido como “última instancia para derrocar a un gobierno”.
Antes, el presidente de la Confederación de Trabajadores de Venezuela (CTV), Carlos Ortega, señaló que se resolvió extender la protesta, debido a que el gobierno del presidente Hugo Chávez, no ha atendido sus demandas sobre los despidos realizados en la estatal PDVSA.
El paro nacional fue convocado por la CTV y secundado por la patronal Fedecámaras en solidaridad con los trabajadores petroleros que pedían la dimisión de la nueva junta directiva de la estatal Petróleos de Venezuela, SA (PDVSA), y reclamaban mejoras salariales y el pago de deudas contractuales. Pdvsa es la principal industria de Venezuela y de América Latina. Produce 2,5 millones de barriles diarios y exporta unos 2,1 millones de barriles.
El presidente de la Federación de Cámaras de Venezuela (Fedecámaras), Pedro Carmona, declaró que “la falta de solución a los problemas fundamentales” obligó a extender las protestas. “No hay señales contundentes para resolver esta crisis”, dijo Carmona al explicar las razones que llevaron a la CTV y Fedecámaras a extender el paro.
Aparte del segundo día de paralización sindical y empresarial, el gobierno se vio sacudido por enfrentamientos callejeros entre simpatizantes del gobierno y opositores en Caracas, mientras que otros dos altos oficiales del ejército se sublevaron.
Carmona instó a los empresarios y a la población a mantenerse firmes, porque el país está en una “fase decisiva para el desenlace a una solución de esta crisis”.
El ministro del Interior, Ramón Rodríguez Chacín acusó a los dirigentes de Fedecámaras, la CTV y al partido opositor Acción Democrática, de promover un plan para desestabilizar del gobierno.
Carmona denunció que el gobierno estaría considerando la declaración de un estado de excepción para contener las protestas de la oposición en respaldo a los trabajadores de PDVSA. Ortega declaró que la imposición del estado de excepción, podría implicar la suspensión de algunas garantías constitucionales. De ser así, las organizaciones empresariales y sindicales irían a una huelga general indefinida.

Chávez puso en alerta al Ejército ante la amenaza de huelga indefinida en Venezuela.
El segundo día de paro general, la posición del presidente Chávez se complicó aún más.
El general de brigada Néstor González acusó al presidente de proteger, activa o pasivamente, la existencia de campamentos de la guerrilla colombiana en territorio de Venezuela. Añadió que Chávez trataba de complacer con ello al presidente de Cuba, Fidel Castro, y de establecer un régimen comunista.
El general González, el sexto oficial uniformado que irrumpió sorpresivamente ante los medios de comunicación para rebelarse y pedir la salida pacífica del presidente, exhortó a las fuerzas armadas a no reprimir a la población en sus protestas tal y como habría ordenado Chávez.
El general de división de la Guardia Nacional, Rafael Bustillos, también llamó ayer al alto mando militar a “no utilizar la fuerza” en contra de las personas que estaban en las calles para apoyar la huelga. Bustillos advirtió que seria una “locura presidencial” ordenar el uso de los efectivos de la Fuerza Armada Nacional para disipar las protestas.

El Gobierno aseguró que el suministro y exportación de petróleo a sus clientes estaba garantizado y no se vería afectado por la huelga. El ministro de Energía y Minas, Alvaro Silva, afirmó que el paro no incidiría en la productividad.
El 12 de diciembre, Chávez despidió a cuatro altos ejecutivos de la junta directiva de la compañía petrolera estatal PDVSA, que eran dirigentes del paro patronal. El gobierno luego, despidió a otros 90 gerentes por participar en la huelga.
El Tribunal Supremo del país ordenó el 19 de diciembre el fin de la huelga, respaldando así el intento del gobierno de militarizar en gran medida la producción y distribución de petróleo mientras durara el paro. Tropas de la Guardia Nacional esta-
ban trabajando junto a los obreros para reiniciar la producción en las refinerías.
De acuerdo con varías entrevistas telefónicas, seguían trabajando un 80 por ciento de los 30 mil obreros de PDVSA. La mayoría de los 10 mil administradores, técnicos calificados y gerentes habían paralizado sus funciones. Estos datos discrepaban de los informados por los grandes medios de comunicación, según los cuales la gran mayoría de los trabajadores petroleros se encontraban en huelga.
Además de tomar las medidas mencionadas, el gobierno ha comenzado a importar gasolina de Brasil y Trinidad, y a importar de otros países harina y otros alimentos.
En la temporada de Navidad - dice un representante del gobierno - “hay escasez de bebidas gaseosas, cerveza y harina para arepas. Los desabastecimientos se deben a que “el Grupo Mendoza, que es dueño de las Empresas Polar, la segunda familia burguesa del país, apoya el paro. Han paralizado las plantas de la Pepsi-Cola, las cervecerías Polar y las plantas de aceite, que también son suyas”.

Hay que destacar la importancia de los medios de comunicación en todos estos sucesos:
Diez de la mañana de jueves 11.
Venezuela en huelga general. Con amplia divulgación de los medios de comunicación, aquel es el día de la gran caminata.
PDVSA, empresa de petróleo de Venezuela, cuarto mayor productor de petróleo del mundo, está parada. Medio millón de caraqueños en las calles, en protesta contra el Presidente.
Jóvenes con gorras de béisbol, zapatos Nike, cargaban pancartas: “Muerte a Chávez”, “Cara de mono, se va”, “Bin Laden + Fidel Castro = Chávez”.
Las televisoras Venevisión, RCTV, Globovisión, transmitían la marcha en vivo, sin cortes publicitarios.
Venevisión es de Gustavo Cisneros, dueño también de la Coca-Cola, Telcel (con Bell South), Univisión (en USA), DirecTV. RCTV es dirigida por Marcel Granier y la familia Phelps. Globovisión, gerenciada por Alberto Federico Ravell, es una de las acusadas de sacar la señal del aire en el instante en que Hugo Chávez hablaba al país en cadena de radio y TV, en la dramática tarde del día 11.

Las marchas de la oposición se sucedían cada vez más y día a día se alteraban los ánimos entre los dos grupos. Por televisión se veían rostros cargados de odio, en un mar de banderas y franelas “nacionales”. Lo único que tenían en común eran los símbolos que manipulaban cada grupo a su manera. Se anunció una “mega marcha” para el día 11 de Abril. Los líderes caldearon el ambiente anunciando que “ahora sí llegarían a Miraflores”.
El gobierno dispuso las medidas necesarias para impedir el acceso a los alrededores del Palacio de gobierno. Se tuvo a punto el “Plan Avila” con el que, de ser necesario, los tanques artillados saldrían a la calle. El ambiente se enrarecía en la medida en que se acercaba ese día.

Baj no salió de casa ese día.
Apoltronado delante de la televisión, siguió el recorrido de la marcha. Cambiaba de canal a cada rato. Los cuatro canales privados, a los que Chávez bautizó como los “Cuatro Jinetes del Apocalipsis”, transmitían la marcha con lujo de detalles.
Las cámaras presentaban planos cortos y largos de una abigarrada marea multicolor que avanzaba, cuando de repente, todo se rompió en mil pedazos. Gritos, disparos, gente que se escondía, que se tiraba al suelo, policías que disparaban, civiles que en el Puente Llaguno respondían a los disparos de la Avenida. Primeros heridos, gente que caía por el impacto de balas de desconocido origen. El caos envolvió el oeste de la ciudad...
Muy pronto se corrió el rumor sobre el alzamiento de un grupo de Generales de las diversas Fuerzas.

El General Rincón anunció ante todo el país que el Presidente había renunciado. Algunos medios dieron la noticia que estaba preso en el Fuerte Tiuna.
En el ínterin, los líderes de la oposición no perdieron el tiempo y se apersonaron en Miraflores dispuestos a formar un gobierno provisional dirigido por el Presidente de Fedecámaras Dr. Carmona Estañga. Allí estaban los representantes del poder financiero, los medios de comunicación, el cardenal de Caracas y un gran número de variopintos personajes que querían pasar a la historia saliendo en la foto.
Los hechos que se sucedieron, mostraron claramente que todo estaba friamente calculado. Un Decreto leído delante de una representación en donde estaba la flor y nata de las instituciones y de la sociedad caraqueña proclamó a todos los vientos, además de un espíritu revanchista infantil, una muy escasa vocación democrática. Fue un acto bochornoso. Algunos canales de televisión presentaron escenas vergonzosas de las humillaciones que recibieron algunos representantes del gobierno que no tuvieron tiempo de huir o esconderse.

Entre los presentes en el acto de proclamación de Carmona en Miraflores, Baj distinguió perfectamente a Jean Claude. Lucía su cabellera plateada, mostrando su dentadura de porcelana con una sonrisa que le llenaba de gozo e iluminaba su pálida cara.
El día 12 fue todo movimiento; las noticias se contradecían. Renunció... No renunció... Las televisoras no pudieron ocultar un hecho incontestable: una gran masa de pueblo se agolpaba en las inmediaciones del palacio de Miraflores. Gente de Catia, gente de Caricuao, gente de 23 de Enero, los sectores más empobrecidos de Caracas gritaban el nombre del Presidente Chávez. El alzamiento de los generales no logró el consenso en todas la Fuerzas Armadas y desde Maracay y Caracas varios generales se declararon estar con la legalidad y apoyaban al presidente Chávez.
Muy pronto las cámaras enfocaron el helicóptero que portaba de regreso al presidente, después de un periplo por la base naval de Turiamo y la reclusión en la Orchila.
El baño de multitudes en Miraflores, fue para Chávez el medicamento que cauterizó, sólo exteriormente, una herida que jamás se borraría. A partir del golpe y de los hechos que le sucedieron, Chávez ya no será el mismo. Aunque ofreció su mano a la oposición declarando su intención de rectificar algunas de sus actuaciones, desde entonces aumentará la vigilancia, creará planes estratégicos, se rodeará de guarda espaldas y depurará a fondo las Fuerzas Armadas


Abril 2002
CRÓNICA DE UN GOLPE

“Palacio de Miraflores, Caracas, Venezuela, sábado 13 de abril. Once de la mañana.
En el Despacho del Presidente de la República, con champagne y whisky, ministros y Pedro Carmona Estanga, el presidente autonombrado, brindan a la posesión del nuevo gobierno, menos de 24 horas después de la deposición de Hugo Chávez...
Sábado, final de la mañana. Fuerte de Maracay, a 108 Kilómetros de la capital. El General Raúl Baduel, Comandante de la 42 Brigada de Paracaidistas, está al
teléfono. En su despacho, oficiales de alto rango, tenientes, mayores, suboficiales y militares de la escolta personal de Hugo Chávez refugiados en el Fuerte. Baduel se rehusó adherir al golpe de Estado y tomó Maracay el viernes 12, es lo que se sabe de entonces.
Baduel inició sus conexiones. El general Julio García Montoya se agregó al movimiento. En la parte occidental del país se sumó el apoyo del general Lara Guzmán. En Mérida, la 31ª Brigada y el general Wilfredo Silva.

Fuerte Tiuna, en el área de la capital, es casi una ciudad, con unos 20 mil militares. Fue tomado sin armas, por seis mayores. Con la complicidad de los soldados y de los oficiales subalternos.
Manuel Rosendo y Hurtado, dos generales, intentaron, toda la noche y la madrugada, negociar la renuncia. Rosendo era amigo personal de Chávez. Con ellos estaba el general Lucas Rincón, Inspector General de la Fuerza Armada.
Un rato después, el país vio en la televisión a Lucas Rincón, quien aseguró que el Presidente había renunciado y puso su propio cargo a disposición del nuevo Gobierno. Eran las tres y 25 minutos de la mañana. El país se estremece.
En la madrugada del 11 de abril, mientras el golpe se consumaba, relatan los testigos presentes en el diálogo, Chávez más de una vez respondió a Rosendo y a Hurtado:
- No renuncio, abandono el gobierno si me obligan, pero no renuncio. La renuncia es, como manda la Constitución, delante de la Asamblea Nacional.

García Carneiro, general a quien muchos consideraban como potencial traidor de Chávez, mantuvo fiel la III División de Infantería, contra las órdenes del Comandante del Ejército, Efraín Vásquez Velasco.
Baduel mandó todavía otro mensaje: jugaría los F-16 y su brigada de paracaidistas de Maracay (donde Chávez sirvió y llegó a capitán) sobre el Palacio de Miraflores si en él se instalase el nuevo gobierno. El mensaje llegó a Miraflores.
Señores de trajes de corte fino..., algunos de grandes bigotes, señoras de vestidos y joyas, brillantes y rasgos caucasianos, abandonaron salas y salones a toda prisa, al enterarse del inmediato regreso de Chávez. El champagne y el whisky se quedaron sobre las mesas…
En las imágenes de VTV se vio el regimiento de seguridad y guardaespaldas de Chávez que desaseguraba las ametralladoras, los fusiles (FAL), e invadía patios y pasillos del palacio. A lo largo de las rejas y portones, la multitud, enloquecía. Hombres, mujeres y niños, con trajes y rostros que encarnaban el estereotipo de lo que comúnmente se llama pueblo, con manos y brazos tendidos, atascados entre las rejas, lloraban, se desenfrenaban, gritaban:
- ¡Devuelvan a Chávez..! ¡Con Chávez hasta la muerte..! ¡Chávez, muero por ti...!
Soldados de 18, 19 años sacudían las boinas rojas y gritaban:
- ¡Llamen a todo el pueblo, llamen a todo el pueblo!


Fuerte Turiamo.
Un joven oficial le pide a Chávez que le autografíe una Constitución. El escribe: “Turiamo, 12 de abril, otra vez preso”.
Aún enTuriamo, alas 14h 45 del sábado, otra acción decisiva. El cabo Juan Rodríguez vigilaba al Presidente depuesto. Este le revela no haber renunciado.
El cabo Rodríguez le recomendó:
- Escriba eso y tirelo en la papelera.
Hugo Chávez escribió, en una página:
“... Al pueblo venezolano (y a quien pueda interesar). Yo, Hugo Chávez Frías, venezolano, Presidente de la República Bolivariana de Venezuela, declaro: No he renunciado al poder legítimo que el pueblo me dio. ¡¡Para siempre!! Hugo Chávez.”

Cuando se llevaron al Presidente, el cabo Rodríguez volvió a la celda, y en el pipote de la basura, recogió el comunicado de Chávez, dejó el cuartel, fue al municipio vecino y se lo entregó a la esposa.
Vía Fax, el comunicado “prendió fuego” en los cuarteles ubicados a lo largo y ancho del país.

Nueva cárcel.
Base militar de la isla de la Orchila.
Monseñor Velasco y el coronel Rodríguez Salas, tratan de consumar su más importante misión: conseguir que Chávez acepte irse. Sólo falta que el documento sea trascrito y puesto en limpio en una máquina de escribir. El soldado encargado de hacerlo se demora, es leal a Chávez y decide ganar tiempo: escribe y borra, borra y escribe.
Cuando estaba en Turismo todavía, otro joven militar pasó un celular al Presidente. Un mensaje de 30 segundos, Chávez pide a la hija:
- Mi vida, busca no sé qué periodista, a quien tú quieras, y dile al mundo que yo no he renunciado, ni voy a renunciar.
Marisabel de Chávez, el sábado 13 en la tarde, vía teléfono, dio una entrevista a CNN en español que se escuchó en todo el mundo:
- “Chávez no renunció”.


De vuelta a Caracas
“Madrugada del domingo.
Nueva posesión en Miraflores. El Vicepresidente de la República era Diosdado Cabello.
Dos versiones circularon sobre él. En una, se afirmaba que, entre un escondite y otro, estuvo en los cerros incitando a los círculos bolivarianos. En otra versión, Cabello estuvo en la embajada de Cuba, que fue cercada y amenazada durante la rebelión.
Desde Palacio, José Vicente Rangel, quien mantiema comunicación con el general Baduel, acantonado en Maracay, llamó al celular del coronel Rodríguez, le informó que el gobierno constitucional había retomado el poder. Luego habló con Chávez y le comunicó que cuatro helicópteros Superpuma, ya surcaban los cielos de Venezuela para ir a rescatarlo. Un comando élite de 16 hombres iba por el Presidente.

En Venezuela, se profundizaba cada vez más la división del país.
El jueves 18, más de 40 generales y almirantes seguían presos, esperando el juicio.
Pedro Carmona Estanga estaba en arresto domiciliar.
Con la oposición, estaba todavía la poderosa petrolera PDVSA y la central de los trabajadores. Al frente de todos, como siempre, gran parte de los dueños de los medios y sus portavoces.
Esta era una historia de odios y amores profundos. Pasiones, torpezas, traiciones y actos heroicos, como es la historia de cualquier país en los instantes decisivos, dramáticos.
Mesiánico - algo que, esta vez le fue útil -, adicto al contacto directo, populista, organizador de un gobierno que, por necesidad u origen, tenía estructuras de poder militarizadas, Chávez probó en la piel, diez años después, la dimensión y el drama embutidos en una tentativa de golpe”.

El gobierno de Pedro, el Breve.

“Algunas razones para el naufragio del gobierno que fue sin haber sido. Pedro “el breve”, como es ahora conocido, cayó en gran parte por sus propios errores.
Cayó por desarticulación y lucha de poder entre los protagonistas del golpe: dirigentes de la federación de empresarios, Fedecámaras, dirigida por el propio Estanga, la Central de Trabajadores (CTV), comandada por Carlos Ortega, y cayó por el desacuerdo y las estupideces entre sus jefes militares.
El gobierno no se completó porque entre los que, decisivamente, lo hicieron imposible estaban algunos dueños de los medios de comunicación. Tales señores pasaron tres años explicando cómo debían ser hechas las cosas, la historia, pero no supieron hacerla, cuando ella llegó a sus manos.
El gobierno de Pedro Carmona Estanga fue breve entre otras cosas, por errores cruciales en sus disposiciones: como la ignorancia anticonstitucional del puesto del vicepresidente, la revocatoria de la Constitución en vigor, el cierre de la Asamblea Nacional y el anuncio, del retiro de la palabra Bolivariana del nombre de la República Bolivariana de Venezuela.
En Caracas, durante el golpe, se inició la persecución al desbancado gobierno. Las imágenes del ministro de Interior y Justicia, Ramón Rodríguez Chacín, y del parlamentario del MVR, Tarek William Saab, blancos de golpizas de ciudadanos del común, mientras eran detenidos, reflejaban un cuadro crítico.
No se sabía cuáles eran los cargos en su contra y, más bien, lo que se veía era una incipiente cacería de brujas del nuevo gobierno que aún no se había instalado y de cuyos lineamientos nada se conocía.

Baj se quedó de piedra cuando vio en El Nacional una foto rodeada de grandes titulares: “Allanada quinta de Pérez Mercado”, “Requisadas armas de guerra de diverso calibre”. “Se le busca por todo el país, pero se supone que ha huido a Miami, Estados Unidos”...
Se quedó de piedra cuando el supuesto Pérez Mercado no era otro que Jean Claude. ¡¡Era él!! ¡¡Era él!! Baj sentía que cada día se deslizaba más en un pozo sin fondo.

En casa, las relaciones con Alicia y los niños iban de mal en peor. No digamos nada de Olimpia la “supersuegra”... Aunque cobraba sin trabajar, no se sentía feliz. Esperaba de un momento a otro, la fatal llamada que definiera todo el andamiaje que la gente de Jean Claude, o Pérez Mercado, o como se llamara, había montado en torno a su vida. Más de una vez maldijo la hora en que decidió venir a Caracas.
Leía los periódicos todos los días. Antes sólo compraba Meridiano... Se fue dando cuenta de la manipulación casi total de los medios escritos y aprendió poco a poco a separar el trigo de la paja.
Chávez regresó con ánimo de la experiencia de golpe. Probó en su misma carne lo que él le hizo a Carlos Andrés Pérez. Las reacciones fueron de diverso tipo. La más notoria fue el incremento de animosidad con la Conferencia Episcopal, especialmente con su Presidente, Mons. Baltasar Porras, Arzobispo de Mérida.
También se notó una mayor reacción frente a los sectores golpistas. Reaccionó frente al boicot de la gente del Petróleo, importando gasolina mientras se reestructuraba PDVSA, y al sector Comercio le respondió importando gran cantidad de alimentos e instalando mercados populares en toda la geografía de Venezuela.
En la Asamblea Nacional se inició una guerra a cuchillo, los oficialistas para aprobar las leyes necesarias para profundizar la revolución y los opositores para evitar que esas leyes se aprobasen. El reglamento de debate fue la piedra de tranca que impidió una acción parlamentaria normal. Hubo peleas entre los diputados, hasta “cariñosos” arañazos en la cara de algún diputado, reuniones fuera de Cámara, el “quórum” una y otra vez solicitado...

A Baj no le importaban las discusiones teóricas sobre si el gobierno de Chávez era de izquierdas o de derechas. No le interesaba si Fidel Castro venia o no a verse con Chávez, si éste le regalaba un avión o le regalaba la gasolina.
Lo que él aprobaba de Chávez era el haber puesto el dedo en la llaga al denunciar el escándalo de la pobreza y darle mayor participación e importancia a los pobres. Aplaudió la reforma de PDVSA y la voluntad proclamada de poner sus recursos al servicio del pueblo.
También le daba rabia ver a gente de la oposición alegrarse de los errores técnicos que se cometían en las refinerías, o del derrame de crudo, o que aplaudieran la rebelión de los buques transportadores y la escasez de la gasolina en el país. No le gustó que un grupo de exempleados de PDVSA jugaran al desastre nacional con la industria que daba de comer a todos los venezolanos.
Naturalmente, Baj se daba cuenta también, que este llenarse la boca con la palabra “pobre” en los discursos, había servido siempre a todos los candidatos de la Cuarta República y que Chávez no se escapaba tampoco de esa dosis de demagogia.
Notaba Baj también, que esa continua mención del “pueblo soberano” podía ser una manera para que otra cúpula aprovechara como antaño, para saquear el Estado. Y este peligro lo proclamaba diariamente la oposición al denunciar la progresiva imposición del poder ejecutivo sobre los otros poderes.
Aunque esto ocurrió también en los años de la Primera, Segunda, Tercera y Cuarta República, la personalidad de Chávez con su verborrea rebosante y sus aires de aprendiz de Führer tropical, favorecía esta percepción, tanto más cuando las acciones implementadas no atacaban las verdaderas raíces del problema.
Chávez, como militar, había sido amamantado en la metodología de los “operativos”. Formado en esa mentalidad, iban saliendo como de la chistera de un mago, una serie de “operativos” o “misiones”: Misión Robinson, Misión Sucre, Misión Ribas, Misión Cristo, Vuelvan caras, Misión sonrisa, Misión milagro...
La mentalidad de Hugo Chávez era por formación, profundamente militar. El se encargaba de predicarlo a los cuatro vientos en las “cadenas televisivas” que se multiplicaban día a día para hacer contrapeso a los “4 jinetes del Apocalipsis”, como tildaba a los canales privados de TV.
La acción militar se basa en “Operativos” que se suceden unos a otros.
Con una especie de tratado de asistencia mutua con la república de Cuba, se puso en acción la “Misión Robinson”, el seudónimo de Simón Rodríguez, maestro del Libertador y ahora miembro dela “trinidad bolivariana”junto con Zamora y el mismo Bolívar. Con esta “Misión” u operativo se pensaba reducir al mínimo el índice de analfabetismo en el pueblo venezolano, basándose en la experiencia cubana en este campo.
A esta Misión le sucedió otra: la “Misión Ribas”que atacaba el abandono escolar en los años de bachillerato y ayudaba a graduarse de bachiller en dos años.
Para cerrar el ciclo educativo, se proclamó la “Misión Sucre” con la que se atacaba la discriminación de la selectividad estudiantil para continuar estudios superiores. Para eso se abrió la Universidad Bolivariana. Y próximamente se anunció un nuevo operativo para atacar las raíces de la pobreza del país que llevaría el aleccionador nombre de “Vuelvan caras”...
En el campo sanitario la colaboración de Cuba se hizo presente con otro operativo: “Misión Barrio adentro”. Centenares de médicos cubanos penetraron en las zonas marginales de Caracas, otras ciudades y por el campo venezolano.
La polémica no se hizo esperar. La oposición criticó abiertamente los operativos educativos como marginadores del sistema educativo venezolano además de poner en duda su eficacia. Pero lo que más polémica suscitó fue el aspecto sanitario. ¿Eran médicos? ¿Eran técnicos sanitarios? ¿Eran enfermeros graduados? ¿Por qué no presentaban la reválida requerida por la ley a todo profesional extranjero?
Baj, que vivía en un barrio petareño, pudo darse cuenta que la presencia de estos agentes sanitarios era positiva. Mucha gente del barrio no tenía ni tiempo para hacer colas en el Hospital Pérez de León para una consulta, ni quería arriesgarse a conocer el precio de la medicina recetada...
Con esta polémica, Baj se acordó de los años en que el Obispo Ceccarelli quiso establecer en las cercanías de Puerto Ayacucho un pequeño Hospital para atender, sobre todo a los indígenas que recibían un trato inhumano en el Hospital. Pensaba contactar con las ONG “Médicos sin fronteras” o “Medicus mundi” para conseguir personal y medicinas.
No fue posible. Las trabas burocráticas impuestas fueron una barrera infranqueable. No se permitía que operaran en Venezuela médicos sin la debida autorización y reválida. La barrera impuesta por el Colegio de Médicos fue infranqueable. No importaba que el campo venezolano y sobre todo el indígena estuviera desasistido y abandonado.
Por eso Baj, en cierta manera, se alegraba de la actitud antiburocrática del Presidente frente al hipócrita rasgado de vestiduras de gran parte de médicos venezolanos.
En su trabajo, en los cursos y talleres realizados en la UCV, Baj recibió las herramientas suficientes para hacerse un cuadro de la situación política, pero no era eso lo que más le preocupaba. El seguimiento atosigante de la gente de Jean Claude lo enervaba. No se creía seguro en ningún sitio ni a ninguna hora.
Baj no aguantó la presión. Cada día se sentía más amenazado por la gente de Jean Claude que, desde el extranjero, seguía financiando actos terroristas y asesinatos. No aguantó más y llamó al número secreto de teléfono que le había dado el Comisario Acevedo para concertar una entrevista.
- A las 6 de la tarde en la Catedral - respondió Acevedo lacónicamente.
A las 5 y 10 salía de la estación del Metro de Capitolio. Simuló revisar unos libros en una de las ventas de libros usados. Cruzó la Plaza Bolívar y entró en la Catedral.
Al fondo, detrás de una columna, lo esperaba el Comisario. Fueron pocas las palabras que éste le dijo a Baj, e inmediatamente salió por una puerta lateral. Baj se sentó meditabundo en uno de los bancos aprovechando aquella atmósfera de paz de la que estaba tan necesitado.


Baj, convertido ya en espía doble, hizo un viaje relámpago y casi de incógnito a Puerto Ayacucho.
Fue el mismo Acevedo quien le aconsejó ese viaje, para olvidarse por un tiempo de Caracas y sus tensiones.
Las noticias que recibían en la Dirección de la DISIP de los funcionarios del Amazonas eran contradictorias. Acevedo quería saber de buena fuente qué había pasado realmente en Puerto Ayacucho el 11 y 12 de abril.
Con la recomendación de mostrarse en público lo menos posible, se reunió con un selecto grupo de antiguos amigos, Waldemar Noguera, los hermanos Meza, el prof. Olegario y otros.
Sus parientes pensaban que había desaparecido en la jungla de Caracas. Su mamá, abuela, hermanos y tíos se alegraron muchísimo al verlo de vuelta. No faltaron unos regalitos para los chamos, pero pronto se dieron cuenta que Baj no se quedaría con ellos. Recorrió todo Puerto Ayacucho y visitó a muy contados amigos. Aunque Baj estaba harto de la política nacional tuvo que recibir una buena dosis de política regional, de la que desconocía todo o casi todo.
En una tertulia, mientras tomaban unas cervezas, estos amigos le contaron las recientes aventuras ocurridas en Puerto Ayacucho. El Prof. Waldemar definió esa noche como la “noche de los caramelos envenenados”...
Baj escuchaba en silencio:

- Una vez caído Chavez, se dieron varias reuniones muy interesantes en nuestra ciudad capital...
- Una de ellas, el jueves 11 de Abril tuvo lugar en Casa Rexona, cerca de los Lirios a eso de las 10 pm. de la noche. En ella estaban presentes Gestas González y su esposa, Ariadna Gil, el General Barrientos, jefe del Core 9 y varios representantes de la Cámara de Comercio: Irama de Saló, Jacqueline Orillo, el sureño Quique Vergaña, ficha de Fedecámaras por su amistad con la Dra. Albis Muñoz y la dueña de Rexona. Otras personas intentaron participar pero no lo lograron, por ejemplo la Dra. Gema Verde.
- El objetivo de la reunión parecía claro: reconocer el gobierno de Carmona y cuadrar la sucesión y el reparto de poderes locales.
- Esa tarde, una turba de fanáticos adecos había asaltado la Gobernación. El Secretario General Mirildo P. y Antonio Riverol tuvieron que asilarse en el Vicariato para no ser agredidos por talibanes adecos, entre ellos el Chivúo Pillo, Dixon Cabilla, Cumachito, Aguja de E. Heriberto R. Ungreda, Ida Viso, Sally de F. varios sindicalistas y la montonera que siempre se forma en esos casos. Finalmente, fueron desalojados por la G.N. del General Barrientos. Este General, momentos antes delante de testigos, no había disimulado sus simpatías por Carmona.
- La Dra. Gema Verde y su nuera, convocaron al pueblo a la desobediencia civil en un programa radial de las 5 de la tarde. No le importaba arrojar al pajón a su hermano que era diputado oficialista... (Ella hoy, es más chavista que Diosdado, por obra y gracia de la Alcaldía más meridional de Venezuela...)
- El Negro Urbina, hasta entonces en plan guabina, el día 12 se destapó en su programa Noticontacto y acusó de traidores a Chávez y a Liborio diciéndoles que pidieran perdón al pueblo.
- Avanzada la tarde del día 12, regresó el gobernador Liborio, haciendo unas declaraciones a la prensa en las que, según algunos, implícitamente reconocía el gobierno de facto del Dr. Carmona.
- Ese mismo día 12, en horas de la noche, se llevó a cabo otra reunión en la residencia del Gobernador. No está muy claro lo tratado en el entreacto de esta comedia, pero las atenciones extremadas hacia Quique Vergara, representante de Fedecámaras, de parte del sector oficialista, hacían entender que quería congraciarse con el nuevo gobierno, mantenerse en el poder o al menos salir por la puerta grande.
- El día 13 concluyó la película con el regreso de Chávez. Como sucede en los movimientos sísmicos, las placas tectónicas fueron acomodándose, volviendo a su lugar; los dubitantes revolucionarios siguieron en sus puestos, los apóstatas se hicieron conversos y los que, como los adecos y compañía soñaron con el regreso al pasado, se quedaron con los crespos hechos.

Después de esos pocos días de contenida alegría en Puerto Ayacucho, en donde logró ocultar ante los demás la preocupación que llevaba por dentro, Baj regresó a Caracas.


Por una maldita circunstancia de su vida, el encuentro de Baj con la gente de Jean Claude o Pérez Mercado, lo mantenía sobre ascuas. Sabía que lo seguían, que lo vigilaban. Conocían todos sus pasos. Se alegré un poco cuando supo que los diarios hablaron sobre la supuesta huida de Pérez Mercado al exterior.
Pronto se dio cuenta que nada había cambiado. En la pantalla del celular seguian apareciendo mensajes: “Pronto te llamaremos”, “Te seguimos...”, “No hables con nadie de todo esto...”

Todo se definió el martes 7 de enero.
Salía del quiosco situado en una de las transversales de Boleíta Sur, cuando recibió una llamada.
- “Continúa leyendo el periódico por la calle que cruza a tu derecha. Cuando un carro de color verde se ponga a tu altura, entra al abrirse la puerta.”
Baj sintió que aumentaba el ritmo del corazón. Se sintió con ganas de mirar hacia atrás y correr hacia la Avenida principal, pero obedeció la orden. Cruzó a la derecha y esperó que se acercara el carro. No leía. Toda la página de Meridiano se convirtió en un borrón nublado en donde la tinta negra y roja de las fotos se fusionaron en un enorme borrón. Su cerebro obnubilado logró reaccionar cuando un carro abrió su puerta trasera.
De manera autómata entró y se encontró con el mastodonte guardaespaldas de Jean Claude que engullía una bolsa de chicharrón picante con la sonrisa peligrosa de siempre. El ruido que producían los crocantes chicharrones entre sus dientes fue lo único que Baj oyó dentro del carro por un largo tiempo.
Se dirigieron hacia el centro por la Avenida Libertador, luego bajaron hacia la Plaza Venezuela y luego ascendieron por la Avenida La Salle. El auto se paró a la derecha, frente a una reja de un edificio de apartamentos.
Se introdujo al estacionamiento en penumbra y, casi levantado en vilo por el gorila acompañante, salió y fue conducido al ascensor. El hacía de chofer, un hombre de mediana edad, canas incipientes y vestido con una cazadora amarillenta de pana ajustada al cuerpo, marcó el N° 7 el tablero de mandos.
Entraron en el apartamento que se hallaba en semioscuridad. Las ventanas y las persianas de la sala estaban cerradas. En el centro de la mesa oblonga había una especie de maqueta de arquitectura que Baj a primera vista no reconoció, y un montón de papeles. A la derecha, estaba un DVD debajo de un televisor de amplia pantalla super plana.
El gorila seguía triturando chicharrones de un modo incansable.
Después de una espera de unos cinco minutos, llegaron dos personas que saludaron y sonrieron a Baj. A uno de ellos, parecía recordarlo del primer encuentro en la casa de Jean Claude. El otro, un poco mayor, muy bien trajeado no recordaba haberlo visto. Este se sentó y acercó su silla hacia la mesa, dispuesto a iniciar la sesión.
- Baj, ha llegado el momento de que empieces a actuar. Todo este tiempo te hemos estudiado, te hemos seguido y has pasado la prueba. Trabajarás para nosotros.
- Llevo casi un año en contacto con ustedes y no sé lo que se traen entre manos.
- Tú eres indio ¿verdad? – preguntó el más anciano.
- Sí, pero ser indio no significa que tengo que ser bobo.
- Mi intención no era la de insultarte. Quería decirte que tú, como buen indio, eres cazador. ¿Nunca cazaste animales con trampas?
- Ciertamente. Desde pequeño...
- Eso es lo que buscamos nosotros. Queremos que nos ayudes a poner una trampa.
- ¿A qué se refiere usted? - contestó Baj asustado.
Comenzaba a darse cuenta lo que él sospechaba. El misterio de estar cobrando sin trabajar, se iba a desvelar muy pronto.
- No te preocupes. Es muy sencillo. Hasta ahora cobraste sin trabajar. Desde ahora seguirás cobrando, pero te pondrás a trabajar.
- Estoy listo ¿Cuál va a ser mi trabajo?
- ¿Te acuerdas cuando estuvo el Papa en San Félix? Lo hiciste muy bien. Un indio perfecto, engalanado y pintado con los colores de tu tribu.
A Baj le dio risa lo de los “colores de su tribu”. No conocía su “tribu” y no sabía que el onoto usado por todos, hasta en el sancocho, eran “los colores de su tribu”.
- Desde entonces te venimos siguiendo - continuó el viejo - Llegó la hora de la verdad. Mucha gente está dentro de esto, Baj. No nos vayas a defraudar.
- No sé de qué me hablan... – respondió Baj.
- Poco a poco lo sabrás. Hoy recibirás la primera lección. ¿Ves esto? - dijo el viejo señalando el centro de la mesa.
- Es una maqueta.
- Efectivamente. Es el teatro Teresa Carreño.
Con una mano levantó la parte superior y quedó al descubierto una bellísima maqueta del Teatro. Un corte mostraba perfectamente la platea y el escenario con todas las puertas de acceso directo y emergencia.
Baj observaba atentamente, mientras el viejo elegante le explicaba parte por parte esa sección de edificio que él ya conocía, pues había estado allí dos veces, una para un concierto, y otra para un encuentro con Chávez.
- Hasta aquí vamos bien. Observa esto...
El viejo levantó otra capa de la maqueta dejando al descubierto un sinfin de salas pequeñas, de pasillos entrecruzados y de puertas de las que varias salían al exterior del edificio.
Después de repetir varias veces todo un posible recorrido entre pasillos y puertas, el anciano dejó la maqueta desordenada y se dirigió al DVD.
- Veamos ahora en otra dimensión el mismo recorrido. - Y prendió el aparato.
A una vista aérea del enorme complejo cultural, le siguió el recorrido por cada sección del edificio que habían reconocido en la maqueta. Era una especie de video-juego en donde un personaje caminaba haciendo siempre un mismo recorrido, desde el escenario hasta una de las salidas secundarias que daban al exterior. Cada puerta se abría automáticamente e iba señalando en rojo todo el ecorrido.
- ¿Te das cuenta?
Y lo repitió 1... 2... 4... 6... 7 veces.
- ¿Y en qué consiste mi trabajo? – dijo Baj.
- Te lo diremos en la próxima sesión. Toma esto y estúdialo bien.
Baj tomó un delgado folleto en forma apaisada y, al abrirlo, se dio cuenta que era un plano plegado de todo el interior del Teatro Teresa Carreño.


***

…La Televisión privada en sus noticieros y programas de opinión presentaba una Venezuela cada vez más crispada. La polarización la construían día a día los canales de TV, dejando escapar sin muchos eufemismos palabras como “tierrúos”, “maleantes”, “monos”, “incivilizados”, “pata en el suelo”, “salvajes”, “hordas”… Los programas de humor satirizaron y ridiculizaron la figura del Presidente de forma grotesca. En ningún país del mundo permitirían ver lo que se estaba viendo en Venezuela. Los medios de comunicación escritos tomaron progresivamente un camino de clara oposición al gobierno.
Aquella catequesis mediática trajo como conseuencia una polarización cada vez más clara que se notaba en la calle, en las discusiones entre amigos, en el trabajo o en la casa.
La figura del Presidente era el centro de una visión maniquea. Para unos era el diablo personificado, un militar carente de formación, aunque en sus alocuciones hacía gala de citas de autores muchos de ellos ya con vigencia decadente; un demagogo que basaba su prédica campechana e igualitaria en el uso y abuso de una visión fundamentalista de Bolívar, mezclándola con declaraciones de sabor populista; manipulaba lo religioso popular otorgándole un aura de “elegido”, “enviado”, para redimir el pueblo sojuzgado por la soberbia oligarquía neoliberal.
El término “revolución” usado asiduamente por el presidente y sus seguidores, se le atragantaba a una clase media que, aunque no muy boyante en los últimos tiempos, no quería saber nada de cambios bruscos que pusieran en peligro los derechos adquiridos.
La aprobación de ciertas leyes colmaron el vaso abriéndose diversos frentes de una oposición cada vez más encarnizada. La sensibilidad social de estas clases altas frente a la realidad de las clases populares, no pasaba mucho más allá de la limosna paternalista.
El verbo encendido del Presidente revivió la mente de estas clases el fantasma recurrente posible descenso de los cerros sobre las urbanizaciones caraqueñas.
La conciencia antimarxista ya genética entre los cubanos exiliados despertó frenética, pues en la revolución bolivariana revivían paso a paso la metodología castrista de antaño.
La Iglesia, cauta, observaba sin pronunciarse abiertamente. Había división de opiniones entre los obispos y, en general, aunque se auspiciaba un gobierno con mayor contenido social, se sospechaba de las idas y venidas del discurso, de las contradicciones oratorias y de la excesiva recurrencia a lo religioso, cosa extraña en un presidente.
La disputa abierta entre el Presidente y la Iglesia se debía más al carácter de las personas que hacían de voceros, que al fondo de las cosas. El Presidente Chávez y el presidente de la Conferencia Episcopal, salvando distancias, se parecían bastante. A ambos les encantaba un micrófono y a ninguno le gustaba morderse la lengua.
A pesar de todo esto, muchos votantes siguieron creyendo en el Presidente, tal vez por el miedo a que se regresara al pasado. Muchos miraban al futuro y esperaban una evolución política.
Para muchos, Chávez era una persona como ellos, que había surgido de abajo, del pueblo, usaba sus mismas palabras, sus símiles y ejemplos eran entendidos por todos. Por vez primera hubo un presidente que se dirigía especialmente a ellos. Por primera vez en cuarenta años, daba la impresión que él iba a gobernar para ellos, para los pobres, para el pueblo. Sus discursos encendidos retando a los ricos, sus proclamas “zamoranas” antioligarcas, eran aplaudidos por un pueblo acostumbrado al aguante y al olvido y ávido de revancha social.
El anuncio rotundo de meter en la cárcel a los corruptos fue la promesa más aplaudida por todos. La prédica de la participación y del rol protagónico del pueblo hizo mella, no sólo en la clase popular, sino que parte de la clase media y alta se lo reconocía.
Era un mérito que nadie podía negarle a Chávez. La sociedad, el pueblo, tradicionalmente apático y alérgico a todo tipo de participación política que no fuera la escuálida participación en las urnas cada cinco años, se despertó y comenzó a participar activamente y se organizó de diversas maneras. Aunque popularizada, resurgió una participación que no se había visto desde hacía muchos años.

Yo, personalmente, era un admirador del Presidente. Mi origen indígena, mi situación social, mi historia de resquemores y exclusiones me llevaban a creer en una persona que soñaba un país distinto. Pero como buen indígena, me costaba manifestar exteriormente mis sentimientos.
Caracas fue invadida por marchas y contra marchas que competían, no sólo por la gente que lograban meter en la Avenida Bolívar, sino también por el número de banderas. Un espíritu patriotero se difundió por doquier, y cada grupo pugnaba para demostrar su “bolivarianismo”.
Yo sufrí las consecuencias de esas masas que se agolpaban a la entrada y salida del Metro, pero casi nunca participé en las manfestaciones. No era mi estilo. Ver la televisión me enfermaba, pues el único tema existente era la política, las discusiones de los diputados y los enfrentamientos casi a diaríos de grupos en pro y contra gobierno.
La situación económica no era muy buena. Las empresas timoratas redujeron personal y recortaron gastos. El buhonerismo era lo único que aumentaba e inundaba ciudades y pueblos. Muchos trabajadores fueron despedidos, yo entre ellos. Yo me salvaba por el sueldo misterioso que seguía depositándose en mi cuenta bancaria…



Era de noche y los muchachos dormían rendidos.
La suegra de Baj ya no refunfuñaba tanto, al darse cuenta que no era de esos aprovechados que llegaron antes que él a la casa; comieron, durmieron, le pusieron un hijo a Alicia y desaparecieron. Baj, con su sueldo misterioso, arregló el rancho, fabricó una habitación más para los niños, mejoró el cuarto de baño y hasta le regaló un colchón nuevo a su suegra. Desde entonces, ya no le llamó más “indio”, ni él le recomendó que se afeitara los cuatro pelos de la verruga. Por Navidad, aprovechando una oferta instaló el Direct TV, cosa que emocionó a los chamos, también a los vecinos.
Mientras Alicia remendaba un pantalón del carajito, Baj disfrutaba un partido de fútbol. Más que fijarse en las jugadas de los dos equipos que desconocía, su mente estaba muy lejos. Recordaba las caimaneras de Atabapo, en el internado de los curas y en la cancha del pueblo, que era más bien un potrero con arquerías ¡Qué partidos! Le venían a la memoria rostros de compañeros que hacía muchos años se habían perdido.
Navegaba en estos recuerdos cuando sonó el teléfono.
- ¿Sí? ¿Aló?
- Atento, Baj. – sonó la voz - Mañana a las 12 del mediodía en las cercanías del hotel Eurobuilding. No faltes.
Y colgaron.
Le estropearon la noche. No concilió el sueño sino a ratos. Prefirió no decirle nada a Alicia.
A la mañana siguiente, después de bañarse y desayunar una arepa con algo de carne mechada que había sobrado de la cena, repasó las noticias que daban por los diversos canales. El canal 8 hablaba de Chávez y los otros canales hablaban contra Chávez, pero de una u otra manera, Chávez era el centro de todas las tertulias y entrevistas televisivas de la mañana.
- Alicia, ¿Sabes por dónde queda el Eurobuilding?
- ¿Me vas a llevar pallá? ¡Qué emoción! ¿No es al final de Las Mercedes en donde queda eso?
- No, ese es el Hotel Tamanaco.
Con la escasa efusividad característica, Baj salió de casa y comenzó a bajar por las escaleras.
- No estaré para comer a mediodía. Hasta la tarde.
Eran las 11 y se hundió en el mercado persa de la redoma de Petare. Verdaderamente, el trabajo informal había inundado toda la ciudad y corroboraba una vez más la chispa del venezolano para no claudicar ante la desgracia y para hacer del rebusque un arte de sobrevivencia.
Se fue en Metro hasta Chacao y allí tomó un taxi.
- Al Hotel Euro building, por favor.
El chofer lo miró de arriba abajo y al ver la pinta de indio que se gastaba Baj, exclamó:
- ¡¡Coñoooo!!...
Baj sonrió y le dijo:
- No se preocupe, no voy al Hotel. Eso no es para mí.
- Ni p’a mí - respondió el chofer - por eso me extrañé…


Deambuló un rato por las cercanías y luego se sentó en una arepera, a unos sesenta metros del hall del Hotel. Leía el Meridiano. La gente iba y venia con la acostumbrada calma. De pronto, vio a un hombre de mediana edad, en atuendo deportivo que venía trotando hacia la arepera. Pidió un café y se sentó en la mesa frente a Baj.
- Acompáñeme, por favor. - dijo el recién llegado después de sorber el café negro.
Baj siguió al hombre que se echó al cuello una especie de toalla con la que secaba su rostro de vez en cuando.
Traspasaron el lujoso vestíbulo del hotel. Baj estaba maravillado. Nunca había visto nada tan lujoso. Hombres con uniformes elegantes lo miraban extrañados. Un indio en el Eurobuilding... Como “Tarzán en Nueva York”, aquella película viejísima que pasaba el P. Bressán en las escalinatas de la iglesia del Carmen en Puerto Ayacucho...
Entraron en el lujoso ascensor y a los pocos instantes, se abrió la puerta en el piso 8°. Baj admiraba el tapiz azul que cubría todo el piso. El deportista, se detuvo frente al apartamento N° 86 y tocó el timbre. Apareció con su sonrisa idiota, la cara redonda del troglodita de siempre, el gorila de Jean Claude. Nada más verle, a Baj se le retorció el estómago.
Recordando la experiencia anterior, hizo el propósito de no probar ningún café ni bebida que le ofrecieran.
A una indicación del deportista, se sentó. Apareció por la puerta de la derecha un anciano renqueante, de sienes plateadas y una barba blanca bastante larga, pero muy bien cuidada. Cruzó varias veces el apartamento arrastrando su pierna izquierda como lo hacía el viejo Hassán en Atabapo, seguramente víctima como él de una hemiplejia.
Al rato, Baj fue testigo de un milagro. El viejo mientras hablaba, caminaba cada vez más rápido y menos renqueante. Su figura encorvada y cansina se iba enderezando y creciendo de tamaño.
- Baj - dijo acercándose y mirándolo a los ojos - es tu hora.
Baj ya no dudó más. Era Jean Claude en persona. Su mirada acerada lo delataba.
- ¿Aprendiste la lección del otro día? ¿Sabes lo que tienes que hacer?
- No, no me han dicho nada. Lo que me mostraron fue el Teatro Teresa Carreño, pero desconozco el motivo.
- Yo te lo explicaré. Sabes muy bien que el presidente Chávez está llevando a la ruina al país. Nosotros no creemos en el camino electoral pacífico. No creemos que Chávez cumpla con lo estipulado en la mesa de negociación. No creemos ni en Gaviria ni en Carter. No creemos en el referéndum pues hará todo lo posible e imposible por obstaculizarlo. No creemos en una oposición blandengue que es el residuo de partidos sin crédito ni base popular.
Un grupo fuerte de militares está esperando la señal que nosotros vamos a darle para tomar el poder. No vamos a caer en los errores del 11 de Abril de 2002. Esta vez no fracasaremos.

La última frase la pronunció a escasos centímetros de la cara de Baj. Los ojos le brillaban de odio.

- ¿Y cuál es mi trabajo? - Por fin logró hablar aunque muy quedamente.
Jean Claude se sentó sin dejar de mirar a Baj.
- El próximo 12 de octubre Chávez firmará la Ley de Etnias que se está discutiendo en la Asamblea. Tenemos datos muy concretos de nuestros informantes en Miraflores. La Ley se firmará en el Teatro Teresa Carreño, en un acto folklórico con la participación de representaciones de todas las etnias indígenas del país. Un show mediático de los que le gustan a Chávez.
- ¿Qué tengo que ver yo en esto?
- Mucho, Baj, Mucho. Tú has sido escogido como el representante de la etma kurripako para honrar al Presidente con un regalo, un presente original. Tu pasantía en la Universidad Central, te hizo muy conocido por profesores cercanos al proceso revolucionario. Nuestra influencia y los hilos que manejamos hicieron lo demás. Tu nombre está ya en la lista que maneja la oficina de protocolo de Miraflores.
- ¿Y cuál será mi regalo para el Presidente?
La palabra de Jean Claude se le congelé en la boca al sonar el fastidioso sonido del móvil de Baj.
- ¿Sí? ¿Aló?
Jean Claude no parpadeaba a pocos centímetros de Baj, como queriendo escuchar la conversación.
- ¿Víctor?.. Perdone, está equivocado. - disimuló Baj guardando su celular.
- ¿Quién era? - preguntó nervioso Jean Claude.
- Nadie. Uno que se equivocó...
- ¡¡Vete rápido!! Es la Disip que te está rastreando. Sal con naturalidad del hotel, dirígete al café o a una arepera, pide un jugo y espéralos allí… te están localizando.
Baj, nervioso, se dirigió a la puerta dispuesto a correr. En la puerta, Jean Claude le puso unos dedos huesudos como garfios encima de sus hombros y mirándole fijamente le dijo:
- Una palabra sobre esto y eres hombre muerto. Yo tengo oídos también en la Disip.
Baj logró zafarse y salió corriendo hacía el ascensor.

Al rato, sentado en la arepera que ya conocía, tomaba un jugo cuando se acercó un hombre joven que le dijo indicando un Toyota blanco:
- Acompáñeme - y le mostró disimuladamente su placa.
No había cerrado la puerta cuando el carro arrancó girando hacia la derecha. Se dirigieron hacia una de las urbanizaciones exclusivas del este de la ciudad. En un descampado, a la orilla de la carretera había un carro estacionado.
- Bájese - le dijo el mismo agente. - le esperan ahí dentro.
Sólo cuando se abrió la puerta de vidrios ahumados, respiró aliviado al ver al Comisario Acevedo.
- Estás metido en un lío, Baj.
- Lo sé. En un gran lío... No sé qué hacer, comisario.
Acevedo abrió la puerta y salió a caminar. Baj le siguió. Frente a ellos se extendía la Caracas de siempre.
- Un gran lío... un gran lío...
Y el comisario iba y venia dos, cuatro, hasta siete veces.
- Esa gente no juega, Baj... es gente muy pe1igrosa...
- Lo sé, comisario. Y… ¿Qué hago? - Baj se sentó en la baranda de aluminio que bordeaba la estrecha carretera - Yo no busqué esto, créame... y lo peor es que no sé cómo salir...
Después de un largo silencio, el comisario Acevedo le dijo señalándole con el dedo índice.
- Yo te ayudo y tú me ayudas.
- ¿Y cómo?
- Vas a seguirles el juego hasta donde puedas. Sacas toda la información y me la pasas.
- Ellos tienen infiltrada la Disip, comisario.
- Lo sé. Por eso estoy haciendo esto. Nadie de la policía sabe que estoy hablando contigo.
- ¿Y cómo quedo yo? Si se enteran, no lo cuento. – dijo asustado Baj.
- Ya tengo todo programado, Baj. Un escape seguro y silencioso... Aguanta unos días, espera su llamada y hazles el juego. Tú tienes sangre fría...
- ¿Y si ya saben que hablé con ustedes?
- ¡No lo saben, Baj, te lo juro! Esto lo hicieron para probarte, para ver si te escapabas o te entregabas a la policía. Te llamarán de nuevo, tú sígueles el juego... Una última cosa ¿En qué piso estuviste?
- En el 8° - y se dirigió hacia el Toyota blanco.
Regresaban por la Avenida del Este el policía camuflado y Baj, cuando sonó el celular.
- ¿Sí? - llamaban los de Jean Claude.
- ¿Dónde estás?
- Camino de casa. Estuve esperando en la arepera y nadie vino. Me cansé y me fui.
- Baj. No intentes fugarte. Te seguiremos hasta el fin del mundo. Espera nuestro aviso.
- Ajá. - Y apagó el móvil.
Tenía razón el comisario, pensó Baj.


Recibí noticias de Amazonas. De vez en cuando me traían algún periódico o la “Iglesia en Amazonas” y era mi único contacto, pues con la familia tengo muy poca relación. Es muy difícil hablar por teléfono con ellos. Los tengo muy abandonados. ¿Será porque yo estuve siempre acostumbrado a que se vinieran detrás de mí?
Mi fuga a Caracas, si bien no rompió los sentimientos, sí los mantuvo adormecidos por mucho tiempo.
Mons. Divassón con la ayuda de la Gobernación, vio realizado el sueño de las Escuelas Interculturales de los Ejes Carreteros, que se habían proyectado. Por el Norte en Parhueña; por el Sur en Mirabal. Era una necesidad olvidada por muchos años...
Las organizaciones indígenas están promoviendo en todo el país la participación en el proceso de la Constituyente. Esperemos que no se achicopalen como con la Ley de División Político Territorial...
Mientras tanto, el ambiente político seguía su rumbo. Como dije anteriormente, las Alcaldías se repartieron entre los actores políticos, aunque prevaleció la victoria del cambio: en Autana y en Manapiare ganó PUAMA con Bernabé Arana y Benjamín Pérez respectivamente, en San Carlos triunfó el PPT con Zerpa, en Maroa ganó Briceño por e1 MVR, mientras que Ayacucho, Atabapo y Alto Orinoco siguieron siendo bastiones adecos con Oswaldo Rodríguez, Nepomuceno Patiño y Jaime Turón.
Las elecciones para Gobernador de Amazonas fueron lo más parecido a una película de Walt Disney... pura fantasía...
El 30 de julio de 2000 el C.N.E. dio ganador a Bernabé Gutiérrez Parra. De los muchos folletos, panfletos o periodicuchos que alimentaron la inteligencia amazonense, destacaba el dirigido por un panfletario Joel Tito González que se derretía en loas a la victoria Adeca con títulos tan expresivos como estos:
“. . . Ganó Bernabé y el feo chillando...”, “Nepo el imbatible”... “Nixon corrió a Pablo Medina y a Aristóbulo Istúriz...” (Seguramente debido al concurso de su inteligencia). “...ETA en Amazona... Pudimos conocer que el grupo separatista vasco ETA está haciendo un trabajo especial en Amazonas, donde supuestamente tienen infiltrado en la alta cúpula religiosa del Vicariato a un alto dirigente....”, “...Gracias a la derrota de Liborio Guarulla las Iglesias Evangélicas seguirán abiertas”.
Inmediatamente, el candidato del “cambio”, Liborio Guarulla, impugnó el proceso ante la Sala electoral de la Corte Suprema de Justicia. El 11 de octubre del mismo año, el C.N.E. proclamó a Liborio Guarulla gobernador de Amazonas.
Bernabé de nuevo, impugnó la decisión y acudió al C.N.E. Este determinó finalmente la repetición de las elecciones en un total de 7 mesas electorales.
Liborio Guarulla tuvo que dejar la Gobernación y se encargó de la misma el Presidente del Consejo Legislativo, Bello Acosta, desde el 12 de enero al 12 de febrero. En la historia de Amazonas hubo períodos muy oscuros, pero este mes para algunos fue “clarísimo”...
Finalmente, después de tantas idas y venidas, Liborio Guarulla tomó posesión del cargo.
Por esos días, el profesor Waldemar Noguera me comunicó por teléfono la noticia de la inauguración de la Emisora “Raudal Estéreo” 92.9 el día 9 de mayo de 2001.

El 22 de Diciembre del año 2000 los aires del Proceso Constituyente soplaron por Amazonas.
Como fruto de este proceso nació la Nueva Constitución del Estado Amazonas ya adaptada a la nueva Constitución de la República Bolivariana de Venezuela. Asesorados por el Dr. Herman Escarrá, y después de múltiples consultas a las comunidades e instituciones, los diputados aprobaron el 12 de septiembre de 2002 una Constitución más moderna que fundamentaba su razón de ser en los derechos humanos y la participación activa de la sociedad.
En años anteriores, el Estado venezolano había hecho esfuerzos para establecer un Régimen de Educación Intercultural (REIB). Dos Decretos promulgados por Chávez el 27 de Mayo de 2002 profundizaron este camino.
En el N° 1.795 se decretó “implementar el uso obligatorio oral y escrito de los idiomas indígenas en los planteles educativos públicos y privados ubicados en los hábitat con presencia indígena”, así como la publicación de textos aprobados por el Ministerio. Se encargó a este Ministerio de Educación, Cultura y Deporte, la ejecución de dicho Decreto.
En el Decreto N°1796, Chávez promulgó “la creación de un Consejo Nacional de Educación, Cultura e Idiomas Indígenas como órgano asesor del Ejecutivo nacional.”
Y enumera una larga lista de las incumbencias de dicho Consejo Nacional que trabajará “ad honorem”.
No quiero pecar de pesimista, pero dichos Consejos “ad honorem” en la Venezuela actual no suelen encontrar “el tiempo” disponible para reunirse... El Ministerio de Educación es un elefante pesado y la agilidad en los cambios, nunca fue su principal virtud.

***

Baj se daba cuenta que las cosas se complicaban cada dia más.
Con frecuencia iba a la Universidad a hablar con Omar. El antropólogo ni sospechaba el problema que atormentaba a Baj. Cuando éste le confesó todo, no lo quería creer.
- ¿Qué hago? - se preguntaba continuamente Baj.
Con su amigo manejaron todos los escenarios posibles. ¿Huir al Amazonas? ¿Esconderse en alguna población del interior? ¿Presentarse a la DISIP y denunciar el plan de matar al Presidente?
Después de racionalizar lo más posible el problema se decidieron por lo que les parecía más viable.
Dada la confianza de Baj con el Comisario Acevedo, Omar le aconsejó que estudiara con él la forma de huida rápida y silenciosa sin que la gente de Jean Claude lo sospechara.
- Ellos me siguen, Omar, ellos saben seguramente que estoy hablando contigo ahorita. Conocen quién eres tú, no se les escapa nada.

Los días transcurrían pesados, inciertos. Sentía un malestar continuo en el estómago, como si algo le mordiera por dentro. Cada llamada del celular le producía tensión y una especie de miedo que él nunca había sentido. No aguantaba el encierro de la casa y vagaba por toda Caracas de Este a Oeste, en metro, en autobús, a pie, como si este continuo movimiento lograra despistar esa pesadilla que lo perseguía.
Se acercaba el 12 de octubre.
Esa fecha tan poco simpática para un indio, aunque se disfrace con palabras tan bonitas como la Jornada de la “Resistencia Indígena”, según se iba acercando, cobraba para Baj visos de tragedia; no la de hace 500 años sino de ahora, muy actual.
¿Por qué todos los discursos sobre esa fecha, se referían a lo sucedido hacía 500 años y casi nunca se hablaba de los problemas actuales de los indígenas? Divagaba de esta manera Baj, mientras contemplaba una Exposición de Instrumentos Indígenas en el Museo de Ciencias. Algo de él se emocionó, mientras contemplaba los largos botutos Kurripakos, y se recordó de las narraciones de su tío Idalino sobre las Trompas sagradas que se escondían de la vista de las mujeres y de los niños…
Gozaba con estos recuerdos, cuando el impertinente sonido del celular, molestó más su alma que su oído. Se dirigió hacia la salida, mientras escuchaba el mensaje de una voz ya conocida.
- “Baj, mañana a las 9 am. en el Hotel EuroBuilding piso N° 4”
Notó el pinchazo en el estómago nuevamente y, olvidándose de los botutos y otros instrumentos que habían traído por un momento la música a su espíritu, entró como un autómata en la Estación del metro de Bellas Artes y el ronco traqueteo del tren le introdujo en el negro túnel por el que desde hacía un tiempo transcurría su vida.
Se bajó en la Redoma de Petare y subió a pie hasta el barrio. Tal vez eran los últimos días que pasaría con Alicia y sus hijos en un hogar que quiso ser el suyo y no pudo ser. Hoy, casi se alegraba de no dejar descendencia con ella, pues el desgarre de otra fuga en su vida sería infinitamente mayor.
Nada más entrar en casa, Alicia se dio cuenta inmediatamente de la situación, cuando lo vio sentarse en el sillón de la sala con las manos detrás de la nuca y mirando hacia el techo.
Baj quería darse ánimo y trataba de engañar su mente con el repaso de sus fugas y rupturas anteriores. Aunque fueron muy duras, nunca lo desanimaron ni traumatizaron. Pero sí se dio cuenta que todas las fugas anteriores fueron voluntarias, las había querido y promovido él. El sabía lo que quería hacer y hacía donde iba. Esta vez en cambio, no era él quien quería fugarse. Eran otros los que le obligaban a emprender una fuga, cuyo final desconocía totalmente. Una vez más, y ahora como nunca, síntió la experiencia de la soledad.
A las 9 de la mañana estaba desayunando en la arepera cercana al Eurobuilding.
Fue al baño y al regreso, debajo del vaso del jugo encontró un papel doblado, escrito a mano. “Entrega este papel en el vestíbulo del hotel al ujier que está a la entrada”.
Pagó y se dirigió al hotel...
Un ujier se le adelantó pidiéndole el papel.
Se abrió la puerta del apartamento E-42. Baj se encontró de nuevo con la cara estúpida del mastodonte guardaespaldas.
Esta vez daba la impresión que todos tenían prisa. Jean Claude, maquillado esta vez como un viejo calvo, sin barbas, con un bigote ralo a medio encanecer, lo recibió con la sonrisa helada de siempre.
- ¿No olvidaste los detalles del otro día?
- No.
- Bien. Prosigamos. Aquí está la bella totuma adornada que, entre piñas y otras frutas naturales, vas a ofrecerle al Presidente. Fíjate aquí.
Baj se acercó a la totuma.
- ¿Ves esta especie de botoncito?
- Ajá.
- Cuando tú entregas la bandeja, disimuladamente aprietas este botón y te vas. Tienes 8 segundos para tomar la salida por los pasillos que estudiamos el otro día, que te llevarán a la calle. Allí te recogerá un carro que te conducirá a un lugar seguro. ¿Está claro, Baj?
Baj lo miró y apenas imperceptiblemente contestó:
- Está claro.
- Ah, una cosa... si oyes alguna explosión antes de que tú llegues, dejas la totuma y huyes como está programado. ¿Entendido? Vamos a practicar.
Jean Claude puso la bandeja en las manos de Baj.
- Tú vienes por allá en fila con los otros que traen regalos: Guapas, cestería varia, arcos y flechas, cerámica etc. Tú ponte allí - le dijo al mastodonte de guardaespaldas - Tú haces de Presidente y Baj te entrega el regalo... No te olvides de pisar el botón.
Baj se dirigió con la totuma hacia el grandote que sonreía. Le ofreció la bandeja y apretó el botón dirigiéndose rápidamente hacia la puerta.
- ¡¡¡Traaaaas!!!
A los 8 segundos exactos, sonó una especie de triquitraque o “tumbarancho” expulsando un humo negro que tiznó la sonrisa del gorila y la transformó en mueca amenazadora.
- Bien, bien... - dijo Jean Claude - Así es la cosa.
Jean Claude se sentó y miró fijamente a Baj.
- Presta mucha atención, Baj. El día 11 por la mañana, te avisarán para ir al Teresa Carreño para ensayar con los encargados de protocolo de Miraflores. Los regalos que ustedes ofrecerán al Presidente, no estarán preparados. Se los darán el día 12. Por favor, Baj, no vayas a fallar. No te lo perdonaríamos. Te rastrearíamos hasta el fin del mundo.
- Lo sé, señor.
- Después del 12 pondrán en tu cuenta un aumento de sueldo. No intentes hablar con la policía, pues allí están nuestros ojos y nuestros oídos... Ahora vete. Mantén abierto tu celular.

Baj se acercó al ascensor y notó nuevamente la presión en el estómago. Estaba a punto de explotar. O se escapaba ahora o no lo haría nunca. Las dos salidas que tenía de él, le parecían dos encerronas.
Si hablaba con la policía y traicionaba a los de Jean Claude se cumpliría su amenaza de muerte, y si accedía a sus planes terroristas se convertiría en un asesino perseguido por todas las policías del país.
Caminó calle abajo más aprisa de lo acostumbrado, tomó un taxi hasta el Sambil de Chacao y subió al tercer piso. Se introdujo en una cafetería y llamó al número especial que le había dado el Comisario Acevedo.

***

…En Caracas, los partidos tradicionales, para medir su propia capacidad de convocatoria, iniciaron una serie de actividades en donde con palabras en aumentativo se quería aumentar la dimensión bastante escuálida de la realidad... El “Catiazo”... “el Guairazo”... “el Petarazo “.. la participación fue escasa; eso sí, se escogieron unas calles suficientemente estrechas para dar la impresión, con la ayuda del trabajo de las cámaras de TV, de parecer concentraciones multitudinarias.
Se comprobó que los partidos habían sido superados por la capacidad de convocatoria de una fuerza ciudadana que presionaba, pero que estaba fracturada en un sin fin de ONG’s, redes ciudadanas, “aprendices de partidos” con una inflación de líderes, lidercitos y liderzuelos que predicaban la unión con la palabra, pero sus rostros denotaban las ansias y apetencias de poder. En las marchas ajustaban a codazos su posición en primera fila y se peleaban los micrófonos sobre la tarima.
En diversos puntos de Caracas explotaron bombas y niples, los más fuertes fueron los de la Embajada de Colombia y España. Se los atribuyeron a un grupo de militares ligados a la Plaza Altamira.
Los militares rebeldes de Altamira, después de los disparos de un loco portugués, fueron perdiendo pueblo. La Plaza se convirtió en una especie de Santuario de todas las imágenes de la Virgen María. Se rezaba el Rosario, se hacían Vigilias... Hasta un curita, en un ataque de éxtasis, tuvo la brillante idea de bendecir cisternas de agua para bañar con manguera a las devotas multitudes que gritaban “vivas” a la Virgen y “mueras” a Chávez...
Me pareció una burda manipulación de la religión con fines estrictamente políticos. La estrategia de Chávez de dejar que la cosa muriera de muerte natural, hizo su efecto.

La presencia de Gaviria, Secretario General de la OEA, logró el objetivo de reunir al Gobierno y a la Oposición alrededor de una mesa de diálogo.
Después de varias idas y venidas, se concertó la salida “democrática, pacífica y electoral” a la crisis de gobernabilidad que se vivía en el país.
La solución estaba en la misma Constitución. El referéndum revocatorio era la salida más concreta.
La actividad política se acrecentó. Por parte del Gobierno se desató una campaña de choque a nivel social y económico: aumentó los programas sociales, los mercados populares se extendieron por todos los barrios. Las Misiones se multiplicaron (Robinson, Ribas, Sucre, Vuelvan Caras,...), hubo mayor presencia de dinero en la calle, pago de bonos, pasivos laborales, aguinaldos de tres meses...
Las “cadenas” televisivas se hicieron diarias. Las amas de casa sonaban las cacerolas, sobre todo porque les privaban de ver las telenovelas. Algún malicioso exagerado llegó a correr la voz de que Chávez había comprado la mayor parte de las acciones de Direct TV por eso las cadenas eran cada vez más frecuentes. Las compras de las señales por cable, crecieron un 120 % en estos últimos tiempos.
La Oposición siguió con su prédica mediática tratando de ir horadando lentamente la aparente fortaleza del Estado con cfras y encuestas, con apoyos internacionales, y con alguna que otra táctica de guerra sucia.
El Presidente habló en una de sus alocuciones, sobre un plan de magnicidio. La oposición ridiculizó esta manía persecutoria. Desde entonces en los actos públicos se le vio a Chávez rodeado de gran cantidad de guardaespaldas cubanos y se le notaba en la parte del tórax, una gordura excesiva que revelaba el uso del chaleco antibalas.
Venezuela fue pionera en la creación de telenovelas.
En esta reciente novela, las tramas se sucedían unas a otras: Las peleas y discusiones sobre el reglamento de debates de la Asamblea Nacional, las sospechas de espionaje por medio del codificador de Direct TV descubierto por el diputado Carreño, la convocatoria a su instalación en El Calvario, los empujones, los arañazos de Iris Varela, los golpes entre oficialistas y oposición, el parto dificil para el nombramiento de los miembros del CNE, la convocatoria a Referéndum, los reglamentos, el papel moneda, las trabas y los rizos leguleyos, el “millardito “de Chávez para inversiones agrícolas, el deseo de bañarse un día en una playa boliviana, la concesión de Chávez en su visita a Guyana; decisiones van y decisiones vienen de las distintas Salas del Tribunal Supremo de Justicia, avocamientos van, amparos vienen... Los juristas se roban el show en los programas televisivos... Ataques a Bush, a Aznar...
Desconocimiento del gobierno de Haití a la caída de Aristide... Aquí los extremos se juntaron: como otrora Carlos Andrés le había otorgado asilo al ex presidente haitiano, Chávez igualmente, emulaba fielmente el ejemplo “caritativo” de su enemigo CAP invitándolo a asilarse en Venezuela.
No se sabía si el autor de las tramas de estas novelas era el mismo presidente, pero lo que sí se constató fue que la oposición las seguía emocionada y boquiabierta. La oposición bailaba al ritmo que el Presidente les sonaba.

***

A las 8 de la noche del día 10 de octubre, con gran sigilo, un avión Super King salía de Maiquetía con Baj a bordo y en dirección desconocida.
Acevedo se había movido rápidamente. Un grupo selecto de sus hombres lo recogieron en el Sambil y lo condujeron inmediatamente al Aeropuerto, en donde lo escondieron en uno de los hangares hasta que estuvo listo el avión.
Baj avisó a Acevedo:
- Comisario, el 12 es la cosa en el Teresa Carreño. Que suspendan las programaciones.

Acevedo, con un comando de la DISIP, penetró en el hotel Eurobuilding ante el asombro de los que circulaban por el vestíbulo y subieron al piso N° 8. Revisaron cada una de las habitaciones, sobre todo la 86 en donde había estado Baj. Nada. Los pájaros habían volado.
A Baj se le había olvidado decirle al Comisario que su última reunión con la gente de Jean Claude se realizó en el piso 4, habitación N° 42.
Cuando revisaron la habitación dejada a toda prisa, la encontraron toda revuelta; unos diskettes y unos CD con algunos papeles en donde se hablaba de lo bien que estaba sonando Bach. Uno de los CD precisamente recopilaba varias Fugas del famoso músico alemán.
La gran fiesta indígena con el Presidente en el teatro Teresa Carreño fue suspendida.


La avioneta aterrizó en una pista secreta en las cercanías de El Amparo a las 9 y diez minutos de la noche. Un automóvil rústico iluminaba una pequeña sabana que hacía de pista. Ese mismo carro los recogió y los llevó a una casa amueblada con sencilla elegancia.
En el salón principal destacaba una mesa redonda bien tallada, de madera negra, y una enorme consola de la misma factura con un gran espejo de pared. Una cantidad de cuadros y fotografías se desparramaban con aparente descuido por la superficie de las paredes. El piso era de terracota roja y las paredes de ladrillo amarillento veteadas por un zócalo rojizo muy desdibujado. El frente de la casa era un enorme pórtico con baranda de madera, al que se accedía por unos seis escalones de piedras embaldosadas.
El que conducía el rústico, era un hombre de estatura igual a la de Baj, aunque un poco más corpulento. De pocas palabras, estaba armado con una Uzi corta, de las que usaba el ejército.
Baj no vio a otra gente esa noche. A los pocos minutos, lo dejaron en la casa y los pilotos con el chofer partieron hacia la pista de donde salió el avión de regreso a Maiquetía.
Al regreso, el chofer se presentó:
- Mi nombre es Diomel.
- Baj - le respondió Baj, dándole la mano.
Cenaron casabe con queso llanero bien salado.
- Mañana temprano tengo que ir al pueblo a buscar provisiones. Te quedarás sólo por un tiempo. Te dejaré la Uzi aunque no la vas a necesitar. Por la mañanita vendrán algunos peones a sacar el ganado. Procura que no te vean mucho. En esa habitación tienes cama y chinchorro. Hasta mañana.

Se desveló gran parte de la noche pensando en lo terrible de su situación. Por un lado, condenado a muerte por el grupo de mafiosos y golpistas de Jean Claude y por otro, en las manos de una gente desconocida, sin tener la menor idea de cuáles eran sus planes sobre él.
La orquesta de sapos le dio una serenata tan larga como monótona. Ese sonido y los graznidos de las aves nocturnas le hicieron añorar con nostalgia a su pueblo y se dejó resbalar por un largo tobogán de recuerdos: su padre, su hermanita Rebeca, “ya debe ser una mujer...” Lucinda su abuela, tía Amelia y los primos, el difunto “Máguari”, el tío Idalino, el de los cuentos y embustes sabrosos... ¿Cómo estarán ellos?...
Y reventó el amanecer con la prisa que tiene la luz por abrazar la llanura. Sonaron cantarines los cencerros de las vacas que acarreaban para el ordeño. Algunos peones montaron unos rucios disponiéndose a repartir la manada de novillos en los diversos potreros.
Baj contemplaba todo este movimiento bucólico desde el pórtico de la casa. La brisa mañanera mezclaba el olor a bosta con el del mastranto y, todo esto, unido a los gritos de los peones arreando la vacada, introdujo a Baj en un mundo desconocido. Lo que faltaba era el sonido del arpa y la voz del viejo Simón Díaz cantando una de sus melodías de ordeño.
Diomel llegó con prisas a eso de las diez.
- Hablé con el Comisario Acevedo. Te están rastreando. Tenemos que darnos prisa.
Se metió en una de las habitaciones y al rato vino con ropa y unas botas de cuero de esas que usan los llaneros. Diomel no hablaba ni daba explicaciones, si uno no se las pedía.
- ¿A dónde vamos?
- Al otro lado de la frontera. Prueba esas botas pues vas a caminar bastante con ellas.
Las botas calzaban perfectamente, no así la camisa y el pantalón ambos de color caqui, que eran como tres tallas superiores. Diomel trajo un montón de ropa en el que Baj encontró la apropiada a su pequeña estatura. También le dio un sombrero de cogollo de ala ancha. Al ponérselo delante del espejo de la sala sonrió, al verse tan ridículo con aquella “pinta” de vaquero devaluado.
Diomel montó un abultado morral en la parte posterior del rústico y apuró:
- Vamos.
El auto dejó un reguero de polvo por el camino recto, entre las dos largas hileras de alambradas que delimitaban los potreros. El olor a bosta se hizo menos penetrante. Baj miraba de reojo a Diomel y confirmaba una vez más que no era un gran conversador.
A escasos 30 minutos, entraron en el pueblo de El Amparo. Un pueblo que se asomaba somnoliento al río Arauca. Baj, al pasar por la Plaza Bolívar, vio la Escuela Técnica Agropecuaria en donde él quiso estudiar pero no pudo. Después de pasar sin problemas la alcabala venezolana cruzaron el puente internacional “J.A.Páez”. Las aguas que bajaban lentamente fue el único signo interesante de movimiento que Baj pudo percibir.
La ciudad de Arauca es la capital del departamento del mismo nombre en el lado colombiano. Una población de cerca de 45.000 habitantes a orillas del río Arauca que sirve de límite con Venezuela. Sus principales actividades económicas, tenían que ver sobre todo con la ganadería, el comercio fronterizo y en menor grado, la agricultura.
Entraron en una pequeña casa pintada de un amarillo chillón con zócalo verde. Un rótulo encima de la puerta decía: “Tapicería El Sol”. Después del café colado de rutina, que en Colombia le dicen “tinto”, le presentaron un señor que rondaba la cincuentena de edad, blanco y de mediana estatura.
- Siéntate. Me llamo Ortega - dijo extendiéndole su mano.
- Mucho gusto. - contestó Baj.
- Aquí tienes tus documentos. Dame los tuyos.
Ortega le entregó una Cédula de identidad colombiana con su foto. Al ver su foto Baj se maravilló. Seguramente se la proporcionó el Comisario Acevedo. Tan perfecta era la falsificación de la Cédula, que parecía auténtica. Los colombianos tienen un arte especial para forjar documentos.
Los documentos de Baj, seguramente serían donados para cubrir otra personalidad falsa en Venezuela. En las fronteras abundan las personas, especialmente indígenas, que poseen las dos cédulas de identidad. Esa masa de “documentados” la utilizaron siempre los políticos profesionales, en las elecciones de uno y otro lado de la frontera.
- Olvídate de tu nombre y apréndete bien esos datos. Si te preguntan dónde vives le dices que en Arauca. En ese papel tienes los nombres de los que desde hoy serán tu papá, tus hermanos y cuñados. Trata de modificar un poco tu acento “veneco”. Si te preguntan por qué hablas así, les dices que trabajaste mucho tiempo en Venezuela. Además, por tu pinta de indio no te van a exigir mucho más. Cuanto menos hables, mejor. Vas a quedarte un tiempo en Arauca mientras practicas el acento y aprendes tu nueva identidad. Cuando bajen las aguas y estén transitables las carreteras, te irás. Habla con todos, date a conocer normalmente, pero que tus relaciones sentimentales no se pasen de la raya.
Baj leyó con calma sus nuevos documentos. Desde ahora se llamaría Bairon Quiñones, natural del Departamento Guainía, de un pueblo fronterizo llamado Cacagual. La nueva fecha de nacimiento lo hacía dos años más joven: 25 de Agosto de
1962. Lo admirable era que hasta el sello decía claramente: Puerto Inírida (Guainía).
No le fue dificil aprender su nueva identidad. El pueblo de Cacagual estaba sobre el río Atabapo, muy cerca de Marama y lo conocía perfectamente. Más de un pariente de su papá vive todavía por allá.
Por estos detalles Baj se dio cuenta que conocían a fondo su historia no tardó en percatarse que estaba metido de nuevo en otra aventura.

***

Fuga en FA Mayor

Los meses en Arauca pasaron lentamente, a causa de la inoperancia casi total de Baj. Al comienzo, pasó largas horas frente al televisor siguiendo el panorama político interno de Colombia y muy pocas noticias sobre Venezuela.
Se le achacaba con frecuencia a Venezuela su condescendencia con la guerrilla colombiana, refriegas de paramilitares, secuestros, etc. Se hablaba de la presencia de un foco guerrillero en territorio venezolano y de ser un lugar de refugio para jefes de los insurgentes.
Poco a poco, fue conociendo y relacionándose con personas de diversa índole con las que conversó e intercambió ideas. Algunos, al principio, lo miraban con sospecha. Era natural. El Arauca era un departamento en el que se enfrentaban casi a diario los “guerrillos” y los “paraguayos”. Así llaman aquí a los guerrilleros y a los paramilitares.
No se debe hablar con cualquiera sobre ciertos temas, pues no sabes cómo piensan ni de qué parte están.
Baj, en sus caminatas y recorridos por la ciudad, entabló amistad con Alfredo Morillo. Sus rasgos eran tan indígenas como los suyos y, aunque no era muy viejo, su fisico denotaba lo mal que le había tratado la vida. Le brillaron los ojos y se emocionó cuando Baj le dijo que era kurripako y que había nacido en el Atabapo.
Después de la presentación y de las primeras conversaciones, Baj descubrió algo insólito. Alfredo era hijo de un anciano baniba que había trabajado en la Comisión de Límites entre Venezuela y Colombia, allá por los años 40 y, enamorado de una guajiba, se radicó en el Meta donde trabajó toda su vida de peón de hato.
- Mi finado viejo era de Baltazar, por el río Atabapo. El me hablaba con nostalgia de Chamuchina, de Yavita ¿existen todavía esos pueblos?
- Algunos. Otros ya no, Baltazar y Chamuchina desaparecieron – dijo Baj.
- Cuando yo era pequeño, me contaba cómo llegaron por aquí. Fueron invitados a viajar a Bogotá por el Dr. Pinilla, hermano del Presidente. También estuvieron en Barranquilla.
- ¿Vivieron siempre aquí?
- No. Mi padre cargó con su familia por todos estos lugares, una vez buscando trabajo y otras escapándonos de las peleas. Por un tiempo vivimos en Puerto Carreño. Allá se quedaron dos hermanos míos... Yo decidí en plantarme aquí. Me pase lo que me pase, siento que esta es mi tierra y aquí me quedo.
El baniba Morillo invitó a Baj a visitar su pequeño fundo de El Socorro. A pesar de que Ortega le aconsejara no abundar en relaciones intensas y duraderas con la gente del lugar, con el baniba se encontraba a sus anchas. No le había dicho nada sobre la razón de su presencia en Arauca, pero Morillo sospechaba que tenía algo que ver con los “guerrillos”, pues conocía la casa en la que vivía y la gente con quien se reunía.
Baj aceptó la invitación, y un viernes partieron en una desvencijada camioneta hacia el sur. El Socorro era un típico pueblito llanero que difería de sus similares de la parte venezolana por su mayor actividad comercial.
Bordearon la orilla izquierda del río Riecito afluente del Arauca y, dirigiéndose hacia el Este unos tres kilómetros, llegaron a la entrada de un pequeño fundo. Unas letras negras, un poco diluidas por el sol y la lluvia sobre una plancha de zinc con fondo blanco y mezclando minúsculas y mayúsculas, anunciaban el nombre del fundo de Morillo: “La cEIbA”.
Tres hilos de alambre de púa cosidos a estantillos de madera de corazón, delimitaban un terreno no muy grande, aprovechando una pequeña curva que hacía el río Riecito. Una gran ceiba de tronco inflado como una enorme mujer preñada, extendía su soberbia copa sobre unos ranchos de palma, uno más grande que el otro.
En una de las puertas apareció una joven mujer con rasgos indígenas con un niño en brazos, y otro mayorcito que dudaba, entre esconderse tímidamente detrás de la mujer o echar a correr hacia los brazos de Morillo. Por fin se decidió y se abalanzó con fuerza hacia su padre.
Baj ante esta escena, sintió en unos instantes dentro de sí, los pensamientos que reiteradamente le asaltaban según iba avanzando en edad. Soñaba con una vida similar. Una mujer, los hijos, un lugar propio en donde encontrarse tranquilo...
Comparaba la vida del baniba Morillo con la suya. Un continuo correr, saltando de mata en mata, huidas, fracasos... En esos momentos maldecía su vida, el momento y el día en que salió de Marama buscando una aventura que no tenía fin. Soñó con estudiar, ser profesor, llegar a ser al menos, como un criollo cualquiera...
En esto pensaba Baj mientras recorría con Morillo el pequeño potrero cercado en donde pacían mansamente un pequeño rebaño de vacas y terneros.
- Esta es mi vida. Crío, mato, vendo. Con lo que gano, compro de nuevo y crío, mato y vendo...
Baj no notó eh las palabras de Morillo demasiado entusiasmo. Lo que él consideraba una vida feliz y tranquila, Morillo la describía como una rutina repetida y aburridora.
El fin de semana transcurría lentamente. Los momentos de charla reposada a la sombra de la enorme ceiba, el frescor de las aguas del río y los trabajos sencillos de revisión y control del ganado se sucedían sin prisas.
Baj chinchorreaba en la entrada del caney, mientras leía unas hojas arrugadas de ediciones viejas del periódico “El Tiempo” que empezaron a interesarle para ampliar sus conocimientos sobre la zona:
“...Durante estos últimos diez años las acciones armadas fueron realizadas en lo fundamental por las FARC. Se pudo establecer que de las 1.175 acciones armadas registradas en esa región del suroriente colombiano, 56% se produjeron en Meta, 26% en Caquetá y 18% en Guaviare.”
“...En Meta, donde el conflicto armado ha sido más intenso en los últimos once años, el 50% de las acciones más recurrentes se concentró en seis de los 29 municipios...”
“...Se consideran acciones armadas los combates sostenidos entre la guerrilla y las Fuerzas Armadas, las emboscadas, hostigamientos, ataques a instalaciones militares y de Policía, los asaltos a poblaciones, las acciones de piratería terrestre y las acciones de sabotaje. Las acciones armadas podemos clasificarlas en:
- Baja intensidad (entre 1 y 3 acciones).
- Intensidad media baja (entre 4 y 9 acciones)
- intensidad media alta (entre 10 y 20 acciones)
- Alta intensidad de acción (más de 20 acciones)
“...En los últimos años las FARC presionaron la renuncia de un conjunto importante de candidatos a los concejos y alcaldías... En Caquetá y Guaviare, el sabotaje a las elecciones se tradujo en una disminución en la participación electoral del 58% y el 34% respectivamente...”
“...En Meta los enfrentamientos más intensos se libraron en jurisdicción de Puerto Lleras y Puerto Rico, donde se registraron ataques a los puestos de policía, mientras el Ejército logró neutralizar la ofensiva y dar de baja a un número elevado de guerrilleros. En San José del Guaviare, integrantes de las FARC hostigaron la base antinarcóticos utilizando cilindros de gas cargados con explosivos...”
“...Enjulio de 1999 la Fuerza Aérea Colombiana le propinó a las FARC cerca de un centenar de víctimas en Puerto Lleras y Puerto Rico. La desventaja aérea le proporciona a las FARC graves pérdidas...”

El problema de la coca tratado por alguno de esos artículos de periódico, fue otro asunto que Baj quiso conocer:

“...La guerrilla presente en el suroriente colombiano constituye el factor más importante que promueve la producción de coca.
Las FARC lograron desde la década de los ochenta un control social en las zonas de cultivo, establecieron la prohibición del uso del basuco como forma de pago o artículo de consumo, entraron a determinar los salarios para los raspadores e hicieron obligatorio cultivar otros productos dferentes a la coca para evitar los efectos
inflacionarios de la bonanza ilegal.
Así mismo, ante las dificultades del sistema de justicia para reprimir el delito y mediar en la solución de todo tipo de conflictos, la guerrilla se arroga sus funciones, conduciendo a que la población demande su presencia. Al asegurar el empleo de los pequeños productores, se crea una red de clientes satisfechos con el modelo de organización económica alrededor de los cultivos ilícitos, que busca impedir que tenga acogida un programa de sustitución de cultivos.
A cambio de todo esto, la guerrilla impuso el pago de un “impuesto” del 10 % sobre la producción de la coca y del 8 % a los comerciantes. Esta intermediación entre productores y comerciantes de coca le permitió a la guerrilla obtener importantes recursos que han sido invertidos en el financiamiento de su expansión territorial y el mejoramiento de su dotación...”
“...A comienzos de los ochenta, la siembra de coca en el país llegaba a 13.500 ha.; hoy se ha multiplicado casi por diez alcanzando las 103.475 ha.
El número de guerrilleros de las FARC pasó de 1.190 en 1980 a 16.500 en el año 2000. Se da una coincidencia geográfica de las áreas de cultivo de coca con las zonas donde las FARC concentran su mayor poderío militar.”

“Las Autodefensas (AUC). Los grupos guerrilleros no son los únicos que se financian con el dinero de la coca; también lo hacen los grupos de las autodefensas. En el suroriente colombiano, estos últimos han estado asociados al narcotráfico desde sus orígenes.
En la década de los ochenta grupos armados al servicio de narcotraficantes que habían adquirido enormes extensiones en el Ariari, libraron una guerra regional contra las FARC logrando expulsarlas de algunos municipios. Desde entonces se disputan el control de zonas productoras.
En la actualidad se habla de la influencia de los herederos de Rodríguez Gacha y de Víctor Carranza en Meta y de grupos que se presentan con el nombre de Autodefensas Unidas de Colombia a partir de 1997 en Guaviare y Caquetá.
Las AUC tienen como su cabeza más visible a Carlos Castaño, quien comanda una fuerza contraguerrillera con aparente expresión multirregional que pretende contener la expansión de los grupos alzados en armas y sacar a la guerrilla de las zonas donde obtiene los principales recursos para su funcionamiento.
Durante los años noventa varios municipios registraron altas tasas de asesinatos y desapariciones. En el mes de julio de 1997 el municpio de Mapiripán (Meta) fue escenario de una matanza de campesinos reivindicada por las AUC. En agosto se produjeron combates entre AUC y FARC en límites entre Meta y Guaviare evidenciando la fuerte disputa por el dominio de unas zonas vitales para la actividad coquera...”

Todas estas lecturas hicieron tomar mayor conciencia de los peligros a los que se estaba exponiendo Baj. Después de largas conversaciones con el baniba Morillo en donde éste se sinceró contándole su vida, Baj se sintió obligado a contarle su verdad.
Los líos en que se había metido y cómo el comisario Acevedo para ayudarlo, lo entregó a este grupo de gente que se encargaría de conducirlo sin problemas mayores hasta el Amazonas.
Morillo comprendió y le explicó quiénes eran, dónde estaban y qué hacían esas personas que al final de la temporada de las lluvias le llevarían a vivir su próxima aventura.
- Son guerrillos, mano, son guerrillos... Están muy bien organizados por todo el llano. Las FARC y el ELN tienen varios de sus frentes por acá. Llegaron antes que las Autodefensas o “paracos” como les decimos. Y esto es malo p’a nosotros. El civil está en medio de los dos fuegos. Las AUC nos acusan de ser auxiliadores, colaboradores o guerrilleros de civil. Varios campesinos que tenían unos funditos como éste, tuvieron que irse y a algunos los ajusticiaron. Para mí son más jodidos que los mismos guerrillos.
- ¿Y tú? - preguntó Baj.
- He aprendido a sobrevivir y tengo mis contactos en Arauca, pero cualquier día... me pasa lo mismo... si te deja el “chingo” te agarra el “sin nariz”...
- ¿Y por qué no te vas?
- ¿A dónde?¿Cómo?
La conversación se interrumpió con la llegada de un auto del que bajaron dos hombres que cargaban, además de un grabador grande con música llanera a pleno volumen, sendas botellas de ron Caldas.
- Hermano, venimos a celebrar.
- Vengan y tomen asiento - los recibió Morillo.
Las presentaciones de rigor hicieron que los recién llegados miraran a Baj con extrañeza.
- ¿Y qué hace un “veneco” acá tan lejos? - preguntó uno.
- Va de viaje. Estaba en Arauca y lo invité al fundo - respondió Morillo.
- ¿Y pa dónde va?
- Todavía no sé - se excusó Baj - El amigo Morillo me está orientando.
La alegre música llanera del grabador distendió un poco el clima de forzada tirantez y a los pocos tragos, todos hablábamos como si fuéramos antiguos conocidos.
- Pues, como le iba diciendo - se dirigió el más alto de los dos hombres hacia Baj - los “paraguayos” al meterse en territorio de los guerrillos tratan de aterrorizar constantemente con masacres o asesinatos selectivos a los pobres campesinos.
- ¿Por qué no te vas de esta zona? – preguntó Baj.
- No, veneco. Usted no sabe cómo se bate el cobre por aquí. Esta vaina es jodida, pa donde quiera que usted vaya se encuentra con ellos... Le voy a contar algo... - Se echó un buen trago a pico de botella - Un compadre mío, un antioqueño bien verraco, lo reclutó el Ejército por no tener la libreta militar y vino a dar por acá, al Arauca.
Al terminar su servicio militar se quedó por aquí y montó un negocito de venta de cerveza. En el año 79 una crecida enorme del río Arauca se lo llevó todo... Sin un peso en el bolso se fue a Tame, más al Oeste.
Por ese tiempo empezaron las FARC a presentarse en la zona. Por envidias que hay en los pueblos, comenzaron a decir que él era guerrillo, y a los pocos meses el Ejército le mandó decir que le daba 36 horas para que se fuera de allí...
Pasó a Puerto Rondón. De allí, quien lo sacó fue la guerrilla. Dijeron que él era un “sapo” del Ejército... De ahí, le fue aún peor, en Cravo Norte, en donde intentaba ponerse en un fundo pequeño así como éste, no se supo quién le montó el chisme de que era “paraco”, y las FARC le mataron a sus dos pelaos, uno de 19 años y otro de 14... A los dos días lo encontraron colgado de una viga del caney. - Se echó otro trago como queriendo borrar sus recuerdos.
- Para mí son los “paraguayos” los más sanguinarios - terció Morillo con fuerza - Lo que más asombra en esta tierra es que usted puede acostarse a dormir en un territorio que considera del estado colombiano y al día siguiente despertar en una zona gobernada por autoridades que nada tienen que ver con las fuerzas gubernamentales: sea la guerrilla, sea los paramilitares. El civil está siempre en medio, entre los tres fuegos y es el que paga los platos rotos...
- El campesino es el testigo mudo de la guerra - habló el paisano de menor estatura - Cuando llegan, todo se acaba: sus propiedades, sus animales, todo pasa a manos de ellos...
- ¿Viven sólo de eso? - preguntó Baj.
- Son muchos los negocios. Aquí no es tanto lo del cultivo de coca, sino el comercio de gasolina. En Arauca son las FARC las que están detrás de esta industria, de la que viven unas 1.300 personas. Se habla de que estarían introduciendo más de un millón de galones al mes. Y es que ustedes, los venecos, sin darse cuenta, están alimentando a las FARC.
- Bueno, algunos dicen que lo saben muy bien, pero que se hacen los locos - insinuó el otro paisano.
- En este Departamento hay 50 estaciones de gasolina, de las cuales sólo 10 pueden vender combustible venezolano. Pero hay unos 350 negocios satélites que funcionan en casas de familia y tiendas, vendiendo la gasolina ilegalmente. El contrabando se hace todo por el río Arauca, en sus 335 Kms. de frontera ¿Cómo controla esto el estado? Hace unos años, cuando el dominio de las FARC era más fuerte, podía verse una manguera en una isla que cruzaba el río fronterizo como un oleoducto artesanal...
Baj escuchaba muy atento y se aprovechaba de la locuacidad de los vecinos de Morillo para conocer algo más sobre el terreno peligroso en el que se estaba metiendo. El aguardiente se iba agotando y cuando llegó a su fin, se despidieron y se fueron con el grabador a cuestas en el auto en el que habían llegado.
El domingo por la tarde Morillo y Baj regresaron a Arauca. Fue para éste un fin de sernana diferente y le sirvió para profundizar mayormente su amistad con el baniba.

Las lluvias iban amainando y la llanura, en sus primeros escarceos con el sol, emergía del agua sudando grama por doquier. Caminos y carreteras, de nuevo se hacían transitables y los rebaños de ganado invadían las sabanas, para aprovechar los verdes brotes de las gramíneas.
Baj simulaba tranquilidad, pero el tiempo se le hacía eterno. Se consolaba pensando que al menos, no sentía tras de sí los pasos de los hombres de Jean Claude. Aquí no sentía el acoso y nadie lo vigilaba. Al menos, eso creía él...
Morillo continuó visitándolo y lo invitó otras veces al hato “La Ceiba”.
Un día lo acompañó a visitar a Doña Margarita. Era una señora ya cuarentona, alta y flaca. Su apariencia altiva chocaba con la suavidad y dulzura de su mirada. Morillo le presentó a Baj como un antiguo amigo. Después de servirles un “tinto”, se sentaron a hablar en las sillas del patio.
Doña Margarita había sido maestra por muchos años en Puerto Rondón. Entre los diferentes temas que trataron salió a relucir necesariamente, el tema de la situación política en el llano colombiano. Doña Margarita contaba sus experiencias con cierta tristeza y un no velado sentimiento de fracaso.
- Del campo sale el 90 % de los niños y jóvenes que alimentan la guerra. Son sobre todo niños y jóvenes maltratados en la familia o aburridos de la palabrería del papá en la casa. Son niños y jóvenes con carencia de oportunidades y castigados con pobrezas extremas. Algunos de ellos me decían, que se iban con la guerrilla porque les iban a dar sueldo. Estaban cansados de limpiar potreros y la plata no les alcanzaba ni para comprarse una pinta...
La pobreza de estos pueblos es espantosa. Para detener a estos jóvenes se necesitan escuelas, oficios, entretenimientos. Son tan díficíles las condiciones del campesino pobre, que vincularse a un grupo guerrillero o a un grupo paramilitar, es mejorar. Así de grave.
- ¿Y las niñas? - preguntó Baj.
- También se van a la guerrilla. Son niñas que se enamoran de combatientes... Recuerdo muy bien a Anita... Tenía 13 años cuando fue seducida por un insurgente. Regresó embarazada con un permiso especial mientras pasaba el alumbramiento...
Doña Margarita sirvió más café.
- De las dos aulas que reunían alumnos de 1º a 5º grado sólo terminaron el año 15 “pelaos”... La casa, el Estado y la escuela los empujan a la guerra.
Los guerrilleros los reclutan en edades de 7 a 14 años y los paramilitares de los 14 a los 17. Los atraen con falsas promesas, y aunque también reclutan en las zonas urbanas, el 90% de los combatientes salen de la zona rural.
- ¿Cuánto tiempo estuvo como maestra?
- Mire, como 25 años. Aguanté porque esa era mi vida, mi vocación. El Estado no ayuda lo suficiente a esta Colombia para evitar que estos muchachos vayan al combate. Los maestros estamos desprotegidos Yo viví bajo dominio de los guerrilleros y después con los paramilitares. Aquellos entraban en la escuela y les enseñaban a los niños a usar el pasamontañas ¿Qué podía hacer yo? Por miedo, nunca me atreví a decirles a los alumnos que estaban equivocando el camino... Luego vinieron los paramilitares y me prohibieron dar clase de Sociales a los alumnos, y me vigilaban desde afuera por la ventana...

Dos semanas después de este encuentro, le comunicaron a Baj que estuviera preparado pues saldrían de un momento a otro. Baj deseaba partir cuanto antes y, aunque estaba consciente de los riesgos que entrañaba dicho viaje, no veía el momento de regresar a su tierra.
Uno de esos días buscó al baniba Alfredo Morillo para despedirse y agradecerle su amistad y acompañamiento en aquella larga espera. No lo encontró en Arauca y no dudó en alquilar una camioneta que lo trasladara al fundo “La Ceiba”, donde había pasado ratos muy agradables con Morillo y su familia.
Al bajarse del auto le extrañó el silencio y la soledad que envolvía misteriosamente la casa, el caney, la ceiba gigante que alargaba su negra sombra sobre el desierto potrero.
Se acercó y vio a Eva, la mujer de Morillo con su muchaehito en brazos. Sus ojos estaban rojos por el llanto.
- ¿Qué pasó? - preguntó Baj - ¿Y Alfredo?
Eva se arrojó en sus brazos desahogándose en fuertes lloros.
- Cuéntame Eva, ¿qué pasó?
- Vinieron dos hombres encapuchados... - dijo entre sollozos - entraron de noche en la casa y le dispararon... en la cabeza
Baj seguía abrazado a Eva tratando de aplacar su llanto.
- Lo enterramos ayer...
Condujo a Baj detrás de la casa. Sobre un montón de tierra destacaba una tosca cruz de madera. Baj no comprendía nada de aquella muerte sin sentido.
Se despidió de Eva y regresó a la camioneta con la impresión de haber caído de repente en un agujero profundo. Durante el regreso a la ciudad, el chofer trató de entablar conversación pero ante el silencio persistente de Baj, no insistió más.
Toda la noche fue incapaz de conciliar el sueño. Un “¿por qué?” repetido cientos de veces, nunca encontraba respuesta.
Fue en un instante, cuando tuvo una iluminación repentina que lo desveló todavía más.... Aquella tarde en La Ceiba.... los dos hombres del grabador y el ron Caldas... Morillo habló muy claro contra la guerrilla, pero más contra los paramilitares. Esa era la clave para Baj. Pero, ¿quiénes fueron? ¿paramilitares... ? ¿la guerrilla...?
- Y además - pensó Baj - ¿de qué sirve saberlo ya? El baniba Morillo estaba muerto...

***

Fines de diciembre.
Las aguas buscaban perezosamente los antiguos cauces de los caños y pequeños ríos. El verde de las sabanas despuntaba tímidamente, mientras los chaparrales enseñaron de nuevo sus raíces y la brisa de la tarde peinaba lentamente los morichales.
Era el amanecer de un lunes. Un jeep de un color que antaño fue verde, estacionado frente a la casa de Ortega, el hombre que le proporcionó la cédula colombiana, le indicaba a las claras que su salida era inminente. Tres grandes recipientes de combustible en la parte trasera del auto, le decía a Baj que el viaje por carretera y sabana sería bastante largo.
Desde las 5 de la mañana Baj se hallaba listo con su enorme morral, inferior sin embargo a las enormes ganas de salir rumbo a su destino, y más, después de los últimos sucesos. La muerte de Morillo le había golpeado profundamente.
Un llanero diminuto, enjuto pero fuerte, con un bigote no muy poblado, mordía con los dientes su labio inferior al apretar las últimas tuercas en el motor, mientras sostenía una linterna de mano, entre la mandíbula inferior y su clavícula izquierda. Era Graciliano, el chofer. En el dintel de la puerta, el viejo Ortega le presentó al que sería su acompañante, baqueano o guardaespaldas. A Baj eso no le interesaba. De tez blanca, más alto que Graciliano, con una mirada huidiza y muy seria, saludó a Baj.
- Boris.
- Baj.

Eran aproximadamente las 7 de la maña cuando el jeep arrancó enfilando la carretera de tierra hacia El Socorro, que Baj ya conocía.
Después de unas tres horas, cruzaron el río Riecito con bastante agua todavía, y se dirigieron hacia Puerto Ele, un pueblito aún más pequeño que El Socorro.
Boris, sentado al lado de Graciliano se mantuvo en absoluto silencio con él y con Baj, que iba sentado atrás, entre los pipotes de gasolina. Antes de llegar a Puerto Ele, a un gesto de Boris el chofer aparcó el jeep. Era una zona en la que no se distinguía dónde terminaba la sabana y comenzaba la carretera.
Graciliano bajó con una manguera y llenó un tobo con gasolina y después, con la misma manguera, la trasegó al jeep. Tres veces repitió la operación ayudado por Baj que le sostenía en alto el tobo. Boris mientras tanto, sacó de su enorme morral tres raciones de combate un poco disminuidas, pero que Baj saboreó con fruición. Se alegraba porque finalmente estaba en camino a casa.
En marcha nuevamente, cruzaron sin parar el pueblito de Puerto Ele, y enfilaron por la única carretera hacia Puerto Rondón, un pueblo más grande. pero de las mismas características de los pueblos llaneros anteriores.
Eran casi la 9 de la noche cuando entraron en Tame, antiguo pueblo fundado en el siglo XVIII por misioneros jesuitas llegados de Bogotá. Su cercanía al Parque Nacional “El Cocuy” le permitía gozar de un clima más suave.
El departamento de Arauca basaba su economía fundamentalmente en la explotación del petróleo de Caño Limón y Cravo Norte, dirigida por compañías extranjeras, objetivo frecuente de los ataques de los guerrilleros del ELN.
Boris, el silencioso, mandó parar el auto a la salida del pueblo, frente a una casa en cuyas paredes se leía: “Mi Querencia”.
En la entrada, fueron recibidos por una mujer que, a juzgar por su actitud frente a Boris, mostraba si no miedo, sí un temor muy respetable. Graciliano llamó a Baj para que le ayudara a llenar de nuevo el tanque del jeep.
Durmieron en el suelo con el morral de almohada y, a pesar de la incomodidad, se rindieron al sueño rápidamente.
A la mañana siguiente Boris los despertó a las cuatro. Tomaron un tinto humeante preparado por la tímida señora y Graciliano, con la ayuda de Baj, subió al jeep un nuevo pipote lleno de gasolina.
- Vamos - dijo Boris montando de primero en el auto.
A Baj le daba la impresión que Boris cumplía su trabajo a regañadientes. Lo notaba en las miradas que le dirigía. Transportar a través de todo el Llano a un indio como si fuera una autoridad, sin duda que lo humillaba. Esto indicaba que en la organización a la que pertenecía, las órdenes no se discutían.
Quedaba otro día de viaje en auto.
El paisaje monótono de la sabana no le llamaba la atención a Baj. El era hombre de selva, aunque recordaba con agrado las sabanas intermitentes que había detrás de Marama en las que con otros niños buscaba las matas de “niñas”, unas frutas diminutas, negritas y dulzonas, que eran la delicia de los pequeños.
El auto se deslizaba por carreteras de tierra con grandes charcos dejados por las últimas lluvias. Graciliano le había explicado en Tame que su misión y la de Boris terminaba en Trinidad, a orillas del río Pauto. De ese lugar hasta el Tuparro serian otros los encargados de conducirlo. Desde Trinidad, quedaban aún duras jornadas. Lo llevarían en barco y también le tocarían largas horas de caminata.
Cruzaron los minúsculos pueblos de Hato Corozal y Pore, unos racimos de casas de bahareque y ladrillo crudo, a lo largo de la carretera. Según iban acercándose a Trinidad, Boris se mostraba menos hosco y llegó a intercambiar algunas palabras con Graciliano.
- Estamos llegando, veneco - le dijo a Baj con una mueca aprendiz de sonrisa.

En efecto, caía la tarde cuando llegaron a orillas del río Pauto, uno de los afluentes del río Meta. Cruzaron el pueblo de Trinidad internándose de nuevo en la sabana hasta esconderse en una de esas pequeñas manchas de selva que rompían intermitentes la monotonía de la llanura.
Dejaron el jeep y caminaron durante diez minutos, bordeando la orilla izquierda del río Pauto. Baj iba de último, cargado con su enorme morral lleno de entusiasmo.
En un recodo del río divisaron una pequeña embarcación medio camuflada entre las matas orilleras. Era un pequeño bongo con un motor Yamaha 40 HP.
Instantes después, sigilosamente, detrás de los recién llegados, aparecieron tres personas. Vestían con traje militar. Dos de ellos portaban armas largas. Al reconocer a Boris, bajaron las armas y se fueron acercando amistosos. Les pidieron cigarrillos y Boris les dio también un sobre, que abrió inmediatamente quien parecía él jefe del grupo. De tanto en tanto, mientras leía, levantaba la vista para ojear a Baj. Después se guardó el papel en el bolsillo izquierdo del uniforme y se apartó un poco para hablar con Boris.
Baj estaba en manos de las FARC. Era evidente que el Comisario Acevedo había preparado muy bien la fuga. En ese momento favorable para él, no quiso pensar ni profundizar la posible relación existente entre las guerrillas y alguna institución policial venezolana. Para él lo importante era que, gracias a las FARC, él se estaba acercando a su tierra.
Pasaron esa noche a orillas del río Pauto, en un campamento improvisado. Notó que los dos que cargaban armas largas se turnaron para vigilar durante la noche. Baj, a pesar del cansancio y de tener el cuerpo molido por la incomodidad del jeep, no lograba conciliar el sueño. La noche se le hizo muy larga.
Recopiló lentamente su vida desde su salida de Marama pasando por San Fernando de Atabapo, Puerto Ayacucho, Caracas... las aventuras con los hombres de Jean Claude, el Comisario Acevedo y por último esta experiencia con la guerrilla...
Por una parte, sentía dentro de sí una especie de orgullo por la gran variedad de aventuras que le tocó vivir. Si, como dicen algunos, vivir es “tener una historia que contar”, Baj vivía a plenitud, pues tenía muchas historias que contar. Pero por otra parte, notaba dentro de sí una mezcla de decepción y desengaño.¿Valía la pena todo eso? Buscaba y rebuscaba en su vida para encontrar el hilo conductor que diera sentido a todas esas aventuras, a todo le que había vivido, pero no lo encontraba.

Amaneció rápidamente. La llanura siempre está ávida de luminosidad.
- ¡¡Embarca, veneco!! – le dijeron.
Baj se sentó a la mitad del bongo. El que hacía de motorista ya ocupaba su puesto. El otro uniformado se sentó en la proa vigilante. Por último montó el comandante y se sentó detrás.
El jeep de Boris y Graciliano al arrancar, dejó detrás de sí una alargada tolvanera. El motor, después de cierta obstinación en prender y algún “¡Hijueputa!” escupido por el motorista, logró arrancar y el pequeño bongo se fue río Pauto abajo, buscando su desembocadura en el río Meta.
Baj se sentía bien con la brisa que le azotaba el rostro. Hacía mucho tiempo que no navegaba. Desde aquellos años que trabajó de marinero entre Atabapo y Samariapo, cuando los muchachos del grupo Madera se perdieron en el raudal de Carestía.
Según crecía la claridad del día, se iban perfilando mejor las orillas y el color terroso de las lentas aguas del río Pauto.
Eran las nueve de la mañana cuando entraron en el Meta. Por él navegaron durante unos 10 minutos arrimando luego en su margen derecha. El motorista no apagó el motor y continuó río abajo con el bongo. Al subir el pequeño barranco del cauce del río, Baj se encontró frente a una extensa sabana con escasas colonias de chaparros y morichales.
- No nos hemos presentado - dijo el jefe.
- Bairon Quiñones – contestó Baj.
- Lo sé... Me llaman el Comandante “Aguja”. Es mi nombre de guerra. Ese es Jairo - dijo señalando al otro uniformado.
La caminata que les esperaba era de unos 12 km. a campo traviesa, en dirección nordeste. El Comandante “Aguja” era más comunicativo que Boris. Le dijo que se había graduado de sociólogo en la Universidad de Bogotá y que estaba en el monte por convencimiento. Para él la lucha armada era la única salida posible a la injusticia institucionalizada en el país. Baj, trataba de seguir el monólogo adoctrinador del Comandante “Aguja”.
- Mira, veneco, sin justicia no puede haber paz. La lucha armada no es la razón sino la consecuencia de la violencia. La violencia surge por las desigualdades sociales y el terror oligarca contra los movimientos populares. Los grupos armados son legítimas formas de resistencia popular. Por eso la única solución está en la democratización radical de la sociedad, el castigo a los responsables de la guerra sucia y la implementación de una política económica a favor de las mayorías.
Baj caminaba en silencio.
- ¿Estás entendiendo, veneco? Vas a quedarte un tiempo con nosotros. No podemos soltarte ahora, porque están rastreándote en Amazonas. Nos dirigimos a un campamento tranquilo cerca del Orinoco. Es una zona de distensión, aunque no hay que dormirse, pues la aviación del gobierno viene de vez en cuando, a rastreamos y echarnos algunos “caramelos”.
Caminaban por la sabana evitando las zonas recientemente emergidas de la inundación invernal. Después cruzaron una especie de pista lígeramente elevada sobre la que podían verse antiguas huellas de camión. Baj se paró a observarlas.
- Es la carretera que en el verano une Villavicencio y Puerto Carreño.
Siguieron sabana adentro.
- Mira, veneco. Las FARC gobernamos grandes extensiones de territorio colombiano. Somos una alternativa de gobierno y la gente nos prefiere al mismo gobierno... somos más honestos y eficaces.
Baj seguía cada vez menos el discurso del Comandante “Aguja”. En lo único que pensaba, era en lo que le había dicho que su salida al Amazonas no sería inmediata.
- ¿Qué hacen en el campamento? - preguntó Baj.
- Es un lugar tranquilo en plena selva - dijo “Aguja” mientras prendía un cigarrillo - Allí van a descansar por un tiempo grupos demasiado acosados por el Ejército o las AUC (Autodefensas Unidas Colombianas). También aprovechamos para adiestrar a los reclutas. De vez en cuando, hacemos operativos de logística y abastecimiento en Puerto Ayacucho...
- ¿Los dejan abastecerse en Venezuela?
- Oficialmente no. Pero sí de forma extraoficial. Tenemos gente infiltrada en la ciudad y buenos contactos en la policía y Fuerzas Armadas. Nosotros admiramos al Presidente Chávez, es un bolivariano, un patriota que lucha por la dignidad del pueblo.
- ¿Tienen bases en territorio venezolano? - preguntó Baj.
- Nosotros somos respetuosos de la soberanía y de la integridad territorial de nuestros vecinos. Eso lo dicen con el fin de crearle problemas al gobierno.
Baj, mientras escuchaba al locuaz “Aguja”, soñaba con formar parte de alguno de estos comandos de logística y poder así contactar con su familia de la que había perdido su paradero. De todas maneras gracias a estas charlas de adoctrinamiento, la caminata se hizo más corta. Eran casi las tres de la tarde cuando llegaron a un pequeño caño de aguas oscuras. Era el caño Elvita. Allí les esperaba una pequeña embarcación con motor 15 HP. El propietario apareció sigilosamente detrás de ellos, portando su arma de reglamento.
Baj, se maravillaba cada vez más de la perfecta organización de la guerrilla.
El trayecto por el caño Elvita duró una hora y media hasta su confluencia con el rio Tomo.
- ¡Muévanse! Debemos llegar antes de que anochezca.

Eran las cuatro y media de la tarde. Dejaron la embarcación e iniciaron una nueva caminata, esta vez por una estrecha trocha en una selva de galería. Baj notó su dificultad de viajar por el monte. Era un indio desadaptado... Aquellas destrezas que habia practicado desde niño, habían mermado notablemente. Era un indio urbano. Llegó a tener lástima de sí mismo, al sentir su torpeza para evitar las raíces y las cortaderas del camino.
Eran las 6 de la tarde, cuando llegaron al pamento base. Un descampado limpio bajo grandes árboles, a orillas del caño Tuparrito, afluente del río Tuparro. Esta zona, situada entre los ríos Tomo, Tuparro, Orinoco y la quebrada de Moricha abarcaba una extensión de unas 250.000 ha. y desde 1980, era Parque Nacional.
Comprendía dos sectores: uno hacia las márgenes del Orinoco en donde afloraban rocas del precámbrico, idénticas a las que se veían en el paisaje de Puerto Ayacucho; y el otro sector, hacia el occidente, en donde prevalecían las sabanas con grandes sectores de selvas inundables en las márgenes de los ríos y pequeñas elevaciones.
En una de estas zonas boscosas, entre el Tuparrito y el Tuparro estaba instalado el campamento base guerrillero. Había pequeños comandos de vigilancia y control en toda la zona, sobre todo cerca del Orinoco. Más de una vez tuvieron que amedrentar a indígenas guajibos de Venezuela que se introducían en el Tomo para pescar con malla...
Para Baj los primeros días de campamento fueron muy duros. El régimen era estrictamente militar y tardó en acostumbrarse. Nunca le gustó la vida militar. Por eso de joven, se escapó para Colombia, cuando había peligro de recluta. Asumió que debía aguantar hasta el momento de pasar la frontera, cruzar el río e internarse de nuevo en su tierra.

***

Mi vida en el campamento guerrillero transcurría con la lentitud de las aguas del Tuparro. Muchas horas de guardia, las pasé contemplando aquellas turbias aguas condenadas a perderse en el inmenso anonímato del Orinoco.
Quedé incorporado a la guerrilla como si fuera un recluta más. Con mi unforme militar, mi pasamontañasy mi arma de reglamento, participé en entrenamientos, prácticas de tiro, ejercicios de supervivencia, fastidiosas charlas de táctica guerrillera y adoctrinamiento.
Ya tenía 40 años, ya no era un carajito... Me tendrías que ver allí mezclado con adolescentes neoconversos, arrastrándome por el suelo y haciendo guardias interminables en sitios estratégicos.
Y todo esto, con unas raciones de comida que ya me daban náusea. Nos alegrábamos cuando veíamos algún pescador guajibo... como peaje o vacuna, le incautábamos parte del pescado, que asábamos después y devorábamos con rapidez.
No era el único indio en el campamento. Había sálivas del llano, guajibos, piapocos y tukanos. Lamenté la ausencia de un kurripako para poder comunicarnos sin problemas en nuestra lengua.
En los ratos de guardia o de limpieza del armamento hablé con algunos de estos parientes. Unos, me daban la impresión de estar repitiendo como loros una lección aprendida; otros, antes de hablar conmigo en voz baja, miraban alrededor como tímidos colegiales para ver si alguien los estaba escuchando. Algunos de ellos eran niños que debieran estar jugando... ¿o era esto un juego para ellos?.. Otros me observaban de manera extraña.
La presencia de mujeres entre los combatientes podía depender de diferentes causas: por reclutamiento obligatorio o por seducción, pero las más eran por incorporación voluntaria. Cada una de ellas tenía su historia.
Nora, una de esas combatientes con la que más logré intimar me contó la suya. La gota que colmó el vaso para que se incorporara a la lucha armada fue el asesinato de su padre, hacía cuatro años en Medellín.
Con anterioridad, Nora había pasado por todo: amenazas, desplazamiento, desapariciones y asesinatos políticos en su familia. Todo comenzó con la desaparición de uno de sus tíos que perteneció a la Unión Patriótica. Esto provocó el desplazamiento de abuelos, tíos y toda la familia. Esto no frenó la persecución. En 1998 asesinaron a su abuelo. En 1999 asesinaron a una tía junto al esposo y un hijo. El asesinato de su padre obligó a su familia a un nuevo desplazamiento. Uno de esos días, entró en contacto con una célula de guerrilla urbana en un barrio de Medellín, y desde entonces está aquí.

En las charlas de adoctrinamiento nos alimentaban con propaganda y admiración de la capacidad de fuego de la guerrilla. Allí conocí cosas que me dejaron boquiabierto. Antes de la puesta en marcha del Plan Colombia, las FARC operaban en 12 departamentos y alcanzan ya la cifra de unos 18.000 hombres, y seguían creciendo.
El Ejército colombiano, de un total de 120.000 hombres, sólo el 25 %, unos 40.000 conformaban las filas de combatientes, mientras el restante 75 % estaba dedicado a labores administrativas.
La insistencia del presidente Chávez y su gobierno sobre la necesidad de que Colombia controlara sus fronteras era lógica, pero por ahora era imposible para el estado colombiano.

El campamento se levantaba rápidamente al conocer vía radio, la presión o cercanía del Ejército. Recuerdo una vez, que ya estábamos movilizándonos hacia el Vichada, cuando hubo una contraorden y regresamos al campamento.
Unas veces veías a los comandantes de uniforme y otras, vestidos de civil como cualquier campesino. Cruzaban el Orinoco y se introducían en Venezuela, como si fueran desplazados, huyendo de la guerrilla. En Puerto Ayacucho existía una célula bien constituida que se encargaba de todos los trámites con los comerciantes y las FF.AA.
Uno de mis sueños era formar parte de una de esas comisiones de avituallamiento. Sólo pensar en la posibilidad de recorrer las calles de Puerto Ayacucho y encontrarme con alguien de mi familia, me emocionaba.
Después de aquella falsa alarma de acercamiento del Ejército a nuestra zona, el Comandante “Ambrosio” dispuso la conformaciónde un pequeño grupo para reabastecer de alimentos al campamento. Había que trasladarse a Puerto Ayacucho.
Me ofrecí como voluntario explicándole al Comandante el perfecto conocimiento del terreno. El me miró fijamente y me respondió muy serio:
- Irás. Va a ser una prueba para ti. ¡Cuidado con cometer una torpeza! No te olvides que aquí las torpezas se pagan...

No veía el momento departir.
Mi aspecto físico actual distaba tanto del que tenía cuando salí de Puerto Ayacucho. Creo que ni mi propio padre me reconocería en medío de la multitud o cruzándome con él en la calle. Mi antiguo pelo largo, lacio y negro de indio, estaba rapado al cero. El rostro lampiño se había ennegrecido con negros, aunque escasos pelos puntiagudos, que competían entre ellos en la zona del mentón y del bigote. Pocos de mis antiguos amigos me reconocerían actualmente.
Eran los días previos a las fiestas navideñas. Esto me emocionaba más. Eran muchos los años que no celebraba una fiesta con los míos. Tampoco este año podría celebrarla, pero al menos podré acercarme y hablar con ellos.

Llegó el día “D”... para mí, con cierto nerviosismo; no así para los otros compañeros que habían realizado estos operativos otras veces.
Mientras se acercaba la noche, descansábamos en una zona boscosa a orillas del Orinoco, esperando el traslado en barco hasta la Isla de Garcita.
- No te preocupes, veneco, en tu tierra estamos más tranquilos que en la nuestra - dijo Euclides, un guerrillero veterano, mientras limpiaba un Fal de fabricación venezolana.
- El armamento que usamos es brasileño y venezolano ¿por dónde entra? - pregunté haciéndome el inocente.
- Por la puerta...
- Ja, ja, ja, - corearon varios de los presentes.
- Mira... - dijo Euclides - El dinero lo puede todo. Nosotros hacemos los contactos y de lo otro, nos encargamos todos. Hay muchas maneras. Hace unos años, dimos un asalto sorpresa a Cazuarito contra el cuartel de la Policía. Fue duro. Varios de los muchachos quedaron heridos. Las explosiones y proyectiles sobresaltaron a la gente de Puerto Ayacucho. Todas las Fuerzas Armadas estaban acantonadas y alerta ante nuestra capacidad de fuego.
Todos estábamos atentos a la explicación de Euclides.
- La estrategia nos salió redonda. En ese mismo tiempo, tres barcos llenitos de armamento y municiones cruzaron el río desde Garcitas hasta nuestro campamento del Tuparro. Toda la atención estaba en Cazuarito, mientras que la verdadera “fiesta” estaba por aquí arriba...
Y así contó otras estratagemas utilizadas por la guerrilla para traficar municiones, introducirse y vivir en Venezuela formando células o comandos con fines diversos.

Eran las 8 de la noche cuando un silencioso bongo, deslizándose Orinoco abajo nos arrimó hasta la Isla de Garcita. Eramos siete. Vestidos, unos como campesinos, otros con ropa informal y juvenil, franelas y bluejeans y zapatos deportivos. Todos portábamos documentación legal. Ellos, con cédulas de residentes, y yo con mi propia cédula de venezolano que por primera vez me fue entregada desde que la entregué en A rauca.
Nos mantuvimos agazapados y atentos para divisar la señal desde la orilla venezolana. Nuestros operadores de radio previamente habían contactado con nuestra gente en Puerto Ayacucho. De pronto, unas luces en movimiento que aparecían y desaparecían, se divisaron un poco más allá de la Isla de Garcita. Al rato, muy próximas al río, las luces se prendieron cuatro veces seguidas. Era la señal.
El bonguito hizo dos viajes para no levantar sospechas. En el primero con el jefe de la Operación, el veterano Euclides, fuimos Rómulo y yo. Atracamos un poco más arriba del antiguo parador turístico de Canturama, pionero del turismo selectivo en Amazonas pero que, por la cercanía de la guerrilla colombiana, había dejado defuncionar.
Al poco tiempo, nos recogió una Grand Blazer de color vino tinto y vidrios ahumados. Muy despacio, con las luces apagadas, encontró la carretera de tierra que entronca con la principal de Ayacucho - Samariapo. Poco antes de llegar a la salida nos cruzamos con un Vitara blanco que recogería a los cuatro restantes.
El camino hacia Puerto Ayacucho produjo en mí la sensación de volver a vivir. Con la cabeza pegada a los vidrios trataba inútilmente de contemplar el paisaje nocturno y revivir momentos que mi ausencia había idealizado. Apenas pude percibir cuando cruzamos el puente del río Cataniapo y vinieron a mi mente las tardes estupendas que habíamos pasado en el balneario de Culebra, cuando éramos estudiantes.
La Alcabala de Cataniapo la pasamos sin problemas. La proximidad de las fiestas navideñas relajaba y aflojaba el celo de las fuerzas del orden. La ciudad estaba enfiestada.
La Blazer color vino tinto, fue repartiéndonos en casas privadas. A Rómulo y a mí nos dejó en la Urbanización Alto Parima, o “Parima High”, como decía mi amiga Olga Frezza... A Rómulo me lo habían asignado como “chicle”. Tenía la orden de no perderme de vista en ningún momento...
Cada grupo tenía su tarea. La nuestra era la de comprar el lote de granos. Dejamos todo arreglado, pagando siempre en efectivo. El avituallamiento se hacía en varios comercios de mayoristas; todo facturado legalmente a nombre de un comerciante radicado en San Fernando. El mismo se encargaba del papeleo, Seniat, Guardia Nacional... todo lo tenía en regla. En el día señalado pasarían los camiones a recoger la mercancía.
Mi deseo mayor era encontrarme o hablar con mi familia, disposición que tenía prohibida, pero que yo estaba dispuesto a burlar. Rómulo me seguía a todas partes. No lograba sacudirlo de mi presencia.
De repente, se me prendió el bombillo: Chara.
Era un antiguo compañero de estudios. Un deportista obsesivo que yo sabía dónde encontrarlo. Desde muy joven era asiduo al Estadio en donde corría varios kilómetros diarios, pues desde pequeño tenía complejo de gordo.
Aproveché la afición de Rómulo al fútbol, y una tarde lo invité a ir a ver un partido. Rómulo era un paisa fanático del Nacional de Medellín. El partido era un amistoso entre el Club Colombo-venezolano y el Club Atabapo. Los colombianos jugaron el primer tiempo con 10, y en el descanso estaban buscando a alguien que quisiera jugar. Rómulo, que ardía en deseos de jugar, se ofreció inmediatamente. Le prestaron un uniforme y se integró en la caimanera. Por fin logré zafarme de mi guardián...
En el lado norte de la pista pude reconocer a Chara que hacía ejercicios de calentamiento. Cuando dio inicio a su recorrido lento alrededor del estadio, al pasar delante de la tribuna le silbé con fuerza. Miró hacia la tribuna, pero no me reconoció. Cuando pasó por segunda vez le grité:
- ¡¡¡Chara!!!
Disminuyó la velocidad mientras miraba hacia arriba. Se paró y se dirigió hacia la tribuna. Cuando me reconoció, su cara redonda dibujó una abierta sonrisa:
- ¡Coño, indio! ¿Qué haces por aquí?
Mientras hablaba, yo bajaba ya por las escaleras. Nos saludamos efusivamente, mientras le decía:
- Necesito tu ayuda. Te invito a una cerveza.
- Vamos.
Atravesamos la pared del estadio por un gran hueco que, desde hacía muchos años, habían abierto los sedientos deportistas y que daba de frente con un puesto de venta de cerveza. Nos sentamos en el brocal de la calle.
- ¿Dónde te habías metido? Hace años que no se sabe nada de ti.
- Estoy en Caracas, pero estoy metido en problemas. Tú puedes ayudarme. Necesito hablar por teléfono, ¿me dejas tu celular?
- Voy por él. Espérame.
Saqué el papel arrugado en donde había anotado los números del Comisario Acevedo y del Antropólogo Omar. Cuando llegó Chara marqué primero el número del Comisario.
- ¿Aló?
- ¿Quién es? - respondió una voz masculina.
- ¡Soy yo, Baj Yavinape! Comisario...
La llamada se interrumpió inmediatamente sonando sólo un deprimente “tic... tic…” Marcó de nuevo.
- ¿Aló? Comisario, soy Baj...
- ¡¡¡Cierra, imbécil!!! - y al insulto le siguió otra vez el estúpido “tic... tic... tic... tic “.
No quise insistir No entendía el desplante del hombre que me había ayudado a salir de las manos de Jean Claude.
Chara, mientras tanto, se refrescaba con una Polarcita y observaba mi nerviosismo al marcar de nuevo otro número. Llamé alAntropólogo Omar que se alegró enormemente.
- Baj ¿dónde estás? – preguntó.
- En Puerto Ayacucho, por ahora. ¿Tienes alguna noticia para mí?
- Nada de especial. Estoy preparando un viaje para Maroa... ¡Se me olvidaba! Una vez me pararon a la entrada de la Universidad. Unos hombres me preguntaron si te había visto últimamente... No los vi más.
- Bueno, si puedo te volveré a llamar. Ahora tengo que irme. Chao. - Apagué y le devolví el celular a Chara.
Tomamos otra cerveza y regresamos a la tribuna. Muy pronto Rómulo dejaría de jugar y no quería que sospechara de mí. Antes de terminar el segundo tiempo, le dije a Chara que se pusiera en contacto con mi familia en el barrio Unión.
- Diles que estoy bien, que no se preocupen y que pronto sabrán de mí.
- Tranquilo, Baj - dijo Chara antes de despedirse.
Rómulo llegó sudoroso y cansado:
- Los hijueputa juegan con verraquera. Mira... – y me enseñó un tuyuyo en su pantorrilla derecha, como resultado de una patada.
Salimos del Estadio cuando eran más de las 9 de la noche y nos dirigimos hacia Alto Parima. Al día siguiente partiríamos de regreso con la carga hacia Canturama.


***

Los contactos que Baj pudo hacer en Puerto Ayacucho fueron muy pocos. En la calle, en los comercios que frecuentaron, los programas de radio que pudo escuchar, su corta conversación con Chara y los hermanos Meza, siempre acompañado del inseparable Rómulo, fueron suficientes para hacerse la idea de la situación social y política de la capital del Estado.
El clima de discusión a nivel nacional sobre la realización o no del Referéndum revocatorio, sobre la validez o no de las Planillas Planas o sobre la idoneidad o no del árbitro electoral, no tenía gran repercusión a nivel de Amazonas.
Más importancia tenían las candidaturas que, como hongos, iban surgiendo día a día. Soñar no paga impuestos, por eso abundaban las candidaturas a gobernador, alcaldes, concejales, diputados... La política seguía siendo la mayor “industria” local y la principal fuente de empleo en la región.
El gobernador Liborio Guarulla llegó al poder como fruto de un trabajo diario, una política de coherencia, de constancia, de sencillez, de esperanza de cambio. El pueblo en general, estaba harto de una forma de gobernar basada en la mentira, en la proliferación de cogollos de poder políticos, empresariales, sindicales etc.
Guarulla representó el nuevo rostro del indígena amazonense como figura emergente, después de tantos años de dominación adeca y copeyana. Un indígena preparado, culto y ducho en ambos mundos, el indio y el criollo, era la mejor baza de poder para derrotar el populismo adeco y abrirse a una nueva forma de gobernar; se convirtió como Chávez a nivel nacional, en una esperanza y una apertura de nuevos caminos para el indígena amazonense.
Fue acusado de “curero” y algunas “mentes brillantes” lograron “descubrir” que su jefe de campaña era el obispo de Amazonas, Mons. Divassón.
Un grupo de jóvenes profesionales que se unieron a Liborio en ese proceso de cambio, habían trabajado ligados a las diversas oficinas técnicas con las que el Vicariato llevaba adelante sus proyectos en toda la región. Proyectos sociales de asesoramiento agrícola, social, educativo, comunicacional etc.
Al Vicariato por una parte, se le criticaba la importación e incorporación de profesionales de otras zonas del país. La politización partidista adoptada por algunos de estos profesionales, causó rápidamente la impresión de que lo que estaban buscando era el ascenso personal y la conformación de un piso político que en el futuro inmediato les diera dividendos. Para la Iglesia de Amazonas, la actitud de algunos de estos profesionales fue mucho más negativa que positiva.

Con un proyecto minuciosamente elaborado, y rodeado de un equipo de personas de sólida preparación, Guarulla tuvo la oportunidad de hacer un gobierno distinto. Baj se lo había preconizado varias veces a sus amigos: “Si no comienzan a dar buen ejemplo atacando la corrupción, si no dan un escarmiento denunciando y entregando a la justicia a los ladrones que todos conocemos, estarán proclamando a los cuatro vientos que ellos van a hacer lo mismo”.
Y así fue.
Las denuncias hechas en las campañas electorales, los ataques verbales por las diversas emisoras, los escritos con proclamas viperinas, las críticas a praxis políticas dolosas ¿en qué quedaron?
Muy pronto se dio inicio a un rosario de renuncias y despidos dentro del círculo de personas más allegadas al proyecto: los que habían trabajado más en su elaboración, los que habían gastado tiempo e imaginación para recoger los fondos necesarios para la campaña. Todos, unos más pronto, otros más tarde, fueron cayendo en desgracia y fueron sustituidos por incondicionales o “cuartorrepublicanos” neoconversos, expertos en las triquiñuelas, contratos y comisiones, criticados acremente en el gobierno anterior.
El último en abandonar el barco fue el secretario general Egildo Palau. Una persona con gran credibilidad, que amortiguaba los desplantes y malcriadeces de Guarulla en sus relaciones públicas. La opinión general le reprochó su tardanza en la salida del gobierno. ¿Qué le impidió tomar una decisión más temprana? ¿El Partido? ¿El gusto por el poder? ¿La participación en los contratos?... Pocos entendieron sus críticas posteriores al gobierno de Guarulla cuando avaló con su presencia, casi hasta el final, a ese mismo desgobierno.
La bandera que Guarulla había izado en sus tiempos de oposición, contra las prácticas de nepotismo, contra los “zorros” de Barinas y otros especímenes de la fauna política que aquí se enriquecieron, se enterró bajo tierra y cayó en un nepotismo más descarado.
El exacerbado populismo de Bernabé, que en un ataque de narcisismo tapizó paredes y esquinas con afiches gigantescos y todos los carros y autobuses con su nombre, fue repetido al pie de la letra y a mayor escala por Liborio. El cambio de nombre fue la única novedad.
Guarulla fue llevado al poder por los indígenas de Amazonas. El PPT era un partido minoritario en la región; pero vanagloriándose siempre de ser indígena, prefirió vender al indígena por las “treinta monedas de poder” que le ofrecía un partido apoyado por el “portaviones” de Chávez.
La conclusión a la que llegó Baj fue, que el peor favor que se le pudo hacer a la causa, figura y capacidad del indígena, fue este gobierno del indígena Guarulla.
- ¡¡Ojalá me equivoque!! - le dijo Baj a Chara - Pero creo que pasarán años hasta que otro indígena conquiste nuevamente la confianza y la aceptación popular para gobernar el Estado.
- Por aquí ya dicen que Bernabé se va a lanzar de nuevo y que su mejor jefe de campaña va a ser el gobernador Guarulla...
¿Regresará el pasado?
“Cosas veredes, amigo Sancho, e non entenderedes “ - decía el Quijote.


Fuga en SOL menor

Eran las 7 y 30 de la tarde y los últimos rayos de luz vespertina se tiñeron de oscuridad.
Los dos camiones de víveres bien cubiertos por lonas amarillas, cruzaron sin novedad laAlcahala de Cataniapo. Euclides bajó con las facturas, los papeles de la aduana y los documentos del Seniat a nombre del comerciante atabapeño. Los escasos efectivos que estaban de Guardia, ni se levantaron para cerciorarse del tipo de carga que llevábamos. Según íbamos avanzando por la carretera nos cruzábamos con menos automóviles.
Yo iba sentado entre paquetes y sacos de arroz en el segundo camión. Según iba alejándome de Ayacucho, más me asaltaba la nostalgia. Yo era un hombre hecho y derecho, pero nunca como en este momento me sentí tan sólo, tan necesitado de mi familia. Pensaba en mi viejo, en mis hermanos, en toda mi familia. Estaba cansado. Esto no era vida. Recordaba a Alicia y todo lo que dejé en Caracas...
Desde esa noche me decidí a preparar mi fuga. Si no se me presentaba una oportunidad yo mismo la buscaría.
Llegamos a la carretera de tierra que nos llevaba a las cercanías de las instalaciones de Canturama. Los camiones bajaron lentamente hacia el río con las luces apagadas; sólo al final prendieron y apagaron tres veces seguidas.
Cuando llegamos a la orilla, nos esperaban tres bongos y una veintena de “muchachos” que descargaron los camiones y embarcaron la carga en un santiamén. Estábamos ya en la mitad del río cuando oímos unas detonaciones. Todos nos agachamos instintivamente. Unos efectivos desde un jeep de la Guardia con los faros encendidos, dieron el alto a los choferes y los condujeron a Puerto Ayacucho.
Noté que todos me miraban sospechosamente, como señalándome en silencio como responsable del “chivatazo” a la Guardia, pero Euclides me liberó del manto de sospecha que mis compañeros gratuitamente trataban de endilgarme.
- No se preocupen. Son los Guardias que vienen a cobrar lo suyo. Como nosotros, ellos aplican también su vacuna. Los dejaran libres antes de llegar a Puerto Ayacucho.
Durante gran parte de la noche trabajamos, transportando la mercancía en viejos camiones emboscados en los pequeños hatos ribereños del Orinoco. En estas actividades todos participaban, a excepción de los que hacían guardia en los puntos estratégicos.
Antes de adentrarme en la sabana y perder de vista el Orinoco, lo despedí como si fuera una persona, estaba seguro que esa era la vía por la que yo me escaparía muy pronto. Desde ese día comencé a preparar mi fuga.

A la mañana siguiente, me llamó el Comandante “Ambrosio”.
- Soldado, entrégueme de nuevo su documento venezolano.
Saqué del bolsillo izquierdo superior de mi uniforme la Cédula venezolana que me habían dado cuando fui al operativo logístico de Puerto Ayacucho, y se la entregué.
- Acaban de avisarnos por radio desde Ayacucho que una célula de las AUC, lo están rastreando por la ciudad. Dígame ¿Hizo alguna llamada por teléfono?
Me vinieron ganas de decirle que no. Consideré que era inútil mentirle.
- Sí, mi comandante.
- ¿A dónde llamó? ¿A quién llamó?
- Al Comisario Acevedo y a un antropólogo amigo mío, de Caracas.
- Uyyy... pues la embarró, hermano... Pensé que era más inteligente. Ahora no sólo está usted en peligro, sino que metió en el lío a la gente que usted llamó.
No tuve otro remedio que callarme y recibir el chaparrón de insultos de mi Comandante. Salí de su tienda como perro apaleado.
Entonces caí en la cuenta por qué el Comisario Acevedo no contestaba a mi llamada cuando lo llamé. El sabía, y yo debía saberlo, que tenía los teléfonos pinchados por la gente de Jean Claude... Me preocupaba sobre todo Omar, el antropólogo, a quien había metido en un gran problema. A él y a su familia...

El horizonte de mi fuga que yo consideraba cercano, se oscureció de nuevo. A partir de entonces noté que nunca me dejaban solo, siempre me acompañaban o me vigilaban de lejos. El Comandante Euclides, con quien tenía mayor confianza, se me acercó con una mueca que quería ser sonrisa, con la colilla del cigarrillo pegada a la comisura de sus labios y me dijo:
- Pues hijueputa, veneco... la embarró bien.
Me callé esperando otro adoctrinamiento sobre la disciplina del combatiente.
- No podré volver a mi tierra... - murmuré.
- Si usted se va a Venezuela ahora, lo vuelven mierda los de la AUC. Además, veneco, se ha convertido para nosotros en un rehén muy interesante. Usted es ahora una moneda de cambio... Cuídese. No cometa otra tontería...

De vez en cuando, no se sabe cómo, llegaba algún periódico colombiano con fecha atrasada, pero que servía para ponerlo a uno en contacto con el mundo exterior Naturalmente los comandantes estaban bien informados, pero esa información no siempre bajaba a la tropa.
Uno de esos días cayó en mis manos un ejemplar de “El Tiempo” de Bogotá con data del 8 de Agosto de 2003. Me emocioné cuando vi el nombre de San Fernando de Atabapo. Según avanzaba en la lectura me iba interesando más, pues se hablaba de pueblos y zonas que yo conocía bien. Se titulaba el artículo: “La frontera remota con Venezuela queda en el Orinoco”:

“…Comienza en un palo delgado del que cuelga una descolorida bandera tricolor, raída por el viento y el olvido. Es la población de Amanavén.
La sensación inicial, al bajarse en este minúsculo puerto del Vichada, aparte del calor agresivo, es la de estar muy lejos de cualquier punto que recuerde la memoria, y la certeza de que Colombia definitivamente, no ha conseguido llegar hasta aquí.
- “Sabemos que somos colombianos de tercera, pero ya no nos duele; nos acostumbramos” - dice un viejo colono de Boyacá que arribó a estas tierras hace 30 años.
Son 35 ranchos devorados por la pobreza, donde viven unas 200 personas que no conocen la energía eléctrica a mnguna hora, beben del agua del río, no tienen médico ni policía, y están condenados a ver telenovelas venezolanas en las 10 viviendas con planta de luz propia, pues la señal colombiana no llega.
Para ir a Amanavén hay que pasar primero por Puerto Inírida, la capital del Guainía, una ciudad paradójica, amodorrada en su pobreza pero al mismo tiempo, rebuscadora y cambalachera.
Allí la energía eléctrica sólo llega 8 horas al día, y a veces ni siquiera llega. No tiene agua potable, emisora de radio ni Casa de la Cultura. Sin embargo, a las 8 de la mañana la avenida principal es un mercado enorme en ebullición, con veinte tiendas de ropa, diez misceláneas y perfumerías y siete cacharrerías listas para vender a todos los venezolanos que lleguen”.

Yo disfrutaba con fruición la descripción de Inírida que conocía muy bien desde los tiempos en que viví allá para escaparme de la recluta...

“... Aunque esta capital no es un pueblo limítrofe, es como si lo fuera por el gran influjo comercial que irradia sobre un buen pedazo de tierra fronteriza... Ir de Inírida a Amanavén es una experiencia geográfica de ríos grandes que van desaguando en otros más grandes. Luego de embarcar en el oscuro cauce del Inírida, un par de zarandeadas a los tres minutos indican que se llegó al torrentoso Guaviare; tres cuartos de hora después, la lejanía de las orillas anuncia que éste se mezcló con el ancho Atabapo...
Desde ese momento, la margen izquierda es Amanavén (Colombia) y la otra, San Femando de Atabapo (Venezuela). Un minuto más, y ese aluvión de aguas fusionadas termina entrando en el Orinoco...
San Femando es el pueblo de donde vienen casi todos los compradores de Inírida. Está al frente de Amanavén, pero lo único que comparte con el caserío colombiano son las miles de libélulas verdes que revolotean bajo el sofoco vespertino, que aparecen con los primeros aguaceros del inviemo.”

Yo sabía muy bien que los colombianos no perdían ocasión para zaherir y despreciar al venezolano...

“… Atabapo tiene luz las 24 horas, aeropuerto y acueducto. Hay Policía, hospital y una base del Ejército. Aunque Caracas está lejos, y el pueblo siente algo de olvido centralista, es un abandono mucho más llevadero”.
- “... Aquí todos compartimos necesidades y nos ayudamos - dice el alcalde encargado, el adeco Melvin Silva -. Ustedes necesitan de nuestra gasolina barata, y nosotros de la ropa y las cositas que venden en Inírida. La única queja que yo tengo de los colombianos es que se metan a explotar el oro a este lado. Eso nos trae muchos inconvenientes”.
“… Esa parece ser la gran protesta del país vecino desde Amanavén hasta Puerto Carreño (Vichada), a lo largo de los 291 kilómetros en los que el Orinoco sirve de frontera. Según la Guardia Nacional, diariamente se cuelan alrededor de 40 colombianos por varias trochas ubicadas entre el puerto de Samariapo y San Fernando.”

Yo seguía admirándome de la ignorancia y la desinformación de la periodista...

“… Es un tramo de no más de 60 kilómetros de bosque tupido, impenetrable, por donde colombianos, varados en su mayoría, trashuman en busca del sueño del oro. Van a “miniar”, como le dicen ellos a esta aventura de dos días por caños del Amazonas venezolano, hasta llegar a los yacimientos auríferos del Yapacana...”
“... Orinoco arriba, lo único que cambia drásticamente es el paisaje, ya que la selva cerrada de la Amazonia empieza a hacerse más baja, menos densa, hasta terminar desapareciendo del todo en la sabana orinoquense.
Tomando otra voladora en San Fernando de Atabapo, se llega en hora y media al puerto de Samariapo, (un poco exagerado, creo yo...), también en la orilla venezolana. Allí se inician los raudales del Orinoco: un estrechamiento del cauce conjugado con la aparición de enormes piedras que lo vuelven un espectáculo asombroso de cascadas y rápidos, por donde no se puede navegar.
Como por el río no se puede viajar, cualquiera que quiera ir a Puerto Carreño, a Garcitas o a Casuarito, Orinoco abajo, obligatoriamente tiene que tomar un bus en Venezuela. Y para eso se requiere de un permiso firmado por el cónsul venezolano en Inírida.
Luego de 45 minutos de viaje por la excelente carretera, (¡qué extraño! Reconocieron algo bueno...) que corre por el lado de ellos, frente a la manigua casi virgen de la orilla opuesta... (Me hizo gracia: “Estos periodistas colombianos si inventan... o es virgen, o no. No hay “casi vírgenes “…)
Y así se llega a Puerto Ayacucho, la capital del Estado Amazonas, una ciudad de 150 mii habitantes, sede de una brigada militar con Ejército, Marina y Aviación, y más de 4 mil hombres bien armados. Los raudales han quedado atrás y de nuevo el río es navegable…”
“... En este sitio la diferencia entre ambos países es más grande que nunca. Al frente de Ayacucho sobrevive Casuarito (Vichada). Aquí sólo hay tres horas de luz al día, tampoco hay agua de acueducto, pero sí hay una estación con 30 policías. Sin embargo, en este caserío el desamparo no ha sido una disculpa para dejarse morir en medio de la manigua y la basura, como en Amanavén.”
“… Casuarito es el centro comercial más grande de todo el Orinoco. De sus 130 casas pintadas de colores, 52 son almacenes, bien instalados en una calle adoquinada y larga de cinco cuadras y que podrían estar en un centro comercial de Bogotá. Hay perfumerías, boutiques de cueros, de modas y muchas confiterías.... Casuarito alcanzó a ser un poblado de mercaderes prósperos.
De Casuarito sale un bote todos los días a las 7 de la mañana que va a Puerto Carreño en una hora y 20 minutos. En la capital del Vichada ya ha desaparecido todo vestigio de selva y empieza el imperio de la llanura.
Carreño, un municipio de 18 mii habitantes, es el único lugar en todo este recorrido por la frontera que puede mirar con algún desdén hacia el otro lado, pues el pueblo que tiene al frente, Puerto Páez (Venezuela), es un rancherío paupérrimo...
“… Sin embargo, en la capital del Vichada la energía sólo existe por 12 horas, y el agua se surte dos días a la semana por sectores y durante 6 horas. En esta ciudad, además, es fácil notar que el abandono no es responsabilidad exclúsiva del centralismo.”
- “Tenemos unos dirigentes políticos pésimos aquí” - dice un comerciante - “Aquí no falta plata; lo que falta es gestión...”
- “... en los 340 kilómetros trasegados (incluyendo los 50 de Inírida a la frontera) no se ha visto un solo guerrillero o paramilitar. En Inírida prometieron que en Amanavén los encontraría; que preguntara por el Comandante Chaqueto o por El Cadete. Pero por allí nadie los conocía, y más bien me recomendaron ir a Puerto Nariño. En ese sitio tampoco se apareció ninguno. “Vaya a Casuarito, que allá de pronto”, dijeron.
Entonces recordé las palabras del obispo de Inírida, monseñor Antonio Bayter Abud, que resultaron premonitorias: “Por el Orinoco no son muchos. Pero adéntrese en Vichada y Guainía y se los encuentra a todos...”
“... La realidad del conflicto armado aquí es más o menos benigna. La presencia directa de las Farc es escasa, a diferencia de lo que se aprecia más abajo, hacia el sur. Allí la guerrilla tiene tanto control que ejerce soberanía. En los 150 kilómetros de orilla colombiana sobre el río Negro, la única presencia oficial era una estación de policía en San Felipe con seis uniformados que vivían entre el desamparo y el miedo, y a veces el hambre. Hace 4 años, tras amenazas de la guerrilla, los hombres fueron retirados del sitio.”
- “Desde entonces son la FARC las que custodian la frontera. - cuenta Henry Melgarejo, corregidor de San Felipe - inclusive son ellos los que devuelven los mojones a sus sitios cuando la Guardia venezolana los corre hacia acá, y exigen que todo barco colombiano lleve izada la bandera nacional. Su misión no es agresiva.”
“Si la presencia guerrillera es escasa sobre el Orinoco y poco belicosa en el río Negro, no ocurre lo mismo en las tierras medias de Guainía y Vichada, donde es tan feroz su accionar que los efectos alcanzan a sentirse hasta la frontera.
Muchos analistas consideran que el verdadero corazón de las FARC se halla ahí, en los dominios del famoso “Negro Acacio”, el primer guerrillero colombiano pedido en extradición por Estados Unidos. La razón: en estos dos departamentos, junto con el norte del Guaviare y el sur del Meta, se halla el 80 por ciento de la producción de cocaína en el país, su fuente principal de financiación.
A partir de febrero de 2002, la operación “Gatonegro” del ejército colombiano, cambió totalmente la ecuación de guerra que vivía la zona. Con el ingreso a los dominios del “negro Acacio” en Barrancominas y la captura del capo brasileño Fernandinho, los insurgentes se desperdigaron río Guaviare abajo...
Desde entonces, los hostigamientos de ese grupo contra la población se dispararon. El Vicariato de Inírida ha denunciado asesinatos, reclutamientos forzosos y desapariciones de decenas de muchachos en el último año.
Pese a repeler esa acometida, lo único que tiene por ahora el estado colombiano son dos batallones fluviales, uno en Inírida, con 576 hombres, y otro en Carreño, con 653, los cuales están encargados de cubrir casi 1.500 kilómetros de los ríos fronterizos Meta, Arauca y Orinoco, sin contar los cauces interiores.
Aunque algunos cadáveres mutilados han empezado a bajar desde el alto Guaviare, el Orinoco aún tiene el privilegio de ser uno de los pocos sitios de Colombia donde la gente se preocupa más por la falta de televisión que por evitar que la maten...
Todos esperan salir del olvido imnemorial en el que ha vivido esta frontera. Pero si el precio a pagar para que el Estado vuelva sus ojos hacia acá, es que se vuelvan el pan de cada día esos cuerpos que bajan flotando desde donde sí hay guerra, entonces es mejor seguir en el desamparo.”
Dejé de leer y me eché en el camastro, recordando viejos tiempos.


Mis días pasaban lentos y aburridos en el campamento.
A los 15 días de mi encuentro con el Comandante Ambrosio, sucedió lo inesperado. Un ruido cada vez más cercano culminó en una gran explosión en la parte oeste del campamento, y luego otra, y otra… nos atacaba la aviación. La dispersión fue general, como estrategia practicada con frecuencia para estos posibles casos de bombardeo aéreo. La aviación era la fuerza más peligrosa para la guerrilla pues, al carecer ésta de artillería antiaérea, sólo nos restaba la dispersión de los combatientes con suerte aleatoria y los escasos escondites subterráneos.
El Ejército había rastreado nuestra posición al conectar nuestras frecuencias de radio. LaAviación hizo lo demás. Así como llegaron, se fueron.
Descargaron su carga mortífera sobre el manto verde de la selva. El daño fue considerable en la zona oeste del Campamento. Cuatro muertos y gran cantidad de heridos, algunos de ellos muy graves. Todos ensangrentados, pero sin gritos ni quejidos exagerados. Aguantaban verracamente el dolor. Los dos médicos combatientes, corrían de aquí para allá; todos transportaban los heridos hasta la tienda del Comandante que pronto se convirtió en una especie de hospital de campaña.
- Necesitamos más antibióticos - dijo uno de los médicos.
- Y gasas - añadió el otro.
- Euclides,- ordenó el Comandante Ambrosio - tome un grupo y vaya al colegio de los curas en Tambora y traiga todo lo que haya en la enfermería. Incaute también alguna embarcación con motor. Dígales que se lo devolveremos todo.

No habían transcurrido 15 minutos y dos voladoras con un total de 14 guerrilleros descendíamos por la orilla izquierda del Orinoco con dirección a Tambora.
Dicha institución educativa era un Bachillerato con mención en ecología, que albergaba unos 150 jóvenes procedentes de todos los rincones de Colombia y que tenían el denominador común de haber sufrido los efectos del contacto con el mundo de la droga. Un cura salesiano, el P. Nicoló, inició un ambicioso proyecto educativo que abarcara la globalidad de la persona. El aprender haciendo, el estudio teórico salpicado de práctica y el tratar de arraigar al joven a la tierra, eran los pilares de ese sueño.
En los inicios de esta obra, algún que otro aprendiz de periodista en Puerto Ayacucho, intentó sacar a flote su paranoia incipiente denunciando las supuestas vinculaciones de esta institución con la guerrilla y el narcotráfico.
Te intercalo aquí unos párrafos que por el año 1996 publicó “El Nacional” (1° Julio 1996) y que para entonces fueron comidilla de comentarios en Puerto Ayacucho:

“Amazonas paraíso de lo ilegal...”, “Nuevo Cartel de Guaviare se desarrolla de Venezuela...”
... El mayor destinatario de estos embarques de cemento y gasolina es la localidad colombiana de Tambora, a orillas del Orinoco. En Tambora funciona una especie de centro de reeducación para “gamines” (niños de la calle y delincuentes juveniles), llamado “Servicio Juvenil Salesiano”.
Vale aclarar que esa área es dominada por las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia, FARC, que comparte el territorio con innumerables sembradíos de amapola y coca, y los laboratorios que operan desde allí el narcotráfico.
Es un comentario generalizado en la región que ese lugar de reeducación es la fachada de un centro de reclutamiento y selección del vicariato colombiano....”

Tengo que decir que nunca un periodista, un tal Félix Sucre, dijo tantos disparates, alusiones malévolas e insinuaciones estúpidas en tan pocas palabras. Un periódico serio no puede tener en su cuerpo informativo a personas que escriben lo primero que oyen en la calle sin una mentalidad investigativa seria.
Tambora no tenía ni tiene nada que ver con las FARC ni con los sembradíos de amapola ni de coca. Monte adentro se construían casas para que en un futuro fueran habitadas por parejas de jóvenes que colonizaran la región, y se construían talleres para enseñar distintas modalidades técnicas. Un grupo de educadores con mística llevaban adelante ese proyecto que era ya una realidad en marcha. Una gigantesca cabeza de Simón Bolívar despeinada por la brisa del Orinoco presidía una inmensa laja en cuya cima se asentaba la amplia construcción.
Te cuento ahora cómo la conocí yo.

Llegamos en las voladoras y, con rapidez, cada uno se instaló en los lugares más estratégicos de la enorme laja, mientras un grupo pequeño, entre los que me encontraba yo, desarmados, nos dirigimos al edificio. Estaban en clase y muy pocos se dieron cuenta de lo que ocurría.
Mientras buscaban a la Directora, miré hacia el Orinoco y en ese instante algo pasó en mi cerebro. Nunca había decidido una cosa tan rápidamente. Tan ensimismado estaba, que ni me di cuenta que la Directora estaba hablando aparte con Euclides y que todos nos encaminábamos hacia la enfermería.
No faltó la exquisita atención colombiana de brindarnos un “tinto” caliente. Seguí con los ojos a la señora que lo repartía cuando se retiró con la bandeja.
Una vez en la enfermería, mientras la Directora, Euclides y varios de mis compañeros escogían y metían en varias cajas las medicinas más necesarias, me hice el despistado y comencé a caminar, primero despacio y luego con más apuro en la dirección que había tomado la señora del café.
Bajé unas escaleras, corrí algunos pasillos con la suerte de no encontrar a nadie, hasta que decidí traspasar una de aquellas puertas. Buscaba la cocina y encontré la despensa. Allí me escondí como pude entre sacos de alimentos y guacales de fruta. Esperaba que apareciera una mujer de las que trabajaban en la cocina. En esos momentos confiaba en los sentimientos de compasión y complicidad femenina más que en la valiente sinceridad masculina.
Mis expectativas fallaron. Quien entró en la despensa fue un “niche “de estatura mediana, bastante musculoso, con el pelo afro y cara de pocos amigos. Después me daría cuenta cuánto engañan las apariencias.
- ¡¡¡Pssssst!!! - me decidí.
- ¡¡¡Hijuep...!!! ¿qué hace usted acá? - me miró todo asustado.
- Ayúdeme, niche... No haga escándalo. Consígame una ropa de civil y después llame a la Directora.
Tuve deseos de escapar pues no confiaba en el barranquillero. Temía que mis compañeros no hubieran salido aún de Tambora y que el niche se hubiera ido de la lengua.
Cuando apareció por la puerta con la ropa, se me ensanchó el corazón. Me quité la ropa militar y me puse unos pantalones caqui, un poco anchos para mi contextura y una franelita blanca con propaganda de Almacenes “La Criollita”.
- Ya viene la Directora. Aguántese aquí.
Cuando apareció ésta, una mujer de mediana edad algo metida en carnes, pero con una cara que rezumaba bondad y compasión, me tranquilicé. Inspiraba confianza.
- Pero ¿qué ha hecho, hermano? Nos está metiendo en un lío... - dijo cuando me vio vestido de civil.
- ¿Se fueron? - pregunté.
- Sí. Pero lo andaban buscando. Algunos querían entrar armados a la institución, pero yo me opuse. Fue el jefe quien decidió partir. Pero volverán... no podemos ayudarle, pues tomarían represalias contra la escuela.
- No importa, ustedes no me han visto. No soy colombiano.
- Sí, me di cuenta; el jefe me dijo antes de arrancar: “Si ve a ese veneco de mierda, dígale que lo encontraremos...”
- Soy venezolano y me entregaron a la guerrilla. Yo no soy guerrillero.
- Bueno, ya pensaremos algo. Venga conmigo. No quiero que lo vean mucho los alumnos.

Seguí sus pasos hasta una especie de terraza que daba hacia el Orinoco.
- Quédese por aquí. Puede caminar por esta parte de la laja. Yo le mandaré de comer.
Me senté sobre la piedra muy cerca de la enorme cabeza despeinada de Bolívar y comencé a divagar. Me estaba maravillando de mi rapidez de pensamientos y acción.
El indio no es así. Yo antes no era así… Algo había cambiado en mí, pero no sabía en qué grado.
El blanco se equivoca más porque piensa más rápido, pero a su vez ve un poco más lejos, porque piensa en el futuro, porque no cree en la naturaleza que siempre se renueva y regala lo que uno necesita. De ahí ese afán del blanco por el ahorro, por los planes de futuro... Sospecha que algunas veces no hay otra oportunidad.
El indio es más reflexivo y calculador por eso parece más lento.., cree más en el retorno de la naturaleza, y confia más en ella que en sí mismo y en sus propios planes.
Mi vida había sido un progresivo alejamiento de mis fuentes. Seguía siendo un indio por fuera, pero cada vez era menos indio por dentro. Yo mismo me maravillé de lo mucho que pensaba en lo que debía hacer cuando cruzara el Orinoco, aún antes de haberlo cruzado.
Me despertó de mis reflexiones el niche de la despensa. Se sentó a mi lado y miró en silencio hacia el río.
- Te entiendo, veneco.
- ¿Ah sí? ¡Qué suerte tengo! - dije yo ironizando.
- Buscas escapar. También yo estoy escapando...
- ¿De la guerrilla?
- De algo peor.
Me contó en pocas frases una vida de miseria, de droga, de violencia y de cárceles que me dejó sin palabra. Mi vida, que me parecía lo máximo de sufrimiento y de injusticia, era un cuentico para niños comparado con lo que al niche le había tocado vivir.
Cuando uno pone su yo en el centro, impide casi siempre ver el de los demás.
Me quedé mirando el río, pero esta vez alcé un poco la vista y vi más allá, la otra orilla. No es muy ancho el Orinoco en esa parte, ni muy rápida su corriente. Yo nací en el río y nadar nunca se olvida. Una vez más, mi pensamiento cayó en la tentación de operar con rapidez.
- Salúdame a la Directora. Dale las gracias por todo. - dije dirigiéndome hacia el río.
- ¿Pa dónde va, man?
- Voy a cruzar el río.
- ¿A nado?
Me liberé de las botas militares que aún cargaba, y que me harían más dificultosos mis movimientos y se las di al niche.
- Toma, pueden servirte. Pero que no te las vean los “muchachos” Pueden meterte en problemas.
El niche se quitó sus cholas de goma y me las dio.
- Ven - me condujo hacia la izquierda en donde la laja comenzaba a esconderse bajo tierra - Aquí hay una curiara que usamos para la pesca. Amárrala en la otra orilla; cuando vaya el motor a buscar al Prof. Monsalve con la carga, la regresaremos.
- Gracias, niche. - puse todo el agradecimiento que pude en esas dos palabras.
Sin mirar atrás, enfilé la proa hacia el este, unas veces canaleteando fuerte y otras, dejándome arrastrar un poco por la invisible corriente.
El Orinoco, en la mayor parte de su trayecto, es como el indio; exteriormente parece inexpresivo, lento, tranquilo, pero la tormenta, la fuerza, la lleva oculta por dentro. Cuando te metes en él ya no puedes descuidarte.
Al amarrar la curiara en la orilla venezolana, miré hacia la laja de Tambora. Sobre el claroscuro de la piedra destacaba aún la figura del niche barranquillero.
¡Qué buena gente..!


***

La política en el año 2004, seguía siendo en Venezuela “el pan nuestro de cada día”.
Las peleas entre las Salas Electoral y Constitucional y las múltiples disputas jurídicas sobre la validez o no de sus decisiones fueron un tiempo propicio para que, nuevamente los abogados y constitucionalistas se convirtieran en las “vedettes” más solicitadas en todos los canales de TV.
La Oposición seguía siendo monotemática: “Chávez pacá, Chávez pallá, Chávez parriba, Chávez pabajo...” Nadie hacía oposición a las políticas de gobierno.., sólo se preocupaban de Chávez. Con razón los gobierneros cantaban aquello de: “¡Chávez los tiene locos! ¡Chávez los tiene locos!”...
Llevaban tres años predicando la unidad. “El Referéndum es lo único que importa”... “No hay elecciones, si no hay referéndum”... Bastó que el CNE anunciara los lapsos para inscribirse para las elecciones de Gobernadores y Alcaldes, y todos se olvidaron de la prédica y ajilaron como palometa en cebadero... y
El Gobierno se hacía el loco, mirando hacia otra parte, cuando la Guardia Nacional y la DISIP aplicaba “democráticamente” la ley. El Defensor del Pueblo, Dr. Amundaraín, o mejor, el Defensor del “Puesto” como le llamaban los de la oposición, dejó chiquito a Mario Moreno “Cantinflas” cuando, con su voz engolada trataba de explicar a los reporteros que le preguntaban sobre los presos políticos: “Aquí no hay presos políticos, sino políticos presos…”
El y el Fiscal General se preocupaban más de las formas que del fondo de las cosas... El Contralor General era el «hombre invisible»...
El Gobierno argumentaba su oposición al Referéndum con artes leguleyas que hicieron recordar los mejores tiempos de David Morales Bello y sus tribus, en los tiempos “imperiales” de AD. Pero a su vez, parecía no hacerle caso a la conseja de que el venezolano siempre tendía a apostar a ganador y a despreciar al cobarde pues el gobierno cada día mostraba con su reticencia al Referendum, la ligera impresión que tenía miedo a contarse...
J. Villalobos, ex comandante guerrillero salvadoreño, escribió por esos días en El Nacional:
“Chávez ha aprendido a actuar en el límite de la legalidad y de la legitimidad; juega a presentarse como víctima, provocando a la oposición de palabra y de obra, antes apuntando a la soberbia de ésta y ahora a su paciencia...”
Y continuaba: “El pueblo venezolano, en ambos lados, ha mostrado una admirable resistencia a la utilización de la violencia, se gritan, pero no se matan...
Chávez tiene tres problemas: la indiferencia de Estados Unidos, la vocación pacífica de los venezolanos y la paciencia que ha empezado a mostrar la oposición.
Sin el peligro del “imperialismo yanqui”, sin razones para una guerra de verdad y enfrentado a una oposición unida o pacífica, la “revolución” de Chávez resulta tardía, absurda e inútil, quizás le sea geopolíticamente útil a Fidel Castro, pero para los pobres de Venezuela es una estafa, éstos necesitan una izquierda más seria e inteligente...
El mejor final en un conflicto no es alcanzar la victoria final. La guerra de El Salvador no terminó porque derrumbaron el muro de Berlín, ni porque Estados Unidos quitó la ayuda al Ejército salvadoreño. Terminó porque después de 20 años y 80.000 muertos, los que combatíamos en ambos lados nos dimos cuenta de que, aunque el país era pequeño, todos cabíamos en él.
Venezuela es más grande y en la democracia hay espacio de sobra para Chávez y sus opositores, porque las exclusiones, del color que sean, son sólo guerras dormidas”.

Villalobos escribió esto, un poco antes de que un grupo talibámco de la oposición (¿Se acuerdan de R. Koesling, el inefable abogado de Zingg en la disputa que este hacendado tuvo con los piaroa de Wanay?) predicara la “guarimba”, unas acciones de calle con quema de cauchos y basura en diferentes zonas de Caracas, con la correspondiente actuación exagerada de la Guardia Nacional y de la Policía Política, donde se contabilizaron muertos, heridos, presos, etc.
El gobierno cayó en la trampa de estos sectores extremistas: era lo que necesitaban los medios para hacer otra campaña mediática en el exterior y presentar a Caracas ardiendo por los cuatro costados. Otra vez los medios lideraban la incompetencia opositora y se aprovechaban de la impulsividad primaria del gobierno.

Domingo Alberto Rangel, otro intelectual de la revolución de los años 60, denunciaba estos días la verborrea de Chávez contra el capitalismo salvaje, al mostrarle que cada régimen tenía sus capitalistas.
“Chávez preside un régimen capitalista, no importa el adjetivo que le ponga. Capitalismo popular, Capitalismo moderno etc. El adjetivo cambiará, pero el sustantivo, que es donde está la clave, sigue siendo el mismo. Chávez hoy está confrontando el problema de todo arribista social que sea demagogo: no sabe explicar su enriquecimiento”. (Quinto día 2-9 Abril 2004).

Comenzaron las inscripciones a cargos de elección popular. Según resolución del CNE se resolvió el día 26 de septiembre de este año como fecha para la elección de gobernadores, diputados a los consejos legislativos, alcaldes y concejales.
Un reciente periódico amazonense, La Señal (Marzo 2004), con evidentes muestras de “originalidad literaria” anunció el “Nuevo pentagrama electoral en Amazonas”, (como si los políticos tocaran música celestial...)
El espectro electoral era muy variado, Se contabilizaron un total de 27 organizaciones políticas y grupos de electores regionales.
La población electoral de Amazonas para el año 2003 alcanzaba un universo de 50.190 electores (a los que habrá que añadir los más de 3.000 nuevos nacionalizados en los últimos operativos), los cuales elegirán un gobernador, siete diputados al Consejo Legislativo Regional y siete alcaldes.
Para ese mismo año la población de electores se repartía así en los distintos Municipios: Atures: 33.875 electores; Atabapo: 3.903 electores; Río Negro: 1.378 electores; Guainía (Maroa): 1.590 electores; Autana: 4.585 electores; Manapiare: 2.833 electores y Alto Orinoco: 2.026 electores.
Los mal llamados candidatos a gobernador del estado Amazonas, (téngase en cuenta que “candidato” viene de la palabra latina “cándidus” que significa: “limpio, sin mancha”, o ¿sin dinero?), eran los siguientes: Ramón Gil, César López, Nelson Devia, Edgildo Palau, Bernabé Gutiérrez, Liborio Guarulla y Oliverio Acosta...
Pero los últimos datos anunciaron que la elección de gobernador en Amazonas se realizaría en febrero del 2005, por lo que los candidatos se quedaron con los crespos hechos...
El número de candidatos a Alcaldes y demás servidores públicos, se perdía en la lejanía...
Comenzó de nuevo la época de las palabras. Alguien dijo: “No hay palabra de un político que dure 24 horas”. Es embuste. Las palabras duran lo que duran las campañas electorales...
En el mismo semanario se notificaba el operativo realizado por la Guardia Regional en aguas del río Atabapo, a alturas del raudal de Chamuchina, en el que se incautó un importantísimo arsenal de pertrechos militares, sobre todo municiones de diverso calibre.
Lo más grave era que la munición que iba supuestamente para la guerrilla estaba fabricada en Venezuela por CAVIM, y era de un lote más moderno (año 2001), que el utilizado por la Guardia Nacional (1998). Otra cosa que no se dijo, fue que la foto de los dos “extranacionales capturados” eran guardias nacionales que se encapucharon para la foto, pues los dos extranacionales estaban aún en Atabapo. ¿Es esa una praxis común en la Guardia Nacional o fue la “urgencia” del momento para dar la noticia a los medios?
A muy poco tiempo de esa incautación de municiones, yo ya estaba en San Fernando, la Guardia Nacional se asignó otro éxito en Santa Cruz del Atabapo, al incautar otro lote de armas y municiones, facturadas como víveres en un barco alquilado por “Gato Seco” que logró darse a la fuga... esa embarcación estaba en Atabapo, el propietario vivía en Atabapo, el motorista era de Atabapo y fue el único preso, como siempre el menos culpable... El “Gato seco” que se le conocía como amigo y colaborador de la Guardia y negociante en la mina, huyó a Colombia... ¿de dónde venían las armas y municiones? ¿Qué “chivo” estaba debajo de todo eso?... Todo, como tantas cosas, se irán en la nave del olvido...

***

Subí el barranco y caminé lentamente por la sabana. Metí la mano en un bolsillo del pantalón y me encontré con un billete de 5.000 Bs. Otra vez agradecí al niche este detalle. Esto me ayudaría a resolver algún problema.
Siguiendo un camino dibujado en la sabana llegué a Platanillal, la comunidad jivi casi a la mitad del trayecto entre Puerto Ayacucho y el puerto de Samariapo. Me acerqué a una casa. Un jivi tejía una estera de palma. Al levantar la cabeza sonrió como saludo.
- ¿Pasan autobuses para Samariapo?
- Ya es un poco tarde. Vienen de regreso. Los que sí pasan aún, son camiones de carga.
Con un gesto me despedí y seguí hacia la carretera. Mientras esperaba acuclillado en la orilla derecha de la carretera que conducía a Samariapo, sobaba el billete de 5.000 bolívares, como el talismán que me sacaría de cualquier apuro.
No me faltaban las ganas de cambiarme de orilla para tomar un carro que se dirigiera a Puerto Ayacucho, pero mi imprudencia anterior al llamar por teléfono al comisario Acevedo y a Omar, me obligaba a alejarme cuanto antes. Los hombres de Jean Claude me rastreaban.
Cada vez que divisaba a lo lejos un carro o camión, me levantaba y hacía señales para que se pararan.
El hombre es un misterio. Tú no puedes adivinar lo que les pasa por la cabeza, cuando ven a un indio mal vestido en la orilla de la carretera. Si vistiera de manera elegante, o si no fuera indio, tal vez se pararían. Me dio gana de sacar el billete de 5.000 Bs., y enseñárselo como indicando que tenía con qué pagar. Estaba en estos pensamientos cuando vi un camión 450 blanco, que rebajó su velocidad y frenó unos diez metros delante de mí...
- Voy a Samariapo, ¿me da la cola?- al ver la facha del chofer hablé con la voz más arrodillada y humilde que pude, los indios estamos acostumbrados desde siglos a una obligada humildad.
- Monta detrás, pero allá nos ayudas a bajar la carga - me respondió el trigueño gruñón con cara de pocos amigos.
Me acomodé como pude entre cajas y sacos. Cuando alguien te hace bien, te cargas de una energía positivay te animas a creer de nuevo en el género humano.
También compruebas que las apariencias a veces engañan; el chofer con cara de amargado y gruñón no me inspiraba confianza alguna, como en Tambora tampoco me la inspiró el niche barranquillero.
Al poco rato el camión frenó y se estacionó a la derecha de la carretera.
En el lugar en el que el gobernador Sánchez Contreras había construido la Escuela Guajiba “Blanca Ibáñez “, se levantaba ahora un Cuartel de la Guardia Nacional. Al otro lado de la carretera había una churuatica en donde se cobijaban del sol unos tres Guardias Nacionales. Este fuerte militar no existía cuando yo me fui para Caracas.
Estaba yo observando la entrada y las edificaciones que se alzaban a lo lejos, cuando un Guardia me mandó bajar.
El chofer con su ayudante, estaban en la churuata con un fajo de papeles y facturas delante de un Guardia sentado detrás de una mesa, y el otro, con su fal al hombro, observaba con cara de aburrido un trámite que repetían docenas de veces a lo largo del día.
Lo que sí observé, fue que la cara del gruñón del chofer cuando trataba con el guardia, se revistió de una máscara de humildad parecida a la mía cuando le pedí la cola. Ante la autoridad perdemos nuestra personalidad, o la escondemos. Con naturalidad aceptamos que la autoridad nos humille y asumimos el rol de una humildad que no deja de ser eso: una máscara que nos ponemos y quitamos según las circunstancias...
- Su cédula, por favor - me dijo un guardia con pinta de novato y que, a juzgar por el color blanco de su piel, era andino.
Yo estaba sin documento alguno. Tras un momento de silencio, sin dejar de mirar al gocho, me hice el loco, como si no entendiera nada de lo que me decía y, al percatarme que el chofer estaba terminando de recoger los papeles y facturas, me decidí y comencé a hablar en kurripako:
- Kurri nutsuni paperra. Riñá nuya. (No tengo papel. Se me perdió).
- ¿Qué dice? - inquirió el guardia al chofer.
- No sé, yo no entiendo.
- ¡Kurri nutsuni! ¡Kurri nutsuni! Nuyakareriko nuja kurri kanakay nutsuni. Piá padatáirri, nuakadána, jaidétarí, ¡Kurri nutsuni! ¡Riñá nuya! ¡Kurri nushuni! ¡Riuya nuya! (No tengo! ¡No tengo! Yo estoy en mi tierra y no la necesito. Tú eres de afuera, pero soy de aquí ¡No la tengo! ¡Se me perdió! ¡No la tengo! ¡Se me perdió!…) - Insistí yo en lengua y gesticulando cada vez más y con signos de enfado.
El chofer me miró pálido de rabia, pues no esperaba encontrarse con un problema adicional. Tal vez mis ojos de perro apaleado le hicieron reaccionar de la forma más origina.
- Mire, guardia, este es un pariente que me cuida el bongo en Samariapo. No habla castellano y no tiene Cédula. Yo lo llevé a Puerto Ayacucho a sacarle el Comprobante pero en la Oficina no había material, no pudo hacer nada y me lo traje de regreso.
- Déjelo seguir, guardia, - dijo el Cabo que comandaba la Alcabala y que tenía unos rasgos indígenas un poco diluidos.
Una vez en Atabapo, mis amigos me contaron que si yo hubiera pasado un mes más tarde, cuando comenzó el proceso de las firmas para el Referéndum, no hubiera tenido este problema, pues ahí mismo, en Platanillal, me hubieran dado una Cédula nuevecita. Centenares de colombianos de Casuarito, Carreño e Inírida aprovecharon para sacar cédulas venezolanas, para sus intereses en la frontera... Me admiré del grado de descomposición que había alcanzado el estamento militar. Ellos, educados para resguardar y vigilar la patria, habían caído tan bajo en una labor tan apátrida, como la que hicieron en otros tiempos los adecos y que tanto habían criticado...

Me monté de nuevo en el camión y, mirando cómo se perdía en la lejanía la churuata de la Alcabala, por dentro me moría de la risa al pensar en la inteligente salida del chofer con cara de grunón.
Mis ojos leían ávidos los carteles que aparecían a la orilla de la carretera... “San Pablito” un caserío que yo no conocía, lo mismo que “San Manuelito” y mucho menos la comunidad llamada “Jerusalén” que se estaba construyendo a la izquierda de la carretera... Leí “Sabaneta de Guayabal”, en la comunidad que antes se llamaba “Pato Guayabal”… era lógico el cambio de nombre...
Yo gozaba contemplando las sabanas interrumpidas por pequeñas manchas de morichales o de selva salpicadas aquí y allá por negras moles de piedra...
Casi todos los puentes están en plena curva; el viejo Aguerrevere debió encontrar dficultades para cruzar los caños en línea recta… Pasamos Mirabal, Alcabala Guajibo, Puente Gómez y por fin vi la división de la carretera que se dirigía hacia Venado y el Sipapo.
Cuando llegamos a la Alcabala de Samariapo, al bajarse el chofer con el fajo de papeles y facturas, se acercó a revisar la carga antes de entrar en la churuata de la Guardia.
- ¡¡Tú si tienes bolas!!... y que no sabes hablar... Baja y espérame a la orilla del río, antes de que me metas en otro lío.
Haciéndome el loco me encaminé hacia las sucias y aceitosas aguas del puerto de Samariapo. Contemplaba la aglomeración de bongos, falcas y voladoras buscando a algún conocido, cuando oí un silbido y después un grito.
- ¡Epa, pariente! ¿Ya no conoces? - dijo un hombre de mi edad que desde la proa de su bongo trataba de empujarlo con una palanca improvisada.
- ¡Coño, Fermín..! ¿estás saliendo? Dame la cola.
El encuentro con Fermín, un kurripako de Magua compañero en mis años de caletero, me hizo olvidar al gruñón del chofer que me había salvado en la Alcabala de Platanillal. Estoy seguro que cuando no me encuentre para bajar la carga del camión dirá como acostumbran: “¡¡¡Maldito indio!!!”. Pero yo no podía perder esta cola para dirigirme cuanto antes hacia San Fernando.
- Yo creía que ya eras doctor o de esos tipos que salen para estudiar pero que lo único que hacen es gastar real y regresan al pueblo convertidos en unos sifrinos. Pero por la pinta que te gastas, no te fue muy bien por Caracas...
- Ya te contaré por el camino.

Arrancó el motor dejando atrás una estela de humo blanco y nos emproamos hacia la salida del Caño Samariapo, en búsqueda del Orinoco corrientoso y bravío en esa zona.
El bongo metálico, de los que ahora reparten las Alcaldías, es uno de esos cambios que se van dando sutilmente, en pro de la utilidad, durabilidad y ahorro de trabajo, típicos de lo que llamamos interculturalidad. Esperemos diez años más y los indios ya no sabremos construir un bongo de madera. Está cambiando todo. Antes el criollo que quería un bongo, tenía que pedírselo al indio. Ahora si el indio quiere un bongo, debe pedírselo al criollo. Todo cambia, pero siempre a favor de ellos...
- ¿Hay alcabalas en el camino? No tengo cédula.
- ¿Andas indocumentao? - sonrió Fermín - No te preocupes, arrimaremos en Puerto Nariño, en Colombia, pero ahí no piden documentos. Sólo preguntan si van o no colombianos.
Por largas horas le conté lo más importante de mis aventuras en Caracas y en Colombia. Todas las peripecias con la guerrilla y con la gente de Jean Claude que me perseguía incesantemente.
Fermín era un pariente muy inteligente. Uno de los tantos valores que se pierden por el camino, porque la vida es injusta y parece que camina al revés. Las puertas se les cierran aún antes de llamar.
Estudió hasta Tercer año conmigo y juntos trabajamos de caleteros entre Samariapo y San Fernando. Después yo me fui para Ayacucho y él se fue a la recluta. En el centro de alistamiento CAIN, pasó las de “Caín”...
Al regreso, el único horizonte que se le abrió, como a muchos de los jóvenes atabapeños, fue la policía. Se incorporó y después de unos años lo botaron acusándole de un robo que había perpetrado un sargento. O se callaba o iba ajuicio con todas las de perder, pues no tenía para pagar un abogado. Para no ir a juicio prefirió callarse. Y aquí está de caletero otra vez.
- Ahora ya trabajo por mi cuenta. Pagué este motor a crédito y hago viajes cuando hay chance. De vez en cuando me escapo a la mina... Tengo mujer y tres carajitos, y... palante voy…
El run-run aburrido del motor, el cansancio producido por las últimas emociones y la relativa comodidad del bongo pudieron conmigo y caí en un profundo letargo.
De pronto, vi en trazos difuminados que iban aclarándose poco a poco, la plaza de mi pueblo Marama. En una esquina, sentados en el suelo, rodeábamos a un anciano sentado en su taburete: era mi tío Idalino. Era una atmósfera misteriosa como sólo él sabía crearla cuando nos reunía para narrar alguna historia:

“…Una vez, allá en tierras del río Guainía, había un hombre que cierto día se fue al conuco con su mujer y los dos hijos. Llegaron al sitio en curiara... Entonces, el hombre dijo:
- Mientras ustedes arrancan un poco de yuca, yo voy a cazar aquí cerquita.
Y se fue. Comenzó a caminar monte adentro con tan buena suerte, que enseguida mató tres báquiros. Como no podía cargarlos él solo, se dispuso a asarlos y para ello, los descuartizó en presas y construyó una troja. Prendió candela y colocó todas las presas para asarlas.
Salió un rato con la cerbatana a ver si cazaba algo más pero se entretuvo demasiado y, cuando llegó, casi toda la cacería se había quemado. El hombre se dio cuenta del pecado cometido. Por propia culpa, wiyutó estúpidamente.
Cuando un hombre wiyuta, corre graves peligros, puede ser atacado por una animal o convertirse él mismo en animal salvaje.
Ya era noche profunda y comenzó a levantarse un temporal con truenos grandíiiiisimos y rayos que ponían clarita toda la selva. De pronto, un grito fuerte y prolongado rompió la noche, un grito largo, largo, laaargo... ¡¡¡Uuuuuuuuuuh!!!
Era el Biuli, el oso macho.
Cuando el Biuli lanza su alarido, eleva el pico hacia el cielo y poco a poco lo va bajando, bajando, hasta que toca el suelo y entonces se siente un ruido, como si temblara la tierra.
El hombre, al oír el grito del Biuli cada vez más cerca, se dio cuenta del peligro que corría.
El alarido ya sonaba muy cerca y al ratico el hombre vio al animal que se acercó a la troja y comió parte de la carne, pero no era eso lo que buscaba.
El Biuli busca siempre al que wiyuta. Daba vueltas, iba y venía oliendo con su enorme pico, hasta que... mirando hacia arriba vio al hombre encaramado y sentado en una horqueta del pendare. Se dirigió hacia allá y aplicó su pico contra el pendare y comenzó a chuparle la leche, creyendo que era la sangre... Pero el Biuli no dejó de chupar, y chupó, chupó hasta que empezó a chuparle la sangre al hombre dejándolo al rato, todo sequito.
Se fue el Biuli y el hombre, ya sin sangre se cayó de la horqueta, todo sequito, puro hueso y piel... Y allí se quedó al pie del pendare.
La mujer, preocupada por la tardanza del marido decidió ir a buscarlo por el mismo camino para ver qué1e había pasado. Cuando llegó al sitio de la troja, vio con terror al hombre todo chupadito, al pie del pendare.
Rápidamente, tejió un katumare y metió en él los trozos asados de báquiro que aún se hallaban desparramados por el suelo y después, colocó al hombre encima para llevarlo también.
Cuando ya estaba a mitad camino, notó que su espalda se humedecía y poco después sintió que algo líquido le corría espalda abajo. Se paró y bajó el katumare al suelo y asombrada se dio cuenta que el hombre no estaba muerto y la miraba de forma extraña con unos ojos saltones, mientras chupaba el resto de sangre que aún quedaba en algunas presas de carne.
La mujer, en ese instante, se percató que su marido se había convertido en Biuli.
Con miedo le dijo:
- Espérame aquí que voy a hacer una necesidad. Ya vengo...
La mujer echó a correr y corrió y corrió... hasta que llegó al Sitio, recogió a los dos muchachos, los montó en la curiara y, río abajo, se dirigieron a un Sitio más grande en donde había gente.
El hombre, convertido en Biuli, la siguió por el monte buscando sangre para alimentarse.
Cuando llegaron allá, la mujer le explicó a los hombres lo que había sucedido, que el Biuli la estaba siguiendo y que no tardaría en llegar…
Los hombres mandaron a las mujeres y a los niños en las curiaras y se dispusieron a enfrentar al Biuli para matarlo. Se subieron sobre el techo de una casa que daba al frente del camino por donde debía llegar el Biuli…
Lo vieron acercarse poco a poco, levantando el pico tratando de oler la cercanía de la sangre. Prepararon las cerbatanas y esperaron que se acercara. Cuando ya se puso a tiro, dispararon juntos los dardos con curare que produjeron lo que esperaban, poco a poco el Biuli fue doblándose hasta que se cayó sin vida...”
Yo estaba incrédulo y le pregunté al tío:
- ¿De verdad existe el Biuli?
- Claro que existe... Fíjate bien, nadie ha cazado un oso macho. Todos los osos que traen muertos de cacería, son hembras.

Y concluía con la moraleja de siempre:
- No se puede wiyutar: nunca deben comer frío ni asoleao... no deben dejar de bañarse por la mañana... no deben tener sueños sucios... no deben cazar o pescar más comida de la que necesitan...”

Cuando desperté de mi sueño, me asomé para darme cuenta en dónde estábamos. Ya habíamos pasado la laja de Síquita. Faltaba poco.
- ¿Tienes pesadillas? - me preguntó riéndose Fermín.
- ¿Por qué?
- Lanzabas unos gritos que parecías un oso macho... ¿Pasaba algo?
- No, nada.

Los indios tenemos un gran respeto por los sueños y no suele ser casualidad que tú sueñes una cosa u otra... El sueño me indujo a una reflexión que me acompañó durante el resto del viaje. Si hubo alguien que wiyutó fui yo. Toda mi vida fue un wiyutar continuo, desde el momento en que quise olvidarme, fugarme, renunciar a todo lo que era mío... y lo más triste era que el Biuli me había chupado toda la sangre... estaba seco por dentro, ya no sabía qué era.
Algo se había escapado de mí para siempre...

Cuando el bongo enfiló a la izquierda y pude divisar la pequeña ensenada desde el barrio La Punta hasta el puerto, un sentimiento de estar llegando a mi casa me envolvió, despertando en mí muchos recuerdos.
La hilera de mangos que habíamos sembrado con el P. Toso cuando éramos internos, estaban enormes y casi ocultaban las remodeladas casas de colores que se sucedían unas a otras, adosadas en hilera.
El puerto real, los peñascos... el “vapor de Funes “, allá arriba el cuartel de la Guardia y hacia el sur el espejo del Atabapo. Sus aguas oscuras descendían lenta y pudorosamente como retardando la aparición de la desnudez sensual de sus playas blancas.

Después de descargar caminé con Fermín. La Plaza Bolívar estaba igualita como yo la recordaba, la Iglesia, la prefectura, el juzgado... Cruzamos el aeropuerto y llegamos a un Atabapo desconocido, un nuevo barrio que no existía en mis tiempos y que se estiraba por unas calles recién estrenadas. Era el Barrio Orinoco. Allí vivía Fermín.
Al día siguiente con más calma, recorrí el pueblo, Santa Lucía, la Carretera, Menca y Solano, Maracoa, el Centro, La Punta y regresé a la Plaza.
Allí estaba eterno, como el añoso samán de la Plaza, el viejo Hassán, que ya era viejo cuando yo era un chamo. Sentado como siempre a la puerta, leyendo una novelita de vaqueros.
Entré en el bar El Completo a tomar una cerveza y precisamente, los que tenían unas cervezas de más fueron los primeros en reconocerme. Eran coetáneos míos y antiguos compañeros de escuela, René, Ucho, Cuyina, Bautista... Hasta entonces me había sentido como extranjero en mi pueblo.
Pasé un rato muy agradable recordando cuentos y aventuras que a mí se me habían traspapelado en las últimas gavetas de la memoria. Sin darme cuenta, y en cierta forma, estaba renaciendo vivencias que yo creía muertas.
Al salir, vi una edificación nueva y las columnas adyacentes que indicaban que estaba inconclusa. Era la sede de la Cámara municipal. Detrás, frente al río un galpón horrible que, si bien proporcionaba un servicio comercial, su ubicación estropeaba una de las mejores vistas del Atabapo.
Aparte de la cantidad de muchachos que pululaban en la calle y que años atrás, el P. Marcucci había catalogado irónicamente como la única industria, la única “fábrica”que había en Atabapo..., tengo que reconocer que no noté grandes cambios entre el Atabapo que yo conocí y éste. Naturalmente, el crecimiento de la población hizo que el pueblo se extendiera y fuera más grande que el pueblito que yo había dejado.
Los muchachos atabapeños no se dferenciahan de los pavos caraqueños: pelo de punta engominado con gel a la última moda, franelas negras con rostros de Bob Marley, Sting, o signos satánicos; zapatos deportivos de marca, niñas con el ombligo al aire y el pelo teñido de amarillo o con mechas de colores, contaminadas de un extraño mestizaje sajón que chocaba con su tez morena y los ojos achinados.
Por las noches, los menores afluían a la discoteca “Danubio Azul” y se quedaban merodeando la entrada compartiendo en pandillas el alcohol que no le permitían beber dentro.
- Eso no es nada, pariente. - dijo Fermín al escuchar mis comentarios - Hasta “estripitís”, o no sé como se dice... eso, cuando una mujer se va quitando la ropa poco a poco, mientras suena la música.
- ¡Bicho!
- Figúrate el revuelo que se armó la primera noche en “La Cuevita”... ¡nunca visto en Atabapo! Toda la calle esaba full y todos querían entrar... Al día siguiente comenzó el escándalo, los comentarios, los corre-corre de las personas “de bien” para quejarse al párroco, de que eso no se debía permitir que era un peligro para la juventud...
- ¿Y qué hizo el cura?
- Los mandó a la Lopna. Pero no fue necesario que intervinieran. La pobre mujer se fue.
- ¿No hubo segunda sesión?
- Se arrechó y se regresó a Colombia, pues de la Residencia en donde se hospedaba, le habían robado el celular, la ropa y no sé cuantos miles de pesos.
- ¿Y… “La Cuevita”?
- Quedó como todos... como papagayo sin cola...

Y yo pensaba que era el único que estaba deslizándome por el barranco del olvido...
Mi conciencia se tranquilizó estúpidamente al ver cómo mi pueblo, mis paisanos y parientes, se hundían cada vez más en lo que yo asumí conscientemente un día. Creía que era el único que había dejado atrás mis recuerdos, mi lengua, mi cultura, mi manera de ser en el mundo. Daba la impresión que el “pecado” de todos me consolaba…
¿Cuántos de estos muchachos - me decía - sabrán amarrar rendal? ¿hacer una manea para subir seje? ¿o leer en el canto del alcaraván el anuncio de una mujer preñada? ¿cuántos de ellos preferirán el “gatorade” al jugo de la manaca y la “coca cola” a la tradicional yucuta?
A veces, me enrollaba mentalmente pensando si todo esto no entraría dentro de la normalidad de un cambio indetenible, pero que yo consideraba pecaminoso.
El indio no quiere ni debe quedarse atrás, el indio tiene derecho a descubrir una vida que sea mejor que la que tiene actualmente, me decía a mí mismo.
El indio quiere agua limpia y potable, ya está bien de cólera y parásitos. Quiere todo tipo de herramientas que le haga menos penosa la tarea de sobrevivir en un medio hostil. Quiere machetes, anzuelos, redes de pesca, motosierras para hacer conucos, cigüeñas para aliviar el trabajo de las mujeres en el rallado de la yuca. Quiere radios para comunicarse con las medicaturas y pedir ayuda en casos de epidemias de paludismo, sarampión o gripes. Quiere plantas eléctricas para tener nevera, radios o televisores. Quiere combustible para estas plantas. Quiere medicinas y médicos que les curen, aún conservando sus brujos tradicionales que curan con hierbas y con cánticos. Quiere motores fuera de borda para mover sus bongos pesados o las livianas voladoras.
Los indios quieren escuelas que enseñen lo que saben los blancos, que les hagan competentes para negociar y discutir con aquellos que pretenden aún estafarles con “espejitos”.
Quieren que sus hijos aprendan que las tierras que habitan les pertenecen a ellos y no alprimer pillo que se meta de intruso.
Quieren que sus tierras no sean “patrimonio de la humanidad” como quieren los países que desertizaron sus tierras buscando un desarrollo salvaje, sino que sean patrimonio de los indios.
¿O no tenemos derecho a cambiar?
Yo en cambio, esperaba ilusoriamente romper las ataduras en las que yo mismo me había enredado. Pensaba volver a Marama e iniciar de nuevo mi vida. Me sentía lo suficientemente fuerte para romper con el pasado reciente, así como había roto con mi pasado de niño. Encontraría una guaricha que fuera la compañera definitiva y la madre de mis hijos, sembraría mi conuco, me dedicaría a la pesca, a la caza y al comercio del chiquichique y mamure, como mis padres y abuelos...
Me acordé de los míos, de lo abandonados que los tuve, de lo que sufrieron para ofrecerme todas las oportunidades, para que se cumplieran todos mis sueños.
Compré una tarjeta y les llamé por teléfono.
- Hijo, por aquí vinieron a buscarte dos hombres enormes... Preguntaban por ti y decían que eran amigos tuyos... Yo les dije que no sabíamos nada de ti...

Era claro que la gente de Jean Claude me seguía los pasos y que no descansarían hasta encontrarme. Tenía que tomar una decisión muy rápida. El sueño de retirarme a Marama debía esperar.

***

Baj había dejado Atabapo antes de producirse los cambios de la división político territorial en el Estado.
Atabapo era ahora uno de los 7 Municipios del Estado Amazonas. Baj desconocía la historia de los últimos años, pero sin tener vocación de investigador y hablando con antiguos colegas, unos del partido de gobierno, otros de la oposición, pudo formarse una idea de la realidad.
Precisamente, uno de ellos le dio a leer un artículo cuyo autor, según dijeron, era el párroco del pueblo, el cura Samuel:
“Sin pretender tener toda la razón sobre lo que aquí voy a exponer pero también sintiéndome con el derecho de todo ciudadano pensante, en el deber de analizar después de siete años de andadura, el devenir de las Alcaldías, ahí quedan estas reflexiones.
1.- De T.F.A. a Estado Amazonas.
El desarrollo lógico del marco Constitucional al pasar de Territorio Federal a Estado, trae consigo la división territorial en Municipios y la constitución de las Alcaldías como la expresión más cercana de la gobernabilidad del Estado a la población.
Basta hacer un poco de memoria histórica y revisar todo el proceso realizado, para darse cuenta de los diversos contextos que contribuyeron, con diferentes intencionalidades, a que el T.F.A. fuera reconocido con la categoría de Estado.
Por un lado, estaban las aspiraciones históricas y legítimas de los habitantes de Amazonas que deseaban política y territorialmente tener los mismos derechos y deberes de los demás Estados que conformaban la Nación venezolana, pero también el reconocimiento de hecho y de derecho de la pluriculturalidad característica de esta porción de la República. Todos conocemos cómo el dictamen de la entonces Corte Suprema de Justicia dejó clarificadas cadas todas estas aspiraciones.
Pero junto con este discurso, estaba el manejado por los partidos políticos, de aprobar, a como diera lugar, el nombramiento de Estado, sin importarles para nada qué tipo de Estado y las aspiraciones de sus habitantes.
Lo importante era el festín de recursos presupuestarios y el cómo repartirse esa torta. Prueba de ello fueron las “Juntas Organizadoras” bien calificadas por la gente del pueblo como “Juntas Robadoras”. En vez de dedicarse a realizar proyectos viables de la organización de las Alcaldías, (misión imposible, por otro lado, dada la incapacidad intelectual, organizativa y moral de los encargados), se dedicaron (para esto sí eran capaces), a malversar los presupuestos asignados dejando “monos” de millones de Bs. que contribuyeron en parte al nacimiento de “nuevos ricos” a quienes la justicia le hizo guiños de complicidad e impunidad... y no aportaron absolutamente nada a las incipientes Alcaldías.
2.- ¿Diez años de Trabajo Municipal?
Ciertamente durante estos años hay logros que no se pueden soslayar: El estado ha podido llegar hasta los sitios más apartados gracias a la presencia de las Alcaldías. Algunas capitales de Municipio han adquirido mayor movimiento, sobre todo, más familias se han beneficiado de los empleos, aunque pocos, que el movimiento burocrático de una Alcaldía genera.
Si preguntáramos a los Alcaldes los logros de sus gobiernos, inmediatamente nos conseguiríamos con un listado de “cosas”, “obras” realizadas en los respectivos Municipios y plasmadas en esa “gran mentira municipal” que se llama Memoria y Cuenta. Todo eso se quedaría en la visión de lo cuantitativo, que también es necesaria, pero en la que la gente es “convidado de piedra”, ya que muchas de esas “obras”no responden a las prioridades y a las necesidades de la población.
En estos años, considero que los gobiernos municipales y sus respectivas acciones han caminado por inercia. Ha habido muy poca o nula capacidad de reflexión para preguntarse: ¿hacia dónde vamos? ¿Qué objetivos nos proponemos?
Aquí vienen algunos aspectos objeto de mi análisis.

2.1 Falta mentalidad de Proyecto:
El objetivo de una Alcaldía no es “hacer cosas”, sino establecer prioridades después de un diagnóstico serio y participativo con la gente, sujeto de toda acción de gobierno, con la finalidad de establecer un Plan que va a ser el Rector de todas las acciones del Gobierno Municipal.
Si una Alcaldía no logra tener más o menos claro, lo que pretende realizar y si, por lo tanto, no elabora un Proyecto de su acción a corto, mediano y largo plazo, estará dando palos de ciego al aire y malgastando los dineros del pueblo.
Como es natural, ningún Alcalde, ni los Concejales pueden llevar esto adelante sin el asesoramiento debido. Ya pasaron los momentos de la euforia electoral donde todos decían tener la varita mágica para resolver los problemas del pueblo. Es el momento de reflexionar y estudiar y poner la fantasía a trabajar.
Cuando una Alcaldía funciona en base a un Proyecto serio, podremos hablar de verdadero servicio organizado hacia la comunidad y de la continuidad de la acción de gobierno, pues el Proyecto no es de una persona que hoy está y mañana no, sino de la Alcaldía, la cual no se rige por las ideas personales de una o más personas, sino que desarrolla las acciones que fluyen de ese Proyecto que surgió “con” y está “en” función de la gente.
Alguno puede esbozar una sonrisa y decir: “esto es teoría”. Lamentablemente, los Municipios están como están porque ha prevalecido esa corriente, esas personas con pocas “luces” y con menos “moral” que desnaturalizan las Instituciones vaciándolas de contenido y, por lo tanto, del servicio para el que fueron creadas.

2.2 Falta de capacitación del Personal:
Ninguno de los empleados de las Alcaldías nacientes, desde el Alcalde hasta la bedel, tenían post-grado en Carrera Administrativa como funcionarios del Estado. La “experiencia” les fue enseñando cómo manejarse en el puesto que recibieron. Pero la “experiencia” sin formación puede convertir al funcionario público en un “pragmático” que se cree el dueño y señor, olvidando que es un servidor público... ¡Cuántas historias reales se podrían relatar que corroborarían esta actitud!
La Capacitación del personal es uno de los aspectos, quizás, más abandonados en unas Alcaldías que nacieron sin Proyecto. La ausencia de esta formación da origen al empleado déspota, al empleado ignorante de sus funciones e inepto para prestar un servicio, el empleado vividor y aprovechador de las circunstancias, el empleado que sólo espera los 15 y30 de cada mes.
¿Será que hay Escuelas deAlcaldes, de Concejales, de Directores generales, de Jefes de Sección, de Secretarias etc...? Pues si, en Venezuela hay organismos que se encargan de capacitar servidores públicos para que cumplan mejor con sus funciones. Lamentablemente, en nuestras Alcaldías esos Organismos son desconocidos.
Hagan un recorrido por la “gran mentira municipal” que es la Memoria y Cuenta, analicen los gastos y constaten cuánto del Presupuesto Municipal se ha empleado en Capacitación del Personal. No he podido revisarlas todas, pero me aventuro a decir que absolutamente nada.
Lastimosamente, se tiene la idea de que invertir en preparación y capacitación del personal es “plata botada”, cuando la plata botada, robada o malgastada es consecuencia de un personal no preparado y fiel servidor del grupo político ganador en las elecciones.
Está claro que dentro de un Proyecto serio de Alcaldía, la Capacitación del Personal debería tener un puesto relevante.

2.3 Falta de cominicación con la ciudadanía:
Las Alcaldías son las estructuras de gobierno que revierten la acción del Estado directamente a los ciudadanos.
Pero, quizás, paradójicamente, la asignatura pendiente es la Comunicación directa con la gente. Algunos Alcaldes pretenden resolver este problema con un slogan publicitario: “El Alcalde que trabaja por su pueblo”... y después uno averigua y constata que la gente ni se entera de la acción de gobierno de la Alcaldía. Unas veces, porque esa acción no existe y otras, porque no se sabe comunicar.
Se le teme a los Cabildos abiertos. No se reúnen los dirigentes en los diversos barrios o zonas para informar realizar y escuchar a la gente. Con frecuencia cunde el descontento y no se analizan las causas de ese malestar.
¿No podrían los jefes de cada Oficina o Direcciones de las Alcaldías realizar reuniones de información sobre las funciones de esas dependencias y comunicar a la población lo que están llevando a cabo?
Hay que poner a trabajar la fantasía para acercar esta Institución, la más democrática de todas, a la gente. De lo contrario los aspectos positivos no se conocerán, y la falta de análisis de los negativos no ayudarán a resolverlos.
Me decía un Concejal: “Somos capaces de pasar cuatro horas alrededor de unas botellas de whisky o unas cervezas, y ahí hacemos proyectos, arreglamos, no sólo el Municipio, sino todo el país. Tenemos soluciones para todo. Pero después, buenos y sanos, no somos capaces de sentarnos 5 minutos a pensar un proyecto o a solucionar un problema”.
Es la triste realidad.
Pareciera que, ni por el propio interés político se logra que esta Comunicación funcione. Me remito a un hecho real:
Inmediatamente después de las elecciones, constituido ya el Gobierno Municipal, pasó todo un año sin que la Alcaldía arrancara debido a la falta de Presupuesto. Tenían el resto del presupuesto anterior, pero por el afán de hacer “cosas grandes” que a veces ni llegan a la gente, pasaron todo un año sin hacer algún programa inmediato, sobre todo en las familias más necesitadas; cosas sencillas que no requieren mayores presupuestos: pisos, letrinas, remodelación de las viviendas más pobres, etc... y vuelvo a repetir; ni siquiera por propio interés político, supieron aprovechar el momento postelectoral y se pasaron todo un año esperando el nuevo presupuesto sin hacer absolutamente nada. Es como si en ese año no existiese la Alcaldía.
El efecto de esa actitud no se hizo esperar: la frustración de los ciudadanos, el constatar que de la Alcaldía no se podía esperar nada, la nula comunicación que explicara esa situación y la falta de fantasía en la aplicación de pequeños programas que mantuvieran viva la esperanza de la gente, sobre todo de la más necesitada; una vez más contribuyó a alejar a la institución más democrática del Estado, de su objetivo fundamental para y por el cual tiene su razón de ser: el pueblo.

2.4 Alcaldes y Concejales:
Están en la cumbre y por lo tanto son los más criticados. Pero, lamentablemente, las críticas no tienen toda la sinrazón. Ha habido de todo, desde Alcaldes sin pena ni gloria, hasta Alcaldes que son noticia por malversación de fondos o asesinato.
Como dije anteriormente, si hay Escuelas de Funcionarios públicos, los primeros en ir a ellas deben ser los Alcaldes y Concejales. Son ellos los directamente responsables en la consulta y elaboración de un Proyecto de Alcaldía viable. Es necesario buscar asesores que conozcan de proyectos municipales que estimulen la fantasía y la autoridad para llevar adelante una Alcaldía.
Es absolutamente inconcebible que Alcaldías con un Presupuesto global de seis mil millones de Bs. presenten una imagen tan deprimente de las capitales de Municipio y de las Comunidades Indígenas. Con un presupuesto semejante deberían ser “tacitas de plata” donde sus habitantes y los visitantes se sientan orgullosos de lo que tienen.
Si nuestro pueblo tuviera una regular formación a nivel social y político, pensaría mucho mejor antes de votar ¿Cómo puede elegirse a un Alcalde o a un Concejal que no tiene ni la más remota idea de lo que le corresponde como representante directo del pueblo? Que no sabe ni lo que es un Proyecto, ni cómo se hace, ni para qué sirve. Que considera el nombramiento como un salto de “escalafón social” que le mejora las entradas, que aún cree que la acción del Concejal electo consiste en conseguirle un pasaje de avión a uno, una cigüeña a otro, o repartir unos balones.
Lo que percibe anualmente el promedio de los Concejales es de unos 16.500.000 Bs. que no es una cantidad exorbitante, y el total de 5 Concejales consume 83.219.000 Bs. Yo no estoy afirmando que sea excesivo, lo que sí pongo en entredicho es que esas cantidades percibidas, se correspondan o justfiquen el trabajo que ellos realizan.
De todas formas, estamos conscientes que el modelo hasta ahora vigente, de un populismo y asistencialismo desfasados, costará tiempo en arrancarlo, pero si por parte de los Alcaldes y Concejales, que son los guías y “educadores” de la población, no se dan los pasos de comunicación, de propuestas serias, de proyectos que merezcan la pena, los Municipios, las Alcaldías seguirán caminando por inercia, cuesta abajo, perdiendo la ocasión de levantar la esperanza y la autoestima de la gente.

2.5. Memoria y Cuenta, la gran mentira Municipal
Tal como está estructurada hoy, la “Memoria y Cuenta” es el engaño público N° 1 y la manera más “antidemocrática” de aprobación de las “obras” realizadas.
El Alcalde la propone, los Concejales la aprueban (a veces ya se sabe a qué precio, y el Pueblo ni se entera. Todo se cocina en ese conciliábulo que se llama “Cámara Municipal”. Lastimosamente, no existe una organización popular que con su presencia y proposiciones contrarreste la aplanadora que actúa en esas reuniones.
La actual manera de elaborar las Memorias y Cuentas es fruto de una Democracia vacía, sin presencia popular, pues aquellos en quienes el pueblo delegó su representación, se acomodan a sus intereses personales y ya no piensan en el pueblo que los eligió.
Es fruto de un trabajo sin coordinación, sospechoso, al aparecer cantidad de aportes a diversas personas, muy difíciles de justificar si en realidad fueron utilizados para esos fines ¿No son sospechosas las limpiezas de diversos Caños? ¿Cómo se justifican ayudas a altos oficiales militares que tienen sueldos sustanciosos? ¿Cómo se justifica que personas con sueldo viajen con pasajes pagados por la Alcaldía? ¿Cómo se justifica la entrega a personas de aportes sustanciosos sin presentación de ningún tipo de Proyecto e incluir todos esos aportes en el rubro de “Consolidación de barrios”?
Para que la Memoria y Cuenta deje de ser la “gran mentira municipal” debería cambiarse a fondo el modelo de trabajo de las Alcaldías. En donde la gente participara en escoger las necesidades de la población. Luego hacer un listado de la urgencia y prioridad de todas ellas.
Cada sector en donde se realiza la obra, debería involucrarse como comunidad nombrando unos fiscales para que hagan el seguimiento de la obra establecida, y si es factible escoger los obreros entre ciudadanos del sector para que sientan la obra como propia.
La presentación de la Memoria y Cuenta debería presentarse al pueblo, explicando y respondiendo a las preguntas de la gente. Creo que de esta manera se estaría dando un paso sustancial para cambiar de modelo de gobierno municipal.
3. Función educativa de las Alcaldías.
Este es uno de los aspectos más deficientes en nuestras Alcaldías recientemente constituidas.
Nadie nace aprendido. En toda labor social ha de desarrollarse un camino pedagógico. Y la Alcaldía es el ente llamado a educar a la gente en ciertos aspectos a los que no está acostumbrada.
La Alcaldía no és sólo una ejecutora de un Presupuesto. Es sobre todo educadora de la ciudadanía. Debe enseñar a la ciudadanía, que así como recibe un beneficio de la acción del municipio, debe contribuir pagando al Municipio unos Impuestos que son para mejorar el servicio.
La Alcaldía debe enseñar a la ciudadanía, a que así como tiene derechos, tiene también deberes. Que si el Municipio tiene el deber de recolectar la basura, el ciudadano no tiene el derecho de dejar regada y botada la basura por la calle y que la limpieza de la población es tarea de todos, no sólo de la Alcaldía. Para eso existen las multas a los que infringen las Ordenanzas municipales que, como todos sabemos, nadie las paga... porque también para eso se requiere educar
La Alcaldía debe enseñar al ciudadano el hábito o la cultura del ahorro para poder pagar los servicios que recibe. Es claro que con la inflación y el decrecimiento del valor del dinero, actualmente poco se puede ahorrar, pero cuando se contabilizan las cajas de cerveza y licor que se distribuyen y venden en nuestras poblaciones, hay razones para suponer que algo se puede ahorrar.
Como vemos, esta función educativa, pedagógica del ciudadano, en nuestras Alcaldías brilla por su ausencia.

4. Tipologías de Alcaldías que surgen de esta realidad.
De esta realidad podemos repasar varias formas de entender las Alcaldías:
4.1 LaAlcaldía al servicio del Partido ganador.
Todos los amazonenses tenemos experiencias muy claras sobre esto. La Alcaldía se convierte en feudo de un partido que exige su cuota de poder, puestos de trabajo, de compromisos arreglados durante la campaña electoral etc.
Todo eso es normal y lógico. Lo que no es lógico es que la gente que no es “nuestra”, haya que hundirla, segregarla, castigarla “ningunearla” por el simple hecho de que no ha votado por ti.
4.2 La Alcaldía de “aceras y brocales”.
Es aquella en donde la fantasía de los Proyectos municipales sólo alcanza para repartir contratos de aceras y brocales. Esta ha sido la mina de contratistas y políticos durante muchos años. ¿No hay más necesidades prioritarias en un pueblo que no sean aceras y brocales?
4.3 La Alcaldía paternalista.
La misma Alcaldía con su praxis, va creando en la gente la mentalidad de que ella tiene que resolver todos los problemas individuales. Y así va creando una Alcaldía que es una fábrica pedigüeños.
La raíz de este problema, es la falta de comunicación y educación de la gente sobre cuáles son los roles de una Alcaldía que está al servicio del Bien Común, pero que no puede resolver los problemas que tiene cada individuo o ciudadano.
Está la Dirección de Bienestar Social que buscará resolver los problemas más acuciantes de la población empobrecida, pero no para conseguir pasaje por avión a todo el que lo solicite, sobre todo si tiene un sueldo.
4.4 La Alcaldía débil, con escasa autoridad.
La Alcaldía es la máxima autoridad civil del Estado en un Municipio. A veces da la impresión que hay presiones sociales o sacrales, como el compadrazgo, que impiden a la autoridad cumplir con su deber Si se infringe una ley o una normativa municipal, el alcalde no puede alcahuetear esa posición, aunque haya amistad y compadrazgo de por medio.
Otra impresión que da es que esa máxima autoridad civil, tuviera miedo de la autoridad militar.
Mientras en el estado venezolano se viva en una democracia, la máxima autoridad de un Municipio es el Alcalde y no el Comandante de la Guardia u otro componente militar. Los militares tienen sus obligaciones establecidas en sus leyes y reglamentos, pero constitucionalmente, el Alcalde no puede delegar ni ceder a otro esa autoridad que le concedió el pueblo.
4.5 Alcaldía centrada en la persona del Alcalde.
Hay Alcaldías, sobre todo en el interior del Estado, que funcionan sólo si está el Alcalde. Todo se centra en la persona, o porque no se fía de ningún concejal, o porque se considera indispensable y tiene que estar en todo. La chispa popular lo ha reflejado de esta manera:
- ¿Llegó el Alcalde...?
- No está el Alcalde...
- Si viene el Alcalde...
- ¿Cuándo pagan...?
- Cuando llegue el Alcalde.
- Vino el Alcalde...
- Se fue el Alcalde....
Un ente municipal debe funcionar aunque la persona delAlcalde deba ausentarse, y los funcionarios deben presentarle soluciones al Alcalde, no problemas y preguntas para que todo lo resuelva él.
4.6 Alcaldía “cocina” de contratos.
Este tipo de Alcaldía está muy unida a la primera tipología que describí. Por diversas razones y compromisos, para acallar ciertas críticas, para amansar a algún concejal un poco descontento, se otorgan contratos sin ningún tipo de licitación, por amiguismo, usando testaferros, y todo eso sin comunicar nada al pueblo, que lo único que le queda es la murmuración silenciosa.
4.7 Alcaldía derrochadora.
El derroche, no es tanto por malgastar intencionadamente el dinero público, aunque en algunas Alcaldías también se da, sino por carencia de Proyecto. Los gastos no se racionalizan porque no hay programación. La improvisación lleva consigo, casi siempre, un gasto mayor que cuando hay una programación a la que todos están sujetos.

Concluyo, reiterando que no es una crítica destructiva sobre las Alcaldías a las que considero fundamentales y esenciales para acercar la acción del estado a la gente.
Este trabajo no le corresponde sólo a los Alcaldes y Concejales, sino a toda la ciudadanía que con su participación y control, es la que va a hacer el seguimiento de un recto desarrollo de la acción del gobierno municipal.
Pero en los Alcaldes y Concejales recae la responsabilidad de educar al pueblo a la participación, a comunicar todo lo que le atañe al pueblo, que es todo lo que se habla, lo que se rograma, todo lo que se proyecta en la Cámara Municipal.
El fracaso de una Alcaldía está cuando todo eso se hace de espaldas al pueblo.”

Verdaderamente, más claro no canta un gallo. Baj, que llegaba al pueblo después de tantos años, al leer este artículo comprendió enseguida el malestar de la población frente a la actuación de las autoridades municipales.


***


- Vamos a buscar gasolina - me dijo Fermín.- Uno de los adelantos que yo sí debía reconocer en Atabapo era el funcionamiento de una Bomba distribuidora de combustible. Cuántos tambores me tocó empujar desde el puerto al internado...
- Ahora todo es más fácil.
- Más o menos… - me respondió sonriendo Fermín.
Por la noche me echó el cuento cuando estábamos sentados delante de la casa, aprovechando la presencia de unos vecinos, alrededor de una botella de “Furia”, un ron malo entre los malos.
- Mire, compadre, el problema de la gasolina en este pueblito, es historia de nunca acabar. Al comienzo todo el mundo era feliz. Iba con su tanque, se lo llenaban, pagaba y se iba. Pero poco a poco, se fue complicando la cosa - hablaba Simón, un viejo con cara de haber vivido varias vidas.
- Primero, sucedió que el dueño de la bomba se creyó “papá Dios” y despachaba cuando quería. Si al bombero o a la bombera le daba la gana llegar tarde, no le importaba que hiciera cola todo ese parientero con su tanque o su pipote. Si alguien protestaba, le decían que la “bomba era suya” y ellos hacían lo que les daba la gana. Daba la sensación que nos estaban haciendo un favor al vendernos gasolina.
- ¿Y la autoridad? - preguntó Baj.
- Ahí estaba el otro problema - respondió Fermín - La guardia desde el primer momento estuvo presente en la Bomba para garantizar el orden y controlar el contrabando. Pero poco a poco, fue creciendo su poder y, en connivencia con el dístribuidor, creó unos mecanismos de control que eran una humillación para el paisano.
- ¿Qué tipo de controles?
- Teníamos que hacer cola delante del Comando para que nos repartieran un tiquet por orden de llegada. Algunos se iban de madrugada para no perder el chance, pues sólo se repartía un determinado número de tiquets, según el cupo de gasolina disponible.
- Hasta aquí lo veo normal - dijo Baj - si no hay suficiente gasolina hay que controlar el suministro.
- La cosa no es tan normal como tú lo ves. Esa era la primera cola que hacíamos. Después hacíamos una segunda cola en casa del distribuidor o dueño de la Bomba en donde nos hacían la factura.
- ¿Factura? Cuando yo voy a comprar una cosa, le pido la factura si yo quiero o me interesa... si la pido, tienen que dármela pero no estoy obligado a que me pongan como condición, llevar la factura. A no ser que lo hagan para llevar la estadística de lo vendido. – explicó Baj.
- Ellos anotaban, la Guardia anotaba, todos anotaban, pero el que se fregaba era el que tenía que hacer tres colas para llenar un tanque de 25 litros.
- ¿Tres colas?
- Claro, Baj, la última cola era la más larga. Para despacharte, todo dependía del talante con que se levantaba el bombero o la bombera, y si no se le ocurría despachar antes a 1, a 3, ó a 5 que no hacían cola o que ella misma hacía pasar delante… Necesitabas 100 litros y te despachaban un tanque, por lo que debías esperar cuatro días para completar para el viaje. Y eso no era lo peor. A veces te pasabas haciendo cola media mañana para que, cuando te estaba llegando tu turno, te dijeran: “Se acabó el cupo; hoy no se despacha más”... Y a joderte otra vez el día siguiente...
- En el centro, ya hubieran quemado esa bomba - comentó Baj.
La botella de Furia estaba en las últimas, pero alguien muy previsor se levantó a comprar otra. Para este tipo de “combustible” en Atabapo nunca se hizo cola.
- Pero ¿esto siempre fue así? - preguntó de nuevo Baj.
- Llevas muchos años fuera, Baj. Aquí las leyes dependen de las personas. Cada ‘jefe” tiene su manera o su visión de aplicar la ley. Me refiero a los “jefes” militares, pues los civiles no existen, o están pintados en la pared, o son invisibles, o no quieren meterse en líos...
Los comandantes de la Guardia siguen las normas del comandante superior de Ayacucho. Si éste es comprensivo y busca resolver los problemas más que complicarlos, entonces las cosas funcionan mejor. Hubo algunos que controlaron al distribuidor, otros que vigilaron a sus guardias abusadores, pero al cambiar el General o el Comandante, se cambiaban nuevamente las leyes y las normas: que si había que ligar la gasolina delante del guardia, que si había que presentar los documentos originales de propiedad del motor, que había que presentar el zarpe, había que decirle el destino del viaje, ellos mismos decidían la cantidad que debían despacharle… y así otras muchas trabas...
- Pero después vino lo bueno... – continuó otro de los vecinos - El General Barroso, de Puerto Ayacucho, harto ya de que le echaran toda la mierda a la Guardia y, después de conocer todos los peos con la población, en una reunión con el pueblo aquí en San Fernando, dijo que ellos no tenían nada que ver con la venta de gasolina y que al venezolano no tenía que importarle lo que el colombiano hacía con la gasolina, ya fuera para la fabricación de coca, o para la guerrilla, “eso es problema de ellos”, decía. Animó a los civiles para que crearan un Comité para la organización del expendio de combustible. La Guardia estaba para mantener el orden y evitar problemas, no para crearlos.
- ¿Ydónde está ese Comité? Yo estuve esta mañana en la Bomba y sólo vi a los Guardias y al despachador - preguntó Baj.
- Es una historia larga, Baj, ten paciencia - respondió el magüero Fermín - Se hizo un primer Comité con un Fiscal, funcionario de la Alcaldía que anotaba el orden de llegada.
- Ese era el “Mono”... - dijo riéndose José, otro de los contertulios - ¿Se acuerdan cuando lo metieron preso?
- ¿Por ser Fiscal? - preguntó Baj
- No - siguió José - Esta fue otra historia. Cadafe llevaba varias noches quitando la luz en el barrio La Punta, pues las plantas estaban fallando. Todas las tardes pasaban a desconectar los “tabacos” a la entrada del barrio.
El Mono con su pandilla estaba bebiendo y, al ver a los cadaferos, empezaron a insultarlos y a tirarles piedras. Amontonaron la basura y le prendieron fuego.
Los cadaferos se fueron y al rato, vinieron los Guardias con peinillas y se armó la pelea. El Mono, consciente, dijo que dejaran libres a los compañeros pues él asumía toda la culpa.
Lo condujeron a la Policía a fuerza de planazos. El Mono a cada planazo gritaba: “¡¡Sor María!!”, “¡¡Sor María!!”... caminaban otro poco, otro planazo y de nuevo: “¡¡Sor María!!”, “¡¡Sor María!!”...
- ¿Quién era sor María? -preguntó Baj.
- Era una monjita bien fregada que dirigía el Comité de Derechos Humanos. Los Guardias y Policías la llamaban “Sor Piedrita”. A la mañana siguiente se armó la sampablera... Sor María llamó a la doctora para que levantara un informe de los hematomas en todo el cuerpo, para enviarlo a la Fiscalía; la Guardia por su parte, elaboró otro informe sobre los hechos.
- ¿Y en qué paró la cosa?
- En lo de siempre. En nada. Al rato, el Mono continuó trabajando de Fiscal al lado de los Guardias... Como si nada hubiera pasado...
- Te sigo contando. Este primer Comité renunció porque nadie le hacía caso. La Guardia insistía en hacer valer sus privilegios y el dueño de la Bomba despachaba por su cuenta sin pararle a los fiscales. Continuó la Guardia al mando de todo y el fiscal como figura decorativa.
- ¿Yel pueblo no protestó? – reclamó Baj otra vez.
- A raíz de estas protestas del pueblo, la Cámara Municipal convocó al pueblo y a los factores involucrados: Concesionario, Comandante de la Guardia Nacional y autoridades, a una reunión en la cancha municipal.
Como siempre, hablaron los mismos... y al final, se estableció que se conformara otro Comité con dos fiscales, uno de ellos dedicado exclusivamente a las comunidades indígenas. Pero al mismo tiempo, desapareció la presencia de los Guardias por orden del Comandante. Eso sí, nombró a dedo un fiscal suyo.
- ¿Y ahí se arregló todo?- dijo José, un poco chispeao.
- Ahí comenzó la “nueva PDVSA” de Atabapo.
- Ya está inventando José... - dijo Fermín.
- ¿No es verdad? Mira, yo soy revolucionario, chavista... ¿No dijo Chávez que el petróleo es del pueblo? Ese fue el momento mejor de la bomba de gasolina. Todo el que quería, agarraba su pimpina o su tanque y se llevaba la gasolina sin problemas.
- La gente amanecía haciendo cola en la bomba. Yo me levanté un día a la 1 de la mañana y llegué de N° 90. Aquello se convirtió en una guachafita. El abuelo, el tío, la mujer el sobrino de la misma persona esperaban cada uno con su pimpina para comprar gasolina....
- La culpa de esto la tuvo el Comandante, que prohibió la venta a los colombianos. Ellos estaban “como zamuro cuidando carne “. Apenas le vendían a un venezolano se le acercaban, le pagaban el doble, a veces el triple, o el precio estipulado con anterioridad, y ahí mismo trasegaban la gasolina de un pipote a otro. Fue el negocio redondo. Ahí se veían haciendo cola, madres defamilia, muchachos, secretarias y funcionarios de la Alcaldía, novias de los guardias etc... Nadie quería trabajar en el pueblo. En la alcaldía ofrecían trabajos eventuales...
- “No, mijo, en una hora de cola yo gano más que lo que me dan ahí en una semana...” - decían.
- Sí, pero no era un negocio tan redondo - acotó el alegre José - Una mañana, mi compadre Juan me brindó, todo alegre, una cerveza. Había hecho negocio con un colombiano.., pero me dijo que tuvo que “bajarse de la mula” con 40.000 Bs. a un fiscal, 40.000 a otro y 20.000 al guardia... y aún así sacó su tajadita...
- Hasta que un día, todo reventó otra vez.
- ¿No estaban contentos todos? – preguntó Baj.
- No todos - explicó Fermín - Tú sabes que estábamos entrando en la preparación de campaña para el Referendum y la elección de Alcaldes y Gobernadores. Como el Comité era una criatura de la Cámara municipal, que eran adecos, los de la oposición...
- Nosotros los chavistas, los revolucionarios... - interrumpió José.
- Parece que uno de los fiscales se negó a darle cupo de gasolina a uno de la oposición, y esto produjo un revuelo que los movió a quejarse al Comandante de la Guardia para que pusiera orden.
Este, convocó a una reunión en el Comando a todas las autoridades de la Alcaldía, que por cierto, no apareció ninguna, a los miembros del Comité, a los Fiscales y a las partes involucradas en el problema.
Todos, unánimemente, le rogaron al Comandante que enviara a la Guardia otra vez a la Bomba para mantener orden y justicia. El Comandante los estaba esperando en la “bajadita”.
- Cómo no, - dijo - yo voy a mandar a los efectivos a la bomba, pero yo no me voy a calar ese sistema de “rebusque” porque yo no puedo avalar el contrabando.
- Todos, por unanimidad y con mucha inocencia, aceptaron y coincidieron que ese sistema de rebusque debía cesar
- Y todo volvió como era en el princpio. - habló Manuel que había estado callado hasta entonces - La Guardia volvió a controlar la Bomba como antes... ahora el pueblo, le guste o no, tiene que morir callado, pues los representantes de todos los partidos y vecinos de ese pueblo fueron los que solicitaron el regreso de la guardia... antes se rebuscaba el pueblo y ahora se rebuscan los guardias...
Efectivamente, cuando estaba en operación lo de la “nueva Pdvsa” y medio pueblo sacaba gasolina para rebuscarse, nunca faltó gasolina. Apenas tomó el mando la Guardia, la gasolina se agotaba antes de llegar afinal de mes...
Antes se iban pimpinas hacia Colombia, ahora ruedan tambores...

Así describía una periodista de “Quinto día” su estadía en Atabapo:

“Muchos habitantes revenden el combustible para Colombia, que está ahí mismo, al pasar el río.
Una pimpina de Bs.7 mil la venden en 60 mil. En Colombia un tambor de gasolina de Bs. 19 mil lo ofrecen entre 110 a 500 mil bolívares.
La Cámara Municipal y la Asociación de vecinos creó el Comité de Combustible, pero enfrentamientos entre AD, PPT y Puama lo acabaron; el comité renunció porque ni los militares, ni el dueño de la bomba los respetaban. “La alcaldía fue sacada del acuerdo y sólo quedó la Guardia Nacional”, dice el concejal Alejandro Patiño.
Son los uniformados quienes indican cuántos litros lleva cada quién. Ellos saben que sin gasolina, necesaria para el transporte, no hay minería. Muchos guardias aprovechan para matraquear a cambio de unos litros de más. Y hasta una embarcación de la gobernación la vimos en el río del lado colombiano, desembarcando gasolina.
Si bien es cierto que indígenas y motoristas necesitan el combustible, también lo es que muchos sólo quieren el combustible para pasarlo a Colombia. No es casual entonces que en Atabapo, donde sólo la alcaldía es la única fuente formal de empleos, el alcalde Nepomuceno Patiño, no consiga ni siquiera semaneros para la limpieza de las calles.
- “Con sólo un tambor de gasolina que pase en un día, hago lo mismo que un mes de salario en la alcaldía”.


Yo no me dejaba ver demasiado. Sabía que entre los colombianos había contactos de la guerrilla o gente que traficaba con ellos. Si bien ahora me preocupaban más los de las AUC, no quería caer de nuevo en las manos de las FARC.
La gasolina es vital en toda la frontera. Es un negocio que alimenta a miles de familias, nutre la guerra y es insumo para la industria de la cocaína. El corregidor de Amanavén, preocupado por la rigidez de los controles de la Guardia en la venta de gasolina explicaba:
- Es que para nosotros los colombianos, en los 2.219 kilómetros de frontera, desde la Goajira a Guainía, el combustible es tan vital como el agua. Mientras Colombia apenas llega a los 800 millones de barriles de reservas petroleras, Venezuela tiene 15 mil millones. Aquí en Venezuela, un galón de gasolina no vale más de 500 pesos; en cambio en Colombia está entre 3.500 y 7.000 pesos...

Aquí está la razón fundamental del contrabando y del comercio ilegal que perjudica más a Colombia que a Venezuela.

- Cuando el paro que le hicieron a Chávez, la escasez obligó a Terpel, una empresa contratada por el estado colombiano, a enviar gasolina a Puerto Inírida a 7 mil pesos el galón. Antes, dos aviones cisterna privados alcanzaron a vender el galón a 25 mil pesos”.
En diciembre de 2002 el gobierno colombiano expidió el decreto 1762 que regularizó la venta de gasolina extranjera en las regiones de frontera y concedió la distribución a firmas específicas en cada departamento, dándoles libertad para fijar los precios. Determinó en 20 galones la “dosis personal” que se podía comprar al otro lado, a partir de la cual se consideraría contrabando, con pena de hasta 5 años.
Como casi todas las leyes, de éste o del otro lado del río, el decreto se quedó en letra muerta.
Baj recordaba su pasantía guerrillera en la zona del Tuparro. ¿Quién puede controlar los cientos de caños que conectan el río Vichada con el Tomo y el Guaviare, tributarios del Orinoco? ¿Quién puede impedir en esa extensa e intrincada red, que circulen bongos y gabarras con 180 tambores o más y se adentren en las selvas colombianas?
Baj recordaba haber leído hacía tres años en el periódico caraqueño “Tal cual” un informe basado en cifras de Pdvsa, la empresa estatal petrolera, según el cual, de los 5 millones de litros que le distribuían al estado Amazonas (colindante con Guainía y Vichada), 1,2 millones se consumían internamente, otro tanto se vendía a los habitantes de Colombia en la frontera, y el resto, 2,6 millones, se iba a la industria del narcotráfico. Y situaba a San Fernando de Atabapo como el punto de donde salía la mayoría de este combustible.
Ultimamente, el ministro de Energía y Minas de Venezuela Rafael Ramírez dijo a la prensa que el Ministerio tomó medidas especiales para parar el contrabando de 65 millones de litros mensuales de gasolina, en el cual Venezuela pierde 300 millones de dólares anuales.

***


Fermín, al verme tan preocupado por mi manía persecutoria, me dio una solución que, aunque arriesgada, era la que tenía más posibilidades de librarme del seguimiento de los sabuesos de Jean Claude: la mina. El Yapacana.
Habían pasado más de 25 años de mi primer viaje a esa montaña. Un paseo que organizó desde Atabapo un cura medio loco, recién picado de raya.
Embarcamos unos 20 jóvenes y pasamos varios días de aventura por río, sabana y monte. Ahí estaban Estéfano, el Pavo Ucho, Cuiche, Clemente, Rivas, Yarumare, Ruiz, Edgardo, Olgo, y otros que no recuerdo... En ese tiempo, la mina no funcionaba porque el dinero estaba en la calle y no había que buscarlo en el monte; eran los tiempos del primer gobierno de Carlos Andrés Pérez y en Atabapo se había pasado del “Guárico”, un ron muy malo, al “güisqui”fino, Old Parr y otras marcas...
Recordé aquel viaje como una aventura: nos metimos por el Caño Viejita en un bonguito medio destartalado que nos prestaron unos piaroas... Llegamos al atardecer a una laguna en donde nacía el caño y acampamos para proveernos de pesca y evitar comer sardinas o carne enlatada. Aquello era extraordinario, en poco tiempo llenamos dos trojas enormes de pescado.
Mientras unos pescaban, otros los limpiaban, unos lavaban su ropa, y otros se bañaban o descansaban en los chinchorros escuchando la retahíla de cuentos de Condorito, que Edgardo se había aprendido de memoria...
Los pavones estaban obstinados y ajilaban con todo, Olgo los pescaba con un pedazo de trenza de zapato... Por la noche, nos distribuyeron en turnos de vigilancia cada dos horas, para cuidar el fuego y asar la enorme cantidad de pescado.
Las trojas las hicimos debajo de un árbol casi seco, en cuyas ramas colgamos, pantalones, interiores y camisas recién lavados.
Serían las dos de la madrugada cuando un resplandor y los gritos de los que dormían más cerca del fuego, despertaron a todo el campamento. Los vigilantes de turno, no recuerdo ahora quiénes eran, habían bajado a la laguna para alumbrar y pescar unos babos en su orilla. El candelón se hizo enorme hasta alcanzar el árbol seco con toda la ropa que guindaba de sus ramas.
Los gritos y las carreras de algunos y el desperezamiento lento de la mayoría que, cansados, no lograban reaccionar, dio como resultado la pérdida de todo el asado que esperábamos consumir en nuestro ascenso a la montaña, amén de las ropas que estaban secándose.
El cura pasó una arrechera que le duró todo el día de caminata por la sabana que nos separaba del Yapacana. Bordeamos una pequeña altitud que según el baqueano macuruqueño, el papá de Efraín, llamaban “la Cocina” y acampamos a orillas de un cañito de agua, al pie del tepui.
Esa noche, mientras comíamos un arroz que parecía engrudo pegajoso, con carne enlatada, añorábamos el asado quemado estúpidamente la noche anterior...
Nuestro objetivo, o el del cura, era alcanzar la cima del Yapacana. Casi lo logramos. Faltarían menos de cien metros de escalada, cuando el cura quiso asegurarse con el baqueano de la existencia de agua en la cima del tepui, pues tendríamos que pasar la noche en la cima y ya habíamos agotado toda el agua de las cantimploras y botellas.
No estábamos acostumbrados a subir montaña y bebíamos a cada rato... Al no tener una respuesta segura del baqueano, el cura nos ordenó dar media vuelta.
No se me olvida el paisaje desde aquella cresta en la que sacamos unas fotos; a falta de bandera dejamos colgado en un largo mástil una especie de ruana que cargaba Estéfano... La inmensa llanura del Orinoco se perdía en el horizonte. En la lejanía, hacia el poniente, se alzaba difuminado el único monte, el Mavicure, la montaña en forma de cono allá a lo lejos en tierras colombianas, de donde le traían al Pavo Ucho las mejores pusanas...
El descenso fue para algunos, Clemente, Yarumare... más difícil que la subida. Algunos desniveles los hacíamos sentados, dejándonos deslizar sobre arena y hierba asiéndonos a los pequeños tallos y arbustos para no tomar demasiada velocidad..
Logramos contarnos todos a las orillas del caño donde el que hacía de cocinero volvió a brindarnos el pegajoso arroz, esta vez con “Chaimas” o sardinas.., el hambre que teníamos no nos permitió añorar el asado perdido. Esa noche nadie contó cuentos de Condorito ni echó bromas. Estábamos muertos de cansancio.
Al día siguiente, antes de atravesar la larga sabana que nos separaba de la laguna de Viejita, al cura se le ocurrió que debíamos seguir en línea recta para escalar la llamada “Cocina”... Con el cansancio del día anterior nos costó más que subir el Yapacana...
Atravesamos después la sabana interminable y acampamos a la orilla de Viejita pero con poco ánimo para pescar… pero al saber que las latas de sardinas habían disminuido y no alcanzaban para el regreso, no tuvimos más remedio que pescar y asar, pero esta vez con más vigilancia...
Los pavones y viejas al parecer se pasaron el dato porque la pesca fue escasa y tuvimos que asar la cola de un babo por si no nos alcanzaba para la vuelta...
Hicimos escala y dormimos en Macuruco en donde dejamos al Sr. Camico, el baqueano. Al día siguiente por la tarde, llegábamos alegres pero cansados, a San Fernando de Atabapo.
Tuvimos charla para una semana comentando y contando a todos las aventuras y desventuras de nuestra fallida conquista del tepui Yapacana, famoso ahora por otro motivo: la mina.

Ir a la mina era un auténtico riesgo, no sólo por lo peligroso del viaje, pues había que pasar por la Alcabala de la Guardia en Santa Bárbara y llevar el cuento bien aprendido. “vivo en Quiratare o La Esmeralda” o “voy a visitar a unos parientes en Macuruco”... sino por el peligro que encerraba la vida misma en el Yapacana.
Casi todo el sector estaba dominado por garimpeiros profesionales colombianos y brasileros fuertemente armados, dueños de la mayor parte de las dragas y chupadoras que extraían la mayor parte del material aur(fero.
Hoy se habla en Venezuela de entre 2.000 y 12.000 toneladas de reservas probables de oro, lo que signficaría un 10% del stock mundial, con valor actual de mercado de unos 140 mil millones de dólares.
Por si fuera poco, supuestamente sería mineral de alto tenor, con rendimientos de 8, 12 y hasta 16 gramos de oro por cada tonelada de material procesado, lo que se compara muy favorablemente con la producción de las vetas sudafricanas que dan en promedio 4 gramos por tonelada. Así que no es raro que se haya desatado una “fiebre del oro” incentivada además por el pretexto de que esta riqueza sería una solución a las graves dficultades económicas por las que pasa el país desde la década de los 80.
En cuanto al Estado de Amazonas, la voracidad minera está presionando con fuerza para que se anule la prohibición de realizar allí sus actividades, prohibición que, en la práctica, es cada vez más pura letra muerta.
Más de un político puso de forma no muy subliminal entre las promesas de su campaña, la posibilidad de “abrir” la mina... Más de uno, con realismo nacionalista y patriota gritó: “El oro es de Venezuela y se lo llevan los colombianos y brasileños... ¿por qué nosotros no podemos explotarlo?”
Y así, ante la problemática minera, cada vez más acuciante en algunas regiones de nuestro estado, más de uno se sintió tentado a promover y justificar la legalización de la explotación.
Se puede citar por ejemplo, al gobernador del Estado Amazonas, Bernabé Gutiérrez, quien aseguraba “. . .que los llamados “garimpeiros” se están llevando al año aproximadamente 35.000 kilos de oro de las minas del Estado...” y que... “se debe derogar la disposición oficial emitida en el primer gobierno de Pérez” (El Nacional, (01/09/96).
El mandatario pidió al gobierno legalizarla extracción del minera!: “prohibida bajo el argumento del daño ambiental”, dyo, “es un acto criminal para con los venezolanos, porque los irregulares igual lo están haciendo” (idem).
Era, a primera vista, la solución más fácil. Pero no siempre lo fácil es lo correcto, y lo que se arregla con una mano puede estropearse con la otra. Así lo había manifestado el Obispo de Amazonas, Mons. José Angel Divassón:
“El problema de la minería ilegal en Amazonas tiene otros componentes que deben ser tomados en cuenta y uno de esos es la presencia de connacionales metidos en el negocio... que pretenden derogar el Decreto Presidencial para así legalizar la minería en Amazonas y participar directamente con concesiones o como testaferros de compañías transnacionales...”
El prelado llamó “a la reflexión y a mirar el cuadro del Estado Bolívar, donde.., la minería acabó con miles de hectáreas. Dejó más pobres a los pobres y sepultó a las comunidades indígenas, siendo sustituidas por mineros con todas las costumbres y los males que ella representa” (El Nacional 06/09/96).
Y no le faltaba la razón al obispo de Puerto Ayacucho. Yo mismo lo pude comprobar cuando llegué a San Fernando. Estaba reciente el hecho de la remoción del Comandante de la Guardia Nacional de Puerto Ayacucho, después de una investigación abierta por la misma institución.
El General estaba metido de lleno en el negocio del oro y de la gasolina en las minas del Yapacana. Llegó a poner en los puestos y Alcabalas claves por donde pasaban los mineros, a sargentos o tenientes que solamente recibían órdenes suyas y cobraban peaje pasando por encima de la autoridad del Teniente Coronel de San Fernando.
Mi amigo Orozco, en plan de sorna me decía:
- Eso no arregla nada. Verás que el próximo General hará lo mismo que éste.
Orozco era un veterano conocedor de todo el manejo y funcionamiento de la mina
- Mira, la cosa es muy simple. En Santa Bárbara hay una Alcabala de la Guardia. Los colombianos para ir a la mina a juro deben pasar por ahí. ¿por qué pasan? Muy sencillo. Si los colombianos no van a la mina ni en helicópteros ni en submarinos.., van allá porque los guardias los dejan pasar. Así de simple.
- Mira, Orozco, el rebusque siempre lo habrá... y más por parte de un guardia que tiene un sueldo miserable. Lo que no se explican son las agallas del General que quiere todo para él...
- Pariente, nadie pone en duda la ilegalidad de la explotación minera, ni nadie pone en duda la legalidad de la confiscación del oro extraído por parte de las autoridades competentes... Pero ¿a dónde va ese oro? Lo que el pueblo no entiende es, que la confiscación consista simplemente en un mero cambio de bolsillo, del bolsillo del minero al bolsillo del guardia...
En todos los operativos traen mineros miserables e indígenas detenidos, pero tú nunca verás a un “pez gordo” o una draga... las dragas y los dueños de ellos se quedan allá.
Por aquí estuvo el Fiscal Danilo Anderson ,“llegó, vio y... se calló”. ¿O es que dijo algo y aquí no se escuchó? De su viaje al Amazonas... nada. El Fiscal de Ambiente ¿encontró en esferas “superiores” razones de peso para no hablar? ¿O son verdad los rumores que corren sobre su rápida “fiscalización” en el Yapacana? “Chismes de pueblo”, dirán algunos, pero te aseguro que “si el río suena”, es porque desde hace mucho tiempo “piedras trae”.
Ultimamerne llegó una juez, gordita y con cara de buena gente. Fue hasta el Yapacana. ¿Y a quiénes trajo? A 10 rebuscadores, recoge latas y caleteros. Se montó el juicio aquí mismo, en Atabapo. La justicia es para los bolsas, Baj. No lo dudes...
Orozco, es un amazonense mestizo, alto y con cara de pocos amigos, pero muy buen conversador cuando logra romper la barrera defensiva que artificialmente se pone como empalizada, para defender una timidez mal disimulada. Sus argumentos se basan en la elemental lógica del pueblo.
- La conclusión a mi entender es, - continuó hablando Orozco - que si es verdad lo que me dijeron, de que hay actualmente en el Yapacana de 40 a 60 dragas, y que cada draga extrae aproximadamente de 1 a 4 kg de oro al día, aunque me parece exagerado, al mes cada draga sacaría un total de 30 kilos aproximadamente, esto quiere decir que, o el Estado es ignorante de todo lo que está sucediendo en el Yapacana y en otros sitios...
- Y eso es muy grave... - dije yo.
- O puede ser también que el Estado conoce el problema pero no tiene los medios para resolverlo o se hace el loco para defender intereses en ciertas “alturas”.
- Y eso es mucho más grave todavía – continué yo.
- ... y los Guardias seguirán rebuscándose cobrando peaje y “bajando de la mula” a los incautos – añadió Orozco.
- Y tú que eres comerciante, ¿qué gana Atabapo con esto?
- Muy poco. Mira, los compradores de oro conocidos en la zona, no son más que 3. Los Comerciantes que enviamos mercancía por nuestra cuenta o por terceras personas, no pasamos de 3 ó 4. Tú en el pueblo no percibes mayor circulación de efectivo, ni ves mejoras sustanciales en nuebles o inmuebles...
- Y los parientes, los indígenas, ¿qué papel jugamos en la mina? - pregunté yo.
- Como la de todos - respondió Orozco - La presencia de indígenas de las comunidades son temporales, mientras consiguen el objetivo concreto que se proponen: ganar para comprar su motor o su cigüeña, o lo que necesiten. Su trabajo responde a una inmediatez y se limitan mayormente a vender productos o a fungir de transportistas y caleteros.
- ¿Quién estará detrás de las dragas, de la permisología encubierta y de todo este movimiento minero? - le pregunté para terminar
- Mira Baj. Para mí que detrás de la explotación con maquinaria, que es la que más produce, debe haber financistas poderosos que obtienen permisos y son expertos en comprar conciencias o burlar controles... Supiste lo del general de la Guardia que sacaron de Ayacucho... Días atrás, una avioneta Aerobol siglas YV-1127C intentó despegar desde la sabana de Guarinuma portando una draga, pero no lo consiguió por el peso y tuvieron que llevarla por río... Para ese tipo de logística, se requiere mucho
dinero, Baj, Tiene que haber gente poderosa... Pero lo que sí está claro es que el oro se va en una gran parte para el extranjero.

Así confirmaba lo dicho una periodista de “Quinto Día”:
“La alcabala en Santa Bárbara se hace pequeña para impedir tal poder, lo que la mafia no logra con el dinero, lo hace por la fuerza. ¡Claro! los uniformados no se resisten mucho...
Comisiones que logran llegar a la mina encuentran desierto el lugar, porque la red de inteligencia de los mineros, que incluye guardias e indígenas, es más poderosa que nuestra policía política.
El sistema de vigilancia privada del Yapacana tiene sofisticados radios transmisores y teléfonos satelitales, que llevan la información a la velocidad del viento. Les da tiempo de enterrar máquinas y alimentos. Lo único que no pueden esconder es el ecocidio.
La Guardia Nacional de Atabapo logró capturar a tres de los más grandes capos que controlan el Yapacana. Quizás el poder del dinero no logre que jueces y fiscales los dejen tras las rejas. Los mineros manejan oro, compran conciencias y funcionarios.
El oro es tan atractivo, que de la región sacaron al general Colmenares, a quien siguen proceso interno en la FAN. El colaboraba con la red de minería ilegal, colocó guardias que le reportaban a él personalmente en puestos y gasolineras....”

Resumiendo, la Explotación minera para el atabapeño, es una minería de “rebusque”, que entra dentro de la globalización del buhonerismo nacional, fruto de un desempleo cada vez más abundante y que consiste en contrabandear gasolina, comida, bebidas; los indígenas pescadores, que tradicionalmente vendían en San Fernando, ahora prefieren hacerlo en la mina. En las ciudades el buhonero se rebusca vendiendo pantaletas, medias, pantalones o relojes, en San Fernando se rebuscan en la mina.
En uno de mis recorridos por el pueblo me acerqué a la Medicatura a buscar algunas vitaminas que suplieran un poco las carencias de mis largos meses en la guerrilla. Hablé con un médico, así lo creía yo, y me dijo que no tenían ningún insumo. Su acento era extraño.
- Son cubanos - me dijo Fermín -pero parece que no son médicos, ellos ayudan, son como enfermeros, fíjate que ni atienden partos... También hay tres entrenadores de deporte. Debe haber un intercambio de turismo, pues de aquí fueron pa Cuba unos carajitos que tú ya ni recuerdas, Chagüica, “Cabeza”, Cayupare, María Lara etc... pero estos estuvieron sólo dos meses allá haciendo no sé qué cosa, pero los cubanos se la pasan aquí un año o más...

La prensa no llega a San Fernando si no es un particular que la compra en Ayacucho y te la envía. Pero hay un lugar en donde siempre se pueden encontrar periódicos viejos, en “La Cascabel” un restaurante regentado por René Piñate y su esposa. El Capitán Brett, piloto de Wayumi, le trae en cada viaje el periódico del día anterior. Brett le echa bromas comentando que “René, lo único que lee son los muñequitos”...
Fui a almorzar un día a “La Cascabel” y mientras asaban unos bocones, me dio tiempo de leer algunas noticias.
La que llenaba la primera página era:
“Capturan “paramilitares” en Venezuela”
“El gobierno venezolano informó sobre la captura de más de 50 presuntos mercenarios colombianos en una hacienda de las montañas del sur de Caracas.
Desde el golpe de 2002, el gobierno ha denunciando varias conspiraciones de la oposición. Según las autoridades, el grupo tendría vínculos con el exilio cubano radicado en Miami.
En la madrugada del domingo, la Dirección de Inteligencia Policial (DISIP) y la Dirección de Inteligencia Militar (DIM) detuvieron al grupo que supuestamente estaba siendo entrenado para atacar objetivos militares en Venezuela. En sus primeras declaraciones, Miguel Rodríguez, director de la DISIP, afirmó que había un plan para atacar esta semana el Comando de Segundad Urbana de la Guardia Nacional y robar el parque de armas.
Añadió que la propiedad en la que fueron capturados los supuestos paramilitares pertenece a Robert Alonso, hermano de la actriz cubano-venezolana Maria Conchita Alonso.
El comisario Rodríguez aseguró que Robert Alonso fue el organizador de la llamada “guarimba”, una estrategia de desórdenes callejeros - del tipo de la “kale borroka” vasca - fomentada recientemente por sectores de la oposición.
La “guarimba” fue puesta en práctica en los días finales de febrero, después de que el Consejo Nacional Electoral anunciara que las firmas presentadas para solicitar el referendo revocatorio presidencial debían ser evaluadas por segunda vez.”

Los bocones tardaban en aparecer por lo que continué repasando el periódico:

“La conexión Altamira”
En el lugar del allanamiento, el Ministro de la Defensa, Jorge Luis García Carneiro, aseguró que “estaba armada una Conspiración terrorista que venía operando desde hacía 43 días”.
También declaró que el campamento desmantelado acogía a más de 100 paramilitares que “tenían previsto realizar asaltos masivos a guarniciones militares”.
José García Carneiro, ministro de Defensa de Venezuela no ofreció más detalles, pero dijo a los periodistas que en los próximos días se producirán “cosas buenas”, refiriéndose a nuevas capturas que estarían por efectuarse.
Los portavoces oficiales aseguran que podrían estar implicados militares pertenecientes al grupo que en octubre del 2002 llamó a desconocer al gobierno del presidente Hugo Chávez y que se estableció por varios meses en la Plaza Altamira, en el este de Caracas.
Los portavoces del gobierno expresaron su extrañeza por el hecho de que, según ellos, la policía local, del Municipio El Hatillo y del Municpio Baruta - jurisdicciones a las que pertenece la hacienda donde estaban los presuntos paramilitares - no tuviera conocimiento de lo que sucedía en la zona. Pero en declaraciones al canal de noticias Globovisión, el Alcalde de El Hatillo, Alfredo Catalán, aseguró que la Policía Metropolitana y la Policía Municipal estuvieron presentes desde el inicio de las operaciones de la madrugada.”

“Golpe a los golpistas”
Hacia el mediodía del domingo, en su programa semanal “Aló Presidente” que se transmite por cadena nacional, el mandatario venezolano Hugo Chávez aseguró que “hemos dado un golpe al terrorismo y seguiremos dándolo”.
Durante la transmisión dijo que la detención del supuesto grupo paramilitar demuestra que “los grupos civiles golpistas siguen haciendo jugadas, activando mecanismos para continuar arremetiendo contra el pueblo venezolano”. El presidente Chávez nombró a los principales medios de comunicación privados venezolanos y dijo que son “enemigos del pueblo de Venezuela”. “Ellos (los medios) le han declarado la guerra a la Constitución, al gobierno y a las Fuerzas Armadas”.
Chávez, quien en 2002 sobrevivió al golpe militar, ha denunciado numerosas conspiraciones en su contra. El domingo insistió en que los “golpistas” - como define el gobierno al grueso de la oposición - cuentan con el apoyo del gobierno de Estados Unidos.
Hasta ahora, el gobierno venezolano, no ha aportado pruebas sobre esas acusaciones, que han sido negadas por el gobierno del presidente George W. Bush.”

Desde Colombia, un polo del “eje del mal” denunciado por Chávez, comenzaron las dudas sobre este asalto de los “paramilitares” a Venezuela:
“Denuncian “montaje” de Hugo Chávez”.
Un grupo de congresistas colombianos aseguró hoy que la captura de supuestos paramilitares de este país en Caracas fue un “montaje” del presidente venezolano Hugo Chávez, para involucrar a Colombia en la crisis política que vive Venezuela.
El senador conservador, Manuel Ramiro Velásquez, dijo que la detención de los supuestos paramilitares, que eventualmente participarían en un complot contra Chávez, fue “algo fabricado” para involucrar a Colombia en la crisis venezolana.
Velásquez, quien integra la comisión de Relaciones Exteriores del Senado, realizó un llamado a las autoridades a investigar lo sucedido para despejar las inquietudes que, según él, surgieron frente a lo que llamó “maniobras” del gobernante venezolano.
“Conociendo lo maquiavélico que es el señor Chávez, no es descartable que haya podido inventar a través de sus organismos de inteligencia una operación para contratar a ingenuos colombianos como señuelo” - subrayó en declaraciones a periodistas.
Chávez denuncié el domingo pasado la captura de 88 paramilitares de nacionalidad colombiana que estarían involucrados, según él, en un supuesto complot que prepararía la oposición venezolana en su contra para derrocarlo.
El mandatario enseñó en su programa dominical “Aló, Presidente” imágenes de la detención de jóvenes vestidos con uniformes militares, quienes fueron identificados por las autoridades venezolanas como presuntos paramilitares colombianos.
El senador oficialista colombiano, Enrique Gómez, miembro de la Comisión de Relaciones Exteriores, calificó de “delirante y dudoso” el escándalo derivado de la supuesta conspiración contra el gobernante venezolano donde estarían involucrados ciudadanos colombianos y cubanos. “Me parece que eso de la captura de los paramilitares es un completo montaje, no tiene ninguna lógica, los señores estaban con uniformes venezolanos, eran colombianos, estaban desarmados, es algo delirante”, dijo el legislador a periodistas.
El congresista liberal Luis Guillermo Vélez consideró por su parte que, ante las dudas que han surgido frente a las denuncias de Chávez, la Comisión de Relaciones Exteriores debe promover un debate para esclarecer los hechos.”
El Diario, (de la oposición), se explayaba en casi todos los artículos sosteniendo la teoría del montaje o tapadera para desviar la atención sobre las recientes muertes de unos soldados en un fuerte militar y para distraer la atención sobre la inmediata recolección de firmas para el Revocatorio del Presidente.

***


Mi amigo Fermín era un buen baqueano en las lides de la mina. Viajaba con frecuencia llevando productos, sobre todo pescado salado, cacería, mañoco y cigarrillos.
Varias veces insistió en que le acompañara. Me decidí a hacerlo cuando, después de leer las noticias sobre los paramilitares, me atreví a llamar un día a mi casa en Puerto Ayacucho. La abuela me contestó que gente extraña había preguntado por mí y dudaban si estaba todavía en Colombia o si me hallaba Amazonas adentro. Ellos dijeron que no sabían nada de mí.
Me animé también para conocer algo de lo que tanto se hablaba en Atabapo.
- Pero esta vez no voy por el Orinoco. Iremos por Caname - dijo Fermín.
- ¿Por el caño Caname?
- Sí. En Santa Bárbara está un tenientito arrecho que no quiere dejar pa nadie.
- ¿Y Caname nadie lo cuida? - pregunté yo, pues sabía que este caño nacía muy cerca del Orinoco y que era un pasaje natural y seguro, sobre todo en invierno.
- Está la Guardia alguna vez cuidando la entrada, pero yo tengo por allá gente que me pasa el dato. No te preocupes.
Y así, arrancamos un jueves por la tardecita, Fermín, cuatro caleteros y yo, desde el atracadero del barrio Solano. Teníamos intención de dormir en Mavacal y salir al día siguiente con un buen baqueano Caname arriba, hasta la laguna de Cárida.
Desde ahora, todo era familiar para mí. Era una especie de regresión a la infancia. ElAtabapo, el caño Caname... éste fue tradicionalmente el lugar en donde los habitantes de Marama tenían sus sitios y conucos. La tierra, aunque no era muy buena, era mucho más apta para la producción de yuca que la que rodeaba a Marama.
De pequeño, las familias pasaban largos períodos en el Caño, tumbando, quemando y sembrando conucos y en la época de cosecha, haciendo ese sabroso y dorado mañoco bien cernido, en el que los kurripako somos expertos.
El bongo de Fermín se comía los kilómetros que nos separaban de la boca de Caname.
El Atabapo es un río de doble cara; unas veces, tiene un semblante tranquilo y sus aguas se convierten en un espejo azul en el que se miran las nubes y ambas orillas repletas de palo de boya; y otras, muestra un talante furioso enfadándose con un oleaje persistente y fastidioso que supera al del Orinoco.
Yo iba recordando nombres y paisajes... Loro... Chamuchina.., el caño Ucaquén... Pintao... Atardecía cuando llegamos a la boca del caño Caname.
- A la izquierda - me dijo Fermín - hay una pequeña comunidad llamada Santa María. Son de lengua yeral que llegaron hace poco...
A unos cinco minutos, en la orilla izquierda pasamos por un Sitio llamado Ceiba y un poco más adelante, por la derecha, desagua el caño Araguato.
Más adelante, en invierno se nota poco, pasamos el raudalito Samuel y unos tres minutos más adelante, dejamos por la izquierda el sitio de Mapuey. Llegamos finalmente a Mavacal donde pasaríamos la noche.
Esta Comunidad kurripako, surgida de una escisión entre algunas familias de Marama, se asentaba desde hacía pocos años en el antiguo sitio del finado Berman Largo, uno de los viejos habitantes de Marama.
Como tú sabes, las divisiones en una comunidad pueden tener varias causas; la más común de ellas es el crecimiento de la población con la lógica reducción o escasez de recursos de cacería y de pesca. Esto, últimamente, se atenuaba por la mayor capacidad adquisitiva de varios miembros de la comunidad que pasaron a ser funcionarios del estado: maestros, enfermero, plantero, comisario y últimamente el capitán...
Otro aspecto que puede ser causa de escisión, está ligado a nuestras creencias y tabúes espirituales. Cuando se producen muertes frecuentes entre los miembros de algunas familias, puede traer como consecuencia, la búsqueda de otro sitio en donde los “daños” acarreados no los alcancen. Esto puede llegar al abandono absoluto de un sitio y la migración de toda la población.
Otra causa de división de alguna comunidad, se debe también a problemas de política interna y liderazgo. Cuando surge algún líder que, por diversos motivos, critica, no acepta o se rebela contra las disposiciones del líder tradicional, entonces puede producirse la escisión de parte de la comunidad que busca un nuevo lugar de asentamiento.
Creo que este último aspecto fue la auténtica causa de la escisión de Marama y el nacimiento de la comunidad de Mavacal.

Dormimos en casa de Oscar el joven comisario que se comprometió a acompañarnos hasta la laguna de Cárida. Esa noche hablamos largamente sobre diversas cosas. Les pregunté cuántos barcos como el de Fermín, estaban subiendo hacia la mina por Caname y si esto no entrañaba algún peligro para la comunidad.
- Mira, - me explicó el comisario - cuando comenzó la fiebre de la mina, generalmente los colombianos iban por el Orinoco. Pero cuando la Guardia apretó las tuercas en Santa Bárbara, comenzaron a asomarse pequeñas embarcaciones cargadas de alimentos, alcohol, cigarrillos etc.
La comunidad se preocupó y decidimos avisar a la Guardia lo que estaba pasando. Mira..
Yme dio unos papeles que sacó de una carpeta, y los leí detenidamente:

Comisaría Santa María de Mavacal
Caño Caname
Municipio Atabapo Estado Amazonas
13 - Marzo - 2002
INFORME N° 1

La Comisaría de la Comunidad de Santa María de Mavacal, Caño Caname del Municipio Autónomo Atabapo. Yo, Oscar Octavio López López CIV. 17.105.135 Comisario de dicha Comunidad, reunido con el Representante del Consejo de Ancianos de la Comunidad, el ciudadano: Raimundo Campo C.I.V. 10.605.918 así como con el Coordinador de la Escuela Básica Intercultural Bilingüe “Kasijmakasi”, docente Nelson Rafael Yaparé Dacosta C.I.V 8.903.690, la docente del Preescolar “Kasijmakasi”, Aura Marina Largo de Yaparé C.I.V. 8.945.988, el Operador de la Planta eléctrica Ciudadano Rafael Anatolio Largo M. C.I.V. 4.780.587 todos ellos mayores de edad y venezolanos, conjuntamente con los habitantes de dicha Comunidad, presenta este Informe.
MOTIVO:
Tránsito ilegal de mineros colombianos y brasileños por el Caño Caname
EXPLICACIÓN DE LOS HECHOS:
Día 10 de Enero del año 2002:
Llegó a nuestra Comunidad un grupo de 16 personas procedentes de la Comunidad de Moriche (Inírida) COLOMBIA. Ante este hecho yo, juntamente con la Comunidad les detuvimos e instamos a que regresaran a su lugar de origen.
Día 23 de Enero del año 2002:
Nuevamente llegó un grupo de ciudadanos colombianos y brasileros con el objetivo de llegar a la mina por el Caño Caname.
Día 17 de Febrero del año 2002:
El docente Nelson Yaparé fue a Guarinuma para reunirse con el Comisario de dicha Comunidad Sr. Pedro Largo e instarle que se comunicara con la Prefectura para pedirle que viniera una Comisión. Esa Comisión nunca llegó. El Comisario de la Comunidad de Santa María de Mavacal no podía moverse de la Comunidad, pues allí se encontraban más de 25 personas, entre colombianos y brasileros.
Día 11 de marzo del año 2002:
Aparecieron 3 bongos con 12 personas cada bongo. La situación se hizo insostenible y hasta arriesgada para mí y mi comunidad. Por estos motivos, dado que a pesar de nuestra notificación, no recibimos apoyo alguno de las autoridades responsables de salvaguardar la integridad de la Frontera, decidí el permitirles seguir su camino, como cosa más conveniente para nuestra Comunidad, que corría un evidente peligro ante la afluencia de tantas personas extrañas.
Sin otra cosa que añadir los abajo firmantes, hacemos constancia de este Informe y entregamos Copia del mismo a la Prefectura, Guardia Nacional, DD. HH. y otros organismos competentes.
(Firmas)

Comisaría Santa María de Mavacal
Caño Caname
Municipio Atabapo
Estado Amazonas
INFORME N° 2
2 de Octubre de 2002.

La Comisaría de la Comunidad de Santa María de Mavacal en resolución y avalada con la firma de todos los miembros de dicha Comunidad elaboró un Informe N° 1 que fue entregado a la Prefectura del Municipio Atabapo y al Comandante de la Guardia Nacional en fecha 13 de Marzo de 2002.
Dicho Informe solicitaba ayuda a las Autoridades competentes para resolver el problema que se presentaba con el pasaje continuo de colombianos por el Caño Caname con dirección a la mina.
Pues bien, en este Informe reiteramos la misma dificultad y solicitamos la misma ayuda que hace un año pedimos.
Se complica cada vez más esta situación, pues parece ya un pasaje permitido para mineros y trabajadores colombianos. Por aquí han pasado cochinos, mercancía y 4 dragas. Cuando vienen de regreso, nos sacan la yuca y fruta sembrada por nosotros, nos roban las curiaras y no podemos oponemos porque están armados.
La Comunidad no puede hacer nada para detener a estos mineros pues están armados y dicen claramente que ellos “no le tienen miedo a la Guardia”, cuánto más le van a temer al Comisario o a la gente de la Comunidad.
El anterior Informe se entregó a la Prefectura, al Comandante de la Guardia Nacional y a la Gobernación. Y seguimos igual.
Lo que más nos extraña es que después de los esfuerzos hechos para resolver este problema, el Comisario y el Maestro de Guarinuma anden difundiendo que yo como Comisario y la Comunidad está dejando pasar a estos colombianos y que nos aprovechamos de lo que nos dan.
Dejamos en manos de las Autoridades competentes las consecuencias de esta violación de la Frontera y su posible solución. Nosotros como Comunidad no podemos arriesgar nuestras vidas al impedirles el paso.
Sin más que añadir, esperamos una respuesta positiva para solucionar este problema.
Atentamente
(Firmas)


Un joven de la Comunidad dijo que mucho después, algunas veces se encontraron con Guardias en la boca del Caño, pero de forma esporádica. A la Guardia no le interesaba quién iba a la mina, sino quien regresaba.
El día siguiente, entre tomar café y saludar a los antiguos amigos que se arremolinaron en la orilla, salimos aproximadamente a las 9 de la mañana.
Nos esperaban unas cinco horas de navegación, que para mí serían muy placenteras por la cantidad de recuerdos personales y por lo que de vez en cuando, el baqueano Oscar decía con una sonrisa pícara que te impedía discernir con claridad, el límite entre la verdad y el embuste.
Dejamos en la orilla derecha del caño, el desagüe del caño Moriche, y un poco más arriba pasamos Raudal de Danto, un lugar en el que hay que arrastrar la embarcación en tiempo de verano y que aprovechó el comisario para lanzar un globo de ensayo a ver si yo me comía el cuento:
- Aquí en verano, vienen dantos en manada. Son grandes como elefantes... - y me miró para ver mi reacción a su embuste.
Yo me limité a sonreír
Pasamos por los sitios de Cucurital, Venado, Playa Blanca y Cabeza de Picure...
- ¿Es este el sitio en el que en verano los picures no lo dejan andar a uno? - le die al comisario con sorna.
- No, es un poquito más arriba - continuó con la broma.
Yo conocía los sitios pero me había olvidado de los dueños. Por eso, Oscar me iba explicando con detalle y refrescando mi memoria.
- Ahí está El Tolete, de los Largo... Allí queda Campana... Ese caño es el Orinoquito.
Y así, fuimos dejando atrás el sitio de Ciriaco López, Ripial...
- Ese es Limón el sitio de Ramón Evaristo... y ese es Pijiguao, de los Yacame.
Fermín seguía las señas que Oscar le iba indicando, pero manejaba el motor personalmente. No lo dejaba a nadie.
- Me costó mucho pagarlo... - decía cuando alguien se lo pedía.
Pasamos Caño Danto y, un poco más arriba, llegamos a Merey, el sitio de Oscar el comisario.
Quiso que bajáramos un rato “y que para mover las piernas...” en realidad lo que buscaba era que admiráramos su tremendo conuco...
De nuevo en el barco, pronto pasamos por Cejal, el sitio de Santiago Mirabal. Un poco más allá, desemboca el caño Púname.
- Hasta aquí llegué yo cuando era chamo - le dije a Oscar - De aquí en adelante, puedes meterme todos los embustes que quieras...
El Caname se iba estrechando cada vez más, y después de aproximadamente una hora, llegamos a la Laguna que el comisario dijo que se llamaba “Piedra amolá” Un poco más arriba, el río se ensanchaba en otra laguna llamada “Mauricio”.
En verano, el caño deja de ser navegable después de esta laguna. Los mineros últimamente, abrieron un camino que va a dar a la laguna de Tambor. Desde ahi en verano, son 8 horas de camino por el monte, hasta Cárida. En invierno en cambio, se llega hasta Laguna Larga pasando por Bora y Chupadero de Danto, pequeñas lagunas.
Cuando pasamos por Chupadero de Danto, el comisario me dijo:
- Esto sí es en serio... En verano aquí hay dantos como arroz...
- Y grandes como elefantes.. - le repliqué yo.

Eran casi las tres de la tarde, cuando llegamos al final de nuestro viaje en bongo.
Nos quedaban tres horas de camino hasta Cárida, el pueblito a orillas del Orinoco y antesala de la mina del Yapacana.
De inmediato, nos dispusimos a descargar y empezamos el caleteo de la carga. Fermín se quedó en el barco y yo hice el primer viaje con los caleteros quedándome en Cárida.
Ellos regresaron a la Laguna para traer lo restante con Fermín esa misma tarde y al día siguiente en caso de que hiciera falta.
Cárida era un pueblito que había crecido por la mina y contaba con varios comercios a los que surtían transportistas como Fermín y cambiaban mercancía por oro.


***


“La zona en donde se ubica el Yacapana fue creada Parque Nacional el año 1978 y tiene una superficie de 320.000 ha.
Se localiza en el sector suroeste del Escudo Guayanés, en la parte centro-occidental del estado Amazonas entre los ríos Orinoco al sur y al oeste, Ventuari al norte y el caño Yagua al oeste. Incluye al Cerro Yacapana, meseta típica del Pantepuy de la formación Roraima.
En una altimetría comprendida entre los 75 y 1.345 msnm, que se desarrolla sobre la penillanura del Sipapo, formada por llanuras ribereñas del Orinoco, cubiertas por extensas sabanas, destaca el Tepuy Yapacana, en forma de pirámide trunca y escalonada.
La superficie del Parque -definida por los ríos Yagua, Ventuari y Orinoco- aparte de ser un recurso escénico, tiene un valor científico ya que encierra importantes descubrimientos fitogeográficos.
En la parte más occidental, existen tres tipos diferentes de sabanas, con distintos grados de evolución; se han descubierto aquí especies de flora del neotrópico suramericano y el paleotrópico del Africa suroriental, testimonio importante para confirmar las teorías de la separación de las placas continentales y de la evolución de la vegetación.
La vegetación corresponde a las formaciones vegetales bosque húmedo tropical, bosque denso inundado y sabana, donde se encuentran varias especies de gramíneas endémicas, destacando una del género Pentaherista, única representante en el mundo de la familia de las Tetrameristaceae.
Corresponde al grupo climático cálido lluvioso, tipo monzónico de carácter continental, la temperatura varía entre los 19°C Y 27°C, y los valores de precipitación promedio anual sobrepasan los 3000 mm en un período que oscila entre 9 y 10 meses lluviosos.
Bordean el Parque al norte, el río Ventuari; al sur y al oeste, el río Orinoco y al este el río Yagua. De las corrientes originadas en el interior, el caño Maraya, que desemboca en los raudales de Santa Bárbara, es el más importante.”

Cualquiera que lea esta recensión sacada de cualquier Enciclopedia, puede suponer que el régimen de Parque Nacional impide todo tipo de trabajo que produzca una alteración ambiental consistente.
Las leyes ambientales son tan exigentes que nadie puede creer lo que está sucediendo allí. Para el gobierno nacional la mina del Yapacana no existe. La Guardia Nacional debería tener un apoyo logístico extraordinario y una formación ética a prueba de soborno para poder controlar la entrada y desalojar a los mineros nacionales y extranjeros.
Ambas cosas hasta ahora no se han dado.

Baj cruzó el Orinoco en un barco de uno de estos comerciantes y se introdujo por el caño Cotúa, rumbo a la mina.
Caminaba como un sonámbulo entre las heridas profundas producidas por hombres y máquinas. Hoyas profundas con grandes piedras, desnudas del manto de tierra que desde hacía millones de años las cobijaba.
Surcos enormes y montañas de tierra lavada. Extensiones boscosas taladas sin misericordia. Caños cuyos cauces fueron desviados para arañar el lecho y revolcarlo buscando el moderno Dorado. Aquello era un mundo que no había imaginado.
- Son varias minas - le decía Luis, su guía, un indígena kurripako que trabajaba de caletero de mercancía desde el puerto hasta “el pueblo”. - Aquí hay colombianos y venezolanos, más lejos están los brasileños.., éstos se mezclan poco. Están armados y uno de los jefes que le dicen “Boyi”, tiene guardaespaldas. Tienen grandes dragas y les traen combustible y comida desde Brasil...
- ¿Y cuando hay operativos de la Guardia? ¿Cómo hacen para esconder las dragas?
- Cuando el Operativo sale de Atabapo o de Puerto Ayacucho, ya lo saben aquí. Tienen teléfonos satelitales, y tiene que haber gente infiltrada entre la Guardia que les da el pitazo. Además, nunca llegan hasta allá. Aquí hacen la redada con mineros pobres y caleteros o vendedores.., los peces gordos brasileros están tranquilos.
- ¿Pagarán una cuota para que no los molesten? - insinuó Baj.
- Eso lo estás diciendo tú... y se oye también por ahí, pero yo no quiero meterme en líos.
- ¿Hay mucha pelea?
- De vez en cuando. El alcohol y la droga corre libremente, y aquí todo el mundo está armao. Varios muertos he visto yo y llevo poco tiempo... un robo o el intento de robo, una discusión por causa de oro o mujeres, basta para que te entierren...
Una noche yo me llevé el susto de mi vida. Estaban tomando cerveza y coqueteando con unas mujeres un brasilero y un colombiano. Al rato, el colombiano se introdujo en el monte para hacer una necesidad. Cuando yo sentí también ganas de orinar me dirigí al monte. La oscuridad se partía a pedazos con algunos reflejos de los escuálidos bombillos de los ranchos. Pude ver al colombiano agachado como si estuviera cagando. Le cubría el enorme sombrero de paja que terminaba en pico. Me extrañó de que tardara tanto y al ver que no me respondía, le quité el sombrero y... no tenía la cabeza. Estaba descabezado.
- ¿Y tú que hiciste? - preguntó Baj.
- Corrí lo más que pude hasta mi rancho y me acosté. No pude dormir en toda la noche.

El hombre había mancillado una naturaleza virgen y la degradación del hombre crecía a pasos agigantados. Aquello era un pueblo con más habitantes que cualquier comunidad indígena del interior del Amazonas.
- Hay tiempos en los que da la impresión que hay más gente que en San Fernando... - explicaba Luis.
Baj contemplaba un paisaje totalmente distinto al idílico recuerdo que tenía del Yapacana de hacía casi 30 años. Los ranchos provisionales se multiplicaban en tomo a otros ya más sólidos. Bares, comercios, casas sin paredes con los chinchorros enrollados en sus troncones, muchachas alegres procedentes de Colombia, que alternaban con los mineros en los bares, unos jugando cartas, otros en grupo charlando alegremente, alguno que otro durmiendo en el suelo la borrachera...
El humo de los fogones que ascendía lentamente por diversos puntos, inundaba el ambiente con diversos olores a comida y daba la sensación de estar en medio de un enorme campamento.
Eran las dos de la tarde y Baj se dirigió a uno de esos fogones con la intención de comer algo. Era una especie de bar-restaurante con mesas rústicas y bancos elaborados allí por algún carpintero de improvisado ingenio.
Detrás del rancho estaba otro más pequeño, con una mujer agachada frente al fuego. Tenía una contextura fuerte y un vestido de color indescifrable, entre un blanco sucio y una tonalidad de rosa casi imperceptible. Tenía el pelo suelto por la espalda y sus lentos movimientos indicaban una edad demasiado mayor para llevar aquella vida.
Baj bebía una cerveza mientras esperaba el plato de sancocho, en compañía de Luis, el pariente kurripako que lo acompañaba. Algunos de los presentes hablaban en brasilero, otros reían y charlaban con claro acento colombiano, y algunos de ellos se voltearon para ver a los recién llegados. Al ver a un par de indios tomando cerveza no les dieron mayor importancia.
Mientras hablaban en kurripako, la mirada de Baj se deslizó inconscientemente hacia el fogón. La mujer mayor, de vez en cuando se levantaba de su posición, pero sin dejar ver su rostro. Uno de los mineros le gritó:
- Vieja... me muero de hambre...
En ese momento la mujer se giró y dejó escapar una sonrisa.
Baj se estremeció. Se quedó como una estatua, y su semblante era incapaz de exteriorizar la tormenta que bullía dentro de sí. Aquella sonrisa apenas vislumbrada entre penumbras, golpeó de repente su memoria con la fuerza de un mazazo. La seguridad la tuvo cuando la mujer salió por un momento de la oscuridad del rancho del fogón, pasando cerca de él.
Baj no pudo más. Se alzó, y salió corriendo del bar, como si de repente se hubiera olvidado de algo importante.
Corrió... corrió monte arriba, hasta que ya no pudo más, y cayó extenuado boca abajo. Cuando su corazón parecía que iba a estallar, giró su cuerpo mirando hacia un cielo muy gris roto en pedazos pequeños, que se asomaba por las pequeñas rendijas que dejaban las inmensas copas de los árboles.
Acababa de ver a su madre. Era ella…

Los recuerdos se agolparon en su mente:
“… Al día siguiente, fui con mi papá a San Fernando. Preguntamos por mi mamá a varios amigos. Como solemos hacer los indios cuando no queremos decir algo, nos contestaban: “Yo no sé...” y volteaban para otro lado, no sin antes lanzarnos una mirada de compasión. Nos sentamos en la Plaza y mi papá no decía palabra.
- Espere aquí, ya vuelvo.
Y me dirigí al Comando. Yo sabía el nombre del guardia que estuvo con mi mamá. Al primero que vi le pregunté.
- ¿Dónde está el guardia Pulido Cordero?
- No está. Lo cambiaron
Regresé llorando de rabia donde estaba mi papá. Me miró y no dijo nada. Lo entendió todo.
Viajamos de regreso, en la oscuridad de la noche.. Nunca más volví a ver a mi madre...”

Se levantó en el corazón de Baj una batalla de sentimientos encontrados. Habían pasado más de 30 años desde que los abandonó a todos.
Varias veces soñó con ella cuando era niño, pero poco a poco su imagen se había ido difuminando lentamente, hasta borrarse, creía él, en su totalidad.
Bastó aquella sonrisa triste que vio en el rancho, para arrojar sobre Baj un caudal de recuerdos que no podía contener.
Un ruido sordo avanzaba rápidamente hacia el lugar. Al rato, un aguacero tan impresionante como repentino, tecleaba con rabia las hojas de los árboles.
Baj se calmó, se sentó apoyando su espalda en el tronco de un árbol y dejó que la lluvia filtrada de verde, lo empapara totalmente. Después de varias horas de escucha de los ruidos de la selva que competían inútilmente con sus propios ruidos interiores, Baj tomó la decisión de presentarse ante su madre y romper el silencio en el que sus vidas, por circunstancias tal vez explicables, los había separado inexcusablemente.

Después de varias horas, empapado y frío por dentro y por fuera, regresó lentamente al campamento y se fue al rancho en donde el amigo kurripako y él guindaban sus chinchorros. Al día siguiente, más sereno, resolvería el encuentro con su madre.
- ¿Qué te pasó? - dijo Luis - ¿Te dio churria de repente?
- Nada. - Contestó Baj mientras disponía el chinchorro para acostarse.
- Luis, ¿conoces a la mujer que estaba en el fogón?
- ¿A Mariela? Es una buena mujer que tuvo que sufrir mucho en la vida. Vivió con un Guardia que la dejó botada con dos muchachos. Los dos murieron aquí en la mina, por eso no quiere salir de aquí. Después vivió con un colombiano retrechero y peleón. Montó un bar y trajo muchachitas colombianas y ganó mucho dinero. Mariela era la que dirigía el bar, hasta que se murió el hombre de un machetazo en una pelea. Las mujeres se fueron, el bar se fue a la ruina y quedó sola otra vez. De nuevo se metió a vivir con otro hombre, era venezolano, éste cuando se emborrachaba le caía a golpes y le hacía la vida imposible. De repente desapareció, no se oyó hablar más de él, por lo que corrió la voz de que ella misma lo había matado. Yo no lo creo, ella es buena, pero la vida no fue buena con ella.
Mira, Baj, - continuó el kurripako - muchas de nuestras hembras, desde que este mundo cambió tanto, se juntan por amor la primera vez, pero después, la mayor parte de las veces, se juntan por hambre... y eso fue lo que le pasó a Mariela... pero ahí está. Sigue peleando por la vida, a pesar de todo...

Baj no durmió, sino a raticos. Pensaba en la terrible revelación de Luis… Pensaba en lo que había dicho hacía unos 30 años: “Nunca veré una noche tan oscura como ésta...”
Ahora lo estaba poniendo en duda...

Luis, como caletero, prefería hacer los viajes muy de madrugada y descansar en los momentos más calientes del día. Amanecía ya, cuando se presentó en el rancho con un forastero.
Baj no estaba, pero regresó al momento. No salía de su asombro, cuando se encontró de frente con Omar, el antropólogo amigo.
- Lo encontré en el puerto y me pidió que lo acompañara. Creo que te conoce - dijo Luis.
Después de darse un abrazo, Baj le preguntó:
- ¿Qué haces tú por aquí, animal urbano?
- Estoy haciendo un trabajo para el Ministerio de Ambiente sobre el impacto ambiental producido por las minas ilegales en estos últimos años - trató de explicarse Omar - Tú sabes, los tiempos son malos y el sueldo de la universidad no alcanza... hay que matar algún “tigrito”...
Vengo de Maraya: un desastre. El paisaje que conocí hace 20 años cambió totalmente: socavones, huecos, desvío del cauce de algunos caños... Un desastre.
Baj notó en él algo que nublaba su expresividad de carácter, su risa contagiosa y su actitud optimista frente a la vida. Notó que rehuía mirarle directamente a los ojos Lo achacó al cansancio del largo viaje.
- Y tú ¿qué haces aquí? Yo te creía en Marama... ¿pór qué te perdiste sin avisar?
- Sentí nostalgia de mi tierra y decidí regresar. Estaba mal de recursos y me invitaron a conocer la mina... Al fin y al cabo, es una forma de ganarse la vida... Todavía no empecé a trabajar, pero lo haré en cuanto me decida. - dijo Baj - Y ¿cómo está tu señora? ¿Y los muchachos?
- Bien. Los muchachos me están dejando pequeño.
Luis preparó café en un fogón improvisado, mientras Baj y Omar hablaban emocionados. Este le puso al día de las últimas noticias: le contó lo de la aparición de un grupo de paramilitares colombianos muy cerca de Caracas.
- La oposición dijo que fue el mismo gobierno que los trajo para montar un show en vísperas de la recolección de firmas y para tapar la muerte por quemaduras de unos soldados en Maracaibo, mientras que el gobierno anunció la revelación de un plan de invasión a Venezuela promovido por un eje del mal: Miami - Bogotá. Acusan a Cisneros y a López Mercado... Puedes suponerte lo que se dijo en la prensa todo ese tiempo... También se hicieron los reparos de las firmas para el referéndum revocatorio. Ganó la oposición y está convocado para el 15 de agosto de este año.
La alusión a López Mercado le trajo a Baj el recuerdo de todas las desgracias que ese hombre le había producido en su vida desde aquel maldito día cuando trabajaba de guachimán en una construcción de Baruta.
Mientras saboreaban el café programaron el trabajo para los siguientes días.

Baj cargaba disimuladamente el dolor de su secreto pero no se decidía aún a comunicarlo y mucho menos a asumirlo. Decidió esperar.
Mientras tanto, empezó a trabajar con unos mineros colombianos para poder ayudar a Luis a pagar el alquiler del rancho en el que vivían.
Omar comenzó el día siguiente observando, tomando notas y haciendo entrevistas a los mineros y a los indígenas. Su forma desgarbada y su sencillez le ayudaban en su trabajo. Algunos, especialmente los colombianos, no quisieron hablar y rechazaron toda entrevista.
Los brasileros no tenían problema y contaban sus aventuras, sus vidas de “garimpo” en la amazonia basilera, colombiana y venezolana. Los jefes brasileros del garimpo hablaban con gran desparpajo y seguridad con Omar, que hablaba bien el portugués.
- Sabemos a qué atenernos con la Guardia... todos tienen su precio... unos se conforman con poco, a los jefes hay que darles más.., pero siempre nos entendemos... y si alguno cae en una redada, en Ayacucho tenemos jueces que también comen de lo nuestro y lo sueltan rápido...
- Pero no creo que todos los comandantes de la Guardia sean corruptos, - le decía Omar - habrá alguno que sea honesto...
- Peor para él, porque así le toca mayor tajada a su superior.., pero en general, todos, aún los que parecen más honestos, no tardan en mancharse...
Al tercer día de su estancia en la mina, ya de noche, Omar le dijo:
- Baj, ¿vienes conmigo al puerto mañana? Tengo que ir a recoger un material que se me quedó en la voladora...
- Con gusto, así podré airearme un poco de este ambiente podrido....
- En esas dos horas de camino podremos charlar de algunos temas que quiero consultar contigo.
Durmieron con el fondo musical vallenatero que un enorme equipo de sonido lanzaba a pleno volumen. Era un bar de colombianos que sólo enmudeció cuando se le agotó el gasoil a la planta eléctrica.
A las seis de la mañana, apenas clareaba, salieron Omar y Baj camino del puerto. Los dos notaron cierto sentido de liberación al caminar en campo abierto y después de un rato largo de charla sobre varios temas, Omar le espetó a Baj:
- Baj, ¿Qué opinas de Orpia? Tú estuviste muy ligado a su primera organización.
- Omar, creo que mi opinión no tiene mucho valor, estoy desligado de ella desde que me perdí en Caracas, aunque siempre tuve mis informaciones sobre los pasos que estaba dando.
- ¿Estás de acuerdo con el giro que tomó últimamente?
- Omar, Orpia se murió hace tiempo.
- ¿Tú crees? ¿Cómo así?
- Orpia nació como una organización al servicio de los pueblos indígenas, ahora Orpia se convirtió en una organización al servicio de intereses personales. Es la palanca o el trampolín que impulsa a algunos líderes para alcanzar puestos de poder. Ojalá que esos puestos de poder, sirvieran para que la vida de la mayoría de los indígenas se mejorara, pero por ahora, los resultados no se ven.
- ¿Y Puama? – preguntó Omar.
- Fue un paso más largo del que se debía dar. Es mi parecer, claro…
- ¿Tú crees?
- Orpia tenía la finalidad de crear conciencia, de formar, de dar consistencia a los pueblos indígenas, de la necesidad de servir de unión en las reivindicaciones, en los valores, en las luchas de todos los indígenas, y comenzó haciéndolo muy bien. La prueba fue que levantó roncha entre los políticos y partidos de entonces.
Pero varios de sus dirigentes se engolosinaron. Creyeron que con unos cuantos congresos en el Tobogán de la Selva, y unas cuantas marchas en pro o en contra de algunas disposiciones legales, ya el indígena había tomado conciencia plena de su posición política. Y se dio el salto a la acción política. Surgió el Puama como partido. Y lo que estaba haciendo Orpia con la mano derecha, cuyo objetivo era el de crear unidad entre los pueblos indígenas, Puama lo estropeó con la mano izquierda, al producir el efecto contrario entre el indígena.
No pasará mucho tiempo en que veamos la división entre piaroas y jivi y otras etnias. Se creyó equivocadamente que el indígena tenía la suficiente conciencia para optar por una agrupación política netamente indígena. A la división que existía entre indígenas adecos y copeyanos, en la Cuarta República, se le añadieron ahora los indígenas del Puama, Pepetistas, Liborieros, Palaístas etc. etc. de la Quinta República...
- Y Orpia perdió todo prestigio - añadió Omar.
- Ahora sí es una entelequia, o un “mamotreto” sin representatividad, como la habían denominado los adecos antiguamente. Antes, Orpia era un piedrita fastidiosa en el zapato de los partidos tradicionales... ¿A cual facción de indígenas representa hoy?
- Pero esa urgencia de crear ese brazo político, ¿fue empujada sólo por el engolosmamiento de algunos de sus líderes o hubo otras razones?
- Mira, Omar, el indígena lleva siglos de convidado de piedra en el festín de las prebendas del estado. Lleva siglos marginado en su propia tierra, recibiendo del estado las migajas que caen de la mesa grande de opíparos contratos y jugosas operaciones intrapartidistas. Es muy natural y comprensible que quiera tomar el pedazo de la torta que le corresponde y que siempre se le ha negado. Como tú sabes muy bien, la única empresa que da de comer en el Amazonas es el Estado. Es lógico, pues, que los pueblos indígenas empujen para alcanzar aquello a lo cual tienen derecho.
- Y lo lograron. Liborio, el baniba, es gobernador, Arana, el piaroa, es Alcalde, Benjamín, el yabarana, es también Alcalde...
- Esas son las pruebas que indican que el trabajo de conciencia y de formación iniciado por Orpia, no logró su objetivo. Liborio, siendo indígena, fue al final un gobernador rechazado por los mismos indígenas. Su actuación populista copió
modelos que él criticó por decenas de años en gobiernos adecos y copeyanos, cayó en prácticas de nepotismo que él mismo fustigó acremente en gobernadores pasados, y, según cuentan, el engorde de comisiones redundaron en ascenso continuo para él y sus allegados... Dicen que hay dos cosas que no se pueden ocultar: la plata y el estar enamorado. Creo que la peor propaganda para que un indígena vuelva a sentarse en la silla de gobernador del estado, fue precisamente la actuación de un indígena.
- Te veo muy pesimista, Baj... ¿Te acuerdas de lo que te alegraste cuando salió elegido Gobernador?
- Pasó como con Chávez... Todos estábamos hartos de adecos y copeyanos. Todos esperábamos nueva gente, nuevos métodos, nuevas formas de hacer política…
- ¿Te acuerdas de aquella canción?: “Todo se derrumbó dentro de mí, dentro de mí...”- tarareó Omar.
- El populismo lo tenemos inoculado en la sangre, Omar. Da la impresión que no sabemos obrar de otro modo.., parece que en Amazonas la “adecosis” es un virus que quebró todo el sistema imnunológico social...

Se acercaron al puerto.
Los caleteros cargaban sus espaldas con sacos de alimentos o cajas de cerveza, en búsqueda de un pago en oro que saciara en algo la miseria de su vida y la de los suyos. En los bongos, comerciantes vendían gasolina y llenaban las pimpinas que después serían transportadas al campamento. Omar indicó el camino hacia el lugar en donde estaba la voladora que lo trajo.
Un poco más abajo del puerto, en un pequeño recodo cercado de árboles, encontraron la embarcación con un motor 40 HP Yamaha amarrado en la popa.
Mientras Omar se introdujo en la voladora para recoger supuestamente una carpeta, Baj se acercó al monte para orinar. Al terminar y darse la vuelta para regresar, sintió un golpe fuerte en la cabeza y cayó desvanecido.

Cuando despertó, estaba acostado en el piso de la voladora en marcha, con un fuerte dolor de cabeza. Miró a su alrededor y vio delante de sí dos sombras, en las que poco a poco fue reconociendo a los dos hombres de Jean Claude: el gorila inmenso y su compañero con cara de aguilucho.
Miró hacia atrás y pudo ver a Omar con la cabeza entre las manos y una cara de circunstancias; a Baj, unas veces le pareció compungida y otras veces indescifrable. Más atrás estaba el motorista, un indígena de tez morena que, por su espigada figura, Baj lo asoció inmediatamente con algún vástago de la familia Rivas del barrio de Santa Lucía de San Femando.
La voladora se deslizaba veloz sobre la superficie lisa de un Orinoco mañanero. Baj no estaba atado y pudo incorporarse un poco hasta sentarse en el fondo, apoyando su espalda en el asiento de Omar. Este, le dio unos pequeños golpes en el hombro como para calmarlo.
Baj no lograba entender la actitud de Omar y su intención de haberlo conducido a una trampa para entregarlo en manos de la gente de Jean Claude.
Le entró de nuevo la eterna sospecha del indio sobre las intenciones del hombre blanco. ¿Qué diablos hacía Omar con la gente de Jean Claude? Baj cavilaba la manera de salir de esta nueva aventura en la que estaba metido, como siempre, contra su voluntad. No podían hablar en castellano. Pero para esto había una solución. Omar conocía varias lenguas arawakas, entre ellas el kurripako.
Baj quiso cerciorarse si el motorista entendía su lengua, y se dirigió a él en voz alta, de tal manera que le escuchara a pesar del ruido del motor:
- Nukisinda, akerrewáo? (“¿A dónde vamos pariente?”)
El motorista lo miró, arrugó el ceño y levantó la cabeza, en señal clara que no había entendido nada de lo que le dijo... El gorila que tenía delante, miró hacia atrás volteando su cuello de toro.
Después de varias horas de silencio, la voladora se acercaba a la desembocadura del Ventuari.
Muy próximos al raudal de San Francisco, el río comienzaba a encajonarse entre grandes piedras con un desnivel considerable, produciendo fuertes movimientos en la embarcación.
Baj esperaba el momento más oportuno.
- Wakabukueta itáa. Nukaitekada nakó pikabukueta. Wakabukueta itáa. (“Vamos a voltear la embarcación. Cuando yo te avise, te levantas y vienes a este lado. Vamos a voltear la lancha”.)
- ¡Kurri nuaji núñakao! (Yo no sé nadar bien...) - respondió Omar en perfecto kurripako.
- Nuakitsindata piá. (Yo te ayudo.) - lo tranquilizó Baj.

Los dos esbirros hablaban tranquilos sin fijarse mucho en el paisaje y parecían no darse cuenta de los movimientos de la embarcación.
Se aproximaban a un estrecho callejón de agua, limitado a ambos lados, por lajas que se hundían repentinamente en el turbio Orinoco. La embarcación se montó en la cresta de la ola y, como caballo desbocado, descendió velozmente por el raudal. En ese momento Baj gritó:
- ¡¡¡Ahora!!!
Omar y Baj metieron todo su peso en el costado derecho volteando la voladora, al tiempo que se lanzaban en medio de los torbellinos espumosos.
Omar braceaba con dificultad tratando de dirigirse hacia la orilla. Miró alrededor y no vio a Baj, por lo que temió que se hubiera golpeado con una roca. A su vez, no estaba seguro de alcanzar la orilla con sus solas fuerzas en medio de aquella corriente. Nadaba desesperado, pero le daba la sensación que no salía del mismo lugar.
Fue en ese momento cuando sintió una mano fuerte que lo empujó varias veces hacia la derecha. Baj, de vez en cuando sacaba la cabeza y volvía a sumergirse, hasta que logró que Omar saliera de los remolinos. Por fin alcanzaron un remanso, en donde les fue más fácil nadar y acercarse a la orilla.
Omar estaba exhausto y, acostado boca abajo sobre una laja, intentaba devolver el agua ingerida con arcadas involuntarias que a cada rato le sobrevenían. Baj, sentado, miraba río abajo, tratando de hallar el rastro de la voladora y de sus ocupantes.
- De una cosa estoy seguro. El motorista se salvó, por lo tanto tendremos que pagarle su viaje... y tal vez su motor...
- ¿Y los otros dos? - preguntó Omar, acostándose en posición supina.
- Esos aparecerán aboyados dentro de dos días, Orinoco abajo...

Cuando descansaron lo suficiente, Baj aconsejó cruzar hacia una isla cercana. Bordeando ésta, tendrían más oportunidad de encontrar algun pescador que les llevara a Macuruco o a alguna de las pequeñas comunidades de la desembocadura del Ventuari. Una vez allí, el desplazamiento hacia Magua o San Femando, sería más fácil.
Omar, con la ayuda y los empujones de Baj que nadaba como un pez, alcanzaron la orilla. Descansaron por un largo rato.
- Nunca había nadado tanto como hoy - dijo Omar.
- Tengo que hacerte una pregunta obligatoria, Omar. - expuso seriamente Baj - ¿Qué hacías tú con los dos hombres que me capturaron?
- Te debo una explicación. Mucho más, debo pedirte perdón. Me usaron de carnada... Sabían de nuestra amistad desde que trabajaste en la Universidad. ¿Te acuerdas cuando llamaste a mi casa desde Puerto Ayacucho?
- Cometí un gran error – dijo Baj.
- Tenían pinchado mi teléfono y grababan todas mis llamadas. Entonces comenzaron sus visitas a mi casa. Al comienzo me hice el loco, después, estaba decidido a avisar a la policía. Fue cuando me amenazaron claramente: “O colaboras con nosotros o la vida de tus hijos corre peligro”. En una entrevista que tuve con varios de ellos, me interrogaron largamente sobre tu paradero. Dije que desconocía totalmente en qué punto de Amazonas te encontrabas... que sí, efectivamente, tú me habías llamado desde Ayacucho, pero que nunca más tuve noticias tuyas...
- ¿Y después?
- Vino lo más terrible, Baj. Secuestraron a uno de mis hijos y yo estaba desesperado; a mi mujer le dio un ataque de histeria tan fuerte, que tuve que internarla en una clínica.
- ¿Con quién te entrevistaste? – preguntó ansioso Baj.
- Era un señor alto, de cara huesuda, cabello blanco y lentes oscuros. Me pareció haberlo visto por TV, en alguna de esas ruedas de prensa en las que abundaba la Coordinadora Democrática. ¿Lo conoces?
- López Mercado, alias Jean Claude... ¿Qué pasó luego?
- Un día, mis dos guardianes me montaron en un avión privado y me condujeron a Puerto Ayacucho. Ahí siguieron pistas y ataron cabos, pues tenían los teléfonos y dirección de tus familiares.
Antes de partir para San Femando, recibí una llamada de mi esposa dándome la buena noticia de que habían soltado al chamo. Parece ser que, con el sonado caso de los paramilitares colombianos que apresaron en Caracas, hubo una serie de allanamientos a diversos personajes de la oposición y militares... Yo creo que esto motivó la entrega de mi hijo. Mi esposa se los llevó enseguida a la casa de su mamá en Mérida.
Cuando llegamos a Atabapo, les fue fácil rastrear tu paradero. Todo indicaba que la mina era el mejor lugar para esconderse. Lo demás ya lo sabes.
Me enviaron sólo con la misión de traerte hasta el puerto donde ellos esperaban. Tienes que perdonarme, Baj, pero mi desesperación era tan grande que ya no sabía lo que hacía. Además, yo desconocía totalmente tu relación con esta gente.
- Es una historia larga, Omar, y enredada… ¿Por qué crees tú que estoy aquí? Todo fue por mi maldita suerte. Mi encuentro con los hombres de Jean Claude fue totalmente fortuito. Luego, todo fue como hilos de araña que se fueron tejiendo sutilmente hasta que me di cuenta que estaba atrapado.
Era un grupo extremista infiltrado en la Coordinadora Democrática que odiaba a Chávez, y estaba preparando un atentado para el 12 de octubre en el momento en que el Presidente firmara la nueva Ley de Comunidades y Pueblos en el marco de un gran espectáculo en el teatro Teresa Carreño.
- ¿Qué papel jugabas tú? – preguntó Omar.
- Representantes de todos los pueblos indígenas en un ambiente de Arte, Danzas tradicionales y manifestaciones étnicas ofrecerían regalos al Presidente, entre los cuales había una gran maraca shamánica muy colorida, coronada de plumas multicolores, pero rellena de una carga mortífera que, al manipularla, se activaría el dispositivo electrónico que la haría explotar y causaría la muerte del Presidente. Conociendo sus virtudes histriónicas, no resistiría la tentación de sonar la maraca...
- ¿Y tú, que harías entonces?
- Una vez entregado el regalo, en contados segundos, por puertas laterales saldría al exterior en donde un carro me esperaba para huir.
- ¿Cómo hiciste para escaparte de esta trama?
- Me entregué a la policía y les conté todo. Ellos me dieron el salvoconducto para Colombia. Después de muchas aventuras llegué, hasta aquí.
Otro día te contaré.
- Y la policía ¿no logró apresarlos?
- La prueba la tienes en lo que te pasó a ti, y cómo llegaste hasta aquí. Pero eso ya es agua pasada. Veremos lo que nos depara el futuro...


***

Días después, en San Femando, Omar y Baj se hallaban sentados tomando unas cervezas en la casa de Timbi Betancourt, en el barrio de La Punta.
Frente a ellos, el negro Atabapo descendía perezoso hacia su inexorable mestizaje con las turbias aguas del Guaviare.
Al día siguiente, Omar partiría a mediodía en el transporte “Autana” hacia Puerto Ayacucho. Ansiaba ver a sus hijos, después de toda esta pesadilla. Tal vez tendría que cambiar de vivienda y de ciudad, quizás hasta de país...
Hablaron de todo. Recordaron tiempos antiguos, otros más recientes, pero ninguno se atrevía a asomarse al futuro. Por fin Omar se decidió:
- ¿Qué piensas hacer, Baj?
Baj contemplaba absorto la inmensa masa de agua con un semblante muy triste. Bebió un pequeño sorbo de cerveza y se quedó callado mirando al suelo, como buscando una respuesta perdida.
- ¿Por qué no te vienes conmigo? Terminas los estudios y haces un postgrado. Te falta poco.
Baj fijó en Omar unos ojos más brillantes que antes:
- Mira, Omar. Llevo más de media vida huyendo de mi antiguo mundo: he salido de mi casa, de mi comunidad, de mi familia, quise estudiar, huí de mí mismo, de lo que yo era y de los míos, quise ser alguien en el mundo de ustedes, los blancos. Soñé con ser blanco por dentro, pero sólo logré un barniz superficial, exterior. En aquel entonces, no quise aceptarme como indígena... Fue un gran error.
- Estás exagerando, Baj. Estás viendo las cosas en blanco y negro y la realidad, sabes muy bien, que no es así.
- Ahora en cambio, llevo varios años escapando del mundo de ustedes... Trato de dar marcha atrás, tal vez me he dado cuenta demasiado tarde de que ese mundo aniquila a la persona, la convierte en un número, en algo anónimo, personas que se mueven como los bachacos, arrasando con todo lo que encuentran para poder sobrevivir, no importa que lo arrasado sea el ambiente o la persona...
- ¿Y entonces? ¿Qué piensas hacer? – insistió Omar.
- Volveré a mi pueblo, trataré de recoger mis pasos, haré la casa con mis manos, buscaré a una guaricha que me dé hijos, tumbaré mi conuco y me dedicaré a la pesca y a la cacería. Y, sobre todo, trataré de olvidar... trataré de olvidar…
- ¿Lo lograrás?
- Eso espero... Aunque a veces tengo miedo. Habiendo huido de uno y otro mundo, siento que tal vez no pueda vivir ya en ninguno de los dos... tengo cierta premonición de que terminaré huyendo de los dos...

El sol se despidió hundiéndose en las aguas del Guaviare, cuando pidieron las cervezas del estribo. Se las brindó Fermín, el kurripako amigo de Baj, quien trajo la última noticia:
- Un poco más arriba de La Venturosa, encontraron los cuerpos ya descompuestos de dos mineros. Tenían toda la cara comida por los caribes y los mapuritos.
Baj y Omar se despidieron de todos y regresaron en silencio.
Por el camino de la Punta, mirando hacia el río, Baj rompió el silencio:
- Si te digo la verdad, Omar, en este momento estoy completamente vacío. Soy como ¿cómo te diré?.. soy como una página vacía en un libro...


***


DIEZ AÑOS MÁS TARDE...

El antropólogo Omar desembarcó del yate “Autana” en compañía de uno de sus hijos. Desde que se despidieron en el año 2004 no supo más de Baj.
No había cambiado mucho Atabapo. Notaba una remodelación interesante de la Plaza Bolívar, pero el aspecto de abandono exterior de las casas y la suciedad de sus calles no había cambiado mucho. Como tampoco habían desaparecido los problemas de la gasolina y de la mina que se habían enquistado de tal manera que, para todos entraba ya dentro de la normalidad...

Se sentaron para tomar un refresco en una especie de terraza que la Panadería “San Femando Rey” le conquistó a la acera. Omar pensaba salir al día siguiente para Marama, el pueblo de Baj. El motorista hacía mientras tanto, las gestiones para conseguir un tambor de combustible en el “mercado negro”, pues la gabarra no había llegado. La gasolina seguía siendo el negocio de los de siempre.

Se levantaron y cruzaron la plaza. El añoso samán agachaba cada vez más sus ramas como brazos cansados, la mata de marama o chiquichique estaba menos peluda, y enfrente, la infallable figura de dos o tres policías que, como el samán, daban la impresión que también echaban raíces por los años que llevaban sentados, vigilando o custodiando no se sabe qué cosa. Más abajo, el comercio “el Samán”, el célebre bar el “Completo” y después el eterno Comercio de Hassán.

Se dirigían hacia la bomba de gasolina, cuando se encontraron con Fermín, el kurripako amigo de Baj.
- Hacía años que no venía usted por aquí - le dijo.
- Diez años, Fermín. Vine a visitar a Baj. ¿Vienes con nosotros? Mañana salimos para Marama, si conseguimos gasolina...
- ¿A buscar a Baj? ¿A Marama? Pero si él está aquí...
- ¡Qué suerte! Así me evitaré el viaje. ¿Cuándo llegó? – preguntó alegre Omar.
- ¿Baj? Nunca se fue. Se quedó aquí. - dijo muy triste Fermín.
Omar se acordó de las frases terribles que pronunció cuando se despidió de él hacía diez años.
- Dime, ¿dónde puedo encontrarlo? ¿Cómo está?
- No se asuste cuando lo vea. Lo encontrará seguramente en Los Mangos... Por allá...

Omar se dirigió con su hijo al lugar señalado por Fermín. Bordearon la Plaza y se introdujeron en la parte más sombreada del pueblo, un espacio que llevaba muchos años ostentando el rimbombante nombre de Parque, y en donde lo que verdaderamente sobresalía no era la caminería y los lugares de recreación, sino los soberbios y vetustos mangos que brindaban reconfortante sombra a todos sus visitantes.
Hacia el fondo, vio unos seis hombres sentados alrededor del zócalo de cemento construido en torno a una mata enorme de mango. Omar, según se acercaba, fue percatándose de lo que había sospechado al conversar con Fermín.
- Buenas tardes. ¿Está Baj por aquí?
Unas miradas vidriosas y unas bocas semiabiertas en una especie de sonrisa lela, se dirigieron hacia él.
Omar esperó que reaccionaran.
- ¡Baj, despierta! Te llama un musiú.
Detrás del árbol asomó la cara, entre somnolienta y beoda, de un Baj que Omar no se esperaba: flaco, la piel de color cetrino, el pantalón roto y semiabierto, y la franela sucia. De un golpe se borró la imagen que Omar guardaba de Baj. Lo que tenía delante era una piltrafa humana.
- ¡Hola, Musiú! - se acercó tambaleante - ¿Quién eres tú?
- Baj, no creo que no me conozcas... soy Omar. Mira, te presento a mi hijo.
- Omar... Omar... ¡Ah, sí, hermano! - y le dio la mano al hijo que no pudo disimular una mueca de asco.
- Quisiera hablar contigo, a solas – le dijo quedamente Omar.
- ¿A solas? ¿Y por qué? ¡No!.. ¡Qué va, hermano! Esta es mi familia y... si quieres hablar, habla delante de ellos... Si no... pues te vas... Omar... Omar... ¿Te acuerdas de Jean Claude?... y de los gorilas que se aventaron en el Orinoco, ¿te acuerdas? - y dirigiéndose al grupo de borrachitos - Este es el hombre del que les conté.., por su culpa, casi me joden aquellos gorilas...
- ¿Qué pasó contigo, Baj? ¿No te fuiste a Marama?
Baj lo miró muy serio y guardó silencio. Después, sonrió tristemente moviendo la cabeza de un lado para otro.
- No pude, Omar... ya estaba envenenado y no resultó.
- ¡Te estás matando, Baj! ¡Tienes que parar! Ven con nosotros a Mérida, allí será más fácil.
- ¡No, hermano, p’atrás nunca! ¡P’alante brinca el sapo, manque le puyen los ojos! ¿Verdad, compadres?
- Así es - respondieron en coro todos lelos, como si hubiera hablado un gurú… todos menos uno que en ese momento estaba empinando el codo.
- ¡¡No me hagas arrechar!! ¿Qué quieres? ¿Que me fugue otra vez?... ¡¡No huyo más!! ¡Pasé toda mi vida huyendo...! - levantó la voz histéricamente. - ¿Para qué? ¿Para qué? ¿Para qué?...
- Tranquilo, Baj. Nadie te va a obligar. Te lo decía como amigo, por tu bien. - lo tranquilizó Omar.
- A propósito, tengo algo para ti. Espérame... - cruzó el parque y la calle con pasos inestables, introduciéndose por el espacio que dejaban dos casas entre sí.
El hijo de Omar se alejó del grupo hacia el muro que servía de dique en las crecientes invernales del río Atabapo.
Baj regresó al rato con unos cuadernos en la mano.
- ¿Te acuerdas de aquel otro musiú amigo tuyo? ¿El que me pidió que escribiera mi historia...?
- Sí, Alejandro Moreno, el sicólogo.
- Como se llame... No me importa. Dale esto de mi parte. Así me quitas un peso de encima. Esa historia me atormenta. Varias veces quise quemar esos cuadernos o botarlos al río... Ahora me quedaré bien, como carajito recién nacido, sin historia...
- ¿Por qué, Baj?
- ¿Te acuerdas de lo que te dije hace unos cuantos años? Ya pasaron años, ¿verdad?..
- Diez años, Baj.
- ¿Diez años?... – dijo muy serio - te dije que tenía el presentimiento de que al final huiría de los dos mundos, del tuyo y del mío... ¿Te acuerdas?
Y se quedó mirando a Omar con sus ojos achinados, cargados de un odio que él nunca se esperó de Baj.
- Y ahora, vete, márchate musiú... - le dijo casi agresivo - chao beiby contigo... No vengas más... Tú me traes malos recuerdos de una historia que ya no existe... Esa historia murió... ¿sabes?.. murió.., murió…
Omar quedó como paralizado, frente aquel otro hombre que él ya no reconocía.

- Y ahora, compadres, - se giró dirigiéndose a sus compañeros - vamos a hacer nuestro ejercicio.
Y todos, obedientes, se dirigieron a unos restos de barras fijas y paralelas que tiempo atrás pusieron allí para entrenamiento de los muchachos.
Hicieron esfuerzos enormes para subirse y guindarse de las barras con las piernas, manteniéndose cabeza abajo. Casi todos habían logrado esa posición de murciélagos humanos, cuando Baj se acercó de nuevo a Omar.
- ¿Qué te parece mi nuevo invento? - le dijo señalando a sus amigos - Descubrí que las cosas se ven mejor con la cabeza hacia abajo; la gente, el paisaje, los atardeceres, el mundo... toda la realidad se ve mejor así... ¿No te has dado cuenta aún que tu mundo está al revés? Esta es la única forma de enderezarlo...
Con pasos trastabillantes se dirigió a uno de los hierros y, después de mucho esfuerzo, logró también él, colgarse de las piernas con la cabeza hacia abajo.

***


Omar se alejó lentamente, apretando con los dientes sus labios con tanta fuerza, que los hizo sangrar.
Cruzó la Plaza y se apoyó en la baranda, mientras contemplaba un río Atabapo que le pareció más negro que nunca.
Su hijo no entendía nada de lo que estaba pasando. Omar se giró hacia la Plaza y vio a unos pequeños que jugueteaban, colgándose de la baranda por las piernas, tratando de imitar a los discípulos de Baj.


Cuando Omar y su hijo se disponían a embarcarse en el yate, la voz de un locutor entusiasta se escuchó por todo el puerto.
Se acercaban unas elecciones regionales y una camioneta con un altavoz, vociferaba por todas las calles del pueblo, las ilusiones de siempre.
Se anunciaba la “Misión Sucre N° 45” para inscripciones de PHD, Master y Postgrado.
La “Misión Identidad N° 56” completaría el éxito de las anteriores, logrando así que casi el 90 % de la población atabapeña fuera originaria de Colombia...
Después del éxito obtenido con los niños de la calle, finalmente, se anunciaba la apertura de una nueva Misión, cuyo objetivo no seria la recuperación social de los “borrachitos de la Patria”... sino el tratar de voltear la realidad de Atabapo que, con mucha razón, Baj proclamaba y predicaba todos los días, que estaba al revés...

Hasta el 2021...



FIN

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